sábado, 11 de febrero de 2012

"Esta es una revolución política, no tiene nada que ver con Dios"




Una imagen cedida por la agencia siria Sana muestra vehículos y cascos policiales en el suelo después de un enfrentamiento en la ciudad de Alepo. / - (AFP)

Dos miembros del Ejército Sirio Libre van subidos en una motocicleta, con un pasamontañas y un kalashnikov colgado al cinto, recorriendo Al Qusayr, una ciudad de 40.000 habitantes donde todo el mundo se conoce. Aquí equivocarse de calle puede llevarle a uno a la muerte, porque las tropas rebeldes controlan solo un tercio de la localidad, con una veintena de francotiradores que disparan de forma indiscriminada contra la población: hombres, mujeres y niños. Hoy, la brigada Al Faroukdel Ejército Libre logró tomar el cuartel general de los moujarabat(servicios secretos) del régimen y mató a cinco oficiales que se encontraban en el interior.

Muchos intentan evitar que prenda la mecha de la violencia religiosa en esta localidad donde viven minorías cristianas, un 10% de la población. La semana pasada el Ejército Libre arrestó a uno de los miembros de la familia Rasuja, shabiha (matones del régimen) de confesión cristiana acusados de colaborar con El Asad, y como represalia el régimen detuvo a cinco musulmanes suníes, rama del islam al que pertenece el 80% de las familias. Algunos jóvenes enfurecidos salieron a la caza de cristianos y apresaron a una veintena. Kasir tuvo que mediar para evitar un estallido de violencia sectaria. "Eso es lo que quiere Bachar el Asad, pero no lo permitiremos. Esta es una revolución política, no tiene nada que ver con Dios. Todos queremos la libertad, sin distinción de creencias". La familia Kasuja continúa en la ciudad, "nos ocuparemos de ella", asegura Kasir.Las últimas dos semanas se suceden en pequeños capítulos de una guerra civil en toda regla y de larga duración. Al Qusayr es un microcosmos en el que se observa a la perfección cómo funciona la resistencia, el Ejército y la reacción de la población. “Básicamente están los que apoyan a El Asad, los que se oponen al régimen y los que miran”, resume Kasir, líder de la resistencia en esta ciudad. La vida se encuentra paralizada desde hace once meses, las tropas de régimen aún controlan lugaresestratégicos, como el hospital o el Ayuntamiento, bombardean con morteros de forma esporádica a la población. Cada día hay uno o dos funerales y los muertos son enterrados a toda prisa en un pequeño cementerio improvisado, lejos de la zona tomada por los soldados del régimen. Aun así, la resistencia sigue luchando jornada tras jornada, organizando multitudinarias manifestaciones como la de este viernes, con pancartas escritas en cirílico que rezaban "Rusia está matando a nuestro pueblo".
Diez balas de mortero cayeron este viernes en una vivienda de cristianos, aunque no se ha podido confirmar si fue el Ejército de El Asad o el rebelde el que disparó, en la ciudad circulan rumores contradictorios. Abdullah, de confesión cristiana, asegura colaborar con la resistencia. “He escondido a gente en el interior de mi casa”, dice. En la provincia de Homs fueron hallados, con la ayuda de un perro, los cadáveres de cinco personas en una fosa común, tal y como se ve en un vídeo alojado en los móviles de algunos activistas. Resulta imposible confirmar la identidad de las víctimas y el bando al que pertenecen.
La población ha sufrido el impacto de varias balas de mortero. Las familias se refugian en las plantas más bajas, sin luz y desconectados del mundo. Desde el inicio de las revueltas han muerto más de 70 personas en este poblado. Mientras los informativos de todo el mundo centran su atención en el bombardeo masivo de la ciudad de Homs, donde han muerto cientos de personas en los últimos días y se vive una situación de emergencia humanitaria, la revolución se extiende a otras ciudades de la provincia de Homs y continúa en otras zonas del país como AlepoIldib, Hama, Deraa, Raka o Hesaka, Zuaida (de mayoría drusa) y Der al Azor, además de los suburbios de Damasco.

viernes, 10 de febrero de 2012

El símbolo nazi de infantes de marina de EE.UU.



