viernes, 17 de junio de 2011

LA CAÍDA DE LA CASA DE ASSAD


Es demasiado tarde para que se salve el régimen sirio.


ADEM ALTAN/AFP/Getty Images

Selmiyyeh, selmiyye”, “en paz, en paz”, fue uno de los eslóganes más contagiosos de la revolución tunecina. Lo gritaron en Egipto, donde, en algunos casos extraordinarios, los manifestantes contrarrestaron la violencia del Estado diciendo sencillamente a los policías que se tranquilizasen y no tuviesen miedo. En ambos países, las manifestaciones y huelgas, en su mayor parte no violentas, lograron separar al alto mando militar de la familia gobernante y sus acólitos, y se evitó la guerra civil. Además, las instituciones gubernamentales demostraron ser más fuertes que los regímenes que se habían apoderado de ellas. Aunque los opositores no tuvieron reparos en defenderse (con piedras, no con armas) cuando les atacaban, con el éxito de su movimiento de masas pacífico pareció que los árabes reivindicaban las estrategias de resistencia no violentas de Gandhi. Pero entonces llegaron otras rebeliones mucho más difíciles en Bahrein, Libia y Siria.

Pese a los más de 1.300 muertos y más de 10.000 detenidos, según los grupos de derechos humanos, todavía se oye selmiyyeh en las calles sirias. Es evidente por qué los organizadores de las protestas quieren que siga siendo así. El régimen, que controla las armas pesadas y tiene a los combatientes mejor entrenados, saldría victorioso de cualquier batalla campal. Además, la violencia alejaría de la oposición a las bases que la rebelión tanto está esforzándose en conquistar: la clase media alta, las minorías religiosas, los partidarios de la estabilidad ante todo. Quitaría la razón moral a los rebeldes y relajaría las presiones internacionales sobre el régimen. Y contribuiría a la propaganda de éste, que, en contra de todas las pruebas, presenta a los manifestantes desarmados como grupos muy organizados de infiltrados y terroristas salafistas.

El régimen exagera las cifras, pero no hay duda de que hay soldados a los que están matando. Las pruebas consistentes se pierden en la niebla, pero existen informaciones fiables y constantes, respaldadas por vídeos de YouTube, sobre militares amotinados contra los que disparan las fuerzas de seguridad. Otros que han desertado cuentan que los mujabarat se colocan detrás de ellos mientras disparan contra los civiles y observan si alguno desobedece. Después de un motín a pequeña escala en la región de Homs, se informó de un ataque con carros de combate y un bombardeo aéreo. Las tensiones dentro del Ejército aumentan.

Y ahora da la impresión de que una pequeña minoría de manifestantes ha decidido empuñar las armas. Los sirios –incluidos los partidarios del régimen y los apolíticos, igual que todos los demás—se ha dedicado a comprar armas de contrabando desde que comenzó la crisis. La semana pasada, por primera vez, los activistas contra el régimen dijeron que las poblaciones de Rastán y Talbiseh hacían frente a los carros de combate con cohetes lanzagranadas. Algunas informaciones contradictorias procedentes de Jisr al Shaghour, la ciudad asediada próxima a la frontera noroeste con Turquía, hablan de un combate armado entre habitantes locales y el Ejército. Y una muchedumbre destrozada por las muertes linchó a un agente de lamujabarat en Hama.

La violencia se alimenta a sí misma y da la impresión de que Siria se desliza hacia la guerra

El paso a la violencia es poco recomendable pero quizá inevitable. Cuando se lanzan ataques militares contra zonas residenciales, cuando se tortura a los niños hasta la muerte, cuando se detiene a jóvenes sin motivo y se les dan palizas, se les electrocuta y se les humilla, algunos sirios deciden defenderse. La violencia se alimenta a sí misma y da la impresión de que Siria se desliza hacia la guerra.

