viernes, 16 de diciembre de 2011

Fin de una guerra cara e impopular

Fin de una guerra cara e impopular
Mohammed Ameen, Reuters, Bagdad - Irak | Los soldados de E.U. arriaron la bandera de las fuerzas del país en Irak y la guardaron en un estuche camuflado en una breve ceremonia al aire libre, poniendo fin simbólicamente a la incursión militar más impopular del país.

Fin de una guerra cara e impopular




Estados Unidos cerró con su salida de Irak una guerra impopular, cara y que ha causado más de 100.000 muertos en 9 años. Los enfrentamientos sectarios persisten.

AP | Bagdad, Irak | Publicado el 16 de diciembre de 2011

No hubo ningún cartel que se jactara de una "Misión cumplida". Tampoco hubo ningún desfile por el centro de Bagdag, esta capital dañada y recompuesta después de casi nueve años de guerra. Tampoco multitudes de iraquíes entusiasmados de haberse librado de Saddam Hussein.

Los militares estadounidenses declararon ayer el fin de su misión en Irak con una discreta ceremonia detrás de los muros de un complejo fortificado en el aeropuerto de Bagdad. La bandera que usaron los norteamericanos en Irak fue arriada y guardada durante una ceremonia de 45 minutos. Ningún dirigente político iraquí estuvo presente.

De ese modo, y con breves palabras de altos funcionarios estadounidenses que vinieron custodiados por estrictas medidas de seguridad debido a la violencia persistente en Irak, Estados Unidos bajó el telón de una guerra que dejó 4.500 estadounidenses y más de 100.000 iraquíes muertos, en su gran mayoría civiles.

El conflicto también dejó otros 32.000 estadounidenses y muchísimos más iraquíes heridos, exprimió más de 800.000 millones de dólares del tesoro de Estados Unidos y causó resentimiento en una mayoría de estadounidenses, por una guerra que muchos apoyaron inicialmente como una prolongación de la guerra antiterrorista después de los ataques del 2001.

Poner fin a la guerra fue una de las prioridades de Barack Obama en campaña, y ayer la cumplió. Sin embargo, los últimos soldados que se retiran de Irak dejan tras de sí una nación libre de Saddam, pero acosada por la violencia y temerosa del futuro.

Los ataques con bombas y los tiroteos siguen siendo comunes, y los expertos están preocupados por la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes para defender la nación de amenazas extranjeras.

"Ustedes se retiran con gran orgullo", dijo el secretario de defensa Leon Panetta a los soldados en el aeropuerto. "Seguros de saber que vuestro sacrificio ha ayudado al pueblo iraquí a iniciar un nuevo capítulo de su historia".

Muchos iraquíes, sin embargo, no saben qué les depara el futuro inmediato. Su alivio por el fin del régimen de Saddam, ahorcado el último día del 2006, se vio contrarrestado por una guerra larga y enconada, lanzada para hallar las inexistentes armas de destrucción masiva y que casi precipita a Irak en una guerra civil sectaria.

"Con este retiro, los estadounidenses dejan detrás un país destruido", se lamentó Mariam Jazim, una chií cuyo padre fue muerto por un disparo de mortero en la Ciudad Sadr.

"Los estadounidenses no dejaron escuelas modernas ni grandes fábricas. Dejaron en cambio miles de viudas y huérfanos. Los estadounidenses no dejaron detrás un pueblo y un país libre, sino un país arruinado y una nación dividida"., concluyó.

» Una guerra sin ganadores


Hasan Turk
Docente de Relaciones Internacionales

Estados Unidos no es el ganador de la guerra con Irak. Además de que los enfrentamientos le costaron a E.U., según la pagina web www.iraqbodycount.org, entre 100.000 y 115.000 muertos y más de 4.5 millones personas desplazadas, las tropas dejan atrás un Irak en caos.

Nueve años después de la guerra que empezó el 20 de marzo de 2003, ese país quedó convertido en un Estado fallido; existe una guerra tribal y sectaria y hay problemas económicos y sociales incurables por lo menos en las próximas décadas. Sin duda, algunos iraquíes están anhelando la época de Saddam Hussein, porque la guerra humanizada por Estados Unidos no llevó democracia ni tampoco riqueza, sino el caos al pueblo iraquí.

Quedan muchas preguntas sin responder: ¿Dónde está el dinero de Saddam Hussein o de los bancos iraquíes? Al final de la guerra no encontraron armas nucleares pero Irak, como cualquier otro país, tenía un ejército armado. ¿Qué pasó con tantas armas? ¿Están en manos de quién? ¿Si Saddam Hussein fue juzgado y ahorcado por lo que hizo, por qué no aplican la misma ley a los que iniciaron una guerra sin justificación?

¿Qué pasara con los soldados que torturaron a la población civil en cárceles secretas? El mundo se dio cuenta de que el presidente George W. Bush aprobó estas torturas.

Obama quiere cumplir su promesa de retirar sus soldados del suelo iraquí porque sabe muy bien que esa guerra no tiene un fin y están en un callejón sin salida. Además, el líder quiere buscar la reelección y no puede salir ante sus electores sin cumplir sus promesas.

Irán acusa a Israel de implicación en la guerra secreta de los ‘drones’


Oficiales de la Guardia Revolucionaria ante el 'drone' RQ-170 de EE UU, interceptado por las Fuerzas Aéreas iraníes en su territorio / EFE


La guerra secreta contra Irán que EE UU está planeando en los últimos meses amenaza con involucrar también Israel en el uso de aviones no tripulados, los ultramodernos drones. Según publicó ayer el diario oficialista en inglés Tehran Times, Irán afirma tener “cuatro aviones no tripulados de Israel y tres de Estados Unidos”, incluido el RQ-170Sentinel norteamericano capturado recientemente por las Fuerzas Armadas del régimen islámico en su propio territorio. Para respaldar sus acusaciones, las autoridades iraníes planean abrir una exposición con los aparatos de este tipo que Teherán afirma haber conseguido. Según el periódico, Irán “ensenará pronto los aparatos de espionaje y ataque” que sostiene haber capturado a los dos países que considera sus grandes enemigos: Estados Unidos e Israel.