Soldados con la bandera de EE.UU. y el símbolo nazi
El equipo de francotiradores estadounidenses adaptó el logo de la SS debajo de la bandera.
Una unidad de francotiradores de la infantería de marina de Estados Unidos (Marines) retiró una foto con un símbolo nazi que se publicó en un blog de la institución que abrió una segunda polémica para el cuerpo en menos de dos meses.
El Knight's Armament Blog, que promueve productos para los infantes de marina, había publicado varias fotos enviadas por uno de los integrantes de la unidad en Afganistán.
En la foto se ve al grupo posando con una bandera de Estados Unidos y debajo otro estandarte con el símbolo de la SS, la unidad especial nazi que asesinó a millones de judíos, gitanos y miembros de otras minorías.
La foto fue tomada en septiembre de 2010 en Sangin, Afganistán, aunque los infantes que aparecen en ella ya no están en la unidad.
En noviembre de 2011 se informó al inspector general de la fuerza sobre la fotografía, a lo cual procedió una investigación.
La SS fue declarada una organización criminal en los juicios de Nuremberg, tras la Segunda Guerra Mundial.
En un comunicado, un portavoz de la infantería dijo que el símbolo era inaceptable y fue retirado del blog, cambiando la foto por una sin el estandarte ofensivo.

Una raya más para el tigre

El incidente fotográfico fue calificado como un error de los militares, quienes creyeron que las letras SS representaba a su unidad, llamada en inglés sniper scouts.
Infantes de marina con la bandera
La foto ofensiva fue reemplazada por otra que ya no tiene la sigla de la SS.
Por esa razón, no fueron sujetos a una acción disciplinaria, ya que no habría sido su intención asociarse con una organización racista.
"Ciertamente el uso de los símbolos de la SS no es aceptable y los sniper scouts han sido avisados sobre esto", dijo a la BBC el portavoz de los infantes de marina, capitán Gregory Wolf.
En cambio, la Infantería de Marina está aprovechando la oportunidad para educar a los soldados sobre los símbolos aceptables.
Es la segunda vez que la institución se ve manchada por acciones de sus efectivos.
Actualmente está bajo investigándose el video de otro grupo de clicinfantes orinando sobre los cadáveres de combatientes talibanes.
Mikey Weinstein, de la Fundación militar para la libertad religiosa en Washington, declaró que están exigiendo una investigación a la Infantería de Marina y al secretario de Defensa, Leon Panetta.

martes, 7 de febrero de 2012

Inversion militar

La carrera de armas se desata en el Sureste asiático


Las fuertes inversiones chinas causan una reacción en cadena en la región




Soldados del Ejército chino desfilan en Tiananmen, en 2009 con motivo del 60º aniversario de China. / AP

Si las inquietudes del presente se concentran alrededor del eje Siria-Irán, el partido fundamental del futuro se juega en las orillas del Sureste asiático. Ahí se materializará en las próximas décadas la competición por la hegemonía mundial. Pero el peso específico de China ha alcanzado ya la masa crítica suficiente para atraer hacia sí de manera prioritaria —como por efecto de una suerte de ley de la gravedad estratégica— la atención militar internacional, desatando la carrera armamentística más intensa desde la caída del muro de Berlín.
Los primeros compases de 2012 evidencian esta dinámica. Y en la Conferencia de Seguridad de Múnich, pese a que la crisis siria y las inquietudes sobre Irán han copado escenario, titulares y negociaciones en la trastienda, una parte relevante del debate se centró, precisamente, en este fenómeno.
Los secretarios de Estado y Defensa de EE UU, Hillary Clinton y Leon Panetta, se esforzaron mucho para matizar en Múnich ante decenas de ministros de países europeos aliados la cruda realidad enunciada en la nueva estrategia militar publicada en enero, en la que Washington señala “la necesidad de reorientar hacia la región Asia-Pacífico” su despliegue. Panetta afirmó que, pese a la retirada de dos brigadas, el compromiso militar con Europa es inquebrantable y que los europeos siguen siendo los aliados de “elección”. Pero ninguna palabra puede maquillar la realidad del tamaño del desafío chino.

