jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Está el mundo más seguro por la "guerra contra el terrorismo"?


Pocos días después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaró el inicio de la llamada guerra contra el terrorismo con el fin explícito de encontrar y eliminar a los responsables de los ataques y a cualquier otro grupo o individuo extremista que atentara contra la seguridad de ese país y sus aliados.

La iniciativa abarcó todo el mundo y marcó el destino de la primera década del siglo XXI: dos largas, sangrientas y costosas guerras en el Medio Oriente y Asia Central; tensión internacional, étnica y religiosa; conflictos en torno al derecho internacional y humanitario; limitaciones a las libertades y un profundo cambio en la cotidianidad.

A pesar del espectacular operativo de la CIA que acabó con la vida de Osama Bin Laden y de atentados frustrados o malogrados, diez años después, ni el "terrorismo" ni la "guerra" en su contra han terminado. Es más, un centro especializado de investigación en las afueras de Washington D.C. ha registrado más actos terroristas desde el 11 de septiembre de 2001 de los que catalogó en un período de unos 20 años anterior a esta fecha.

Entonces, ¿ha sido efectiva esta guerra contra el terrorismo? ¿Acaso está el mundo más seguro ahora que antes?

Categorías de terrorismo

Comando antiterrorista de EE.UU. entrenando fuerzas filipinas en 2002

El frente de la actividad terrorista es global.

Las respuestas no son sencillas, deja entrever Gary La Free, director nacional del Consorcio para el Estudio de Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (START, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Maryland.

Aunque está financiado en gran parte por el Departamento de Seguridad Interna de EE.UU. (HLS), START es un programa independiente que agrupa decenas de académicos internacionales, recibe y analiza datos relacionados a la violencia extremista de todas partes del mundo para asesorar al gobierno y a los encargados de implementar las políticas de seguridad.

En esa relación, uno de los primeros tropiezos se presenta con la definición de "terrorismo".

"Muchas personas en Estados Unidos no considerarían las detonaciones de bombas contra clínicas de aborto como terrorismo"

Gary La Free, director de START

La Free explica que la palabra viene con mucho bagaje político y el centro ciertamente no acepta como absoluta la versión del gobierno estadounidense. De manera que no fuerzan a sus investigadores a ajustarse a ninguna definición, aunque señala que éstas no difieren mucho entre sí.

El académico también añade que esas definiciones determinan los tipos de terrorismo en los que se concentran.

"Muchas personas en Estados Unidos no considerarían las detonaciones de bombas contra clínicas de aborto como terrorismo, pero si caben dentro de una de nuestras categorías, las incluimos", afirmó La Free a BBC Mundo, añadiendo que el grupo no estudia el terrorismo de Estado, ni las limpiezas étnicas, ni acciones militares ni criminales.

Violencia radical en ascenso

Dentro de ese marco, START maneja una base de datos que va hasta 1970 -año que ven más o menos el del inicio del terrorismo moderno- y está dividido en dos períodos marcados como antes y después del 11-S.

Pasantes en el proyecto START

El proyecto START recopila datos sobre el terrorismo en todo el mundo.

El primer período incluye la actividad de organizaciones europeas como el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y ETA en España, los movimientos izquierdistas en América Latina, con una transición hacia la yihad o guerra santa asociada con grupos islámicos en los años 90.

El auge fue entre 1990-91, con un marcado declive en términos de número de ataques hasta 11-S, según el centro. Después de ese evento, aunque la frecuencia disminuyó en EE.UU., en el resto del mundo ha habido una constante alza de violencia extremista que casi alcanza un nuevo tope.

La Base de Datos sobre el Terrorismo Global (GTD, por sus siglas en inglés) del consorcio START, catalogó un promedio de 2.922 ataques terroristas anuales en todo el mundo, entre 1991 y 2001.

Países con mayor número de incidentes terroristas entre 1991 - 2000

  • Colombia 2585
  • India 1564
  • Pakistán 1554
  • Argelia 1487
  • Perú 1288

Fuente: Base de Datos sobre el Terrorismo Global

Mientras que ese promedio fue de 2.826 anuales a partir de 2001, la cifra se ha disparado a 3.994 por año entre 2006 y 2010. El total de ataques en 2010 fue de 4.669, casi igualando el récord de 4.680 en 1991.

El número de países que sufrieron este tipo de incidentes, 150, continúa siendo el mismo de antes y después de 11-S, pero ha habido un cambio geográfico en cuanto a dónde ha habido mayor concentración de ataques.

Entre 1991 y 2000, la lista la encabezaba Colombia, con Perú en el quinto lugar. A partir de 2002, hasta 2010, Irak ha sido víctima del mayor número de incidentes terroristas y Afganistán ocupa el cuarto lugar.