Las fuentes gubernamentales, recogidas también la agencia iraní de noticias Nasim, afirman que “los cuatro aparatos israelíes entraron en el espacio aéreo iraní por la frontera oriental, donde el país limita con Afganistán y Pakistán, y los estadounidenses también por el este y el sur, por la costa del Golfo pérsico”. Además, Irán tiene intención de invitar a la exposición a embajadores y periodistas extranjeros, para enseñarles los aparatos no tripulados que el régimen islamista sostiene haber capturado, informan las fuentes oficialistas. Según el diario israelíYedioth Ahronoth, estas acusaciones son parte de la campaña de guerra psicológica de Teherán después de la interceptación de un avión no tripulado EE UU. La República Islámica pretende demostrar que puede frustrar cualquier intento de infiltración aérea y evitar las misiones de espionaje extranjero dirigidas contra sus instalaciones nucleares. Las Fuerzas Armadas iraníes han asegurado que sus unidades tienen "choques constantes con aeronaves de vigilancia y reconocimiento del enemigo", en referencia a EE UU e Israel.

En febrero de 2010, la Fuerza Aérea israelí reveló la puesta en marcha de una flota de aviones no tripulados “capaces de llegar hasta el Golfo pérsico”, poniendo a su alcance Irán. En aquella ocasión fue presentado el drone Heron TP, que tienen una envergadura de 26 metros, con una autonomía de al menos 20 horas consecutivas y que está equipado para un ataque con misiles. La implicación de Israel en las acciones encubiertas de EE UU contra Teherán constituiría un precedente que puede aumentar la conflictividad en la delicada región, en la que se suceden amenazas verbales y accidentes enigmáticos en los últimos meses.

En 2010, el Ejército israelí reveló la puesta en marcha de una flota de 'drones' capaces de llegar al Golfo pérsico, poniendo a su alcance Irán

Este año se han repetido diferentes casos de aviones espías sobre territorio iraní, mientras crece lapreocupación de la comunidad occidental sobre el desarrollo del programa atómico de la República islámica, que las presiones diplomáticas no consiguen paralizar. En enero, el comandante de la Fuerza Aérea de la Guardia Revolucionaria anunció que sus tropas habían interceptado dos aviones no tripulados, que estaban sobrevolando el Golfo pérsico. Ante las acusaciones de Teherán contra EE UU, respaldadas por la reciente captura de un avión espía norteamericano, Washington no ha desmentido su implicación en las acciones encubiertas. Leon Panetta, secretario de Defensa norteamericano, afirmó el martes en una entrevista en Fox News que las operaciones en la frontera entre Irán y Afganistán “continuarán seguramente”.

El 4 de diciembre, las Fuerzas Armadas iraníes informaron de que habían capturado el drone RQ-170 estadounidense, que se había introducido 225 kilómetros en territorio iraní desde la frontera con Afganistán. Fuentes de EE UU y de la OTAN afirmaron que habían perdido uno de esos aparatos en el oeste de Afganistán y admitieron que “había podido caer en Irán”, pero las autoridades de Teherán aseguraron que el avión fue detectado, capturado y obligado a aterrizar por los equipos electrónicos de sus Fuerzas Armadas. Días después, Irán mostró el RQ-170 en un vídeo en la televisión estatal, en el que aparecían militares examinando el aparato, cuyo fuselaje mostraba un aspecto casi intacto. El presidente de EE UU, Barack Obama, ha pedido a Irán que devuelva el RQ-170, pero el ministro de Defensa iraní, general Ahmad Vahidi, ha dicho que el avión "ya es propiedad de la República islámica de Irán", mientras el Ministerio de Exteriores ha solicitado que Washington pida disculpas por la violación "hostil" de su espacio aéreo.

Ataques e incidentes en centrales nucleares

Este es el último episodio de una serie de misteriosos sucesos, casi todos dirigidos contra el programa nuclear de Teherán, que apuntan a la puesta en marcha de operaciones encubiertas de EE UU para abortar lo que se considera una creciente amenaza de que Irán construya una bomba atómica. Fuentes diplomáticas de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) indicaron en noviembre que Irán podría comenzar pronto "actividades atómicas sensibles" en una instalación subterránea. La tensión entre Teherán y la comunidad internacional ha aumentado tras las acusaciones occidentales sobre el desarrollo secreto por parte de Irán de un programa nuclear con fines militares.

Ante el estancamiento de las presiones diplomáticas contra Teherán, EE UU ha puesto en marcha otras acciones, de carácter militar y secreto, para frenar el avance nuclear de la República islámica. En julio Irán afirmó haber derribado un avión espía de EE UU sobre su planta nuclear en Fordu, un día después de que la República islámica confirmara que estaba instalando una nueva generación de centrífugas para enriquecer uranio. "La defensa aérea de las Guardias Revolucionarias derribó un avión espía estadounidense no tripulado que volaba sobre la ciudad santa de Qom, cerca de la planta de enriquecimiento de uranio de Fordu", dijo en esa ocasión el parlamentario Ali Aghazadeh Dafsari. "El avión intentaba recolectar información sobre la ubicación de la planta", según el informe oficial. Irán reconoció la existencia de la planta nuclear de Fordu, construida secretamente dentro de un búnker en una montaña cerca de Qom, después de que las agencias de inteligencias occidentales la identificaran en 2009.

No solo EE UU, sino también Israel ha recurrido en al menos dos ocasiones a ataques de este tipo para evitar que sus enemigos desarrollaran energía nuclear con fines militares. En 1981 la aviación israelí destruyó un reactor nuclear iraquí en Osirak y en otro ataque en 2007 destruyó una instalación en Siria, que según los servicios secretos de EE UU era un reactor nuclear casi terminado. Este año Irán ha anunciado que ha puesto en marcha centrifugadoras de nueva generación para el enriquecimiento de uranio al 20%, no útil para usos militares, y que con ese material fabrica barras y placas de combustible nuclear. Teherán ha afirmado que cambiará de lugar sus plantas de enriquecimiento de uranio si considera que se encuentran en peligro e insistió en que Estados Unidos e Israel serán "borrados del globo" si persisten en sus amenazas contra Irán.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

América Latina: el problema de las tierras en manos extranjeras


Tierra agrícola en Perú

¿A quién pertenecen las tierras en América Latina? Hay un fenómeno de concentración y extranjerización de tierras, según la FAO

Primero, en estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reveló aparentes anomalías en la tenencia de tierras en 17 países de América Latina y el Caribe. Ahora, una investigación realizada por más de 40 organizaciones bajo la Coalición Internacional de Tierras (CIT), también dispara las alarmas por el tema de compra de tierras en los países en desarrollo.

Los países estudiados por la oficina regional de la FAO son México, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, República Dominicana, Trinidad y Tobago, y Guyana.

Por su parte, la CIT asegura que su estudio -divulgado este martes- es el mayor hecho hasta la fecha sobre compra de grandes terrenos en los países en vías de desarrollo. En él se dice que las élites nacionales juegan un papel mucho mayor en la compra de tierras que los inversionistas extranjeros, que han sido el centro de las denuncias de los medios de comunicación en los últimos años.