China ha incrementado su gasto militar en un 189% entre 2001 y 2010, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. Pekín gastó 120.000 millones de dólares en 2010. EE UU, que tras el 11-S también aumentó mucho la inversión militar, seguía entonces muy por delante, con 700.000 millones de gasto. Pero mientras uno avanza a ritmo de vértigo, el otro aplica ahora grandes recortes.
Kevin Rudd, ministro de Exteriores australiano, se encargó de explicitar los contornos del elefante: “Pronto, por primera vez en dos siglos, la principal potencia económica del mundo será un país no democrático; y, aunque no se hable mucho de ello, pronto esa potencia será también el primer inversor militar. Ya en 2025, según algunos análisis”, dijo Rudd en Múnich.
En todo caso, el quid de la cuestión es que la carrera no se limita a la titánica rivalidad entre Washington y Pekín. Su empuje arrastra a los demás en la región, como evidencia el anuncio, días atrás, de que India ha preseleccionado al fabricante francés Dassault para un contrato de compra de 126 aviones de combate. India aumentó el gasto militar un contundente 54% en la última década; Australia lo hizo en un 49%, y Corea del Sur, un 45%. Gran parte va dirigido a fuerzas navales.
La proyección china en los mares, su hambre de recursos, sus múltiples reivindicaciones territoriales, su metódica construcción de alianzas y el desarrollo de puertos y bases navales en el arco que va del golfo Pérsico hasta Extremo Oriente despiertan un obvio recelo en la región, más allá de los históricos puntos conflictivos (la península coreana, Taiwán, territorios en disputa con India).
Zhang Zhijun, viceministro de Exteriores chino, utilizó en Múnich un tono enfático para garantizar que “China no busca establecer zonas de influencia”. “Llevamos tres décadas en paz, y hemos resuelto a través del diálogo disputas territoriales con 12 países vecinos. Siempre se habla de la tensión en el mar del sur de China, pero: ¿ha habido alguna guerra o interrupción del tráfico ahí?”, preguntó. “Nosotros somos los primeros interesados en la estabilidad y en el libre y seguro flujo de las mercancías”, añadió.
El senador John McCain reprochó, sin embargo, a Pekín varios episodios de hostilidad hacia buques estadounidenses o intereses vietnamitas. Y la represión a los disidentes. Zhang contestó secamente que China “no acepta ninguna interferencia en los asuntos internos”. Después de la retórica oficial de no confrontación, emergía en ese pique dialéctico la dura naturaleza de una relación que no es otra cosa que la disputa por la futura hegemonía en el planeta. Y alrededor de los gigantes, bailan los demás. En Asia.
En Europa, en cambio, se intenta salir de la UCI económica. El gasto militar europeo está estancado desde hace años, y ahora en contracción. Así, si Europa occidental destinaba a esa partida en 2000 más del doble que Asia oriental y Oceanía (287.000 frente a 136.000 millones de dólares), en 2010, prácticamente estaban a la par: 295.000 frente a 262.000 millones.
En cualquier caso, el futuro será mucho más contundente. Australia ha planificado un gasto en armas de casi 300.000 millones en los próximos 20 años; prácticamente todos los países de la región han planificado cuantiosas compras para contener el predominio chino. Analistas del sector estiman que las naciones asiáticas adquirirán 111 submarinos en las próximas dos décadas. Hasta el pequeño Singapur figura entre los 10 principales importadores de armas del mundo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Israel bien podría hacerlo



¿Estallará la guerra este año? Netanyahu tiene listos los planes para atacar las instalaciones nucleares de los ayatolás en primavera. Entretanto, el Mosad prosigue su lucha secreta en Irán


A gente como Bibi Netanyahu, Moshe Yaalon y Ehud Barak hay que tomarla en serio cuando dice que va a por alguien. Tienen el gatillo fácil si piensan que la existencia misma de Israel está en peligro. Lo que, a pesar de que ese Estado tenga uno de los mejores ejércitos y uno de los mejores servicios de espionaje del mundo, y también unas cuantas bombas nucleares, ocurre con frecuencia. Ahora el trío dirigente del Gobierno israelí da a entender que atacará Irán en algún momento de los próximos meses para frenar el programa nuclear de los ayatolás, y, le guste o no, el resto del mundo debe incluir eso en sus previsiones para este nuevo annus horribilis. Israel bien podría hacerlo; otra cosa es que ya haya decidido hacerlo.