Países con mayor número de incidentes terroristas entre 2002 - 2010

  • Irak 6307
  • India 2749
  • Pakistán 2553
  • Afganistán 2443
  • Tailandia 1458

Fuente: Base de Datos sobre el Terrorismo Global

"Ese incremento de actividad es uno de los desafíos fundamentales que enfrentamos los académicos en el estudio del terrorismo", observó Gary La Free. "Mucho se generó en lugares como Irak y Afganistán y es muy difícil separar el terrorismo de el combate ordinario, del crimen o de otros tipos de violencia".

Otro de los desafíos que enfrenta el análisis del terrorismo es la identidad que se le ha atribuido con el islamismo. Aunque las investigaciones del programa START encontró en casi todos los estados de EE.UU. problemas con el terrorismo de grupos de extrema derecha, la mayoría de los encuestados tienen la tendencia a identificar el fenómeno con musulmanes.

"El asunto es que 11-S tuvo un profundo impacto en en nuestra manera de pensar y estamos tratando de ceñirnos a los hechos para tratar de equilibrar un poco el discurso", comentó La Free.

Eficacia de la "guerra"

No obstante hay quienes consideran que, desde la perspectiva de Estados Unidos, tener el extremismo islámico como un objetivo principal de la guerra contra el terrorismo es acertado.

Christopher Ford, experto en antiterrorismo del Hudson Institute, arguye que aunque hay muchas agrupaciones que tienen reclamos, muy pocas se embarcan en violencia transnacional, particularmente dirigida contra objetivos occidentales.

"Sería muy difícil no tener a los individuos comprometidos con la yihad en todo el frente y centro de los esfuerzos antiterroristas", declaró Ford.

Christopher Ford

Para Christopher Ford los esfuerzos para erradicar el terrorismo han dado resultados.

En ese sentido el experto considera que la guerra contra el terrorismo ha tenido una eficacia considerable.

Señala que las políticas de seguridad han forzado a estos extremistas a tener que recurrir cada vez más a métodos descabellados que finalmente han fallado, como el de los explosivos en zapatos, o en los calzoncillos, o el reciente conato con bomba en Times Square en Nueva York.

"La opinión convencional es que el adepto a la yihad no puede ser disuadido", dijo Ford explicando el concepto de los beneficios en la otra vida que supuestamente le esperan a los mártires de la causa.

"Pero tampoco quieren fracasar. Esta es gente pragmática que quiere tener éxito y se están viendo empujados cada vez más a utilizar técnicas más difíciles y marginales", expresó.

Christopher Ford también apunta a la exitosa cacería de Osama Bin Laden, no sólo por el espectacular golpe publicitario que fue, sino por lo que significó en términos de la complejidad del plan, los años de preparación y coordinación entre agencias, y el eventual despliegue de destreza en el operativo.

Zanahoria y garrote

Entretanto, los analistas de START coinciden en que, desde la perspectiva estadounidense, sí ha habido resultados positivos de la "guerra" , pero cuestionan su enfoque militar.

"Ir tras Osama Bin Laden fue necesario, pero no suficiente", dijo Gary Ackerman, director de investigaciones del consorcio y director asociado de proyectos especiales.

Ackerman considera que se debe ampliar la gama de frentes en el combate contra el extremismo abordando los fenómenos políticos, sociales, religiosos y culturales que generan agravios entre los que optan por la violencia.

"Estamos metidos en una carrera contra el diablo. Nosotros avanzamos, pero él también"

Gary Ackerman, START

Como uno de los principales asesores de START, Gary Ackerman hace constantes recomendaciones a los comités de Seguridad del Congreso, a las diferentes agencias federales y a la Casa Blanca.

"Les planteo cuál de dos posibilidades futuras quisieran ver: ¿50 miembros de al-Qaeda queriendo volar a Estados Unidos o 5 millones?"

"Me interesa que haya equilibrio. ¿Cuánta zanahoria, cuánto garrote?", propone como una manera de reducir la alienación que conduce al extremismo.

Aunque cree que se ha avanzado muchísimo en el análisis, respuesta y mitigación de la violencia radical, considera que este será un fenómeno que nunca desaparecerá.

"Se puede ver como un elemento eterno de la condición humana", expresó. "Estamos metidos en una carrera contra el diablo. Nosotros avanzamos, pero él también".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA ENCRUCIJADA LIBIA



Cinco paradojas del escenario libio tras la caída del régimen de Gadafi.