Existen dos posibles perspectivas de guerra civil. La primera comienza con una intervención turca. Desde la independencia de Siria en 1946, las tensiones se han desbordado y han alcanzado a la provincia turca de Hatay, que los sirios denominan Wilayat Iskenderoon y es la región árabe regalada injustamente por los franceses a Kemal Ataturk. En 1998 estuvo a punto de estallar la guerra porque Damasco había dado refugio al líder separatista kurdo Abdullah Ocalan, que hoy se encuentra en una cárcel turca. Pero, desde la ascensión del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía, con su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, y la llegada de Bashar el Assad a la presidencia heredada en Siria, las relaciones han mejorado muchísimo. Ankara ha invertido un inmenso capital económico y político en su vecino sirio, ha creado una zona de libre comercio del Levante y se ha distanciado de Israel.

Al principio de las protestas, Erdogan consiguió que Al Assad le prometiera reformas, pero luego ha observado con una consternación cada vez más visible cómo se rompían esas promesas. Ha hecho repetidas advertencias a Siria contra las matanzas y sus consecuencias (el 9 de junio, dijo que la actuación de las fuerzas de seguridad eran “salvajes”). La reacción de Damasco recuerda a la de Israel tras el asalto mortal del año pasado al Mavi Marmara: difamar a su segundo aliado más importante y emprender una irascible ruta de autodestrucción.

La intervención militar turca es poco probable, pero, si los 4.000 refugiados que se calcula que han cruzado la frontera hasta ahora se convierten en una marea, sobre todo si los kurdos empiezan a exiliarse en masa, es posible que Turquía decida crear una zona segura en el norte o el nordeste de Siria. Ese territorio podría convertirse en el Bengasi sirio, un posible refugio para una oposición local y más creíble que los dirigentes en el exilio que se reunieron hace poco en Antalya, Turquía, y un destino para los soldados que quisieran desertar y sus familias. Desde allí, un consejo de oficiales desertores podría organizar ataques contra el régimen, lo cual añadiría la presión militar a la económica y la diplomática.

La segunda posibilidad es una guerra entre facciones, como las de los vecinos Irak y Líbano. Aunque la mayoría de la gente tiene amigos de todas las comunidades, el sectarismo sigue siendo un problema real en Siria. La familia gobernante pertenece a la comunidad alauí, históricamente oprimida. Los otomanos consideraban que los alauíes eran herejes, no “pueblos del libro”, y por tanto les negaban –a diferencia de los cristianos, judíos y la corriente mayoritaria de los musulmanes, los chiíes— todos los derechos legales. Antes del ascenso del partido Baaz y la revolución social que encabezó, las niñas alauíes trabajaban como criadas en las ciudades suníes. Ahora algunos temen que esos tiempos estén volviendo y están dispuestos a luchar para impedirlo. El estancamiento social de la dictadura ha hecho difícil hablar de los prejuicios sectarios en público, y eso, a veces, ha hecho que se acumule el resentimiento. En la mayoría suní hay quienes creen que los Assad representan a toda la secta alauí y, por extensión, odian a toda la comunidad.

Todo esto no quiere decir que el conflicto entre facciones sea inevitable. En la Siria actual, quizá son más importantes las divisiones de clase y regionales. Las familias empresariales suníes han sido absorbidas en la estructura de poder, mientras que los alauíes desfavorecidos han sufrido tanto como los demás grupos. Los manifestantes, conscientes del peligro, gritan sin cesar eslóganes de unidad nacional. Y, tanto en Líbano como Irak, los catalizadores de la guerra civil fueron intervenciones externas, no la agitación interior.

En Siria, puede que el catalizador sea el propio régimen. Simular la guerra entre facciones es una de las tácticas preferidas del Gobierno. En marzo, la milicia shabiha intentó crear una brecha social en Latakia fingiendo que eran un grupo de matones suníes que disparaban contra zonas alauíes y un grupo de matones alauíes que aterrorizaban los barrios suníes. Los sirios dicen que el régimen está armando a aldeas alauíes y confiando en que se repita la situación de los 80, en los que existió un auténtico problema de violencia sectaria representado por los Hermanos Musulmanes, a los que derrotó en la matanza de Hama en 1982.