Además, revela que el foco de la compra de tierras no es la producción de alimentos -como a veces se sugiere-: de los acuerdos por 71 millones de hectáreas que los investigadores siguieron, 22% fue para minería, turismo, industria y bosques y tres cuartos del resto fue para biocombustibles.

Herencia colonial

Por su parte, el estudio de la FAO -divulgado a fines de noviembre- fue inspirado en uno anterior sobre una situación similar en África, analizó el acaparamiento de tierras, que apunta directamente a Brasil y Argentina, aunque en otros países latinoamericanos y caribeños se refiere a los fenómenos de concentración y extranjerización de tierras.

Como dice en el informe el funcionario de políticas de la FAO Fernando Soto-Baquero, es responsabilidad de los gobiernos de la región "encontrar formas de asegurar que los procesos de concentración y extranjerización de tierras no tengan efectos negativos sobre la seguridad alimentaria, el empleo agrícola y el desarrollo de la agricultura familiar".

Fernando Eguren, director del Centro Peruano de Estudios Sociales, citado por el informe de la FAO, dijo a BBC Mundo que "América Latina se ha caracterizado por una gran concentración de la propiedad como una herencia colonial".

A lo largo de la historia, varios países implementaron reformas agrarias con distintos resultados, pero según Eguren "lo que se constató en estos 17 estudios es que en la década del 90 hubo una suerte de relanzamiento de la concentración de la propiedad de las tierras".

En Perú, donde hubo una reforma agraria a inicios de los años 70, bajo el mandato del presidente Alberto Fujimori se modificó la legislación, eliminando restricciones al tamaño de la propiedad y al mercado de tierras.

"Había un entorno macroeconómico neoliberal que facilitó, estimuló y promovió la gran inversión, también al capital extranjero, mientras que por otro lado prácticamente marginaba todo lo que es la agricultura familiar, que es abrumadoramente mayoritaria en nuestro país, así como en el resto de América Latina", indica Eguren.

Ovejas en la Patagonia

Benetton no compró tierras cultivables, pero sí tierras para el ganado ovino, que le da la materia prima de su gran negocio

El experto advierte que no se trata de los latifundios del pasado, sino de empresas modernas "volcadas casi enteramente a la exportación o la producción de biocombustibles con una presencia variable de capital extranjero, pero en muchos países los principales inversionistas son capitales nacionales".

Un caso muy publicitado ha sido el de los territorios vendidos a extranjeros en Argentina, sobre todo en el sur del país.

En tiempos de la presidencia de Carlos Menem se produjeron notables compras de tierras, como las de la empresa Benetton, las del magnate de los medios Ted Turner, y de actores como Sylvester Stallone o Tommy Lee Jones.

Neoliberalismo y tenencia de la tierra

En entrevista con BBC Mundo, Nieves Pascuzzi, responsable técnica de la Comisión de Relaciones Políticas de la Sociedad Rural Argentina, admite que sí hubo una gran compra de tierras por parte de extranjeros aunque asegura que no existen datos precisos.

"Lo que sí se ha dado en el último tiempo son algunos contratos con gobiernos provinciales como es el caso de Río Negro, con empresas chinas para una especie de fideicomiso, en el que se comprometen a hacer una inversión en riego".

Pero Pascuzzi aclara que no se trata de tierras cultivables, por lo que no se afectaría el abastecimiento de alimentos y ciertamente no afectan la fama argentina de ser "el granero del mundo".

"Benetton está en la Patagonia. Todo el mundo habla de Benetton porque tiene 300 mil hectáreas, pero 300 mil hectáreas en la Patagonia no es la misma productividad que en la región pampeana" y advierte que "hay que tener cuidado de qué área estamos hablando" cuando se trata de la extranjerización.

"La Patagonia no tiene un suelo muy propicio para la agricultura, hoy en día se hace todo el tema de producción ovina, lanares. Para que un campo sea productivo en una región patagónica, necesita muchísimas hectáreas. Lo mismo sucede en las regiones de Formosa o Santiago del Estero: los suelos son muy distintos".

La presencia de Benetton no afecta la cadena alimentaria, pero sí las tierras ancestrales de los mapuches, lo que fue motivo de una controversia de varios años que se resolvió con el reconocimiento de los derechos de los indígenas en el 2007.

Tierras, minas y deudas

Deforestación en Brasil

La venta de tierras también puede tener consecuencias nefastas para el medio ambiente

El fenómeno de la extranjerización conlleva un problema a nivel social, que no se limita únicamente a las tierras agrícolas, sino que tiene que ver con todo el aparato productivo.

En el caso peruano, eso se palpa actualmente en la región de Cajamarca, donde un contrato con una empresa minera estadounidense está siendo disputado por los ciudadanos de la región, por sus consecuencias ambientales.

En cuanto al énfasis de la producción para exportaciones, Eguren destaca que "ha sido mucho más importante en países como Brasil y Argentina, en donde la extranjerización en la compra de tierras ha sido muy importante, y algunos países limítrofes como el caso de Paraguay y Bolivia, donde los más grandes terratenientes son los brasileños".

Eso estaría cambiando en Bolivia, país perteneciente a la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA, el grupo comandado por Venezuela y Cuba, que cuestiona los procedimientos del capitalismo y, sobre todo, su vertiente neoliberal.

Sobre el proceso argentino, Pascuzzi afirma que "lo que sucedió por ahí en la década del 90 fue que un sector productivo cayó en un fuerte endeudamiento y en algunos casos ha habido ventas de tierras por ese endeudamiento".

"Creo que no hay que demonizar a esos estados que están comprando o arrendando, sino que el Estado argentino en su caso es el soberano de las leyes y el que debe controlar estas cosas", agrega.

Sin embargo, desaconseja que se prohiba la venta, por los efectos que podría tener al espantar a potenciales inversionistas.

Por lo pronto, ya hay una propuesta en el congreso argentino que busca limitar la propiedad de tierras en manos de extranjeros.

martes, 13 de diciembre de 2011

¿QUIÉN TEME A MAHMOUD AHMADINEYAD?