El de
 la próxima guerra no es un juego para almas cándidas. ¿Cuáles son los hechos y cuáles los bulos? ¿Quién va de farol y quién tiene una buena mano? ¿Es esto o aquello un globo sonda? Como en una novela de John Le Carré, verdades, mentiras y todo lo que hay en medio se suceden, se enredan, se reflejan, se hacen eco, y así van deformándose y haciéndose inextricables.Esta guerra -la próxima guerra, como se la conoce en medios políticos, militares y periodísticos- ha comenzado de hecho. Israel la libra en dos terrenos en los que sobresale: la propaganda y el espionaje. A rastras, Estados Unidos y la Unión Europea acaban de alistarse al decidir bloquear los negocios con el banco central de Irán y no comprar un solo barril de petróleo persa.
¿Iniciará Israel las hostilidades militares en la primavera o verano próximos? No es descartable por mucho que Obama intente impedirlo. Es incluso muy probable.
Lo seguro es que los gobernantes israelíes piensan que el programa nuclear iraní supone una "amenaza existencial" para su país. Lo seguro es que la ansiedad crece en buena parte de sus compatriotas. La República Islámica de Irán, que jamás ha reconocido la existencia del Estado judío, y muy en particular su actual presidente, Ahmadineyad, que repetidamente ha clamado por su destrucción, no son nada tranquilizadores.
También es seguro que Tsahal tiene listos los planes para un bombardeo aéreo de instalaciones iraníes. Y que, entretanto, el Mosad zancadillea ese programa nuclear con todos los medios a su alcance.
Con sabotaje de centros industriales, asesinatos de científicos y uso del virus informático Stuxnet, la fase secreta de la guerra contra Irán comenzó la pasada década, después de que los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel llegaran a la conclusión de que Irán tenía una planta de enriquecimiento de uranio en Natanz, a unos 250 kilómetros al sur de Teherán. Ni unos ni otros creyeron al régimen de los ayatolás cuando dijo que solo estaba interesado en el uso civil de la energía nuclear.
Era una desconfianza sensata. El Irán jomeinista tiene un montón de razones para querer hacerse con armas nucleares. Empezando por su voluntad de ser una potencia regional -voluntad enraizada tanto en el nacionalismo persa como en el islam chií- y terminando por su temor a ser víctima de una agresión bélica norteamericana y/o israelí, como ya lo fue en los años 1980 de una guerra impuesta por el Irak de Sadam. Precisamente, los ejemplos contrapuestos de Irak y de Corea del Norte le han llevado al convencimiento de que solo la verdadera posesión de armas de destrucción masiva puede librarle de un ataque exterior.
Por aquello de mantener la moral de la tropa, el régimen iraní atribuyó al principio a accidentes las explosiones que sacudían sus cuarteles y fábricas o reventaban los Peugeot de sus científicos. Hasta que, recientemente, admitió lo que todo el mundo sabía: esa epidemia, de la que era víctima todo lo relacionado con el programa nuclear, no podía ser otra cosa que el fruto de la acción de servicios de espionaje extranjeros.
Por su propia naturaleza, la guerra secreta es muy sucia. Y lo más sucio de esta son los asesinatos de científicos iraníes. Han ido cayendo Ardeshir Hosseinpour (2007), Masud Ali Mohammadi (2010), Majid Shahriari (2010), Dariush Rezaeinejad (julio de 2011) y Mostafa Ahmadi-Roshan (enero de 2012). El hoy director de la agencia atómica iraní, Fereydun Abbasi-Davani, fue gravemente herido en noviembre de 2010. Y el general Hassan Moghadam pereció en noviembre de 2011, en la explosión de un cuartel de los Guardias Revolucionarios.
El modus operandi en los asesinatos de la mayoría de científicos ha sido el siguiente: unos motociclistas se acercan al coche de su objetivo, le adosan una bomba magnética, aceleran para alejarse y no tarda en producirse una explosión. En el mismísimo Teherán.