El peligro del simulacro es que puede convertirse en realidad. Si el régimen no se desintegra a toda velocidad, el Estado desaparecerá poco a poco, y entonces es posible que tomen la iniciativa matones de los que se granjean la lealtad de las comunidades locales a base de garantizar los servicios básicos y vengar a los muertos. Si la violencia prosigue al ritmo actual mucho tiempo más, es fácil que se formen milicias locales y partidistas, y que los suníes reciban dinero del Golfo Pérsico.

Esta posibilidad sería un desastre para los sirios de toda condición. Las repercusiones se harían sentir en Líbano (que probablemente se vería arrastrado a la refriega), Palestina, Irak, Turquía y más allá. Asimismo podría dar nueva vida a los grupos nihilistas wahabíes que han perdido relevancia gracias a los nuevos aires democráticos en la región.

Confiemos en que el grano estalle antes de que se produzca ninguna de estas guerras. Puede que la economía sufra una caída catastrófica y, en ese momento, prácticamente todos los sirios tendrían que escoger entre la revolución y morir de hambre. Sometido a presiones constantes, el régimen puede autodestruirse a base de conflictos internos o rendirse cuando las deserciones en masa hagan imposible la opción militar. Todavía no está claro de qué forma estallará el grano. Lo que parece indudable es que el régimen no va a conseguir que Siria vuelva al redil.

La guerra, cada vez más privada


Libia es el nuevo hábitat de mercenarios contratados por Gadafi y empresas de seguridad militar occidentales - El negocio mueve 100.000 millones al año


John Edward López, colombiano de 24 años, es uno de los numerosos exmilitares de su país que en las últimas dos semanas han contestado a una peculiar oferta de empleo en Internet. Se trata de trabajar como mercenario en Emiratos Árabes Unidos durante al menos un año. En el anuncio se requiere experiencia en combate. Él dice tenerla. "He estado en el Guaviare y Meta [zonas con presencia de las FARC]" y, agrega, no tiene miedo del riesgo que podría suponer este trabajo. El sueldo prometido es de 2.550 dólares al mes, cinco veces más de lo que ganaba hasta ahora.

EE UU y Reino Unido rechazan una regulación internacional

La palabra mercenario es tan controvertida como las actividades que el gremio lleva a cabo por el mundo. Llámense contratistas o empresas de seguridad militar privadas, están en plena expansión y vivieron su propia burbuja con las guerras de Afganistán e Irak. Entre 2001 y 2006 brotaron más empresas y se consolidaron las grandes multinacionales estadounidenses y británicas, que controlan el 70% del sector. Hoy, el negocio mueve 100.000 millones de dólares anuales (70.000 millones de euros), según la ONU.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU debatió recientemente en Ginebra la necesidad de dotar de un marco legal internacional a estas empresas. De establecer con claridad, para todos los países, cuáles son las funciones que pueden desempeñar y cuáles corresponden exclusivamente a los Estados. En realidad, llevan años discutiendo el tema. El principal escollo es la negativa occidental (sobre todo, Francia, Reino Unido y EE UU, donde están las principales compañías), que prefiere la autorregulación. La industria también, claro.

José Luis Gómez del Prado, presidente del grupo de trabajo de la ONU sobre el tema que ha documentado desde 2006 decenas de irregularidades cometidas por estas empresas, explica que "hay un gran vacío legal. El problema es la falta de rendición de cuentas de las compañías, aunque las haya contratado un Gobierno con los impuestos del contribuyente. El ejemplo más claro es Blackwater". El 16 de septiembre de 2007, un grupo de empleados de esta empresa, que ahora se llama Xe Services, ante la sospecha de un ataque de la insurgencia, disparó contra civiles en la concurrida plaza de Nisour, en Bagdad. Mataron a 17 personas e hirieron a 24. Este suceso desató la indignación de los iraquíes y simbolizó la impunidad que suponía la privatización de la guerra. Nadie ha sido condenado todavía por esos hechos. Una maraña legal y jurisdiccional lo ha impedido hasta que en abril un tribunal de EE UU reactivó el caso.

