El mundo, con todos sus horrores, vive una “edad de oro” bajo un “orden maravilloso” creado por Estados Unidos. “Las mejores características –la extensión de la democracia, la prosperidad y la paz prolongada entre las principales potencias– dependen fuertemente, de forma directa o indirecta, de la influencia ejercida” por Washington.
Esta es la tesis que el reconocido autor neoconservador estadounidense Robert Kagan defiende en su nuevo libro, El mundo que hizo Estados Unidos. Lo escribe contra “el sorprendente número de intelectuales, políticos y legisladores estadounidenses” que saludan la posibilidad del declive de la hegemonía americana, pensando que el fin de la era estadounidense no tiene por qué significar el fin del orden liberal internacional actual. Kagan quiere evitar que el país se repliegue, que ceje en sus empeños en el exterior: “Quizá si los estadounidenses tuvieran una foto más clara de lo que podría venir tras el orden americano se sentirían más inclinados a continuar luchando para preservar el orden que han construido. Una edad de oro de la Humanidad”. Se trata de una defensa implícita del intervencionismo estadounidense, algo que el autor sólo revela brevemente al final del libro, y que por lo demás está en la base del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, organización que Kagan ayudó a fundar.
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El mundo creado por EE UU es el más democrático. Washington ha sido el muñidor de las dos principales oleadas de democratización del siglo XX: una, tras la II Guerra Mundial, con el 40% de la población del planeta viviendo en democracia en 1950; otra, iniciada en los 70, que ha hecho que el número de democracias creciera hasta unas 120. Kagan se cuida de mencionar algunas de las atrocidades contra la democracia Made in América (Irán, Guatemala, Chile, Guantánamo, etc.) o de sus decisiones unilaterales (Irak). Estados Unidos, reconoce, ha “ignorado dictadores, o se ha aliado con ellos, o ha hecho negocios con ellos”. Sin embargo, obvia estos episodios y concluye, por comparación con otras épocas: “Estados Unidos ha jugado un papel crítico en la explosión de la democracia”. Desacredita el poder blando en la extensión de la democracia. Pasa de puntillas por la influencia y atracción democratizadora que ha supuesto la Unión Europea, la zona de mayor prosperidad y paz de la Historia, por ejemplo sobre los países del Este o Turquía. Una revisión de su teoría de los dos Occidentes, en la que asegura que hay uno débil, Europa, demasiado apegado a valores tradicionales como la tolerancia, y uno fuerte, Estados Unidos.
Para Kagan, además de ser el más democrático, el mundo creado por el imperio americano es el más próspero. Entre 1950 y 2000, el Producto Interior Bruto global crecía a un 3,9% anual, mientras que entre 1820 y 1950 lo hacía a un 1,6%, y entre 1500 y 1820 a un estimado 0,3%, afirma. Esa prosperidad se debe en gran parte a la hegemonía estadounidense. Porque sin EE UU, ¿quién defendería el orden económico liberal? “Las naciones actuales se están aprovechando del free ride [pase gratis] de un comercio sin interrupciones gracias la hegemonía naval Estados Unidos que garantiza las rutas. ¿Estarían los free riders actuales (Alemania, Japón, Brasil, India…) dispuestos al coste de mantener armadas que llevaran a cabo algunas de las tareas de Estados Unidos”.
El mundo creado por EE UU es, por último, el más pacífico. Ha vivido seis décadas sin enfrentamientos entre las grandes potencias. ¿Por qué? Kagan trata de desmontar la teoría de la paz democrática, que mantiene que la relativa paz actual se deriva de la expansión democrática, porque las democracias muy raramente van a la guerra contra otras democracias. Argumento endeble, afirma, porque también a principios de siglo XX se hablaba de la guerra como algo impensable, porque había desarrollo, comercio y democracia, y sin embargo estalló. Si la guerra a gran escala no es imposible, ¿quién está haciendo que no se produzca? Estados Unidos, cuyo “rol más importante ha sido el de desanimar e impedir las tendencias normales de otras grandes potencias en el sistema de competir y darse empujones en circunstancias que en otras épocas llevaba a la guerra”.
China y Rusia no aceptan el orden liberal, y si EE UU se debilita podrían ser más agresivas regionalmente | ||||||
¿Son, pues, los estadounidenses, amantes de la paz? Se ven a sí mismos como “la Greta Garbo de las naciones, que sólo quiere que la dejen en paz” pero no es así: salen muy frecuentemente a la “caza monstruos”. Y lo hacen muchas razones, tanto para defenderse de amenazas lejanas como por intereses económicos. “Pero cada vez que van a la guerra, los estadounidenses se dicen a sí mismos que será la última vez. Pueden ser vistos como imperialistas pero, si lo son, son reacios, como sin querer, a medio corazón. Su política exterior es esquizofrénica: primero son reacios, luego agresivos; dormidos al principio, pero rápidos de gatillo; indiferentes primero, luego obsesionados, luego indiferentes otra vez”.
En general, el libro analiza la realidad del siglo XX desde un punto de vista marcadamente militar. En ese contexto, presenta a Estados Unidos como una potencia que interviene de forma reacia en otras partes del mundo, y muchas veces porque se lo piden. Obvia un factor determinante en muchas de las aventuras militares estadounidenses: la presión del complejo militar industrial y una Defensa que se lleva cada año alrededor de un cuarto del presupuesto nacional.
¿Está la hegemonía estadounidense en decadencia? Su respuesta es no: “Cualquiera que honestamente recuerde los 70, con el Watergate, Vietnam, la estanflación o la crisis energética, no puede pensar que las presentes dificultades no tengan parangón”. Y desde entonces Estados Unidos ha tenido grandes éxitos en el exterior: La guerra del golfo, la expansión de la OTAN hacia el Este, la paz, aunque tras mucha sangre, en los Balcanes, el hecho de que gran parte del mundo se apuntara al Consenso de Washington en economía.
Kagan plantea al lector algo parecido, dice, a lo que hace el ángel de la película Qué bello es Vivir con el protagonista que está a punto de suicidarse: en aquella cinta, el ángel le muestra cómo de gris y triste sería un mundo sin él; en este libro, el autor quiere enseñar lo que podría pasar si el imperio americano se debilita. “La gente se imagina que la predominancia estadounidense será reemplazada por algún tipo de armonía multipolar”, un nuevo Concierto de Poderes similar al Concierto de Europa que mantuvo la paz tras las guerras napoleónicas. Se equivocan: China y Rusia no aceptan el orden liberal, y si Estados Unidos se debilita podrían ser más agresivas regionalmente; además, su apoyo a las autocracias produciría tensiones con los que defienden la democracia. Habría una ola dedesdemocratización.
Así que de replegarse nada. "¿Cuánto cuesta un mundo dominado por democracias en vez de autocracias? ¿Qué pasaría si las rutas y vías marinas económicas no estuvieran ya aseguradas, porque la armada estadounidense ya no pudiera protegerlas? ¿O si estallaran guerras regionales entre potencias porque no están ya constreñidas por la superpotencia estadounidense? ¿O si los aliados fueran atacados porque Estados Unidos no pudiera ir en su defensa?"
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