El presidente ha perdido muchos apoyos en Irán, entre ellos el del ayatolá Jamenei.


iran
ATTA KENARE/AFP/Getty Images

Mahmoud Ahmadineyad ha demostrado que es hábil con las palabras, que le gusta crear polémica, que se sabe mover en la arena política, que es ambicioso y que no teme a las grandes peleas, pero hasta ahora se desconocía hasta donde podía llegar su grado de obstinación. Después de siete meses en los que su círculo cercano se ha visto en medio de un huracán de acusaciones interminables, ha ido en contracorriente de sus críticos al conservar a sus controvertidos asesores en su cargo y ha dado pistas de que ni él ni su grupo se van a dejar sacar del escenario político iraní tan fácilmente. Esto a pesar de haber perdido el apoyo de muchos de quienes lo respaldaron con determinación en su momento, entre ellos influyentes personalidades religiosas encabezadas por el líder Supremo Alí Jamenei, que de momento habría decidido mantenerlo en su cargo debido, entre otras cosas, a que las consecuencias de deshacerse del presidente serían bastante costosas. Especialmente después de haberlo defendido como lo hizo después de las elecciones de 2009 cuando más de dos millones de personas salieron a la calle a protestar por el resultado de su polémica victoria.

Ahmadineyad, aún bajo estas circunstancias, no pierde oportunidad para confrontar a quienes lo acusan. “Ellos dicen que me he convertido en un pervertido. Si el camino correcto es el que le está señalando la oposición al Gobierno entonces digo que siempre he sido un desviado”, dijo en una extraña reunión que mantuvo día atrás sin presencia de la prensa, -que luego se enteraría de los pormenores- con alrededor de 500 personas que ya hicieron parte de su campaña presidencial en 2009. Esta era la evidencia que muchos esperaban para comprobar que su grupo está trabajando para hacerse con la mayoría del Parlamento en las elecciones del 2 marzo de 2012 y, por qué no, con la presidencia del país al año siguiente, a pesar de que esto significa ir en contra de la voluntad del ayatolá.

Esta nueva batalla, coinciden algunos analistas, podría no ser tan exitosa como Ahmadineyad y su grupo piensan. Primero está la ley, pocos creen que sus nombres pasen la evaluación del Consejo de Expertos que es un requisito previo que hay que pasar para poder presentar el nombre a las elecciones . El presidente y su círculo también podrían estar desestimando las consecuencias de la polémica que los ha rodeado en los últimos meses. Según se ha conocido, ellos creen que su bastión más importante está en la población, pero algunos expertos piensan que lo más probable es que hayan perdido gran parte del apoyo que tenían dentro de los sectores populares, religiosos y leales al líder que llevan meses oyendo acusaciones contra los “desviados”. Cada vez parecen quedarles menos amigos, si es que todavía les quedan algunos.

Se habla de que están confiando en el apoyo futuro de representantes regionales que han ganado influencia gracias a las ayudas económicas dadas por el Gobierno y que una vez elegidos podrán ponerse de su lado en el Parlamento. Pero, ¿se atreverán a posicionarse en contra del líder una vez sean escogidos? Es una idea suicida, piensan algunos analistas. En su contra también juegan las medidas económicas del Ejecutivo, que no tienen contento a casi nadie. El sistema de subsidios en efectivo que se puso en marcha hace un año, y que desde el punto de vista ortodoxo era una buena estrategia, no ha tenido los efectos esperados. La inflación que oficialmente es del 19%, en la calle se siente como si fuera de más del 30%.

Puede que el presidente haya perdido gran parte del apoyo que tenía dentro de los sectores populares, religiosos y leales al líder que llevan meses oyendo acusaciones contra los “desviados”

Una de las pocas cartas que tienen a su favor está relacionada con la presión internacional a Irán que podría enfocar la atención de los medios y políticos en la amenaza externa y quitarle presión al presidente y sus amigos. Pero al mismo tiempo, dicen otros, esta amenaza haría que aquellos que todavía simpatizan con Ahmadineyad cerraran filas en torno al ayatolá y no cuestionaran sus decisiones de seguridad nacional.

La caída en desgracia de Ahmadineyad comenzó el 16 de abril cuando el ayatolá Jamenei lo desautorizó públicamente en una acción sin precedentes en la escena política de la República Islámica. Para entonces el presidente había aceptado la renuncia del ministro de Inteligencia que, según algunas versiones, habría decidido retirarse por presiones llegadas desde el Gobierno. Desde ahí empezó una cadena de sucesos que llevó al dirigente a ausentarse de la oficina once días y que no han parado hasta hoy.

El escenario político se convirtió entonces un caldero donde las acusaciones se hicieron cada vez mayores y algunas personas cercanas a su círculo terminaron en la cárcel. El último round fue el 22 de noviembre cuando las fuerzas de seguridad trataron de arrestar al asesor de prensa y director de la Agencia Irna, Alí Akbar Javanfekr, a quien un juez penal de Teherán había condenado a un año de cárcel y tres a no practicar su profesión. Todo terminó cuando Ahmadineyad hizo las gestiones necesarias para evitar el arresto. Y es que a los “desviados del momento” se les empezó a acusar, entre otras cosas, de estar promoviendo una campaña en contra del islam y a favor del nacionalismo iraní, de estar buscando restablecer relaciones con Estados Unidos, de ir en contra del sector clerical y de tener ideas más liberales en cuanto la mujer y la sociedad que los mismos “sedicionistas”, como se les llama al reformismo que hoy está aislado políticamente. También se les vinculó con el caso de corrupción más grande de la historia de Irán relacionado con las cartas de crédito por el valor de 2,8 billones de dólares que ha salpicado a un par de docena de personas, muchas de ellas cercanas a su círculo.

El caso llegó hasta el Parlamento donde el ministro de Economía, Seyyed Sham Seddin Hoseyni, fue llamado a contestar preguntas por su participación en el escándalo. Al final salió bien librado. Ahmadineyad todavía está en el limbo de pasar por el mismo proceso. “Alguien en mi posición no puede expresar sino un 10% de sus pensamientos, tal vez un 25% en el futuro, pero hay un 60% del que no puedo hablar porque hay intereses más importantes”, dijo desafiante el presidente en aquella reunión que volvía a dejar en evidencia que su pelea es contra esa vieja estructura de la República Islámica , hoy agrupados bajo una etiqueta política conocida como principalista, que ahora cierra filas para presentarse unidos a las elecciones parlamentarias que ganaron mayor importancia de la que ya tenían semanas atrás.

Esto se debe a que el líder lanzó la perla de que en el futuro Irán podría pasar a ser un sistema parlamentario. La figura del presidente quedaría abolida y se retomaría la de primer ministro. Con este nuevo escenario Jameini no sólo tendría mayor maniobra para controlar a la persona que ocupe esta posición, sino que además estaría haciendo las cosas más fáciles para el momento en el que él falte y tengan que reemplazarlo. La figura del presidente, al fin y al cabo, se ha vuelto extremadamente problemática para el Gobierno islámico desde los tiempos del ex presidente reformista Mohammad Jatami que también fue visto desde el régimen como una amenaza.