Uno de los temores de la ONU es que "se use a mercenarios o se recurra a estas empresas para reprimir movimientos prodemocráticos", como apunta Gómez del Prado.En Libia, Muamar el Gadafi ha utilizado a mercenarios africanos para tratar de aplastar la revuelta interna que ha desembocado en guerra civil. Algunos de ellos, capturados por los rebeldes, explicaron a Reuters que las autoridades libias les engañaron o los reclutaron por la fuerza y les dieron armas. Al Yazira filmó hace dos semanas a un grupo de hombres occidentales armados hablando con los rebeldes en la primera línea de fuego cerca de Misrata. Al día siguiente, The Guardian informó de que eran antiguos militares británicos que ayudaban a la OTAN a identificar objetivos para bombardeos.

El episodio es confuso. Pero sí parece verosímil que en un país del que se ha apoderado el caos, sin apenas control fronterizo por el este, se cuelen espías y compañías de seguridad militar privadas que han encontrado en Libia un nuevo hábitat. SGSI Group es una de ellas. Su fundador y gerente, Víctor González Moreno, de 41 años, afirma que está en Bengasi desde hace un par de meses. Explica que tienen a 50 trabajadores allí y que se dedican a adiestrar en el uso de las armas al improvisado ejército que busca derrocar a Gadafi. Asegura, a través de una entrecortada conversación por Skype, que ya han entrenado a unos 1.500 hombres. SGSI Group fue fundada en 1997 con capital español, pero está radicada en Gibraltar. Su responsable de prensa, Mar Monsoriu, afirma que tienen un campo de entrenamiento en Cesárea (Israel). El director de SGSI subraya que no cobran por entrenar a los civiles libios. Pero confía en que sea una inversión de futuro: "No digo que una vez pase la tormenta no vayamos a quedar en muy buena situación con los posibles nuevos clientes".

En este negocio es importante la nacionalidad y la formación. En las tarifas internacionales que maneja el grupo de trabajo de la ONU respecto a los contratistas en Irak, un ex Navy Seal o un exmarine de EE UU, un exlegionario francés o un británico cobran hasta 30 veces más (unos 30.000 dólares al mes) que un hondureño, un indio o un peruano, que cobrarían unos mil euros.

Los mercenarios no solo trabajan en guerras. Ni solo para empresas. La propia ONU contrata seguridad privada para proteger a su personal o sus edificios, igual que ONG o periodistas en zonas de conflicto. Las empresas de seguridad militar han logrado hacerse necesarias allí donde los Estados prefieren mirar para otro lado o es demasiado caro actuar.

miércoles, 15 de junio de 2011

El ISI, el misterioso servicio secreto paquistaní que desafía a Washington



Con el arresto de cinco personas acusadas de espiar para la CIA, el cuerpo de inteligencia paquistaní acentúa su enfrentamiento con la Casa Blanca.

Oficial de policía de Pakistán
Oficial de policía de Pakistán | Reuters


La tormentosa relación entre Estados Unidos y Pakistán volvió a los titulares este miércoles. El detonante, la noticia de que la principal agencia de inteligencia paquistaní, el directorio de Inteligencia Inter-Servicios (ISI), arrestó a cinco personas acusadas de ser informantes de la CIA en ese país.

El episodio promete aumentar aún más el resquemor que muchos gobiernos occidentales sienten por los servicios secretos paquistaníes, a veces descritos como un organismo más poderoso que el gobierno civil al que supuestamente responden.