AFP/Getty Images

El régimen de Gadafi se acerca a su fin. Aunque caótica y a veces sangrienta, la estrategia militar desplegada en Libia durante estos últimos seis meses por fin ha resultado fructífera. La adhesión de Gadafi a la postura antioccidental y sus llamamientos a la solidaridad panafricana, panárabe y panislámica durante el proceso de revueltas árabes no bastaron para mantenerle en el poder.

No obstante, deberíamos observar los acontecimientos con un optimismo cauteloso. El país podría estar entrando en una nueva era, pero eso no significa que sus ciudadanos vayan a llegar con facilidad a un consenso sobre el tipo de futuro que desean. En Túnez y Egipto podemos observar claramente un día tras otro lo complicado que puede resultar un proceso de transición, incluso cuando se produce como resultado de los esfuerzos de una única nación, sin el más mínimo apoyo directo del extranjero. Por eso, la ecuación libia podría originar más dificultades, y una sucesión de paradojas de las que deberíamos ser conscientes a partir de ahora.

La primera paradoja es que, mientras el éxito de la Revolución Libia ha quedado garantizado por la acción de potencias extranjeras –empezando por la OTAN–, ninguna de ellas parece proclive a subrayar este detalle. De hecho, la OTAN tardó muchísimo en lograr su objetivo inicial implícito, es decir, la caída del régimen de Gadafi. Mientras sus miembros parecían creer en un principio que podrían derrocar al dictador con una Blitzkrieg(guerra relámpago), al final han acabado con seis meses de conflicto, miles de víctimas y de daños –muchos de ellos de los llamados colaterales– y el recientemente constituido Consejo Nacional de Transición (CNT) como único aliado. Por eso, es posible que la OTAN haya logrado en Libia lo que aún está lejos de conseguir en Afganistán, pero el período que se avecina podría demostrar también que la organización aún se encuentra muy lejos de poder conquistar los corazones y el pensamiento de la población.

Y así llegamos a la segunda paradoja: el éxito de la OTAN en Libia no significa que esa misma experiencia vaya a repetirse en otras partes del mundo árabe, al menos a corto plazo. El desarrollo de los acontecimientos en este país ha demostrado ser un campo lo suficientemente minado como para que Occidente y sus aliados se hagan una idea de lo complicado que puede ser la región. ¿Qué podría ocurrir pues si la OTAN o una coalición de países cayeran en la tentación de abrir un frente parecido en Yemen o Siria? Seguramente Libia parecería una delicia comparada con la complejidad y las sensibilidades, mucho más profundas, de esos dos Estados.

De hecho, la tercera paradoja es que, a pesar de la felicidad que expresaban muchos libios mientras los rebeldes entraban en Trípoli, ahora mismo siguen sin alcanzarse aún las condiciones necesarias para una victoria real y una completa legitimación del CNT. La nueva clase política no parece representarse más que a sí misma, una pequeña parte de la población libia, y, claro está, a los voluntarios de la llamada “comunidad internacional”. Pero ¿basta con eso? Al centrar su objetivo en la caída de Trípoli, los rebeldes diseñaron y siguieron una estrategia a lo largo de la costa que les ha llevado desde Benghazi a la capital. Pero ¿y el resto del territorio, una superficie inmensa que se extiende desde las ciudades del litoral hasta las fronteras con Argelia, Níger, Chad y Sudán, y que el propio Gadafi no fue capaz de someter por completo durante su largo reinado? Puede que el apoyo de la OTAN haya permitido al CNT presentarse de manera oficial ante los habitantes de la región de Tripolitania. Pero eso no significa que el nuevo liberador libio vaya a ser capaz de llenar el hueco dejado por la total ausencia de una alternativa política fuerte a la acción de Gadafi, ni significa que el propio CNT vaya a ser capaz de superar sus contradicciones internas a corto plazo.

La política debería prevalecer sobre las preocupaciones de los negocios durante todo el tiempo que sea necesario

Y es que en la muy artificial victoria del CNT podemos encontrar la cuarta paradoja. Quizá algunos piensen que derrocar el régimen de Gadafi constituye un logro suficiente para mirar con buenos ojos las aspiraciones del presidente del CNT, Mustafá Abdel Jalil. Y quizá tengan razón. Pero al mismo tiempo, deberíamos tener en cuenta que, debido a que en el CNT existen demasiados puntos de vista contradictorios, sería un error pensar que una transición al uso en Libia va a producirse sin problemas. Laicos frente a islamistas, regionalismo frente a nacionalismo, altruistas frente a oportunistas, tribus frente a tribus, clanes frente a clanes, todos son, entre otros muchos, antagonismos que coexisten en el CNT.

