miércoles, 24 de agosto de 2011

Libia: ¿dónde puede estar Gadafi?


Los rebeldes toman su cuartel general y el coronel Gadafi responde que luchará hasta el fin y que su retirada es sólo táctica. Los rebeldes, naturalmente, no le creen, pero tampoco creen que habrá tranquilidad en Libia hasta que el líder y su entorno sean capturados. Pero, ¿dónde puede estar Gadafi?

"Creemos que está en Trípoli o muy cerca de Trípoli" -le dijo a la BBC Guma el-Gamaty, portavoz del Consejo Nacional para la Transición.

"Tarde o temprano, lo encontraremos, ya sea vivo y arrestado - y ése es el final que esperamos - o, si resiste, lo mataremos".

Cualquiera que sea el resultado, por el momento, el paradero exacto de Gadafi y su entorno es totalmente desconocido, y esto podría explicarse en virtud de una serie de túneles que- presuntamente- se extienden por Trípoli, y hacia las afueras de la capital.

El periódico británico The Daily Telegraph afirma que estos túneles fueron construidos a mediados de los '80, como parte de un vasto sistema de irrigación.

Según el mismo periódico, al menos los túneles construidos bajo Trípoli le son conocidos a la OTAN, ya que la mayoría de ellos fueron construidos por compañías occidentales.

El hotel Rixos

Anoche, entre las 8 y las 9, el enviado especial de la BBC a Trípoli, Rupert Twinfield-Haze presenció un nutrido intercambio de disparos entre los rebeldes y fuerzas leales a Gadafi, parapetadas en el bosque de detrás del el ex cuartel general de Bab al-Aziziya.

Mapa de los acontecimientos en Trípoli

Mapa de Trípoli

Haga clic en la imagen para ver con más detalle lo que ocurre en el terreno.

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Hoy, en la mañana, aviones de la OTAN dejaron caer sus bombas en distintos lugares de la capital libia, donde todavía hay resistencia.

Uno de esos lugares que aún resiste es el área donde se sitúa el Hotel Rixos.

El sector está todavía en manos de los partidarios de Gadafi, los que se encargaron de mantener a un grupo periodistas extranjeros detenidos en el interior. Sin embargo, los comunicadores ya fueron autorizados a abandonar el establecimiento.

El edificio presenta más de una particularidad. Según Rupert Twinfield-Haze, la televisión libia se mudó, hace unos meses, a uno de sus sótanos, que es de donde realizan sus transmisiones.

El periódico The Daily Telegraph, describió, en mayo pasado, una escalera al sótano que conducía, a través de un pasadizo de azulejos blancos, hasta una puerta metálica clausurada, a la que le faltaba la manija.

El periodista del Daily Telegraph había bajado a investigar luego de una extraña conferencia de prensa de Gadafi en el hotel, a la cual nadie lo vio entrar ni salir.

La teoría es que hay un búnker en el edificio capaz de acoger a Gadafi, familiares y guardia personal.

Sirte

Es la ciudad natal de Muamar Gadafi, y se encuentra hacia el este de Tripoli, una de las ciudades favorecidas por la asistencia económica del régimen del ex líder libio, es también uno de sus bastiones.

Los rebeldes llegaron a un acuerdo pacífico con sus habitantes y no penetraron en Sirte en ningún momento de la campaña.

Este podría ser un lugar de refugio obvio de Gadafi y la OTAN informó que se habían disparado misiles Scud contra la ciudad de Mizrata, desde las cercanías de Sirte.

Sabha

A algunos cientos de kilómetros al sur de Trípoli, en pleno desierto, se halla la ciudad de Sabha, la ciudad de los ancestros de Gadafi, como otro posible escondite.

Es una área donde Gadafi confía en tener mucho apoyo. Es una zona clave para la actividad petrolera, con sus oleoductos, pozos petroleros y refinerías, un territorio muy delicado para las perspectivas de un nuevo gobierno.

El posible escondite presenta dos características: primero, dejaría a Gadafi aislado del centro del conflicto y, segundo, la ubicación le permitiría la posibilidad de escapar por la frontera, hacia Chad o Níger.

En concreto

Partidarios de Gadafi en Sirte

Sólo en julio pasado, manifestaciones de partidarios de Gadafi en Sirte, ciudad natal del ex líder libio.

Lo cierto es que Gadafi no ha sido visto en público desde mayo, y una de sus últimas apariciones en la televisión fue a mediados de junio, mientras jugaba ajedrez con el presidente de la Federación Mundial, Kirsan Ilyumzhinov, con quien al parecer habló esta semana por teléfono.

Sudáfrica, país que ha dirigido los esfuerzos de la Unión Africana en busca de una solución a la crisis, tuvo que desmentir, el lunes, que había enviado aviones a Libia para ayudar a escapar al coronel Gadafi.

El Departamento de Defensa de Estados Unidos, el lunes, dijo creer que Gadafi no había abandonado Libia.

Mientras tanto, en Londres, el corresponsal de seguridad de la BBC, Gordon Corera, dice que el MI6, el servicio de inteligencia británico que opera en el extranjero, movilizará sus contactos y agentes en el terreno para tratar de hallarlo, mientras que el centro de escuchas en el ministerio de Defensa intentará interceptar cualquier comunicación.

Sin embargo, lo único cierto es que, en estos momentos, no se sabe dónde está el coronel Muamar Gadafi.

LAS AMÉRICAS SERÁN LA CAPITAL MUNDIAL DE LA ENERGÍA


Adiós OPEP




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Informe especial de FP: EL FUTURO ESTÁ AQUÍ

Durante medio siglo, el centro de gravedad mundial del suministro de energía ha sido Oriente Medio. Este hecho ha tenido enormes consecuencias para el mundo en el que vivimos y esto está a punto de cambiar.