Y pese a que Pakistán es formalmente un aliado de Estados Unidos en la llamada "guerra contra el terror", el ISI ha enfrentado frecuentes acusaciones de jugar a dos bandos en la lucha contra al-Qaeda y el Talibán.

Desde que fuerzas especiales estadounidenses mataron al líder de al-Qaeda, Osama bin Laden, las preguntas sobre si el ISI sabía o no de su paradero no han dejado de surgir.

Pakistán ha criticado la acción estadounidense, describiéndola como una violación de su soberanía.

El corresponsal de la BBC en Islamabad, M Ilyas Khan, asegura que en las semanas después del operativo, las autoridades paquistaníes parecen no escatimar esfuerzos para desenterrar informantes de la CIA, al tiempo que muestran poco interés en arrestar simpatizantes talibanes o de al-Qaeda.

Las autoridades paquistaníes insisten, sin embargo, que su país ha realizado grandes sacrificios en el conflicto contra los extremistas.

Lealtad

Las dudas sobre los intereses reales de los servicios secretos paquistaníes no son nuevas.

En documentos filtrados por WikiLeaks en abril de 2011, funcionarios de Washington describen al ISI como una organización "terrorista" de la misma forma que al-Qaeda y el Talibán.

Ese mismo mes, el más alto oficial de las fuerzas militares de EE.UU., el almirante Mike Mullen, también acusó al ISI de tener vínculos con el Talibán.

Mullen habló de una "relación de larga data" con un grupo militante regido por la insurgencia afgana Jalaludin Haqani, según informa la corresponsal de la BBC en Pakistán, Orla Guerin.

La lista no termina ahí. En junio de 2010, el ISI fue acusado de dar fondos, entrenamiento y un santuario al Talibán afgano en mayor escala de lo que se pensaba.

Un artículo publicado por la institución universitaria británica London School of Economics (LSE) argumenta que agentes de la inteligencia paquistaní incluso asistieron a reuniones del consejo supremo del Talibán y que apoyarlos era una "política oficial del ISI".

La preocupación entre las potencias occidentales sobre el rol del ISI fue expresada en 2010 por el primer ministro británico, David Cameron.

El jefe del gobierno del Reino Unido sugirió que elementos en Islamabad eran culpables de promover "la exportación del terror".

El gobierno paquistaní ha rechazado constantemente todas las alegaciones contra el ISI como "propaganda negativa" de parte de EE.UU. y sus aliados.

También han rechazado las acusaciones de que el ISI se comporta como un "estado dentro de un estado" y que estuvo envuelto en tráfico de drogas.

Turbulencias políticas

La verdad siembre será turbia, porque como otras unidades de inteligencia, el misterioso ISI guarda sus secretos celosamente y no existen pruebas concluyentes en su contra.

Sobre lo que no hay dudas, sin embargo, es que la agencia es un órgano central de la maquinaria militar paquistaní y ha jugado un rol, a veces dominante, en la volátil política del país.

El ISI fue fundado en 1948, cuando Pakistán entró en guerra con India por primera vez sobre la disputada región de Cachemira, como el cuerpo encargado de coordinar las funciones de inteligencia entre el ejército, la fuerza aérea y la naval.

En los años 50, cuando Pakistán se unió a las alianzas anticomunistas, sus fuerzas armadas y el ISI recibieron considerable apoyo de Occidente, tanto entrenamiento como equipamiento.

La atención del ISI se centró en India, considerado el archienemigo de su país.

Pero cuando Ayub Khan, el comandante del ejército, dio el primer golpe exitoso en 1958, se expandieron las actividades de la organización en el plano interno.

Un estado nuevo, formado de diversos grupos étnicos dentro de lo que algunos describen como fronteras artificiales, Pakistán se enfrentó al reto del separatismo.

Su historia temprana giró mucho tiempo en torno a las regiones buscando autonomía política y el aparato central tratando de consolidar la unidad del país.

