miércoles, 14 de octubre de 2015

Grandes petroleras, grandes tabacaleras, grandes mentiras

BILL MCKIBBEN 

Y, a principios de la década de 1980, los científicos de Exxon tenían mucho más que una leve idea. Ellos no sólo entendían la ciencia detrás del cambio climático, sino que también reconocían el propio papel superlativo que desempeñaba la empresa en lo que respecta a impulsar el fenómeno. Al darse cuenta que los efectos potenciales eran “catastróficos” para una porción significativa de la población, instaron a los altos ejecutivos de Exxon para que estos tomen medidas. Pero en lugar de actuar como se les recomendaba, los ejecutivos ocultaron la verdad.
Puede haber un aspecto positivo en esta irritante historia: la reciente investigación que puso al descubierto los engaños de Exxon podría terminar catalizando la acción necesaria para abordar la crisis climática que amenazantemente se avecina. Al fin de cuentas, revelaciones similares relativas a la industria del tabaco – sobre qué era lo que las  principales compañías de cigarrillos conocían y cuándo lo llegaron a conocer – han transformado el panorama de la salud pública.
En el año 1996 una serie de demandas ante las cortes obligaron a que las empresas tabacaleras mostraran públicamente millones de documentos internos, mismos que confirmaron lo que los promotores y formuladores de políticas de salud pública habían sospechado durante mucho tiempo: ya en la década de 1950, la industria sabía que  la nicotina era adictiva y  que los cigarrillos causaban cáncer. Pero, para proteger sus propios intereses, las grandes tabacaleras engañaron deliberadamente al público, haciendo todo lo posible para poner en duda los hallazgos científicos que estas empresas sabían que eran precisos. Tales tácticas permitieron que la industria retrasara, durante más de 50 años, la regulación que podría haber salvado millones de vidas al año.
Sin embargo, después de las revelaciones quedó en claro que la industria del tabaco era una fuerza malévola que no tenía cabida dentro del proceso de formulación de políticas. Cuando las grandes tabacaleras salieron de la ecuación, los promotores de la salud, armados con pruebas de los verdaderos efectos del consumo de tabaco, pudieron finalmente obligar a sus gobiernos a que actúen.
En el año 2003, los líderes mundiales acordaron firmar el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), negociado bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud. Hoy en día, este acuerdo cubre al  90% de la población mundial y ha contribuido a una disminución significativa en las ventas de las empresas tabacaleras a nivel mundial. Con el tiempo, se salvarán cientos de millones de vidas (y se ahorrarán grandes sumas en los presupuestos de atención de salud de los gobiernos).
Al presente está muy claro que las grandes petroleras siguieron el manual de estrategias de las grandes tabacaleras. En el año 1997, casi dos décadas después de que comenzaron a estudiar el cambio climático acallaron sus investigaciones, afirmando que la climatología estaba “lejos de ser clara” y, por lo tanto, no “apoyaba los recortes obligatorios en el uso de energía”.
Además de suprimir sus propios hallazgos, ExxonMobil (y sus pares) fueron aún más lejos, ya que financiaron y promovieron la pseudociencia, así como también atacaron a los científicos que advertían sobre el inminente desastre climático. El abordaje de las empresas de combustibles fósiles fue tan eficaz que los medios de comunicación recién ahora están comenzando a reconocer el papel de liderazgo que desempeñó esta industria en la creación – casi sin ningún fundamento – del llamado “debate climático”.
Sin embargo, quizás el mayor éxito de las grandes petroleras fue la disminución de la voluntad política para implementar la regulación apropiada. Incluso después de que la comunidad internacional adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, la industria de los combustibles fósiles logró bloquear avances significativos – hasta el punto de que, si una acción seria no se toma pronto, el proceso en su totalidad podría desmoronarse.
En Europa, el cabildeo de Royal Dutch Shell diluyó tanto los esfuerzos de la Unión Europea que ahora no existen objetivos vinculantes con respecto a energías renovables o eficiencia energética para los países de manera individual. La empresa incluso envió una carta a la Comisión Europea afirmando que “el gas es bueno para Europa”. En la actualidad, Shell y otras empresas petroleras están comprometiéndose a trabajar como “asesores” de los gobiernos nacionales en temas relacionados a cómo hacer frente al cambio climático.
Al igual que los archivos de información sobre el tabaco sacaron a la industria tabacalera de los procesos de formulación de políticas, la investigación Exxon debería obligar a que los líderes mundiales saquen a la industria de los combustibles fósiles de los esfuerzos para resolver la crisis climática. Al fin de cuentas, ninguna política puede tener éxito si quienes le dan forma están apostando a favor de su fracaso.
El punto de inflexión para la política de salud pública relacionada con el tabaco se produjo cuando la depravación de dicha industria se tornó en un asunto indiscutible. Ahora, ese momento ha llegado para el movimiento climático. No podemos esperar que la industria de los combustibles fósiles vaya a cambiar sus maneras de actuar. En su calidad de alianza de grupos de derechos humanos, los activistas ambientales y los promotores de la rendición de cuentas de las corporaciones ya están solicitando la completa expulsión de esta industria del proceso de formulación de políticas.
Los científicos de Exxon estaban en lo cierto: los efectos del cambio climático en muchas comunidades sí son catastróficos. Con tantas vidas en juego – y evidencia tan clara de la amenaza – las grandes petroleras, de la misma manera que las grandes tabacaleras antes que ellas, deben ser tratadas por lo que son: grandes problemas.

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