Estados Unidos ha negado con vehemencia estar detrás de estas acciones. Su desmentido parece creíble y la práctica totalidad de los expertos las atribuye al Mosad. Como los agentes israelíes de la unidad Cesarea, la especializada en sabotaje y asesinato, no pueden actuar en Irán -ni aun disfrazándose de europeos, como sí hicieron en Dubai en 2011-, el Mosad ha reclutado a opositores extremistas iraníes de etnia kurda, religión suní (grupo Jundallah) o ideología ultraizquierdista (Muyahidin Jalq).
En ocasiones, el espionaje israelí ha utilizado para esta guerra sucia lo que en el mundo de los servicios secretos se llama false flag, falsa bandera. El pasado mes, la revistaForeing Policy informó de que agentes del Mosad se hicieron pasar por funcionarios de la CIA para reclutar como sicarios a terroristas del grupo Jundallah. Mark Perry, el autor de la información, contaba que esta operación se llevó a cabo a espaldas de la CIA y la Casa Blanca, que, cuando la descubrieron, aullaron de indignación.
Tamir Pardo, el nuevo jefe del Mosad, dirige ahora los actos de sabotaje y asesinato contra el programa nuclear iraní. Pero esta guerra secreta la había diseñado e iniciado su predecesor, Meir Dagan. A comienzos de 2011, el legendario spymaster Dagan fue cesado precisamente por su oposición a un ataque bélico contra Irán. Ya entonces, los gobernantes israelíes creían que la guerra secreta que llevaba a cabo el Mosad era necesaria, pero no suficiente. Y comenzaban a planear tanto una operación militar aérea contra instalaciones iraníes como la respuesta a las previsibles represalias.
Estos preparativos se han acelerado desde que, el pasado noviembre, la Agencia Internacional de la Energía Atómica certificó que el programa nuclear iraní tiene fines militares. Al Gobierno israelí le inquieta particularmente la nueva planta de enriquecimiento de uranio de Fordo, cerca de la ciudad sagrada chií de Qom, un auténtico búnker subterráneo excavado en una montaña y protegida por una fuerte defensa antiaérea. Ha llegado al convencimiento de que, dentro de un año, ya nada ni nadie podrá impedir que Irán se dote del arma nuclear.
En esta y otras materias de seguridad, Israel tiene suficientemente probado que no se anda con chiquitas. En 1981 sus cazabombarderos F-16 lanzaron un ataque sorpresa contra el reactor nuclear de Osirak, en el Irak de Sadam, y lo inutilizaron por completo. En 2007, esta vez con cazabombarderos F-15I Raam, volvió a actuar de esta guisa contra un reactor sirio en una zona desértica al oeste de Damasco.
Ahora bien, ¿tiene Israel recursos militares suficientes para repetir las jugadas de Irak y Siria en el actual Irán? En un reportaje muy documentado, el semanario norteamericanoTime acaba de responder negativamente a esa pregunta: Israel no está en condiciones de infligir un daño irreparable al programa nuclear iraní.
Para empezar, el régimen iraní ha repartido ese programa entre numerosas instalaciones dispersadas a lo largo y ancho de ese amplio país (Irán, habitado por 80 millones de personas, tiene una extensión tres veces superior a España). Y las más importantes, las que albergan las centrifugadoras que enriquecen el uranio, están construidas bajo tierra, a profundidades que las hacen casi invulnerables.
Y luego están las limitaciones de la aviación israelí. Cuenta con F-15I Raam capaces de volar 2.500 kilómetros sin repostar, una autonomía suficiente para llegar a Irán (entre Tel Aviv y Teherán hay 1.600 kilómetros). Y con F-161 de escolta. Amén de una flota de aviones no tripulados (drones) aptos para bombardeos de precisión. Sus satélites y aviones no tendrían excesivos problemas tanto para guiar a los suyos como para perturbar los radares, las telecomunicaciones y los ordenadores de los iraníes.
El problema estriba, como señala Time, en que resulta difícil imaginar que esas unidades pueden estar yendo y viniendo días y días, semanas y semanas, teniendo que repostar una y otra vez en el aire a muchos de sus aparatos. Y, según los especialistas, esto, una campaña muy prolongada, es lo que sería necesario para demoler seriamente el programa iraní.