El ISI no sólo montó vigilancia en partidos y políticos, a menudo se infiltró, cooptó, engatusó o coaccionó para apoyar la agenda centralista del ejército.

En secreto

La invasión soviética de Afganistán en diciembre de 1979 transformó los destinos del cuerpo secreto.

Toda la ayuda estadounidense recibida por los rebeldes mujaidines afganos llegó a través de Pakistán y fue manejada por el ISI, cuya oficina afgana coordinó las actividades operativas con las guerrillas.

Eso se hizo en tanto secreto que el propio ejército paquistaní fue mantenido al margen.

Las divisas ayudaron a establecer cientos de madrasas (escuelas religiosas islámicas) en Pakistán y en áreas fronterizas.

Esto convirtió a miles de estudiantes en militantes mujaidines en la campaña antisoviética.

El ISI gestionó la operación, manejando decenas de miles de toneladas de municiones cada año y coordinando la acción de varios cientos de miles de combatientes. Todo en gran secreto.

En 1989, la Unión Soviética retiró sus fuerzas de ese país.

La década que duró la guerra en Afganistán, no sólo dio una enorme experiencia en el trabajo encubierto al ISI, también creó una vasta reserva de mano de obra, disponible para moverse como ficha en la geoestrategia de la región.

A pesar de los desmentidos de Islamabad, India ha acusado a Pakistán, especialmente al ISI, de estar envuelto en ataques en varios lugares de su país, incluido el de 2008 en Bombay, en el que murieron 165 personas.

Las desigualdades sociales en China desatan una oleada de protestas violentas



Un fuerte dispositivo de antidisturbios ha sido desplegado en la ciudad de Zengcheng, en la provincia sureña de Guangdong (Cantón), donde el pasado fin de semana miles de trabajadores chinos emigrantes se volvieron contra el Gobierno local y quemaron edificios oficiales, atacaron coches de policía y se enfrentaron a las fuerzas del orden, en respuesta al ataque sufrido el viernes por una vendedora ambulante embarazada por parte de unos agentes de seguridad. Los antidisturbios instalaron controles en las calles y patrullaron la ciudad, que ayer permanecía tranquila.


    Los choques se desataron después de que trascendiera que Wang Lianmei, de 20 años, había sido tirada al suelo cuando los agentes intentaban desalojarla de la calle en una operación contra la venta callejera. Fue la chispa que encendió un estallido de rabia, que pone de manifiesto la frustración que alberga una gran parte de la población china. Las causas de esta frustración son las grandes diferencias sociales, la corrupción, los continuos abusos de poder y las subidas de los precios, en especial los alimentos y la vivienda. Pekín anunció ayer que la inflación alcanzó en mayo el 5,5%, la cifra más alta desde julio de 2008.

    Vecinos de Zengcheng aseguraron a la agencia Associated Press que han recibido instrucciones de no salir por la noche y de no difundir fotos de los disturbios en Internet. Las imágenes de los coches ardiendo se propagaron durante el fin de semana por teléfono e Internet antes de que los censores pudieran borrarlas.

    Los dueños de las fábricas han recibido instrucciones de vigilar a sus empleados. Los directivos de más de 1.200 empresas de la zona fueron convocados el lunes y recibieron orden de que presten atención para saber dónde están sus trabajadores. La mitad de los 800.000 habitantes de Zengcheng son emigrantes de otras provincias, especialmente de Sichuan.

    Las protestas sociales se han convertido en frecuentes en la última década en China, pero las últimas semanas han sido especialmente turbulentas. El mes pasado se registraron en la región de Mongolia Interior las mayores manifestaciones en dos décadas. Las protestas fueron desencadenadas por la muerte de un pastor local, atropellado por un camión de transporte de carbón. Además, cientos de emigrantes atacaron edificios del Gobierno a principios de junio en Chaozhou (Guangdong), para pedir que la empresa en la que trabajaban les pagara los salarios que les debía. Y miles de personas se manifestaron violentamente en la ciudad de Lichuan (provincia de Hubei), después de que un respetado funcionario local muriera mientras se encontraba bajo custodia policial. El funcionario fue detenido por aceptar supuestos sobornos, pero su familia cree que la causa fue que acusó a otros funcionarios de corrupción en operaciones de expropiación.

    lunes, 13 de junio de 2011

    Erdogan promete una Constitución para 'los turcos, los kurdos, los gitanos...'


