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- Categoría: Internacional
- Escrito por Hasan Turk
60 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares en 2014 para empezar de cero en alguna otra parte. Cómo sobreviven, de dónde vienen, cómo los reciben y -sobre todo- cómo y por qué no los reciben en Europa ni en los vecinos ricos del Golfo pérsico.
Hasan Turk*
Una experiencia realmente trágica
En todos los conflictos bélicos, nacionales o internacionales, quienes más sufren son los civiles. La población no combatiente resulta ser el blanco del ejército invasor, del grupo terrorista, incluso de los mismos agentes del Estado. Al convertirse en un blanco, las familias abandonan su hogar y pertenencias para buscar otro espacio más seguro, y se convierten así en desplazados dentro de su país o en refugiados que logran cruzar las fronteras internacionales.
En muchas ocasiones las personas que escapan de los conflictos piden el asilo o permiso formal de residencia en el país a donde intentan ingresar. La práctica de conceder asilo a quienes huyen de la persecución fue uno de los primeros hitos de la civilización. En textos escritos hace 3.500 años, cuando florecían los primeros imperios en Oriente Medio (el hitita, el babilonio, el asirio el egipcio) se encuentran referencias al asilo.
En 2014 se registró la más alta cifra de desplazados forzosos desde la Segunda Guerra Mundial: casi 60 millones de personas
Pero obviamente la huida de la guerra no garantiza la tranquilidad. Mas bien podría decirse que es el comienzo de un drama. Por eso las familias a bordo de embarcaciones precarias o recorriendo carreteras inhóspitas, aguantando hambre y corriendo peligros para llegar a un destino que también será incierto. Algunos llegan pero otros muchos mueren en el camino, son internados en campos o caen en manos de grupos radicales, traficantes de blancas, tratantes de órganos u otros delincuentes. Muchas veces en los países receptores, los refugiados tienen que trabajar con la mitad del salario mínimo y sin ninguna prestación social, las madres se prostituyen para poder alimentar a sus hijos y los niños piden limosna en las esquinas o son esclavizados.
El drama actual
Explosión en la ciudad siria de Kobane. Foto: Jordi Bernabeu Farrús |
Según la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hoy por hoy 42.500 personas se ven diariamente obligadas a huir de sus casas porque su vida corre peligro. En 2014 se registró la más alta cifra de desplazados forzosos desde la Segunda Guerra Mundial: casi 60 millones de personas. Entre 2013 y 2014 se ha producido el mayor aumento interanual hasta la fecha: ocho millones.
También durante el año pasado arribaron a Europa 200.000 personas indocumentadas, tras embarcarse en peligrosas travesías para cruzar el mar Mediterráneo. Al menos 3.500 murieron. Más de la mitad de quienes desembarcaron son refugiados que usan las mismas rutas que los inmigrantes económicos. Las noticias de naufragios de barcazas se han convertido en una tragedia cotidiana.
Los conflictos armados más crueles se están dando hoy en Oriente Medio y en África, de modo que allí se origina el mayor número de desplazados y refugiados del mundo. Países como Siria, Irak, Afganistán, Somalia, Libia, Sudán, Sudán del Sur, Congo y la República Centroafricana están a la cabeza de este drama. Pero no debe olvidarse que Colombia, aún estando lejos de aquel epicentro, es el segundo país –después de Siria- con el mayor número de desplazados del mundo: casi 5 millones.
Países de llegada
Muchas veces los refugiados piden asilo en los países del primer mundo, donde pueden encontrar una mejor calidad de vida, pueden trabajar y sus hijos pueden salir adelante, pero también piden asilo en los países vecinos mientras termina el conflicto y para luego volver a sus países de origen.
Hoy en día el país con el mayor número de desplazados es Siria con casi 12 millones, de los cuales 7,6 millones son desplazados internos y el resto son refugiados en los países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania que tuvieron el sentido humanitario suficiente para recibirlos. Pero algunos países como los europeos y los del Golfo han perdido ese examen humanitario y pasarán a la historia como sociedades que se vendan los ojos para no ver el drama humano o más bien inhumano que viven los refugiados. Si lo muestra el gráfico:
Mientras Turquía recibió un millón novecientos mil refugiados sirios desde 2011 (con un costo de 6 mil millones de dólares), Europa en su conjunto ha recibido apenas 278.000. Puede incluso decirse que países latinoamericanos como Brasil, Argentina y Uruguay tuvieron un papel más importante que Europa.