Así que Israel podría lanzar un ataque aéreo puntual que dañara unas cuantas instalaciones. El programa nuclear iraní sufriría así un retraso de algunos meses, quizá un año, pero no más, según fuentes norteamericanas. De dos o tres años, según las fuentes israelíes más optimistas.
Solo Estados Unidos podría causarle un daño más serio, pero a costa de emplear durante largo tiempo todo su potencial de bombardeo con misiles y desde aviones. Y aun así, los expertos creen que tampoco conseguiría cerrar el caso definitivamente. Quedaría, pues, el recurso a la invasión terrestre, a la guerra total, algo inalcanzable para Israel e impensable hoy para Estados Unidos.
¿Y cómo reaccionaría Irán a un ataque aéreo israelí? Nadie discute que ese ataque daría oxígeno político al régimen de los ayatolás, que se encuentra en el punto más bajo de su legitimidad doméstica y su influencia regional. Les permitiría presentarse como víctimas de una agresión. En el interior apelarían tanto al sentimiento nacional persa como al islámico para movilizar a su población. En el exterior podrían revigorizar su prestigio entre sectores antiimperialistas del mundo árabe y musulmán, muy alicaído hoy por la democrática primavera árabe y la agonía del régimen sirio de los Asad.
Militarmente, Irán podría responder disparando misiles de largo alcance Shahab-3 contra Israel, pero es difícil prever cuál sería su alcance e impacto. Al Gobierno israelí le preocupan más los ataques que podrían lanzar esos vecinos suyos y aliados de Irán que son el grupo libanés Hezbolá y el palestino Hamás. La Siria de los Asad también podría sumarse a la pelea, encontrando así una salida "patriótica" a sus apuros domésticos.
Esto es, no sería descartable una guerra total en Oriente Próximo. Como tampoco una campaña de acciones terroristas en el resto del mundo contra objetivos israelíes y judíos. Por no hablar de un intento de cierre del estrecho de Ormuz por parte de Irán con la subsiguiente crisis petrolera planetaria. Asimismo Irán podría sabotear refinerías y oleoductos en territorio saudí.
¿Vale la pena? No para el resto del mundo; en cuanto a Israel, es lo que evalúan en estos momentos tres personas: el primer ministro Netanyahu, el viceprimer ministro Yaalon y el ministro de Defensa Barak. Calificados de "halcones" por el semanario británico The Economist, los tres están convencidos de que un Irán nuclear supondría una "amenaza existencial" para Israel. Así que se inclinan a pensar que vale la pena.
El 25 de enero, el periodista israelí Ronen Bergman publicó en el suplemento semanal deThe New York Times un reportaje (Will Israel attack Iran?) que no ha cesado desde entonces de analizarse del derecho y del revés por todos los que siguen este asunto. Bergman lo concluía así: "Tras hablar con muchos líderes políticos y jefes militares y de los servicios de inteligencia, he llegado a la conclusión de que Israel atacará Irán en 2012".
Bergman es un veterano analista y reportero del diario israelí Yedioth Ahronoth, alguien muy bien conectado y fiable. Nadie pone en duda los hechos que cuenta en su reportaje, ni tampoco las declaraciones de políticos, militares y espías israelíes que recoge. Pero ¿y si, en este juego de espejos deformantes que es la próxima guerra, alguien le hubiera hablado al periodista como lo hizo con la intención de que transmitiera a Estados Unidos y a Europa la idea de que, como no endurezcan más su actitud, Israel atacará en solitario sean cuales sean las consecuencias para todos?