    El primer ministro turco, Erdogan, con su esposa, habla a sus seguidores en Ankara. | Ap

    El primer ministro turco, Erdogan, con su esposa, habla a sus seguidores en Ankara. | Ap

    • El primer ministro turco asegura que la nueva Carta Magna será consensuada

    "Será la Constitución de los turcos, los kurdos, los gitanos, las minorías...". Recep Tayyip Erdogan, confirmado en el puesto de primer ministro de Turquía por los comicios del domingo, hizo de la necesidad virtud en su primer discurso tras cerrarse los colegios electorales. Su partido, el conservador y religioso AKP, en el poder desde 2002, no ha llegado a los 330 diputados, la mayoría de tres quintos que permite someter a referéndum un cambio constitucional. Con sólo 326, cualquier propuesta de reforma debe contar con votos de la oposición.

    Todos los partidos ―mejor dicho, las cuatro formaciones que han accedido al Parlamento― tienen hoy motivo para celebrar. El AKP, porque ha subido del 46% del respaldo popular en 2007 hasta el 49,9% de ahora. Todo un aprobado para su gestión económica, pese a que el reparto electoral significa una fuerte pérdida de escaños.

    El CHP respira aliviado porque no sólo ha incrementado su apoyo del 20,8% al 25,9% sino porque, además, el único partido que ha ganado escaños en el hemiciclo: contará con 135 diputados, 23 más que antes, y porque, en palabras de su líder, Kemal Kiliçdaroglu, se ha hecho "con 3,5 millones de nuevos votantes". "Nadie tiene derecho a perder la esperanza", aseguró al prometer que, dentro de cuatro años, esta formación socialdemócrata renovaría su asalto al poder.

    Dimisión previa

    Aún así, el diario progubernamental 'Zaman' cree que Kiliçdaroglu puede tener que afrontar en las próximas semanas reproches del bando agrupado en torno a su predecesor, el veterano dirigente Deniz Baykal, que fue forzado a dimitir hace un año tras difundirse un vídeo de contenido sexual.

    Kiliçdaroglu se había impuesto en un difícil congreso, consciente que su futuro dependería de su resultado en las elecciones. La subida parece suficientemente fuerte como para afianzarle en el cargo, aunque hay quien le reprocha no haber alcanzado el 29%, marca del CHP en los comicios locales de 2009.

    El partido ultranacionalista MHP, cuyo discurso electoral se centraba en la lucha contra el "terrorismo kurdo", pierde tanto votos ―del 14,3% baja a un 13% raspado― como escaños ―se queda en 54%― pero también su líder, Devlet Bahçeli, habló de "un éxito", teniendo en cuenta "las conspiraciones antes de las elecciones para hacer caer la formación por debajo del umbral del 10%", lo que le habría excluido del Parlamento. Una referencia a la serie de vídeos aireados en el último mes que mostraban a seis candidatos del partido, todos casados, en relaciones íntimas con estudiantes o prostitutas.