En la década de 2020, la capital de la energía se habrá desplazado muy probablemente hacia el hemisferio occidental, donde estaba antes del ascenso de megasuministradores de Oriente Medio como Arabia Saudí y Kuwait, en los años 60. Las causas de este cambio son en parte tecnológicas y en parte políticas. Los geólogos saben hace mucho que las Américas albergan grandes cantidades de hidrocarburos atrapados en depósitos offshore (en el subsuelo marítimo) de difícil acceso, rocas de pizarra bituminosa en tierra firme, arenas petrolíferas y formaciones de crudo pesado. EE UU posee petróleo no convencional en cantidades que superan los dos billones de barriles, con otros 2,4 billones en Canadá y más de 2 billones en América del Sur, mientras que las existencias de petróleo convencional de Oriente Medio y Norte de África ascienden a 1,2 billones. El problema ha sido siempre cómo desbloquearlas desde el punto de vista económico.

Sin embargo, desde principios de 2000, la industria energética ha resuelto gran parte de ese problema. Con la ayuda de la perforación horizontal y otras innovaciones, la producción de gas bituminoso de Estados Unidos se ha disparado, en menos de una década, desde prácticamente cero a entre un 15% y un 20% del suministro nacional de gas natural. En 2040, podría representar más de la mitad. Este enorme incremento de volumen ha dado un giro radical a las conversaciones en la industria estadounidense de gas natural; si antes EEUU se las veía y se las deseaba para satisfacer las necesidades de gas natural del país, ahora le preocupa encontrar compradores potenciales para el superávit.

Mientras tanto la producción de petróleo en tierra firme en EE UU, condenada por los analistas a una inexorable decadencia durante dos décadas, está a punto de protagonizar una recuperación inesperada. La producción de petróleo de pizarra bituminosa, un proceso técnicamente complejo que implica extraer hidrocarburos de los depósitos sedimentarios, sólo está comenzando, pero los analistas prevén una producción de hasta 1,5 millones de barriles diarios en los próximos años, contando solo los yacimientos de las Grandes Llanuras y Texas, lo que equivale a un 8% del consumo actual de EE UU. Este avance hace que nos preguntemos qué más podría lograr la industria de energía de Estados Unidos si los precios permanecen altos y la tecnología sigue avanzando. Un aumento de la tasa de recuperación en antiguos pozos, por ejemplo, podría también frenar los declives anteriores. Además de todo esto, los analistas esperan entre 1 y 2 millones de barriles adicionales diarios provenientes del Golfo de México ahora que se está reanudando la perforación. ¿Pico del petróleo? No en un futuro próximo.
Esta reordenación de la geopolítica impulsada por los hidrocarburos ya está ocurriendo. El petropoder de Irán, Rusia y Venezuela ha retrocedido ante las abundantes provisiones de gas natural de Américas.

El panorama en el resto de las Américas es igualmente prometedor. Se cree que Brasil tiene capacidad para extraer 2 millones de barriles diarios a partir de yacimientos de aguas profundas de capas presaladas, depósitos de crudo encontrados a más de una milla bajo la superficie del Océano Atlántico que hasta hace un par de años eran tecnológicamente inaccesibles. Avances similares van a producirse en las arenas bituminosas de Canadá, donde se obtiene petróleo en minas a cielo abierto a partir de arenas alquitranadas y sería posible producir, tal vez, entre 3 millones y 7 millones de barriles diarios adicionales si el crudo pesado o el kerógeno, disponible in situen EEUU pudiera producirse de forma comercial, un proceso que supone calentar la roca para conseguir bombear petróleo en forma líquida. No cabe duda de que estos adelantos tienen que superar obstáculos medioambientales y la industria está empezando a darse cuenta de que debe encontrar la forma de vencerlos, invirtiendo en fluidos de perforación que no sean tóxicos, técnicas menos invasivas de fracturación hidráulica y nuevos procesos de reciclaje del agua, entre otras tecnologías, con la esperanza de reducir el impacto medioambiental de las perforaciones. Además, al igual que la industria petrolera de Estados Unidos, una China sedienta de petróleo ha reconocido también el potencial energético de las Américas, invirtiendo miles de millones en Canadá, EE UU y América Latina.

Mientras, Oriente Medio y África del Norte, sacudidas por las revoluciones, pronto se enfrentará a una verdad incómoda sobre su legado de combustibles fósiles. Los cambios de Gobierno en la región han provocado históricamente bruscos y duraderos descensos en la producción de petróleo. La producción petrolífera de Libia nunca ha recuperado los 3,5 millones de barriles diarios que generaba cuando el Coronel Muammar Al Gadafi derrocó al rey Idris en 1969; al contrario, lleva tres décadas estancada en los 2 millones diarios y ahora se acerca a cero. Irán producía más de 6 millones de barriles diarios en los tiempos del Sha, pero la cifra cayó estrepitosamente por debajo de los 2 millones de barriles diarios a raíz de la Revolución Islámica de 1979. No pudo recuperarse de forma significativa durante la década de 1980 y sólo ha escalado hasta los 4 millones en los últimos años. La producción de Irak también ha sufrido durante sus muchos años de agitación y ahora se sitúa en 2,7 millones de barriles diarios, por debajo de los 3,5 millones que extraía antes de que Sadam Husein llegara al poder.

La primavera árabe va a complicar más aún las cosas: una interrupción al estilo de 1979 en las exportaciones de petróleo de Oriente Medio no puede descartarse fácilmente, ni los paros o huelgas de trabajadores petroleros involucrados en el zeitgeist [espíritu de la época] político de la región. En total, más de 21 millones de barriles diarios de petróleo están en juego: una cuarta parte de la demanda mundial. El auge en las Américas, mientras tanto, debería llevar a reflexionar a los autócratas de Oriente Medio; Tal vez no puedan contar con un constante aumento de los precios del petróleo para calmar a sus inquietas poblaciones.

Esta reordenación de la geopolítica impulsada por los hidrocarburos ya está ocurriendo. El petropoder de Irán, Rusia y Venezuela ha retrocedido ante las abundantes provisiones de gas natural de América: el superávit de recursos en las Américas está obligando a los otros proveedores extranjeros a buscar compradores en Europa y Asia, haciendo más difícil que esos exportadores se afirmen mediante la dureza de una “diplomacia” energética. La industria de la energía de Estados Unidos también podría proporcionar a Europa y China la ayuda técnica necesaria para aprovechar sus recursos no convencionales, aliviando su necesidad de plegarse a Moscú o al Golfo Pérsico. Así que vigile esta área: EE UU puede volver a tomar las riendas el sector energético.

