Dos miembros del Ejército Sirio Libre van subidos en una motocicleta, con un pasamontañas y un kalashnikov colgado al cinto, recorriendo Al Qusayr, una ciudad de 40.000 habitantes donde todo el mundo se conoce. Aquí equivocarse de calle puede llevarle a uno a la muerte, porque las tropas rebeldes controlan solo un tercio de la localidad, con una veintena de francotiradores que disparan de forma indiscriminada contra la población: hombres, mujeres y niños. Hoy, la brigada Al Faroukdel Ejército Libre logró tomar el cuartel general de los moujarabat(servicios secretos) del régimen y mató a cinco oficiales que se encontraban en el interior.
Muchos intentan evitar que prenda la mecha de la violencia religiosa en esta localidad donde viven minorías cristianas, un 10% de la población. La semana pasada el Ejército Libre arrestó a uno de los miembros de la familia Rasuja, shabiha (matones del régimen) de confesión cristiana acusados de colaborar con El Asad, y como represalia el régimen detuvo a cinco musulmanes suníes, rama del islam al que pertenece el 80% de las familias. Algunos jóvenes enfurecidos salieron a la caza de cristianos y apresaron a una veintena. Kasir tuvo que mediar para evitar un estallido de violencia sectaria. "Eso es lo que quiere Bachar el Asad, pero no lo permitiremos. Esta es una revolución política, no tiene nada que ver con Dios. Todos queremos la libertad, sin distinción de creencias". La familia Kasuja continúa en la ciudad, "nos ocuparemos de ella", asegura Kasir.Las últimas dos semanas se suceden en pequeños capítulos de una guerra civil en toda regla y de larga duración. Al Qusayr es un microcosmos en el que se observa a la perfección cómo funciona la resistencia, el Ejército y la reacción de la población. “Básicamente están los que apoyan a El Asad, los que se oponen al régimen y los que miran”, resume Kasir, líder de la resistencia en esta ciudad. La vida se encuentra paralizada desde hace once meses, las tropas de régimen aún controlan lugaresestratégicos, como el hospital o el Ayuntamiento, bombardean con morteros de forma esporádica a la población. Cada día hay uno o dos funerales y los muertos son enterrados a toda prisa en un pequeño cementerio improvisado, lejos de la zona tomada por los soldados del régimen. Aun así, la resistencia sigue luchando jornada tras jornada, organizando multitudinarias manifestaciones como la de este viernes, con pancartas escritas en cirílico que rezaban "Rusia está matando a nuestro pueblo".
Diez balas de mortero cayeron este viernes en una vivienda de cristianos, aunque no se ha podido confirmar si fue el Ejército de El Asad o el rebelde el que disparó, en la ciudad circulan rumores contradictorios. Abdullah, de confesión cristiana, asegura colaborar con la resistencia. “He escondido a gente en el interior de mi casa”, dice. En la provincia de Homs fueron hallados, con la ayuda de un perro, los cadáveres de cinco personas en una fosa común, tal y como se ve en un vídeo alojado en los móviles de algunos activistas. Resulta imposible confirmar la identidad de las víctimas y el bando al que pertenecen.
La población ha sufrido el impacto de varias balas de mortero. Las familias se refugian en las plantas más bajas, sin luz y desconectados del mundo. Desde el inicio de las revueltas han muerto más de 70 personas en este poblado. Mientras los informativos de todo el mundo centran su atención en el bombardeo masivo de la ciudad de Homs, donde han muerto cientos de personas en los últimos días y se vive una situación de emergencia humanitaria, la revolución se extiende a otras ciudades de la provincia de Homs y continúa en otras zonas del país como Alepo, Ildib, Hama, Deraa, Raka o Hesaka, Zuaida (de mayoría drusa) y Der al Azor, además de los suburbios de Damasco.
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