    Alegría en el partido prokurdo

    Y tienen motivo para celebrar los simpatizantes del BDP, el partido prokurdo: de 20 escaños saltan a 36 en el Parlamento. Los candidatos respaldados por esta formación, que se presentan como independientes para evitar el umbral electoral, recogieron el 5,9% a nivel nacional y arrasaron en siete provincias del sureste kurdo, pero tres de ellos también ganaron en Estambul. Tendrán su palabra en el diseño de la nueva Carta Magna que en el futuro deberá reemplazar la actual, aprobada dos años después del golpe militar de 1980. Entre sus demandas más insistentes: reformular los párrafos que definen a cualquier ciudadano de la República como "turco", ya que este término excluye, según ellos, su identidad como kurdos. También la enseñanza primaria en kurdo y la bajada del umbral electoral a un 5%, lo que les permitiría competir como partido y abriría el hemiciclo tal vez a otras formaciones. Acabaría también con el sistema actual que permite subir en las urnas pero perder escaños y obliga al "voto útil": de los 15 partidos en la papeleta, 11 no llegaron siquiera al 1%, y sólo el islamista Saadet superó, por poco, esta marca. Entre todos sumaron justo un 4,5%. "Mejor tirar tu voto a la papelera que dárselo a un partido pequeño", resumió un votante, un estudiante que se considera de izquierda pero apoyó al CHP.

    Egipto legaliza a los salafistas


    • Defensores de una interpretación radical del islam suní, podrían concurrir en las elecciones


    La transición egipcia ha hecho posible lo que era inimaginable hace tan solo cinco meses. Los salafistas, defensores de una interpretación rigorista y radical del islam suní, cuentan desde este lunes con Al Nur ('La luz', en árabe), un partido legal que podría concurrir en las elecciones parlamentarias previstas para el próximo septiembre.

    La formación, constituida en la ciudad mediterránea de Alejandría, obtuvo el pasado domingo el plácet del Comité de Asuntos sobre Partidos Políticos, por lo que su actividad es plenamente legaldesde este lunes.

    Además de salafistas, "Al Nur" cuenta entre sus miembros con mujeres y cristianos. "Es un partido salafista que agrupa a jóvenes, pero los clérigos no tienen nada que ver con la formación", señalóYaser Metwalli, uno de sus fundadores, al diario egipcio Al Masry Al Youm. El grupo aún no ha decidido si participará en los próximos comicios parlamentarias y presidenciales ni si permitirá que un copto o una mujer aspiren a la jefatura del Estado.

    "Al Nur" es el primero de los partidos que espera fundar estacorriente islámica. El siguiente en ser autorizado debería ser "Al Fadila" (La virtud). La nueva formación ha debido salvar los requisitos fijados en la actual ley de partidos, reformada en marzo por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. La normativa fija un mínimo de 5.000 rúbricas para fundar una formación política y mantiene la prohibición de establecer partidos basados "en principios religiosos, de clase, geográficos, de sexo, idioma, religión o credo".

    Cuenta con mujeres y cristianos

    Según Metwalli, "el partido no es religioso pero sí tiene un marco de referencia religioso". No obstante, afirmó que defiende la democracia "siempre y cuando no contradiga la sharia islámica(conjunto de leyes islámicas)". "Nos opondremos a cualquier cosa que contradiga la sharia islámica, incluso si es aceptado por la mayoría".

    El partido, formado por una de las corrientes salafistas más populares en Egipto, marca un giro de estrategia en un colectivo que había permanecido alejado de la arena política hasta el final de la dictadura. Durante el régimen del ex presidente Hosni Mubarak, los salafistas transmitían sus consignas ultra religiosas a través de canales de televisión como "Al Nas" (La gente) y "Al Hafez" (El protector), muy seguidos por la audiencia egipcia.

    Miembros de este movimiento rigorista han sido acusados de ser autores de los últimos sucesos de violencia sectaria como el ataque a una iglesia en el barrio cairota de Imbaba, que se cobró la vida de 15 personas y dejó centenares de heridos.

    "Al Nur" es el tercer partido de referencia islámica legalizado por el Gobierno. El 19 de febrero, pocos días después de la salida de Mubarak, se concedió estatus legal al partido islamista moderado Al Wasat Al Jadid (Nuevo Centro), que llevaba 15 años luchando para lograr la legalización. El 6 de junio fue autorizado "la Libertad y la Justicia", formación creada por los Hermanos Musulmanes
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