EN EL MAR DEL SUR DE CHINA ESTÁ EL FUTURO CONFLICTO



Los mares serán los campos de batalla del siglo XXI.


Europa es un paisaje terrestre; Asia oriental, un paisaje marino. Y ahí está una de las diferencias cruciales entre los siglos XX y XXI. Las áreas más disputadas del planeta en el siglo pasado se encontraban en tierra firme, en Europa, especialmente en la extensión plana que volvía artificiales las fronteras occidentales y orientales de Alemania, dejándolas expuestas a la marcha inexorable de los ejércitos. Pero a lo largo de las décadas, el eje económico y demográfico del planeta se ha desplazado de forma considerable hacia el extremo opuesto de Eurasia, donde los espacios entre los grandes centros de población son esencialmente marítimos.

Debido a la forma en la que la geografía acentúa y establece las prioridades, estos contornos físicos de Asia Oriental auguran un siglo naval ─entendiendo naval en el sentido más amplio, que incluye las formaciones de batalla marítimas y aéreas, ahora que se han vuelto cada vez más inextricables. ¿Por qué? Sobre todo ahora que sus fronteras son más seguras que en cualquier otro momento desde el apogeo de la dinastía Qing a finales del siglo XVIII, Pekín está llevando a cabo una innegable expansión naval. Es a través del poder marítimo como China borrará psicológicamente dos siglos de irrupciones extranjeras en su territorio, obligando a todos los países de su entorno a reaccionar.

Los enfrentamientos militares terrestres y marítimos son muy diferentes, lo que afecta sobre todo a las grandes estrategias necesarias para poder ganarlas ─o evitarlas. Los terrestres involucran a las poblaciones civiles, lo que convierte los derechos humanos en un elemento característico de los estudios sobre la de guerra. Los marítimos conciben el conflicto como un asunto clínico y tecnocrático, reduciendo la guerra a meras matemáticas, en marcado contraste con las batallas intelectuales que ayudaron a definir los conflictos anteriores.

La segunda Guerra Mundial fue una lucha moral contra el fascismo, la ideología responsable del asesinato de decenas de millones de no combatientes. La guerra fría fue una lucha moral contra el comunismo, una ideología igualmente opresiva que gobernó los vastos territorios conquistados por el ejército rojo. El período inmediatamente posterior a la guerra fría se convirtió en una lucha moral contra el genocidio en los Balcanes y África Central, dos lugares donde la guerra terrestre y los crímenes contra la humanidad no se pueden separar. Más recientemente, una lucha moral contra el islam radical ha llevado a Estados Unidos hasta los confines montañosos de Afganistán, donde tratar de forma humanitaria a millones de civiles es fundamental para el éxito del conflicto. En todos estos esfuerzos, la guerra y la política exterior se han convertido en materia de estudio no sólo para soldados y diplomáticos, sino también para los humanistas y los intelectuales. De hecho, la contrainsurgencia representa, por decirlo de alguna manera, una especie de culminación de la unión entre efectivos uniformados y expertos en derechos humanos. Este es el remate de la evolución de la guerra terrestre hacia la guerra total en la edad moderna.

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Informe especial de FP: EL FUTURO ESTÁ AQUÍ

Asia Oriental, o más precisamente el Pacífico Occidental, que se está convirtiendo rápidamente en el nuevo centro de actividad naval en el mundo, presagia una dinámica diferente. Probablemente producirá relativamente pocos dilemas morales como los que solían producirse en el siglo XX y principios del siglo XXI, con una remota posibilidad de guerra terrestre en la península de Corea como la excepción destacable. El Pacífico Occidental devolverá los asuntos militares al ámbito estricto de los expertos de defensa. No es solo porque estemos ante un ámbito naval, en el que los civiles no están presentes. También es debido a la naturaleza de los propios Estados en Asia oriental, que, como China, pueden ser muy autoritarios, pero, en la mayoría de los casos, no son extremadamente inhumanos o tiránicos.

La lucha por la supremacía en el Pacífico Occidental no conllevará necesariamente combates; gran parte de lo que ocurra sucederá de modo pausado y en el horizonte, en el vacío reino de los mares, con un tempo glacial acorde con la paulatina y sosegada adaptación al poder económico y militar que los Estados han consumado a lo largo de la historia. La guerra está lejos de ser inevitable, aunque la rivalidad es un hecho. Y si China y Estados Unidos gestionan con éxito la próxima entrega, Asia ─y el mundo─ serán más seguros y prósperos. ¿Qué puede ser más moral que eso? Recuerde: el realismo al servicio de los intereses nacionales, cuyo objetivo es evitar la guerra, es lo que ha salvado vidas a lo largo de la historia, mucho más que el intervencionismo humanitario.

Asia Oriental es una inmensa y formidable extensión que se prolonga casi desde el Ártico hasta la Antártida ─desde el sur de las Islas Kuriles a Nueva Zelanda─ y se caracteriza por un conjunto de líneas de costa aisladas y extensos archipiélagos. Incluso teniendo en cuenta la forma en la que la tecnología ha comprimido las distancias, el mar actúa como una barrera defensiva frente a las agresiones, al menos en mayor medida que la tierra firme. El mar, a diferencia de la tierra, crea fronteras claramente definidas, lo que le otorga potencial para reducir el conflicto. Luego, hay que considerar la velocidad. Incluso los buques de guerra más rápidos viajan con lentitud en comparación [con los vehículos terrestres], pongamos a 35 nudos, reduciendo las posibilidades de que se produzcan errores de cálculo y dando a los diplomáticos más horas, incluso días de margen para reconsiderar las decisiones. Las fuerzas navales y aéreas no ocupan territorios al modo de las terrestres. Precisamente los mares de Asia oriental ─el centro de la producción global y del incremento de compras militares─ son la razón por la que el siglo XXI tiene mayores posibilidades que el XX de evitar grandes conflagraciones militares.