Sin olvidar que hoy en día no tiene sentido hablar de una población libia única, como tampoco lo tenía cuando el rey Idriss consiguió por fin pasar de un Reino Federal Libio Unido (1951) al oficial Reino de Libia (1963). Debido a la sociología tan particular del país, sería error creer que el CNT podría conseguir que Libia pasara directamente de un sistema autoritario a uno abierto y democrático. De hecho, y esta podría ser la quinta paradoja, Libia da la impresión de ser un país capaz de lograr una transición sin tener que iniciar necesariamente una guerra civil; pero, al mismo tiempo, nada indica que nos hallemos ya en la víspera de la edad de oro democrática del país. Los mecanismos de reacción tribales y las estrategias de cooptación podrían seguir siendo durante mucho tiempo la condición del CNT para conseguir estabilizar Libia políticamente de manera artificial.

Pero, junto a esta serie de paradojas, podría haber un elemento predecible y coherente: la avalancha de visitantes internacionales que recibirá Trípoli en el futuro inmediato. Es un país rico, repleto de recursos naturales, empezando por sus 40.000 millones de barriles de petróleo, que no han sido suficientemente explotados, y las infraestructuras que han resultado dañadas en los acontecimientos recientes. Sin olvidar las posibilidades que ofrece el tema de la reconstrucción, ya que cualquiera que viaje por el país se sentirá como si volviera a vivir en la década de 1950 (Trípoli, Benghazi) o incluso en la Edad Media.

Pero sea cual sea el grado de “legitimidad” que quiera otorgarse –o no– a este “período de resarcimiento”, no deberíamos olvidar que esa misma clase de oportunidades, combinadas con prácticas inapropiadas, son las que han provocado recientemente muchos procesos caóticos en Irak. Por eso, sigue resultando perentorio tener bien presente que, aunque bien recibida, la caída de Gadafi implica tal cantidad de desafíos que la política debería prevalecer sobre las preocupaciones de los negocios durante todo el tiempo que sea necesario. Dicho de otro modo: la última –por no decir la primera– paradoja de Libia sigue siendo la necesidad de que los nuevos representantes del país encuentren un sólido equilibrio entre los logros políticos y el relanzamiento de la extracción de petróleo. Pero incluso en tal caso, podría resultar difícil conseguir que todos los representantes libios se pongan de acuerdo en quién lo llevará a cabo, y cómo y cuánto beneficiarán las ganancias derivadas del crudo a los unos y los otros.

Definitivamente, a Libia le queda mucho camino por recorrer.

EL AGUJERO NEGRO DEL 11-S



Ahora que evaluamos el legado del décimo aniversario del mayor atentado terrorista sufrido por Estados Unidos, merece la pena repasar los 10 acontecimientos de la última década que, a la hora de la verdad, han sido más importantes.

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10. La reacción de Estados Unidos tras el 11-S

Si bien algunos pueden considerar que la desmesurada reacción de Estados Unidos tras el 11-S es prueba de su importancia, hubo una parte tan grande de esa reacción que fue irracional y más relacionada con aspectos del propio pasado nacional (la invasión del territorio iraquí, por ejemplo), que debemos estudiarla como un hecho aparte. La verdad es que las luchas con y en Irak eran algo a lo que llevábamos dedicados años. Y además, ese conflicto fue una guerra de elección, igual que la violación de nuestros principios en Abu Ghraib y Guantánamo fue algo puramente autodestructivo, autoterrorista, por así decir. Nos hicimos más daño nosotros mismos que los criminales de tres al cuarto que nos estaban provocando. En cualquier caso, nuestra respuesta -que, por el lado positivo, incluyó una mejor comprensión de cómo combatir el terrorismo (con lasguerras de inteligencia y los ataques con aviones no tripulados que Bin Laden acabó lamentando tanto)- fue mucho más amplia, tanto en su alcance como en sus consecuencias, que los sucesos que la habían suscitado.

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9. La primavera árabe

No tenemos ni idea de cómo acabarán las revoluciones de este año en Oriente Medio y el Norte de África. Pero sí sabemos que son síntomas de una profunda transformación que ha derrocado más gobiernos en la región que Al Qaeda o Estados Unidos. Las revueltas árabes están teniendo muchas más consecuencias sociales que el extremismo y están mucho más vinculadas a los intereses de la población, por lo que deberíamos atribuirles muchas más probabilidades de triunfar que a unos asesinos fundamentalistas que practican un oficio antiguo, anticuado e ineficaz. Estados Unidos hizo bien en prestar atención al ascenso de los actores no estatales y el poder asimétrico; solo que se centró en los protagonistas que no eran.