Así, como un globo sonda para meter más presión, lo ha interpretado el diario israelíHaaretz. Y también el especialista estadounidense Jeffrey Goldberg, que ha contado que las mismas fuentes israelíes ya le dijeron a él que el ataque se produciría en el verano de 2011. Goldberg cree que los gobernantes israelíes repiten la jugada para que Occidente apriete aún más las clavijas a los ayatolás. El propio Bergman, en declaraciones a The New York Times del 30 de enero, admite que él no puede meterse en la cabeza de la gente a la que entrevista y descubrir las razones por las que dice esto o aquello. "Puede ser", dice, "que estemos ante aquello de 'agárrame, que le pego'. Puede que Israel esté enviando un mensaje de este tipo a Estados Unidos y Europa: hagan algo con Irán, porque si no, lo haremos nosotros".
Y es que tampoco en el establishment israelí hay total unanimidad sobre la rentabilidad de un ataque aéreo unilateral contra Irán. Hay voces discrepantes, y no, precisamente, de pacifistas. Entre otros, Meir Dagan, exjefe del Mosad; Gabi Ashkenazi, exjefe de la Junta de Estado Mayor, y Rafi Eitan, un veterano oficial del Mosad, creen que la amenaza de Irán no es ni tan inminente ni tan "existencial", y que una acción militar preventiva israelí sería catastrófica. No detendría el programa nuclear de los ayatolás y le supondría a Israel un serio aislamiento internacional y feroces represalias.
Cuando fue destituido en enero de 2011, el spymaster Dagan reunió a un grupo de periodistas y, según cuenta Bergman, les dijo: "La idea de que es posible detener el proyecto nuclear iraní con un ataque militar es incorrecta; tan solo es posible provocar un retraso temporal". Eitan es de esa opinión: el único modo serio y definitivo de lidiar con este asunto es "un cambio de régimen" en Teherán, algo a lo que contribuiría muy poco, más bien al contrario, el ataque israelí.
En un artículo publicado el 23 de enero en el diario beirutí Daily Star, el exagente de la CIA Bruce Riedel, especialista en Oriente Próximo, cree que el Gobierno israelí exagera. Es, al parecer, la opinión mayoritaria en el espionaje estadounidense. Obama, según fuentes norteamericanas, tiene sobre la mesa del Despacho Oval informes que dicen: 1.Irán, aunque continúe enriqueciendo uranio, aún no ha dado los pasos técnicos necesarios para construir un arma nuclear. 2. Aunque empezara a darlos, necesitaría más de un año para construir tal arma. 3. Un ataque aéreo no destruiría su programa nuclear: en cambio, podría decidir a los ayatolás a construir un arma nuclear lo antes posible.
A Obama no le gusta en absoluto la próxima guerra, intuye que será tan desastrosa o más que la de Irak. A mediados de enero, telefoneó a Netanyahu para advertirle de que no debe atacar a Irán por su cuenta y riesgo. Y con ese mensaje envió a Israel, días después, al jefe del Estado Mayor norteamericano, el general Martin Dempsey.
Pero Netanyahu y los suyos no ocultan su disposición a actuar por sorpresa y sin solicitar permiso. Saben que la mayoría proisraelí de Estados Unidos terminaría aplaudiendo. Y el que Obama quedara desautorizado no les desagrada. Netanyahu ya le humilló al desoír sus llamamientos para el cese de la construcción de colonias judías en Jerusalén oriental y Cisjordania y al conseguir por ello una ovación en el mismísimo Capitolio de Washington.
A Europa esta guerra no le puede venir en peor momento. Tomándose muy en serio a Israel, acaba de tomar una decisión importante para intentar abortarla: el embargo del petróleo iraní. Lo ha dicho Alain Juppé, ministro francés de Exteriores: "Para evitar una acción militar irreparable, tenemos que endurecer las sanciones". Norteamericanos y europeos trabajan para que otros clientes del petróleo iraní como Japón y Corea del Sur se sumen al embargo. Como alternativa, Arabia Saudí se ofrece a aumentar sus exportaciones.
Las sanciones económicas están dañando a Irán: su economía está atascada mientras se disparan la inflación y el desempleo. De modo que Estados Unidos y la Unión Europea aún trabajan con la hipótesis de dejarle una vía de escape a los ayatolás: el cese del enriquecimiento de uranio y la aceptación de severas inspecciones internacionales. Pero los ayatolás tienen la cabeza dura, muy dura. El choque frontal de trenes es altamente probable. -