Naturalmente, el este asiático sufrió grandes conflagraciones militares en el siglo XX, que el mar no impidió: la guerra ruso-japonesa, el casi medio siglo de guerra civil en China que llegó con la lenta caída de la dinastía Qing, las diversas conquistas del Japón imperial; seguidas de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, la guerra de Corea, las guerras en Camboya y Laos y las dos de Vietnam, con participación de los franceses y los estadounidenses. El hecho de que la geografía de Asia Oriental sea principalmente marítima tuvo poco impacto en esas guerras, que en esencia eran conflictos de consolidación nacional o de liberación. Pero esa época, en su mayor parte, ha quedado atrás. Los ejércitos del Asia Oriental, en lugar de centrarse en el interior, con ejércitos de baja tecnología, están centrándose en el exterior, con marinas de guerra y fuerzas aéreas de alta tecnología.

En cuanto a la comparación entre la China de hoy y la Alemania previa a la Primera Guerra Mundial que muchos hacen, es errónea. Mientras que Alemania fue una potencia principalmente terrestre, debido a la geografía europea, el gigante asiático será una potencia esencialmente naval, debido a la geografía de Asia Oriental.

El Este asiático puede dividirse en dos áreas generales: el noreste asiático, dominado por la península de Corea, y el sureste asiático, dominado por el mar del Sur de China. El noreste pivota sobre el destino de Corea del Norte, un Estado totalitario aislado con escasas perspectivas en un mundo regido por el capitalismo y la comunicación electrónica. Si Corea del Norte implosionara, China, Estados Unidos, Corea del Norte y las fuerzas terrestres de Corea del Sur podrían encontrarse en la mitad norte de la península en lo que sería lamadre de todas las intervenciones humanitarias, labrándose incluso sus respectivas esferas de influencia. Las cuestiones navales serían secundarias. Pero una eventual reunificación de Corea pronto las convertiría en asuntos de primera fila, con una Gran Corea, China y Japón en un delicado equilibrio, separados por el mar de Japón, y el mar Amarillo y el Bohai. Aun así, puesto que Corea del Norte todavía existe, la fase de la guerra fría en la historia del noreste asiático no ha acabado y el poder terrestre podría llegar a dominar los titulares allí antes de que lo haga el poder marítimo.

¿Será posible que animales políticos como los del Consejo de Seguridad lleguen a acuerdos sobre inmunidad?

El sureste, por el contrario, hace mucho tiempo que está en la fase de posguerra fría. Vietnam, que domina la orilla occidental del mar del Sur de China, es una apisonadora capitalista a pesar de su sistema político, que busca lazos militares más estrechos con Estados Unidos. China, consolidado como un Estado dinástico por Mao Zedong tras décadas de caos y convertida en la economía más dinámica del mundo por las liberalizaciones de Deng Xiaoping, está ejerciendo presión con su fuerza naval sobre lo que llama la "primera cadena de islas" del Pacífico Occidental. El gigante musulmán indonesio, después de soportar y poner fin a décadas de dictadura militar, está preparado para resurgir como una segunda India: una democracia estable y vibrante con el potencial de proyectar poder por medio de su floreciente economía. Singapur y Malaisia también están dando un salto económico, siguiendo el modelo de ciudad-Estado mercantil y a través de combinaciones diversas de democracia y autoritarismo. La imagen global es un conjunto de Estados que, dejando atrás sus problemas de legitimidad interna y construcción del Estado, están preparados para defender los que consideran sus derechos territoriales fuera de sus fronteras. Este movimiento colectivo hacia el exterior está localizado en la locomotora demográfica del planeta, pues es en el sureste asiático, con 615 millones de habitantes, donde convergen los 1.300 millones de chinos con los 1.500 millones de habitantes del subcontinente indio. Y el lugar de reunión geográfica de estos Estados y sus fuerzas armadas, es marítimo: el mar del Sur de China.

El mar del Sur de China enlaza los Estados del sureste asiático con el Pacífico Occidental, como la gargantade las rutas marítimas mundiales. Ese es el centro de la Eurasia marítima, salpicada por los estrechos de Malaca, la Sonda, Lombok y Makassar. Más de la mitad del volumen anual de mercancías transportadas por las flotas mercantes de todo el mundo pasa por estos cuellos de botella, y un tercio de todo el tráfico marítimo. El petróleo transportado a través del estrecho de Malaca, procedente del Océano Índico en dirección a Asia Oriental a través del mar del Sur de China, es seis veces mayor que la cantidad que pasa a través del Canal de Suez y 17 veces mayor que la que transita por el Canal de Panamá. Aproximadamente dos tercios del suministro energético de Corea del Sur; casi el 60% de los suministros de Japón y de Taiwan, y alrededor del 80% de las importaciones de crudo del Imperio del Centro llegan a través del mar del Sur de China. Además, este mar tiene reservas probadas de petróleo que suman 7.000 millones de barriles y alrededor de 900 billones de pies cúbicos de gas natural, un botín potencialmente enorme.

No son sólo la ubicación y las reservas energéticas lo que promete otorgar una importancia geoestratégica fundamental al mar del Sur de China, sino también las disputas territoriales larvadas que han rondado durante mucho tiempo estas aguas. Varias controversias refieren a las Islas Spratly, un miniarchipiélago situado en el sureste del mar del Sur de China. Vietnam, Taiwan y China reclaman todo o la mayor parte del mar del Sur de China, así como todos los conjuntos de islas Spratly y Paracel. En particular, Pekín sostiene una línea histórica: sitúa sus derechos sobre el corazón del mar del Sur de China en un gran anillo (conocido como "lengua de vaca") que abarca desde la isla china de Hainan en el extremo norte del mar del Sur de China hasta 1.200 millas de distancia de Singapur y Malaisia.