Pocos analista, sin embargo, creen que este cambio pueda hacerse en los próximos meses pues para esto se necesita cambiar la Constitución, proceso que podría tardar tiempo, pero sí deja en evidencia que el Gobierno Islámico habría llegado a la conclusión de que el coste de tener un presidente, especialmente si es ambicioso y obstinado, no es la mejor opción. Y más aún en esta época cuando se necesitan cerrar filas en contra de la unidad nacional ahora que todos los vientos acusan a Irán

LA UNIÓN EUROPEA EN ÓRBITA



Galileo: un pequeño paso para el hombre, un gran salto para Europa.


Galileo

JODY AMIET/AFP/Getty Images

Los dos primeros satélites del sistema Galileo despegan de la base aérea europea en Sinnamary, en la Guayana Francesa, en octubre de 2011

Después de una larga década de negociaciones y complicaciones, por fin la Unión Europea puede empezar a hablar de un sistema de navegación propio. El pasado 21 de octubre la Agencia Espacial Europea lanzó los dos primeros satélites que formarán parte del sistema de navegación Galileo. Este programa establece un sistema mejorado de navegación que proporciona un servicio de posicionamiento mundial más preciso y de mayores garantías. Entrará en funcionamiento en 2014 con 14 satélites desplegados y llegará a los 30 en 2020, cuando será totalmente operativo e independiente del GPS de EE UU.

No cabe duda alguna de que el sistema Galileo es un gran paso para la Unión y se considera uno de los proyectos más ambiciosos de la industria aeroespacial europea. Sin embargo, ha sufrido numerosos reveses desde que se pusiera encima de la mesa hace más de una década. Actualmente, existen dos sistemas de localización por satélite activos en el mundo, el estadounidense GPS y el ruso GLONASS, ambos concebidos en los 80 para uso militar. En concreto, el sistema de EE UU, creado por el Pentágono, tiene 31 satélites activos y en este momento es el que utilizan la mayoría de países. Por su parte, Rusia cuenta con una constelación de 24 satélites, aunque no todos activos por problemas financieros tras la caída del comunismo. China también empezó en 2007 su andadura con los sistemas de navegación en un proyecto conocido como Beidou-2 o sistema COMPASS, que dispone ya de 4 satélites en órbita de carácter experimental. El objetivo del Gobierno chino, que está invirtiendo mucho en tecnología aeroespacial, es contar con una constelación de 35 satélites.

Pero, ¿por qué ha costado tanto tiempo a los europeos? Mucho ha llovido desde que el 10 de febrero de 1999 la Comisión Europea redactara un informe para “la participación de Europa en una nueva generación de servicios de navegación por satélite”. En aquel entonces, la vicepresidenta y comisaria de Transporte y Energía de la CE, Loyola de Palacio, fue quien empezó a mover los hilos de la mano de la Agencia Espacial Europea.

El primer obstáculo que se encontró el proyecto fueron los estadounidenses, por temor a perder la hegemonía de su GPS. Al principio EE UU manifestó su reticencia a la idea porque pretendía mantener la casi exclusividad de su sistema. Principalmente, se mantuvo alerta al ver el potencial del interés que China mostraba, ya que Beijing empezó a negociar la posibilidad de aportar fondos para formar parte de Galileo. Aunque años más tarde anunciara que en 2020 contaría con el suyo propio. En su políticarealista, Washington estaba dispuesto a tumbar el proyecto europeo. En aquel entonces, los datos del GPS que proporcionaban los militares estadounidenses para organismos civiles extranjeros en todo el mundo eran alterados voluntariamente. La Administración Clinton en mayo de 2000 corrigió parte del error de la señal que ellos mismos provocaban, con la idea de enviar un mensaje a Europa para que no invirtiera en un sistema propio. Sin embargo, EE UU podía, y puede, volver a degradar la señal cuando quiera y sin previo aviso.

En diciembre de 2001, el entonces secretario de Estado adjunto para la defensa de EE UU, Paul Wolfowitz, declaró en una carta dirigida a los países europeos su preocupación por el potencial impacto de Galileo en la seguridad de futuras operaciones de la OTAN. En los pasillos de Bruselas se comentaba que no solo pesaba la preocupación estadounidense de que la señal de Galileo fuera utilizada por algunos de sus enemigos para uso militar, sino su inquietud por no poder utilizar la exclusividad del GPS como arma de guerra (EE UU degradó la señal sin previo aviso en la primera guerra del Golfo).

Con Galileo más encima de la mesa que nunca, Washington se resignó y empezó a pedir compatibilidad y no competencia. El entonces secretario de Estado, Colin Powell, y Loyola de Palacio firmaron a finales de junio de 2004 un acuerdo que aseguraba la interoperabilidad y compatibilidad del GPS y Galileo.

Galileo no contó con la aprobación general de los Estados miembros, por las cifras desorbitadas de su presupuesto y los desacuerdos en la estrategia a seguir

El segundo obstáculo, fue que Galileo no contó con la unidad de aprobación entre los Estados miembros, principalmente por las cifras desorbitadas de su presupuesto y por los desacuerdos en la estrategia a seguir. Demasiados países, demasiados años de discusiones. Al principio Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia y Reino Unido se opusieron a este reto tecnológico por su elevado coste, estimado por aquel entonces en unos 3.200 millones de euros.

Del coste total del proyecto, el 50% de la primera fase de desarrollo sería financiado por la Agencia Espacial Europea y el otro 50% por la Comisión. Para el resto del dinero hubo muchas discusiones. Los británicos, con el apoyo de los Países Bajos y Alemania, pedían que el sector privado financiara la fase de despliegue, pero las inversiones eran demasiado pesadas y las prolongadas negociaciones fueron retrasando el primer lanzamiento. Además, el consorcio de empresas privadas se retiró al ver las luchas internas de la UE. La oleada de patriotismo perjudicaba el proyecto. Los alemanes creían que invertir en Galileo era pagar a la industria francesa. Todos querían que fueran sus empresas nacionales las que se beneficiaran de las inversiones. Mientras, la segunda y la tercera fase serán gestionadas directamente por la CE con cargo a los presupuestos de la Unión.

Finalmente, se decidió tomar las riendas del proyecto, hacerle frente y asegurar un “justo retorno” de las inversiones a través de la división de los contratos industriales de acuerdo a las normas de competencia. Los Veintisiete y los eurodiputados acordaron aprovechar el fondo de la comunidad para pagar los 30 satélites necesarios para ejecutar Galileo. Fue entonces cuando soplaron vientos de cambio y desde Berlín se aseguraba que las garantías ofrecidas por Bruselas eran “una buena base de trabajo”. Aún así, Galileo cuenta con tres centros, dos en Alemania y uno en Francia, que suponen la triplicación de sedes y personas y, por lo tanto, un mayor coste. Hecho que sitúa a Europa en desventaja con respecto a China, Rusia y EE UU y sus centros únicos desde dónde controlan todo.