8. El reequilibrio de Asia

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Esta tendencia está relacionada con la número uno, pero afecta a más vidas y tendrá más repercusiones en la política exterior mundial que cualquier suceso que pase en Afganistán, en Pakistán o en Oriente Medio. Los intensos esfuerzos para labrar nuevas alianzas y abrir nuevas relaciones entre todos los actores internacionales con intereses en Asia desempeñará probablemente un papel decisivo en los dos países mencionados, porque incluyen hechos como la alianza de EE UU con India. La relación que está desarrollándose entre las dos mayores democracias del mundo tendrá significativas consecuencias regionales respecto a la batalla contra el terrorismo y la contención de las amenazas procedentes de Islamabad y, al mismo tiempo, establecerá un contrapeso importante a China. Pero estos cambios estratégicos en todo el continente asiático afectan a más Estados, porque suponen la creación de nuevas alianzas y relaciones más profundas para abordar, afrontar y gestionar las consecuencias del ascenso de Pekín y de otras potencias emergentes como Nueva Delhi y, en algún momento no muy lejano, tal vez una Corea reunificada. Es complicado, pero es un aspecto mucho más importante de la política internacional que lo que sucede en Oriente Medio, que ocupa muchos titulares pero, a la larga, pertenece a una categoría inferior.

7. El estancamiento de las economías de EE UU y otros países desarrollados

Esta tendencia comenzó unos años antes del 11-S, con la crisis económica de Japón. Pero ha adquirido fuerza realmente en la pasada década, cuando Estados Unidos experimentó su primer decenio con una creación neta de empleo de cero y las rentas medias bajaran. Europa también resopló, sobre todo en los países del sur, y ese debilitamiento de los pilares del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial ha alimentado una reordenación de la geopolítica. El hecho de entrar en una época de restricciones está obligando a las grandes potencias a colaborar de manera distinta y ha dado al traste con el unilateralismo momentáneo y equivocado de la era Bush en EE UU.

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6. La invención de los medios sociales

¿Qué es más importante derribar el World Trade Center y matar a varios miles de inocentes o unir a 500 millones de personas como no se había hecho nunca (y ha hecho Facebook)? ¿Pasarse unas notas de una cueva a otra en Waziristán o impulsar una revolución por Twitter en la Plaza de Tahrir de El Cairo? No hay ni comparación.

5. La proliferación de teléfonos y dispositivos móviles

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Pero, con todo lo importante que es la aparición de los medios sociales, el gran acontecimiento tecnológico de la pasada década es la asombrosa expansión sin precedentes de los móviles, que ha cambiado el mundo. En 1991, 10 años antes del 11-S, había 16 millones de usuarios de teléfonos en el mundo. Hoy estamos acercándonos rápidamente a los 6.000 millones. En 2011 se enviarán ocho billones de mensajes de texto. De aquí a tres o cuatro año, más personas accederán a Internet a través del móvil que del ordenador. El crecimiento está acelerándose sobre todo en los países emergentes. Existen más cámaras fotográficas de estos aparatos que todos los demás tipos de cámaras juntas. Todo el mundo está conectado, es testigo y forma parte de una red informativa mundial, una coalición inmediata, una masa, un electorado.


4. La crisis de 2008

El índice industrial Dow Jones cayó de un máximo de 14.164 puntos el 9 de octubre de 2007 a 6.469 el mes de marzo siguiente, un descenso del 54%. Tardó 17 meses en recuperarse (todavía no está claro en qué va a acabar la cosa). El mercado de la vivienda estadounidense, que alcanzó su techo en 2006, se ha precipitado casi sin control desde entonces, y algunos expertos opinan que aquellos máximos no serán posibles de conseguir hasta dentro de muchos años, o nunca. Las pérdidas resultantes, de decenas de billones de dólares, empujaron a cientos de millones de personas a la pobreza, aniquilaron los fondos de pensiones, afectaron al bienestar de miles de millones de ciudadanos y pusieron en tela de juicio la viabilidad de países y empresas hasta un punto que aún no podemos valorar en toda su magnitud. Asimismo hubo repercusiones políticas y estratégicas -desde la revisión de las prioridades nacionales hasta el cambio de la opinión mundial sobre el capitalismo americano- que empequeñecerán las del 11-S.

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3. La crisis de la eurozona en 2011-2012

El debilitamiento causado por el declive de las economías desarrolladas, la crisis de 2008, la imprudencia de los gobiernos europeos a la hora de endeudarse excesivamente y la laxitud con la que se ha administrado el sector bancario (además de problemas nacionales concretos, como el hecho de que los españoles no aprendieran las lecciones de la crisis de la vivienda en Estados Unidos) ha desembocado en una crisis que podría acabar con la Unión Europea, destruir el euro y -aunque no ocurra ninguna de esas dos cosas- hacer que la economía mundial vuelva a hundirse con tanta fuerza o más que en 2008. En ese caso, tendrá un efecto aún más devastador sobre las economías de todo el mundo, ya en mala situación. Si destruye el experimento europeo, que ha ayudado a garantizar decenios de paz en un continente históricamente desgarrado por conflictos, también será, por motivos completamente distintos, mucho más importante que el 11-S.