El resultado es que los nueve Estados bañados por el mar del Sur de China están más o menos enfrentados con Pekín y por lo tanto, dependen del apoyo diplomático y militar de EE UU. Este cruce de reivindicaciones territoriales puede hacerse aún más agudo a medida que el vertiginoso crecimiento de la demanda energética de Asia ─se espera que el consumo de energía se haya duplicado en 2030, con la mitad del incremento originado por China─ haga del mar del Sur un garante aún más central de la solidez económica de la región. En realidad, este mar es cada vez más un campamento armado, a medida que los rivales con reivindicaciones territoriales construyen y modernizan sus marinas de guerra, aun cuando las escaramuzas por las islas y los arrecifes se hayan prácticamente terminado en las últimas décadas. China ha confiscado hasta ahora 12 elementos geográficos, Taiwan uno, Vietnam 25, Filipinas ocho y Malaisia cinco.

La propia geografía china orienta al gigante a mirar al sur, hacia una cuenca acuífera formada, en el sentido de las agujas del reloj, por Taiwan, Filipinas, la isla de Borneo dividida entre Malaisia e Indonesia (así como el pequeño Brunei), la península malaya dividida entre Malaisia y Tailandia, y la larga y serpenteante costa de Vietnam: todos ellos Estados débiles en comparación con China. Como el mar Caribe, salpicado por pequeños Estados insulares y envuelto por un Estados Unidos de tamaño continental, el mar del Sur de China es un evidente teatro de operaciones para la proyección del poder chino.

De hecho, la posición de China en este espacio marítimo es en muchos aspectos similar a la posición de EE UU frente al Caribe, de similar tamaño, en el siglo XIX y principios del XX. Estados Unidos reconoció la presencia y las reivindicaciones de las potencias europeas en el Caribe, pero trató de dominar la región. Fue la Guerra hispano-estadounidense de 1898 y la excavación del Canal de Panamá entre 1904 y 1914 lo que marcó el ascenso de EE UU a potencia mundial. El dominio de la Gran Cuenca del Caribe, además, dio a Washington el control efectivo del hemisferio occidental, lo que le permitió influir en el equilibrio de poder en el hemisferio oriental. Y hoy China se encuentra en una situación similar en el mar del Sur de China, una antecámara del Océano Índico, donde Pekín también desea tener presencia naval para proteger sus suministros de energía de Oriente Medio.

Pero algo más profundo y más emocional que la geografía impulsa al Imperio del Centro hacia adelante en el mar del Sur de China y en el Pacífico: me refiero a la desintegración parcial de China por las potencias occidentales en el pasado relativamente reciente, después de haber sido durante milenios una gran potencia y civilización mundial.

En el siglo XIX, cuando la dinastía Qing se convirtió en el hombre enfermo de Asia Oriental, China perdió gran parte de su territorio a manos de Gran Bretaña, Francia, Japón y Rusia. En el siglo XX llegó la sangrienta conquista japonesa de la península de Shandong y Manchuria. Todo esto se añadió a las humillaciones impuestas a Pekín por los acuerdos de extraterritorialidad de los siglos XX y XIX, mediante los cuales los países occidentales le arrebataron el control de ciertas partes de las ciudades chinas, los llamados "tratados de puertos". En 1938, según afirma el historiador de la Universidad de Yale Jonathan Spence en The Search for Modern China (La búsqueda de la China moderna), debido a estos expolios, así como a la guerra civil, había incluso un temor latente a que “China estuviera a punto de ser desmembrada, a que dejara de existir como nación y que los cuatro mil años de su historia terminaran de forma brusca”. La necesidad del gigante asiáticode expandirse constituye un aviso de que no volverá a permitir que los extranjeros se aprovechen de ella.

Del mismo modo que el suelo alemán fue el frente militar de la guerra fría, las aguas del mar del Sur de China constituyen el frente militar de las próximas décadas. A medida que la marina china se haga más fuerte y sus reivindicaciones en este mar entren en contradicción con las de otros Estados ribereños, estos se verán obligados a desarrollar más su capacidad naval. También tomarán una posición más clara contra Pekín al depender cada vez más de la marina de guerra de Estados Unidos, cuya fuerza probablemente ha tocado techo en términos relativos, a pesar de que tenga que desviar recursos considerables hacia Oriente Medio. El multilateralismo internacional ya es una característica de la diplomacia y de la economía, pero el mar del Sur de China podría indicarnos qué supone en la práctica el multilateralismo en un sentido militar.

No hay nada romántico en este nuevo frente, vacío de batallas morales. En los conflictos navales, a menos que haya bombardeos a tierra, no hay víctimasper se; tampoco hay un enemigo filosófico al que enfrentarse. No es probable que se produzca nada similar a la limpieza étnica en este nuevo campo central de operaciones. China, aparte de sus sufridos disidentes, no da la talla para ser objeto de la ira moral. El régimen chino se percibe sólo como una versión light del autoritarismo, con una economía capitalista y poca ideología oficial de la que se pueda hablar. Además, tiene más posibilidades de volverse una sociedad abierta que una cerrada en los próximos años. En lugar de fascismo o militarismo, China ─junto con otros Estados de Asia Oriental─ se define cada vez más por la persistencia del nacionalismo de viejo cuño: una idea, sin duda, pero que no resulta atractiva para los intelectuales desde mediados del siglo XIX. E incluso aunque el país se vuelve más democrático, su nacionalismo, probablemente, no hará sino aumentar, como determina con claridad cualquier encuesta informal que sondee las opiniones de sus relativamente libres ciudadanos de la Red.

A menudo pensamos en el nacionalismo como un sentimiento reaccionario, una reliquia del siglo XIX. Pero el nacionalismo tradicional es la fuerza principal que impulsa la política en Asia, y seguirá haciéndolo. Éste está llevando al crecimiento de los ejércitos de la región ─especialmente de las fuerzas armadas navales y aéreas, para defender su soberanía y reivindicar los recursos naturales en disputa. No hay en ello ningún encanto filosófico. Se trata de la fría lógica del equilibrio de poder. Si el frío realismo, aliado con el nacionalismo, tiene un hogar geográfico, está en el mar del Sur de China.