A pesar de la poca confianza que se tuvo en el ejecutivo europeo, los obstáculos se han ido resolviendo poco a poco y los dos primeros satélites ya están en órbita. El más ambicioso de los proyectos de la aeronáutica europea no es un capricho, es la mera demostración de que la política industrial europea puede llegar a ser fuerte si se abre camino a través de la cooperación de los Estados miembros. Al lado del euro, Galileo será otro símbolo de demonstración institucional: una demonstración de política colectiva y no política nacional unitaria. Y es que ningún país de la UE podría haber lanzado su propio sistema de navegación de forma individual. En contra de lo que los eurófobosdesearían, Galileo está saliendo adelante.

Un sistema de navegación espacial propio europeo no solo garantizará mayor precisión, sino que además evitará la dependencia de un sistema ajeno. Éste hecho supondrá para los Veintisiete no solo una muestra de poder, sino también una garantía para su seguridad y estrategia en su política exterior. Como bien explicó Loyola de Palacio en los albores de Galileo, los sistemas existentes “tienen el inconveniente de ser de origen militar y su acceso por parte del público depende totalmente de la buena voluntad de sus propietarios. Por otro lado, no cubren perfectamente toda la superficie del globo, dejando zonas en sombra”. Los países del norte de Europa, por ejemplo, contarán con una mayor cobertura gracias a la localización e inclinación de los satélites europeos. Según explica para FP en español el portavoz de la Agencia Espacial Europea en España, Javier Ventura-Traveset, “gracias a la compatibilidad con el GPS, el número de satélites a la vista en un momento y lugar dados será más del doble con GPS/Galileo que con GPS solo, lo que significa una precisión y disponibilidad de servicio netamente superiores a las que ofrece el GPS actualmente de forma individual”. Las zonas donde la señal puede ser obstruida con mayor facilidad, como las ciudades de edificios altos o las regiones montañosas, contarán con una mayor precisión. A su vez, en términos generales, el margen de error de la señal tendrá una precisión de menos de un metro, frente a los ocho metros que puede llegar a tener el GPS.

Galileo presentará una serie de ventajas económicas ya que el mercado global anual de los servicios y productos de los satélites de navegación está valorado en unos 124.000 millones de euros. El vicepresidente de la CE y comisario de industria y política espacial, Antonio Tajani, explica que “Europa necesita Galileo para ser independiente en un sector que se ha convertido en crítico para la economía y para el bienestar de los ciudadanos”. Y es que hay que tener en cuenta que las señales de posicionamiento y tiempo suministradas por los satélites se usan en muchas áreas de la economía, incluidas la “sincronización con la red de energía, comercio electrónico y redes de telefonía móvil, eficacia en la gestión de tráfico terrestre, marítimo y aéreo, y búsqueda y rescate de personas. Se estima que ya entre el 6 o 7% del PIB de Europa depende de las aplicaciones de navegación por satélite. Galileo será una alternativa más barata y más eficaz para la aviación civil a través de la mejora en la gestión del tráfico aéreo, la reducción del consumo y combustible y mayor seguridad en aterrizajes”, explica Tajani.


La principal desventaja de esta gran aventura son las posibles consecuencias negativas de carácter económico, que en todo caso serán relevantes si no se puede sacar rentabilidad alguna del proyecto. El coste total de Galileo supera ya los 5.000 millones de euros. Al ser un servicio gratuito la rentabilidad sería limitada. Sin embargo, desde la Comisión se trabaja para encontrar la forma de generar ingresos a partir del sistema y se anima a las PYME a colaborar en ello. Bruselas estima que el impacto económico global, gracias a la actividad económica y a los puestos de trabajo, sería de unos 90 mil millones de euros en los próximos veinte años.

EL EJE DEL NO




Cómo la Primavera Árabe ha convertido en aliados accidentales a Moscú y Pekín.


AFP/Getty Images

¿Recuerdan la separación chino-soviética? Da la impresión de que Moscú y Pekín, no. Por lo que respecta a los acontecimientos actuales en Oriente Medio y el norte de África, al menos, China y Rusia están cada vez más de acuerdo. En el Consejo de Seguridad de la ONU, o se oponen a las iniciativas occidentales o expresan sus reservas. Para algunos observadores, esto parece un caso de solidaridad entre dos Gobiernos autoritarios; para otros, un esfuerzo coordinado para diluir, y acabar desmantelando, la hegemonía de Estados Unidos y Occidente en la política mundial. Aunque los dos elementos están presentes, la realidad es más amplia, y es preciso que los ciudadanos y responsables políticos occidentales la entiendan mejor.

Para empezar, no es cuestión de ideología. Aunque China sigue llamándose comunista, hace mucho que rechazó el dogma maoísta, incluso en sus relaciones exteriores. Rusia eliminó el comunismo hace exactamente dos decenios. Los dos países son autoritarios, sin duda, aunque uno es más suave y otro más duro. Pero no existe una “internacional autoritaria” que inspire solidaridad entre Gobiernos autocráticos. (Tampoco existe en Oriente Medio, a juzgar por lo que hizo Qatar en relación con Gadafi y cómo está tratando Arabia Saudí a Bashar el Asad.) Tanto Rusia como China son, por encima de todo, unos países pragmáticos.

Además, existe muy poca competencia geopolítica regional entre ambas. Los intereses mundiales de China son fundamentalmente económicos. Por ejemplo, necesita a Irán porque le compra la cuarta parte del crudo que importa de Oriente Medio. Las empresas chinas participan en varios proyectos en toda la región. La guerra de Libia dejó varados a alrededor de 20.000 trabajadores chinos. Lo mismo le sucedió a un número semejante de turistas rusos en Egipto con la caída del régimen de Mubarak. No cabe duda de que Moscú tiene otros grandes intereses aparte de la situación de sus viajeros, como proveedor de armas y tecnología nuclear a varios países, pero no trata de competir con Washington por la hegemonía en la región.

Y ni Pekín ni Moscú sienten una afinidad especial con los gobernantes de Oriente Medio. Al fin y al cabo, Hosni Mubarak fue aliado de Estados Unidos durante mucho tiempo. El tunecino Zine el Abidine Ben Alí tenía estrecha relación con París, y Gadafi hizo las paces con Occidente en 2003. El Asad, en Siria, es distinto: Damasco era aliada de Moscú en la época de la guerra fría, y mantiene todavía hoy una relación amistosa con Rusia. El Ejército sirio está equipado con armas de fabricación rusa desde los años 60, y el puerto mediterráneo de Tartus alberga unas instalaciones utilizadas por la marina rusa.