2. La falta de acción ante el calentamiento global

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Mientras se acumulaban las pruebas de que el calentamiento artificial del planeta estaba produciéndose a una velocidad sin parangón ni precedente en la historia de la humanidad, mientras la comunidad científica coincidía en que la crisis afectaría a la propia existencia de numerosas formas de vida y a comunidades costeras en las que habitan miles de millones de personas, mientras el planeta sufría amenazas mayores de las que ha sufrido jamás, los líderes mundiales estaban dedicados a otras cosas. Si las temperaturas de la tierra suben uno o tres grados más a lo largo de este siglo, el 11-S será una nota a pie de página en comparación con un hecho que podría transformar la naturaleza de la vida en el planeta y causar muchísimas más muertes que el atentado sufrido en 2001 y las guerras posteriores.

1. La ascensión de China y los demás BRIC

El único motivo por el que el calentamiento global no ocupa el número 1 es que todavía no hemos visto todos sus efectos. Pero su evolución -y la del crecimiento económico y el poder político en el planeta- dependerá cada vez más de la influencia de las nuevas potencias del siglo XXI, encabezadas por China, India, Brasil y otros países. No son tan nuevas, por supuesto: Pekín y Nueva Delhi fueron las mayores economías del mundo desde la noche de los tiempos hasta casi mediados del siglo XIX. Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001 se les consideraba unos países de los que habría que estar pendientes... en un futuro lejano. Durante la última década han ascendido hasta el punto de que hoy son los motores de crecimiento que decidirán si en 2011 va a derrumbarse el mercado, si EE UU y Europa pueden pedir prestado para financiar sus renqueantes economías, si el mundo llegará a un acuerdo sobre las emisiones de gas de efecto invernadero, si vamos a poder contener la proliferación de armas de destrucción masiva y cuál va a ser el verdadero futuro de las instituciones y los tratados internacionales. Los BRIC han ascendido mientras Estados Unidos estaba distraído con Bin Laden; ahora, su futuro dependerá de la rapidez con la que puedan volver a prestar atención a lo verdaderamente importante.

¿Significa todo esto que el 11-S careció de importancia? Por supuesto que no. Fue un día crucial en la vida de los estadounidenses, un hito en nuestra forma de ver nuestras vulnerabilidades, las amenazas y el poder real en el mundo. Nos hizo poner en tela de juicio muchas de nuestras teorías sobre nuestro país, nuestras alianzas, nuestra capacidad militar y nuestra visión del mundo. Los atentados y sus consecuencias tuvieron un coste humano espantoso: para las víctimas, las familias de nuestros soldados y los numerosos fallecidos de las guerras que emprendimos a continuación en Oriente Medio. Todo ello ha transformado EE UU, nos ha mostrado nuestras limitaciones y nos ha obligado a dudar de nosotros mismos. Nos ha humillado, a nosotros que habíamos crecido con los nobles ejemplos individuales de tantos estadounidenses, y, al final, hemos aprendido grandes lecciones, de las que la primera tiene que ser que, en momentos de grandes ratos nacionales, como país, debemos tener la disciplina necesaria para situar los acontecimientos en su contexto, en su época y en función de nuestros intereses generales. No podemos permitir que un hecho aislado influya en nuestra visión de todo lo que lo rodea, como un agujero negro histórico que retuerce el tejido del tiempo y la realidad. Para situar el 11-S en la historia es importante que comprendamos lo que fue y lo que no fue, por qué fue importante y por qué no fue más que uno más entre muchos acontecimientos, incluso más importantes, de los últimos 10 años.

China, país de multimillonarios


Liang Wengen

Liang Wengen cuenta con una fortuna de US$11.000 millones.

El número de multimillonarios en China creció de 189 en 2010, a 271 este año.

Pese a los efectos de la crisis financiera global, 2011 ha sido un año récord para las arcas de los más ricos del gigante asiático.

En promedio, las fortunas de las 1.000 personas más ricas de China alcanzan los US$924 millones, según la agencia de noticias China, Xinhua.

Quien fue el gerente de una planta de armas en China encabeza la lista anual de las personas más ricas de la nación asiática.

Liang Wengen, de 55 años, es el presidente de Sany, una empresa constructora.