Cualquier drama moral que tenga lugar en Asia Oriental tomará, así, la forma de una política austera de poder de las que suelen dejar pasmados a muchos intelectuales y periodistas. Como Tucídides dijo en su memorable relato sobre el sometimiento de los antiguos atenienses de la isla de Melos, "los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben". En el relato que se haga del siglo XXI, con China en el papel de Atenas como la potencia marítima regional preeminente, los débiles seguirán sometidos. Pero así son las cosas. Esa es la estrategia no declarada de Pekín, y los países más pequeños del sureste asiático podrían unirse a Estados Unidos para evitar esta suerte. Pero no habrá matanzas.

El mar del Sur de China presagia un tipo de conflicto distinto a los que estamos habituados. Desde principios del siglo XX, nos han traumatizado los enfrentamientos convencionales terrestres masivos, por un lado, y pequeñas y sucias guerras irregulares, por otro. Debido a que ambos tipos de conflictos producían bajas masivas de civiles, la guerra ha sido un tema de estudio para los humanistas y los generales. Pero en el futuro sólo podrá verse una forma más pura de conflicto, limitada al ámbito naval. Se trata de un escenario positivo. Los conflictos no pueden eliminarse por completo de la condición humana. Un trasunto de losDiscursos a la década de Tito Livio, de Maquiavelo, es que el conflicto, controlado correctamente, tiene más probabilidades de conducir a un progreso humano que una estricta estabilidad. Un mar repleto de buques de guerra no es óbice para que haya una época de gran promesa para Asia. A menudo, la inseguridad genera dinamismo.

¿Pero se pueden controlar adecuadamente los conflictos en el mar del Sur de China? Hasta ahora, mi argumento presupone que no estallará una guerra generalizada en la zona y que, al contrario, los países se contentarán con tomar posiciones en alta mar con sus barcos de guerra y, al tiempo, reivindicarán y competirán por los recursos naturales y quizá incluso acordarán una distribución justa de estos. Pero ¿y qué pasaría si China, contra todas las tendencias marcadas por las pruebas, invade Taiwan? ¿Y si China y Vietnam, cuya intensa rivalidad se remonta muy atrás en la historia, se declaran la guerra como lo hicieron en 1979, esta vez con armas? Porque no solo Pekín está reforzando enormemente sus fuerzas militares; los países del sureste asiático también lo están haciendo. Sus presupuestos de defensa han aumentado alrededor de un tercio en la última década, aun cuando se han reducido los presupuestos de defensa europea. Las importaciones de armas de Indonesia, Singapur y Malaisia han subido un 84%, un 146% y un 722%, respectivamente, desde 2000. El gasto va a parar a plataformas navales y aéreas: buques de guerra de superficie, submarinos con sistemas avanzados de misiles, y aviones de combate de largo alcance. Recientemente, Vietnam desembolsó 2.000 millones de dólares en seis novedosos submarinos rusos de tipo Kilo y mil millones de dólares en aviones de combate rusos. Malaisia acaba de abrir una base de submarinos en Borneo. Mientras Estados Washington estaba distraído por guerras terrestres en el Gran Oriente Medio, el poder militar ha ido trasladándose de forma discreta de Europa a Asia.

¿Será posible que animales políticos como los del Consejo de Seguridad lleguen a acuerdos sobre inmunidad?

Estados Unidos garantiza el incómodo statu quo en el mar del Sur de China con su presencia, confinando las agresiones de China básicamente a sus mapas y vigilando a los diplomáticos y a la marina de guerra chinos (aunque eso no quiere decir que EE UU actúe con decencia y Pekín sea automáticamente malvada). Lo que Estados Unidos proporciona a los países de la región del mar del Sur de China no es tanto el hecho de su virtud democrática como el hecho de su pura fuerza. Es el propio equilibrio de poder entre EE UU y China lo que, en última instancia, mantiene libres a Vietnam, Taiwan, Filipinas, Indonesia, Singapur y Malaisia, capaces de ejercer una gran presión unos con otros. Y dentro de ese espacio de libertad, el regionalismo puede surgir como una potencia en sí misma, personalizada en la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático). Sin embargo, esta libertad no puede darse por sentada. Pues el constante y tenso enfrentamiento entre Washington y Pekín, que se extiende a una compleja variedad de asuntos comerciales desde la reforma monetaria a la seguridad cibernética pasando por la inteligencia, amenaza con evolucionar a favor del gigante asiático en Asia Oriental, debido en gran parte a la centralidad geográfica de China en la región.

La recapitulación más completa del nuevo panorama geopolítico de Asia no ha llegado de Washington ni de Pekín, sino de Canberra. En un artículo de 74 páginas publicado el año pasado, titulado ‘El poder se desplaza [Power Shift]: el futuro de Australia entre Washington y Pekín’, Hugo White, profesor de estudios estratégicos en la Universidad Nacional de Australia, describe su país como la potencia del statu quo por excelencia, una potencia que desea que las cosas sigan exactamente como están en Asia y que China siga creciendo para que Australia pueda comerciar más y más con ella, y que EE UU siga siendo "la potencia más fuerte en Asia" y el "máximo protector de Australia". Pero como escribe White, el problema es que ninguna de estas cosas puede continuar. Asia no puede continuar cambiando económicamente sin cambiar política y estratégicamente. Por supuesto, el gigante económico chino no se aceptará con la primacía militar estadounidense en la región.

¿Qué quiere China? White postula que los chinos pueden desear tener en Asia un imperio al nuevo estilo que Washington instauró en el hemisferio occidental tras asegurar el dominio sobre la cuenca del Caribe (como Pekín espera hacerlo algún día sobre el mar del Sur de China). Este estilo de imperio, en palabras de White, dejaba “más o menos libres” a los vecinos de Estados Unidos “para gobernar sus propios países", aunque Washington insistiera en que sus puntos de vista tenían "plena validez" y gozaban de preferencia sobre los de potencias externas. El problema de este modelo es Japón, que probablemente no aceptaría una hegemonía china, por muy suave que fuese. Eso nos deja el modelo de concierto europeo, en el que China, India, Japón, Estados Unidos y quizás uno o dos países más se sienten como iguales a la mesa del poder asiático. ¿Pero aceptaría EE UU un papel tan modesto, habiendo asociado la estabilidad y prosperidad de Asia con su propia primacía? White sugiere que, ante el creciente poder de China, el dominio estadounidense podría significar, de ahora en adelante, inestabilidad para Asia.