La democracia que nos ofrece Estados Unidos


Barras y Estrellas

Una mirada a cómo Estados Unidos mantiene su hegemonía internacional. Las decisiones que se toman en el Pentágono, el Departamento de Estado y el Capitolio afectan a ciudadanos de todo el mundo.
Este blog relata cómo funciona esa compleja maquinaria.

Absuelto sin razones


Cuando el ejército es fiscal y juez, puede obrar según su propio criterio, sin tener que dar más explicaciones. Este fin de semana nos han comunicado que el Ejército de Tierra norteamericano ha desestimado los cargos presentados contra el último integrante que quedaba por juzgar en el inafusto caso del escuadrón de la muerte afgano, en el que un grupo de soldados salió a la caza de civiles para ejecutarlos sumariamente, amputarles partes del cuerpo como trofeos y manipular la escena del crimen para que pareciera que los muertos eran insurgentes y habían atacado primero.
WagnonMichael Wagnon. Ted Warren / AP
El especialista militar Michael Wagnon, de 31 años, es hombre libre. Se le iba a juzgar por tomar parte en la muerte de un granjero, Marach Agha, en la localidad de Kari Kheyl en febrero de 2010, uno de los tres asesinatos por los que se ha condenado a cuatro soldados. Ni él mismo se lo creía. Según dijo su abogado, Colby Vokey, a Reuters, estaba “en éxtasis” y “muy aliviado”.
El líder del escuadrón, el sargento Calvin Gibbs, fue declarado culpable en noviembre en un consejo de guerra. Cumple ahora la perpetua, con posibilidad de condicional en 10 años. Era él quien incitaba a los demás hombres a matar a los afganos a sangre fría, a veces de tiros en la cabeza, en ejecuciones sumarias. Se tatuaba una calavera en la pierna izquierda por cada muerto.
Como en los mayores escándalos sucedidos en las dos guerras más recientes de EE UU, Irak y Afganistán, fue una machada, la decisión de registrar lo ocurrido, lo que hizo que los abusos se filtraran y dieran la vuelta al mundo. A Gibbs y sus secuaces les gustaba tomar fotos con los cadáveres, como si se hallaran de caza mayor, posando con sus trofeos. Hace un año, varios medios las publicaron, después de obtenerlas a través de un informante anónimo.
DER SPIEGELUn sonriente soldado, posa con su trofeo / DER SPIEGEL
En realidad lo que tiró de la manta fue una investigación sobre el abuso de hachís en la base afgana de Ramrod. Pronto, los investogadores militares oyeron rumores sobre las incursiones del sargento Gibbs y sus hombres, y llegaron hasta el especialista Jeremy Morlock, que se convirtió en el principal acusador de sus compañeros. En marzo fue condenado a dos años de prisión después de declararse culpable.
Pronto fueron cayendo los integrantes del escuadrón. El soldado Adam Winfield también se declaró culpable y fue condenado a tres años. Por último, Andrew Holmes recibió una condena de siete años, también después de declararse culpable. Sólo el líder, el sargento Gibbs, y Wagnon se habían declarado inocentes. El Ejército se ha negado a revelar bajo qué condiciones considera probada la inocencia de Wagnon, el único en librarse de la cárcel.
Esta absolución de facto llega sólo dos semanas después de que el soldado del Marine Corps Frank Wuterich se declarara culpable de omisión del deber en un incidente ocurrido en la localidad iraquí de Haditha en 2005 y que una masacre de 24 civiles quedara solventada con ninguna condena de prisión. El grupo Anonynous ha filtrado este fin de semana los correos electrónicos de Wuterich y sus abogados en ese caso.