Después de que las acciones de su compañía doblaron su valor, su fortuna se disparó a US$11.000 millones.

Internet y bebidas

Magnates de internet y de los bienes raíces también están en la lista, conocida como la Lista de Ricos de Hurun.

Zong Qinghou es el director del imperio de las bebidas nutricionales Wahaha. Su nombre está en el segundo lugar del listado con una fortuna de US$10.700 millones.

Zong Qinghou

Zong Qinghou cuenta que no tenía qué comer cuando era niño. Ahora, es el segundo chino más rico.

Las ventas de su compañía han aumentado, pero como le ha sucedido a muchas de las grandes compañías chinas, Wahaha está siendo afectado por el incremento de los costos.

Robin Li Yanhong, presidente del motor de búsqueda Baidu, cuenta con US$8.800 millones, mientras que Yan Bin, cuya empresa tiene los derechos de la distribución exclusiva de las bebidas energizantes Red Bull, se ubicó de cuarto lugar con US$7.800 millones.

La lista comenzó a crearse en 1999 y es compilada por la revista Hurun Report, fundada por el ex contador Rupert Hoogewerf.

"China ha desafiado la crisis financiera global con otro año de crecimiento", indicó Hoogewerf.

De acuerdo con los expertos, el auge de la industria de la construcción y el crecimiento del mercado minorista en China son los motores que han llevado al aumento de las fortunas personales de varios de sus empresarios.

Entre familia

En junio de este año, el documentalista Nick Rosen, autor de la serie de la BBC "clicChinese Billionaires", conversó con Zong Qinghou en su oficina.

Zhou Xiaoguang

Zhou es una de las empresarias más exitosas de China.

"Cuando nos sentamos uno frente al otro en el escritorio de su modesta oficina, me dijo que el dinero que había hecho era para la sociedad, no para sí mismo. Y recalcó que se abstiene de lujos", señaló Rosen.

A diferencia de los oligarcas rusos, explicó Rosen, los miembros de "la nueva aristocracia china" tienden a evitar las vulgares exhibiciones de opulencia, y de alguna manera usan su riqueza a la manera de los ricos tradicionales, prefiriendo comprar arte, viajar, comprar propiedades y enviar a sus hijos a escuelas privadas y universidades en el Reino Unido o Estados Unidos.

"No tengo ningún pasatiempo, aunque diría que son fumar y tomar té. Estoy tan acostumbrado a trabajar que si no lo hago, siento que no tiene sentido vivir", señaló Zong.

clicLea: En el mundo de los millonarios chinos

"Nuestra estilo gerencial es muy profesional y moderno, pero nuestro espíritu se basa en la cultura familiar"

Zhou Xiaoguang

El empresario dirige la compañía justo a su esposa y su hija, lo cual es común en la cultura organizacional china.

"Los fundadores ven a los miembros de la familia como personal de más confianza y credibilidad que otros gerentes de alto nivel", explicó Rosen.

El documentalista también conversó con Zhou Xiaoguang, una de las magnates de la joyería.

Cuando era adolescente Zhou tenía que cargar una bolsa de 50 kilos de chucherías para venderlas en trenes nocturnos.

Ahora, su compañía, Neoglory, es la empresa líder en el mercado mundial de bisutería. En China, ya cuenta con mil tiendas.

"Nuestra estilo gerencial es muy profesional y moderno, pero nuestro espíritu se basa en la cultura familiar", indicó Zhou.

Arabia Saudita y el 11-S: las preguntas que persisten


Atentados del 11 de septiembre

Algunas versiones buscan establecer un vínculo entre altos funcionarios sauditas y los ataques.

Son muchas las versiones que han especulado acerca de supuestos vínculos entre el 11 de septiembre de 2001 y Arabia Saudita, más allá de la circunstancia obvia de la nacionalidad de Osama bin Laden y de varias de las personas que llevaron a cabo los atentados.

The Eleventh Day (El undécimo día) -un libro escrito por Anthony Summers y Robbyn Swan, una pareja de periodistas -él británico y ella estadounidense- es otra de esas versiones.

"Este evento es totémico para los estadounidenses... están en una constante búsqueda de la verdad", dijo a BBC Mundo Robbyn Swan desde su hogar en Irlanda.

Su esposo Anthony Summers dirige su crítica principalmente contra la comisión bipartidista del Congreso que investigó los ataques, por haber excluido 28 páginas de la versión del documento final entregada al público.

"La completa verdad sobre esas conexiones con el ámbito oficial saudita no está del todo comprendida por el público estadounidense"

Anthony Summers

El autor asegura que esas páginas contienen información que podrían esclarecer supuestos vínculos de las altas esferas de Arabia Saudita con los 15 secuestradores (de los 19 que ejecutaron el plan) originarios de ese país.