Desde luego, Rusia no quiere perder Siria. El destino de El Asad está en la balanza desde el mes de marzo y Moscú ha abierto líneas de comunicación con la oposición siria. Los rusos acogen a los enemigos del dictador en Moscú y lamentan la violencia, al mismo tiempo que le exhortan a que emprenda reformas políticas, pero han bloqueado cualquier condena formal de la actuación del Gobierno sirio en el Consejo de Seguridad. La estrategia de Pekín ha sido básicamente la misma: exigir reformas a Damasco mientras habla con el Gobierno sirio y con la oposición y se niega a respaldar las sanciones contra Siria en Turtle Bay.

La postura oficial de China proclama su “apoyo al pueblo sirio”. Sin embargo, existe una gran diferencia entre esa posición y las actitudes adoptadas por los Gobiernos occidentales. Para mucha gente en Occidente, ese “apoyo” significa una intervención activa, sin descartar, en principio, el uso de la fuerza. Para los chinos, significa dejar que los sirios resuelvan las cosas por su cuenta, sin injerencias externas, y reconocer después la decisión del pueblo, como ha acabado por hacer Pekín en el caso de Libia.

Rusia también rechaza la intervención militar de Occidente en los asuntos internos de otros países, aunque sea por motivos humanitarios o en nombre de la democracia. Pero no se trata solo de que Pekín y Moscú estén preocupados por su propia seguridad. Libia ha dejado claro a ambas potencias que Occidente, cuando actúa bajo presiones de los grupos de derechos humanos presentes en sus países (que, por supuesto, no existen en Rusia ni China), puede terminar involucrado en una guerra civil extranjera, pese a que sus dirigentes deberían haber sido capaces de evitarlo.

Moscú y Pekín tienen que reconocer que ejercer la crítica no es lo mismo que ejercer el liderazgo, cosa que Rusia anhela hacer y que China no va a poder eludir eternamente

Sin embargo, Libia siempre ha sido un país periférico desde el punto de vista estratégico. Siria, no. Ni los chinos ni los rusos –que poseen mejores servicios de inteligencia— tienen la menor idea de qué ocurrirá cuando caiga el régimen de El Asad. Una guerra civil declarada en Siria dejaría chico lo sucedido en Libia. Un conflicto de ese tipo, alegan rusos y chinos, sería mucho más propicio a las luchas sectarias y el radicalismo religioso que a la democracia y el imperio de la ley.

Además, la situación de Siria, en pleno centro de la región, significa que un conflicto interno podría afectar a sus vecinos –sobre todo, Líbano e Israel— e involucrar a actores regionales como Hezbolá y Hamás. Los rusos, preocupados por el extremismo islamista en el norte del Cáucaso y Asia central, y los chinos, que importan la mayor parte de su petróleo de Oriente Medio, no pueden ver con buenos ojos el derrumbe sirio.

En principio, las presiones sobre al tiempo que se facilita un diálogo interno deberían ayudar a evitar la deriva más inquietante. Ahora bien, en la práctica, Moscú y Pekín deben de haber llegado a la conclusión de que Occidente ha descartado ya a El Asad y está preparándose para el cambio de régimen. Desde esta perspectiva, las sanciones no son más que un paso en una escalada que debería continuar con medidas más enérgicas, como acaba de verse en Libia.

La estrategia de China y Rusia respecto a Siria es distinta de las de Estados Unidos y Europa por dos razones fundamentales. En primer lugar, Moscú y Pekín no creen que participar activamente en los conflictos civiles de otras naciones sea prudente ni útil. Segundo, no tienen ninguna urgencia por eliminar el régimen de El Asad como parte de una estrategia antiiraní. De todas formas, los chinos y los rusos no ven que exista mucha estrategia; creen que, sorprendidos a primeros de año por las revueltas árabes, Estados Unidos y sus aliados se están dejando llevar ahora más por la política inmediata que por un cálculo estratégico a largo plazo.

Quizá todas estas preocupaciones, o al menos algunas de ellas, sean válidas. Pero Moscú y Pekín tienen que reconocer que ejercer la crítica no es lo mismo que ejercer el liderazgo, cosa que Rusia anhela hacer y que China no va a poder eludir eternamente. El liderazgo internacional moderno exige presentar alternativas realistas, tender la mano a los demás y construir consensos. No basta con decir que no.

PREPARADOS PARA SALTAR A LA PALESTRA


El gran experimento ha comenzado. En las últimas semanas, los ciudadanos árabes han acudido a las urnas en Túnez, Marruecos y Egipto, y, sin que pueda sorprender a nadie, los partidos islamistas han salido vencedores en todos los casos. ¿Significa eso que los islamistas han secuestrado la revolución? ¿O que la Primavera Árabe va a convertirse, como dijo Newt Gingrich, en el debate de política exterior de los candidatos republicanos, en una “primavera anticristiana”? La respuesta en una sola palabra es: “no”. La respuesta en tres palabras es: “espero que no”.

El Partido al Nahda de Túnez, el Partido Justicia y Desarrollo de Marruecos y el Partido Libertad y Justicia de Egipto (el brazo político de los Hermanos Musulmanes) no son laicos, pero son democráticos, o, por lo menos, se han ganado el derecho a poner a prueba su buena fe democrática en el mundo real del ejercicio de la política. Obtuvieron mayorías porque eran las formaciones mejor organizadas, pero también, porque en los años anteriores a la revuelta populista, se habían mostrado como fuerzas defensoras de la justicia social ante gobiernos autoritarios.

Se han ganado su hueco; pero, ¿ahora, qué? La pregunta más acuciante no es la relativa a sus intenciones, devotas o no, sino sobre si se les permitirá gobernar. En Túnez, donde no existe una fuerza rival arraigada, la respuesta es casi con certeza sí. En Marruecos, el rey Mohammed VI promulgó una nueva constitución para dar cierta autoridad al débil Parlamento, pero se ha reservado prácticamente todo el poder real para sí mismo. Las elecciones de la semana pasada no suscitaron, en absoluto, el entusiasmo como lo hizo de las de Túnez y Egipto, con una participación relativamente modesta, del 45%, y gran número de electores que emitieron votos deliberadamente nulos. En Egipto, por supuesto, el Gobierno militar provisional, denominado Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), ha dicho que prevé gobernar hasta que se elija a un presidente, al parecer a mediados de 2012; pero los egipcios están cada vez más preocupados por la posibilidad de que el CSFA no se retire ni siquiera entonces.