El dominio de Washington se basa en la noción que puesto que China es autoritaria dentro de sus fronteras, actuará "de forma inaceptable en el extranjero". Pero puede que no sea así, afirma White. El gigante asiáticose concibe como una potencia benigna, no hegemónica, que no interfiere en las filosofías nacionales de otros Estados del modo en que lo hace Estados Unidos, con su moral metomentodo. Porque China se ve como el Imperio del Centro; la base de dominio es su inherente centralidad en la historia del mundo, y no un sistema que pretenda exportar.

En otras palabras, Estados Unidos en lugar de China, podría ser el problema en el futuro. Puede que nos preocupe demasiado la naturaleza interna del régimen chino e intentemos limitar el poder de China en el extranjero porque no nos gustan sus políticas internas. Sin embargo, el objetivo de Washington en Asia debería ser el equilibrio, no la dominación. Precisamente porque el poder duro sigue siendo la clave de las relaciones internacionales, debemos dejar espacio para el auge de China. Estados Unidos no necesita aumentar su poderío naval en el Pacífico Occidental, pero no puede permitirse reducirlo considerablemente.

La pérdida de un grupo de ataque de portaaviones estadounidenses en el Pacífico Occidental debido a recortes presupuestarios o a un redespliegue en Oriente Medio podría provocar intensas discusiones en la región sobre un declive estadounidense y la consiguiente necesidad de hacer las paces con China y alinearse con ella. La situación óptima es mantener la presencia naval y aérea de EE UU más o menos en el nivel actual, aunque la superpotencia haga todo lo posible para forjar lazos cordiales y predecibles con China. De este modo, EE UU puede adaptarse con el tiempo a una flota marítima china. En los asuntos internacionales, bajo las cuestiones morales subyacen las relacionadas con el poder. La intervención humanitaria en los Balcanes fue posible sólo porque el régimen serbio era débil, a diferencia del régimen ruso, que estaba cometiendo atrocidades a una escala similar en Chechenia sin que Occidente hiciera nada. En el Pacífico Occidental en las próximas décadas, lo moral puede ser renunciar a algunos de nuestros ideales más queridos por el bien de la estabilidad. ¿Cómo si no vamos a hacer sitio a una China quasi autoritaria a medida que sus fuerzas armadas se expandan? Con frecuencia, el equilibrio de poder es en sí mismo la mejor salvaguarda de la libertad, incluso en mayor medida que los valores democráticos de Occidente. Y esta es una lección que sacaremos del mar del Sur de China en el siglo XXI –otra más que los idealistas no quieren escuchar.

La oposición siria se une para reforzar la lucha contra El Asad



Turquía tutela la formación de un Consejo Nacional similar al libio


La oposición siria intenta crear un Consejo Nacional para cubrir un posible vacío de poder en el caso de que cayera el presidente Bachar el Asad. Un grupo de delegados permanece reunido en Estambul (Turquía) para discutir la composición del organismo y sus mecanismos de funcionamiento. "Aún estamos trabajando en los detalles", dijo uno de los delegados, Obeida al Nahhas, quien anticipó que el Consejo contaría con entre 115 y 150 miembros. "En principio preferimos no establecer cuotas por partidos o etnias, sino seleccionar a cada persona por sus méritos", agregó el profesor Wael Merza, otro delegado.


    Las dificultades de la oposición siria en el interior del país son el obstáculo que ha impedido hasta el momento la creación de un Gobierno alternativo al de Bachar el Asad, capaz de recabar apoyos en el extranjero y de tranquilizar a los ciudadanos que temen que la caída del régimen supondría luchas sangrientas entre los distintos grupos religiosos.

    Cuando cientos de delegados de la oposición en el exilio se reunieron en la ciudad turca de Antalya, en junio pasado, optaron por crear un grupo dedicado a desarrollar actividades diplomáticas, pero sin ningún atributo de poder para no discriminar a quienes mantenían vivas las protestas en territorio sirio, bajo una dura represión.

    Los reunidos ahora en Estambul estudian la opción de elaborar un Consejo Nacional cuyos miembros se dividirían, por partes iguales, entre opositores del interior y opositores en el exilio. "Esperamos que todo esté listo hacia el fin de semana", dijo Merza.

    Bachar el Asad permitió por fin la entrada en Siria de un grupo de observadores de la ONU, cuya misión consistirá en evaluar el deterioro de los derechos humanos durante la campaña represiva del Gobierno. Los observadores se dirigieron el lunes a la ciudad de Homs, una de las más castigadas. Fuentes de la oposición dijeron que una pequeña multitud se congregó para recibir a la comitiva de la ONU, pero fue dispersada a tiros. Los inspectores pudieron permanecer poco tiempo, ya que, explicaron, la policía les "aconsejó" regresar a Damasco "por razones de seguridad". El equipo de la ONU indicó que en cuanto se fueron se reanudaron los tiroteos por parte del Ejército.

    Varios activistas grabaron vídeos en los que se veía a manifestantes congregados en torno a vehículos con la bandera azul de la ONU, alzando pancartas con la inscripción "no pararemos hasta conseguir la libertad". Los mismos activistas informaron de que los disparos del Ejército mataron a cuatro personas después de que se fueran los inspectores de Naciones Unidas, dato incomprobable porque no está permitida la entrada de periodistas en el país.

    Según los recuentos de la ONU, desde que comenzó la revuelta en marzo han muerto unas 2.200 personas, entre las que figuran 500 soldados. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que ha ordenado una investigación sobre los posibles crímenes cometidos por las fuerzas del régimen, señala que decenas de miles de personas, soldados incluidos, han sido detenidas. El Gobierno de Damasco culpa de las víctimas a "grupos armados" de tendencia islamista.

