martes, 5 de julio de 2011

Los baños de la sultana



Haman5


Igual que Cleopatra en Egipto, hay una mujer que en Turquía es sinónimo de poder, misterio y sensualidad. Su nombre es Roxelana, y fue, al igual que la egipcia, una de las mujeres más poderosas de su época. Amante del sultan más grandioso de todo el antiguo imperio Otomano, Süleyman, conocido en occidente como el Magnífico, pasó de concubina a esposa y desde ahí a controlar parte de la política exterior del Imperio Otomano. Inteligente y ambiciosa, Roxelana usó las fobias del Sultán para obligarlo a asesinar a su primogénito, hijo de otra concubina, y conseguir así que su progenie heredara el trono de la Sublime Puerta. A pesar de darse cuenta del complot, el Sultán siguió amándola hasta el día de su muerte tanto como la noche en que la bautizó como como Hürem, que significa "la alegre o la que hace feliz".

Fascinado por quien llamaba “mi compañera de ojos pícaros y mi gran y único amor”, el Sultán Süleyman mandó construir unos baños para Roxelana y su corte. Los baños de Roxelana se levantaron en el centro del poder imperial, en la explanada que lleva desde Santa Sofía a la Mezquita Azul. El edificio, uno de los más bellos hamam de toda Turquía, fue usado durante cuatro siglos para las abluciones de la corte y por quienes acudían a rezar en las dos grandes mezquitas de Estambul. Con la llegada del siglo XX, los baños se convirtieron en un bazar de alfombras hasta que el 2007 se comenzaron los trabajos de restauración para devolver el edificio a su uso originario. Hace tres semanas abrió sus puertas, convertido nuevamente en hamam.

Cubierto por mármol blanco, caliente por el vapor del agua y un sistema de calefacción subterráneo, los baños de la sultana se dividen en 3 salas: caliente, donde los poros se abren y el cuerpo empieza a relajarse. Templada, donde se frota la piel para limpiarla de impurezas y fría, donde se tonifica y se perfuma el cuerpo. En total 3.000 metros cuadrados de placer donde hombres, pero sobretodo mujeres, se asean antes de acudir a la mezquita, comparten confidencias y disfrutan de la intimidad sin ser vistas.

Los baños turcos, al igual que los harenes, siempre ha evocado imágenes sugestivas a los occidentales. Sin embargo, los hamanes -como aquí se les conoce- son esencialmente baños públicos donde asearse antes de acudir a la mezquita. Hoy en día, muchos turcos siguen lavándose aquí dos o tres veces a la semana, mientras cotillean con los vecinos, una de las actividades favoritas del país. Además, para las mujeres, recluidas durante siglos en sus casas, el hamam era el lugar de encuentro por excelencia en el antiguo Imperio Otomano. También era el lugar donde las madres podían ver a las jóvenes desnudas y elegir, según la anchura de sus caderas, cual sería la esposa la más adecuada para sus hijos.

A pesar de que ahora todas las casas en Turquía tienen baño propio y agua corriente, el hamam sigue siendo la piedra sobre la que giran muchas tradiciones femeninas. Es imprescindible para una novia turca acudir a un haman antes del matrimonio, acompañada de sus amigas y sus familiares. Aquí la futura novia se prepara para su futuro: las amigas se encargan de lavarla, las mujeres mayores comparten consejos, se comen dulces y fruta y se escucha música. Otra tradición es el lavado del bebé. Tradicionalmente las madres y los recién nacidos no podía poner un pie fuera de la casa durante los 40 días posteriores al parto. Era una especie de cuarentena, tras la cual, la madre y su retoño acudían a unhaman para lavarse. Aunque la tradición del encierro ha desaparecido casi por completo, todavía se celebra el lavado del bebe como una fiesta, con música y comida.

Los baños de Roxelana dan la posibilidad de revivir estas bellas tradiciones. Según Hikmet Güveli, responsable del hamam, “buscamos que tanto durante un baño tradicional como en ocasiones especiales, las mujeres se sientan como Roxelana en cada detalle”. Dentro del mundo de mármol todo recuerda a ella. Las jabones con aroma del árbol del amor, la esencia usada por Roxelana y el color violeta de los lienzos, el color preferido de la Sultana, con los que se cubren los cuerpos al entrar en la sala caliente.

Se desconoce si la Roxelana usó los baños. Murió en 1558, un año después de que concluyeran los trabajos. Los usara o no, estos baños fueron la última muestra del sultán más poderoso de todos los tiempos a su compañera. Un regalo para que “la que hace feliz” supiera en vida que su nombre jamás sería olvidado.