El dilema de Europa
Refugiados sirios en Turquía. Foto: Sandra Gonzalez |
La mirada, la conciencia y la opinión pública internacional hacia los refugiados no son las mismas desde que circularon las imágenes de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que se ahogó en las costas de Turquía el 2 de septiembre.
Hasta ese momento Europa, Estados Unidos y países ricos del golfo como Arabia Saudí, Kuwait o Qatar habían vendado sus ojos para no ver el drama de los refugiados de Siria. Pero la imagen de Aylan Kurdi humanizó a los líderes europeos y despertó una conciencia universal hacia los refugiados gracias a las redes sociales. Desde entonces, los países europeos han comenzado a fijarse en ese conflicto e iniciaron un debate serio para aumentar la cuota del asilo a los refugiados (y sin embargo habría que recordar que los refugiados no comenzaron a sufrir apenas con la muerte de Aylan Kurdi, sino desde hace cuatro años. Tan solo en Siria han muerto 250.000 personas según la ONU).
Pese a la presión creciente de la opinión pública, los países europeos siguen divididos en relación con el aumento de las cuotas de asilo. Sin lugar a dudas Alemania ha dado un pasado importante (aunque aún así, todavía insuficiente) pero se dan casos como el de Víctor Orbán, primer ministro de Hungría, quien hizo comentarios crueles sobre los refugiados y ordenó la construcción de un muro. Mientras tanto países como Francia, Inglaterra y España han comenzado a hacer algo, que sin embargo resulta mezquino frente a la magnitud del drama humano.
Colombia es el segundo país –después de Siria- con el mayor número de desplazados del mundo: casi 5 millones.
Por eso en este momento Europa no solo está ante una crisis económica sino ante una crisis de identidad. Cada día es menor el crecimiento demográfico en el viejo continente y los líderes europeos no saben cómo solucionar este problema. La población europea envejece de manera acelerada, y solo los inmigrantes árabes, africanos y latinos siguen alimentando las capas de edad mas jóvenes. Muchos europeos por eso temen convertirse en minorías dentro de su propio territorio, en una especie de colonia de las que fueran sus viejas colonias. Por eso han crecido tanto los partidos de ultraderecha y por eso aumentaron la xenofobia y la islamofobia.
En realidad la internacionalización del drama de los refugiados llega en un mal momento para Europa. Por un lado tienen que oír el clamor de la opinión pública internacional y defender los valores que ellos mismos crearon (las libertades individuales y los derechos humanos) pero por el otro lado tienen que atender su crisis de identidad, y es indudable que esta se agravaría conn la llegada de más refugiados árabes.
Los países del Golfo
La esperanza de bienestar económico es sin duda importante para migrantes provenientes del mundo árabe, pero los países europeos no profesan su religión ni hablan su idioma. Por eso se diría que deberían preferir a los países ricos del Golfo como Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes. Pero estos países no los aceptan, sus políticas de inmigración son todavía más mezquinas, y han hecho poco o nada para ayudar económicamente a sus hermanos árabes.
Los temores de los países del Golfo son los mismos que en los países europeos. El influjo de miles de sirios podría amenazar el muy delicado equilibrio demográfico en esta region. Por ejemplo los ciudadanos nativos de Emiratos Árabes y Qatar apenas si superan el 10 por ciento del total de la población en sus países.
Cientos de miles de refugiados han intentado cruzar el Mediterráneo a riesgo de sus vidas. Algunos lo han logrado, pero para otros muchos el mar se convirtió en su tumba. Es el dilema trágico: permanecer en Siria para morir a consecuencia de una guerra inhumana, o arriesgarse al naufragio en un mundo que también es inhumano.
El mundo debe decir ¡basta ya! Si no quiere recibir a los refugiados, al menos tendría que llegar a un acuerdo multinacional para poner fin al conflicto brutal que vive Siria.
* Magister en Ciencias Políticas, experto y analista sobre asuntos de Oriente Medio y las Relaciones Internacionales
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