No obstante, los comicios suelen cambiar el paisaje. El Partido Justicia y Desarrollo (PJD) de Marruecos, en el que están organizados los islamistas del país, ya ha hecho una suave demostración de fuerza frente al Palacio al decir que, si el Rey no designaba a su líder, Abdelilá Benkirane, como primer ministro, se reservarían el derecho de revisar y rechazar a la persona que él nombrara (Mohamed VI escogió a Benkirane). Ahmed Benchemsi, un periodista marroquí que en la actualidad trabaja en la Universidad de Stanford y es inequívocamente laico, dice: “Ningún otro dirigente de un partido se habría atrevido a decir semejante cosa”. Por primera vez, dice, “se está poniendo en cuestión el equilibrio de poder”. En Egipto, los Hermanos Musulmanes han desafiado al CSFA al exigir un “Gobierno de salvación nacional”, que encabezarían ellos. No se producirá, pero ya se ha arrojado, con sumo cuidado, el guante.


Sea cual sea la amenaza que representan los islamistas, no es nada al lado del peligro de tener un nuevo Gobierno militar torpe y brutal

Por este motivo, algunas de las figuras laicas que encabezaron la revolución en la Plaza de Tahrir han reaccionado con calma ante la actuación de los Hermanos Musulmanes. En un programa reciente se aseguró que Wael Ghonim, el ejecutivo de Google en Egipto que fue uno de los personajes fundamentales en la revolución de principios de año, había dicho: “A mí me da lo mismo que Egipto sea un Estado civil o religioso, mientras esté bien gobernado, tanto en lo político como en lo económico”. Otros muchos, desde luego, temen que un Parlamento dominado por este grupo islamista sumerja aún más a Egipto en el oscurantismo.

La gran decisión que deberán tomar los Hermanos será con quién alinearse. La verdadera sorpresa de las elecciones, hasta ahora, es que los salafistas, el grupo más inflexible, han obtenido la cuarta parte de los votos, un resultado mucho mejor que el de los liberales tradicionales que llevaban mucho tiempo actuando en la penumbra del Estado militar y el de las fuerzas más radicales de la Plaza de Tahrir. Los Hermanos Musulmanes son un grupo con mucha experiencia, acostumbrado a las maniobras y los compromisos políticos; los salafistas son genuinos teócratas. A los salafistas, seguramente, les gustaría exigir cláusulas en la constitución que limiten los derechos de las mujeres o los no musulmanes e intentarían legislar la moral, cosa que los parlamentarios de los Hermanos, hasta ahora, han evitado. Una alianza entre ambos trazaría una división en mitad de la sociedad egipcia y podría muy bien convertir la Plaza de Tahrir en un terreno para el enfrentamiento entre laicos e islamistas.

¿Se inclinarán los Hermanos Musulmanes en esa dirección? El relato que hacía el diario The New York Times sobre los resultados electorales aceptaba en gran parte esa opinión. Y es cierto que los islamistas, hoy, pueden prescindir de las fuerzas liberales si quieren. Por otra parte, el secretario general del partido, Saad el Katatni, ha rechazado de forma explícita una alianza con Al Nour, el principal grupo salafista. Marina Ottaway, una experta en Egipto del think tank Carnegie Endowment for International Peace, señala que, durante la campaña, el Partido Libertad y Justicia intentó formar una alianza con las fuerzas laicas, que al final llegaron a un pacto propio entre ellas, y se negó a unirse a una coalición islamista. “Si tuviera que apostar por ello en este momento”, dice Ottaway, “diría que formarán una alianza con los partidos más laicos y los elementos más moderados”.

Joshua Stacher, un profesor de Kent State University que ha estudiado el funcionamiento interno de los Hermanos Musulmanes, considera que son, más que una institución islámica, un gigantesco programa de empleo. Stacher no cree que la organización provoque una guerra civil con las fuerzas laicas, pero tampoco cree que se enfrenten a los generales que han sustituido al presidente Hosni Mubarak. Los Hermanos ya no son un partido de oposición, advierte Stacher: “Forman parte de la élite política”. Se imagina una situación en la que los Hermanos respalden la candidatura de Omar Suleiman, el responsable de los servicios de inteligencia y mano derecha de Mubarak, a ser presidente; una posibilidad temible.

De lo que no cabe duda es de que la perspectiva de obtener el poder ha convertido a los Hermanos Musulmanes en aliados de los gobernantes militares de Egipto. Mientras otros grupos protestaban por la brutalidad del CSFA y pedían un aplazamiento de las elecciones, la organización islamista permanecieó en silencio y se mantuvieron apartados de las calles. En un reciente discurso, el líder de los Hermanos, Mohammed Badie, conocido como el guía supremo, explicó sin convicción que sus miembros habían rehusado unirse a las manifestaciones masivas, que acabaron con la muerte de al menos 40 manifestantes, por temor a una “conspiración” que pretendía “atraer a los Hermanos a la plaza” para después incitar a la violencia. Badie culpó del derramamiento de sangre a las ubicuas “manos ocultas” –Israel, Estados Unidos y la CIA–, y no a las fuerzas de seguridad que actuaban en nombre del Ejército.

A la hora de la verdad, es posible que los Hermanos estén menos inclinados a aliarse con los salafistas que a servir de fachada y apoyo al Ejército. (Quizá ocurra lo mismo con el PJD en Marruecos, aunque ahí será un adorno para palacio, en vez de los generales). Esto sí sería como secuestrar la revolución. Pero para eso está la democracia. Si los Hermanos se convierten en una versión con tintes islamistas del viejo Partido Democrático Nacional de Mubarak, la población egipcia no lo tolerará. Los islamistas podrían ganar una elección y perder la siguiente. Por supuesto, siempre existe el temor a que, sencillamente, no convoquen más comicios. Pero ni los propios miembros de los Hermanos Musulmanes lo consentirían. “La era de ‘un hombre, un voto, una vez’ se ha terminado”, dice Stacher.

Mientras tanto, el Gobierno de Obama ha iniciado un acercamiento a los Hermanos Musulmanes. La semana pasada, dos funcionarios de rango medio del Departamento de Estado de EE UU fueron a la sede de la organización para entrevistarse con Essam el Erian, un veterano dirigente del grupo y vicepresidente del partido. Con la aparente victoria islamista, Obama puede tener la tentación de dar un paso atrás e incluso disminuir la presión para que el CSFA entregue el poder a un Gobierno civil. Al fin y al cabo, Estados Unidos lleva 60 años trabajando con jefes militares en Egipto. Pero esa era también se ha terminado. Sea cual sea la amenaza que representan los islamistas, para Egipto o para Occidente, no es nada al lado del peligro de tener un nuevo Gobierno militar torpe y brutal.