    El embajador de Estados Unidos en Siria, Robert Ford, visitó ayer Jassem, una localidad en el sur del país donde se han registrado graves protestas. En esta ocasión disponía de autorización gubernamental. Un viaje anterior de los embajadores de Estados Unidos y Francia al sur de Siria, donde expresaron su respaldo a los manifestantes, fue condenado por el Gobierno como "prueba" de que Washington quería "incitar a la violencia".

    Libia: ¿dónde puede estar Gadafi?


    Muamar Gadafi

    Muamar Gadafi no ha sido visto en público desde el pasado mayo.

    Los rebeldes toman su cuartel general y el coronel Gadafi responde que luchará hasta el fin y que su retirada es sólo táctica. Los rebeldes, naturalmente, no le creen, pero tampoco creen que habrá tranquilidad en Libia hasta que el líder y su entorno sean capturados. Pero, ¿dónde puede estar Gadafi?

    "Creemos que está en Trípoli o muy cerca de Trípoli" -le dijo a la BBC Guma el-Gamaty, portavoz del Consejo Nacional para la Transición.

    "Tarde o temprano, lo encontraremos, ya sea vivo y arrestado - y ése es el final que esperamos - o, si resiste, lo mataremos".

    Cualquiera que sea el resultado, por el momento, el paradero exacto de Gadafi y su entorno es totalmente desconocido, y esto podría explicarse en virtud de una serie de túneles que- presuntamente- se extienden por Trípoli, y hacia las afueras de la capital.

    El periódico británico The Daily Telegraph afirma que estos túneles fueron construidos a mediados de los '80, como parte de un vasto sistema de irrigación.

    Según el mismo periódico, al menos los túneles construidos bajo Trípoli le son conocidos a la OTAN, ya que la mayoría de ellos fueron construidos por compañías occidentales.

    El hotel Rixos

    Anoche, entre las 8 y las 9, el enviado especial de la BBC a Trípoli, Rupert Twinfield-Haze presenció un nutrido intercambio de disparos entre los rebeldes y fuerzas leales a Gadafi, parapetadas en el bosque de detrás del el ex cuartel general de Bab al-Aziziya.

    Corresponsales extranjeros en Hotel Rixos

    Los corresponsales extranjeros están detenidos por las fuerzaxs de Gadafi en el hotel Rixos

    Hoy, en la mañana, aviones de la OTAN dejaron caer sus bombas en distintos lugares de la capital libia, donde todavía hay resistencia.

    Uno de esos lugares que aún resiste es el área donde se sitúa el Hotel Rixos.

    El sector está todavía en manos de los partidarios de Gadafi, los que se han encargado de mantener a los periodistas extranjeros detenidos en el interior.

    El edificio presenta más de una particularidad. Según Rupert Twinfield-Haze, la televisión libia se mudó, hace unos meses, a uno de sus sótanos, que es de donde realizan sus transmisiones.

    El periódico The Daily Telegraph, describió, en mayo pasado, una escalera al sótano que conducía, a través de un pasadizo de azulejos blancos, hasta una puerta metálica clausurada, a la que le faltaba la manija.

    El periodista del Daily Telegraph había bajado a investigar luego de una extraña conferencia de prensa de Gadafi en el hotel, a la cual nadie lo vio entrar ni salir.

    La teoría es que hay un búnker en el edificio capaz de acoger a Gadafi, familiares y guardia personal.

    Sirte

    Es la ciudad natal de Muamar Gadafi, y se encuentra hacia el este de Tripoli, una de las ciudades favorecidas por la asistencia económica del régimen del ex líder libio, es también uno de sus bastiones.

    Los rebeldes llegaron a un acuerdo pacífico con sus habitantes y no penetraron en Sirte en ningún momento de la campaña.

    Este podría ser un lugar de refugio obvio de Gadafi y la OTAN informó que se habían disparado misiles Scud contra la ciudad de Mizrata, desde las cercanías de Sirte.

    Sabha

    A algunos cientos de kilómetros al sur de Trípoli, en pleno desierto, se halla la ciudad de Sabha, la ciudad de los ancestros de Gadafi, como otro posible escondite.

    Es una área donde Gadafi confía en tener mucho apoyo. Es una zona clave para la actividad petrolera, con sus oleoductos, pozos petroleros y refinerías, un territorio muy delicado para las perspectivas de un nuevo gobierno.

    El posible escondite presenta dos características: primero, dejaría a Gadafi aislado del centro del conflicto y, segundo, la ubicación le permitiría la posibilidad de escapar por la frontera, hacia Chad o Níger.

    En concreto

    Partidarios de Gadafi en Sirte

    Sólo en julio pasado, manifestaciones de partidarios de Gadafi en Sirte, ciudad natal del ex líder libio.

    Lo cierto es que Gadafi no ha sido visto en público desde mayo, y una de sus últimas apariciones en la televisión fue a mediados de junio, mientras jugaba ajedrez con el presidente de la Federación Mundial, Kirsan Ilyumzhinov, con quien al parecer habló esta semana por teléfono.

    Sudáfrica, país que ha dirigido los esfuerzos de la Unión Africana en busca de una solución a la crisis, tuvo que desmentir, el lunes, que había enviado aviones a Libia para ayudar a escapar al coronel Gadafi.

    El Departamento de Defensa de Estados Unidos, el lunes, dijo creer que Gadafi no había abandonado Libia.

    Mientras tanto, en Londres, el corresponsal de seguridad de la BBC, Gordon Corera, dice que el MI6, el servicio de inteligencia británico que opera en el extranjero, movilizará sus contactos y agentes en el terreno para tratar de hallarlo, mientras que el centro de escuchas en el ministerio de Defensa intentará interceptar cualquier comunicación.

    Sin embargo, lo único cierto es que, en estos momentos, no se sabe dónde está el coronel Muamar Gadafi.