"La completa verdad sobre esas conexiones con ámbito oficial saudita y miembros de la amplia familia real no está del todo comprendida por el público estadounidense", expresó Summers a la BBC.

Cooperación

Cabe anotar que unas semanas después de los ataques, en rueda de prensa, el entonces presidente George W. Bush dijo que los sauditas habían "cooperado completamente" con las autoridades estadounidenses.

En un extenso artículo que la revista The New Yorker hizo sobre el príncipe Bandar, amigo de la familia Bush y otrora embajador de Riad ante EE.UU., el diplomático resaltó que, en 1998, Arabia Saudita había alertado a Washington sobre un peligroso integrante de al-Qaeda operando en su país.

Fuentes de la CIA y el FBI confirmaron luego -continúa el artículo- que Bandar había pedido asistencia a la Casa Blanca para la captura del sospechoso. Esta se logró en 2002 con la participación de los sauditas.

Príncipe Bandar

El príncipe Bandar, otrora embajador ante EE.UU., se declara orgulloso de ser amigo de Washington.

El exdirector de la CIA George Tenet tildó la cooperación de "fantástica", mientras que el entonces director de antiterrorismo del FBI, Dale Watson, aseguró a The New Yorker que los sauditas estaban haciendo todo lo que se les pedía.

El príncipe Bandar sostiene que, antes del 11-S, Arabia Saudita había estado tan alerta a la actividad de al-Qaeda como Estados Unidos y definitivamente más alerta que el Reino Unido o Alemania.

En diciembre de 2001, el entonces monarca Fahd llamó por una erradicación del terrorismo, del que dijo era prohibido por la fe musulmana.

Omisión y comisión

En cambio, de acuerdo con el libro de Summers y Swan, altos funcionarios sauditas habrían donado millones de dólares a al-Qaeda para que no perpetraran actos violentos contra su territorio o intereses. Acompañado de esta especie de pago de protección, los sauditas harían la vista gorda con las actividades de ese grupo radical.

Los autores de The Eleventh Day trazan una línea que coloca a un alto funcionario de Arabia Saudita en California entrando en contacto con los primeros radicales en llegar a Estados Unidos, aquellos designados para pilotear los aviones secuestrados.

Según el recuento, se les dio una gira por el estado y se les brindó asistencia con dinero y alojamiento.

Anthony Summers y Robbyn Swan

Summers y Swan alegan que hubo conexiones de alto nivel entre Arabia Saudita y los que llevaron a cabo los atentados.

"Cuando uno empieza a examinar las interconexiones, uno empieza a pensar que, por lo menos, en algún tipo de nivel, hubo colusión con altos funcionarios", aseguró Anthony Summers.

Añade, sin embargo, que algunos sauditas no tendrían objeciones a que las 28 páginas excluidas del informe oficial sobre el 11-S fueran publicadas.

La objeción principal, dice, viene de las autoridades estadounidenses que, cuando son cuestionadas sobre el contenido de las páginas, ni siquiera reconocen que haya algo en ellas.

"Todo se reduce al petróleo. El ininterrumpido flujo de petróleo que es la razón de la llamada relación especial de Estados Unidos con Arabia Saudita", concluye Summers.

"Equilibrio"

Robbyn Swan, por su parte, indica que el libro trata de ser lo más equilibrado posible cuando se trata de demostrar estos vínculos.

Como prueba de esto menciona que en el libro echan por tierra la popular teoría -que muchos medios daban por cierta- de que los sauditas y familiares de Osama bin Laden fueron evacuados por aire de Estados Unidos antes de que el espacio aéreo se reabriera tras los ataques.

No obstante, hay un dedo acusador contra el FBI por solo haber entrevistado un porcentaje muy reducido de sauditas y familiares de Bin Laden antes de que éstos abandonaran el país.

"El deseo de los sauditas es mantener el estatus quo"

Anthony Summers

En general, los autores reparten la culpa de un evento -que creen que se hubiera podido evitar- entre la falta de rigor de las agencias de inteligencia, el silencio de Arabia Saudita, la circunspección del gobierno de EE.UU. y la turbia relación entre estos dos países.

La complejidad de los lazos se hace más pronunciada por el hecho -indican- de que Washington está usando a Riad para penetrar en Yemen, considerada como base de operaciones de al-Qaeda.

Pero el único interés de los sauditas en cooperar, alega el periodista británico, está en asegurar que el círculo cerrado de la familia real continúe en el poder y siga entrando el dinero. "El deseo de los sauditas es mantener el estatus quo".