jueves, 8 de noviembre de 2012

COLOMBIA: AMENAZAS A LA PAZ



30 de octubre de 2012

Colombia nunca ha estado tan cerca de la paz con unas FARC militarmente vencidas e ideológicamente aisladas de la izquierda latinoamericana, pero el proceso puede verse afectado por intereses económicos y políticos.
colombia
AFP/Gettyimages



Hace casi 14 años, aplastado por el sopor de la humedad y el sol de los semiamazónicos Llanos Orientales colombianos y rodeados por un candado humano de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, empezó y terminó en un mismo día el último proceso de paz de un país que durante 65 años ha convivido con una guerra sanguinaria y deshumanizante.
El mítico Manuel Marulanda, líder de la guerrilla más antigua del continente y mejor conocido como Tirofijo, dejó plantado a un ingenuo presidente Andrés Pastrana en las negociaciones de paz el 7 de enero de 1999 y personificó la arrogancia del grupo entonces.
Ante una realidad diametralmente opuesta, comenzó el jueves 18 de octubre de 2012 en Oslo (Noruega) un nuevo proceso de paz entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC. Pero tanto uno como otro saben que por eso mismo se redoblan los esfuerzos de muchos sectores para impedirla. Así es la guerra y así es la paz.
Tras el acto protocolario, las negociaciones se trasladarán a La Habana y el plan es sellar el fin de la guerra y la desmovilización de la guerrilla antes de 2014. Acompañan al proceso, además de Noruega y Cuba, Venezuela y Chile. Por Colombia negocian ex militares, curtidos políticos y empresarios, y por las FARC la élite militar y política del grupo.
Las amenazas
La primera amenaza es la de cualquier proceso de paz: la guerra. Las FARC recientemente mataron a seis policías en un atentado con bomba, y por supuesto el Gobierno y sus fuerzas de seguridad no han relajado su campaña antiterrorista. Sin cese de hostilidades solo puede esperarse que ambos lados intenten mejorar su capacidad de negociación a través de las armas.
Una encuesta Gallup también muestra que el 60% de los colombianos apoya los nuevos esfuerzos de paz, pero eso no quiere decir que vayan a entender o aceptar más muertes.
Asimismo, enColombia como en el resto del mundo, la guerra es un excelente negocio para muchos; tanto político como económico. La derecha conservadora que ha dominado el país a lo largo de tres ciclos electorales se ha fracturado y libran ahora un pulso político definitivo entre una derecha pragmática y una más radical.
La mayoría de colombianos se dividen entre ambos. Son los santistas, que apoyan una transición política y económica hacia el centro social demócrata de Chile y Brasil, y los uribistas que prefieren un retorno al neoliberalismo ultraconservador y alianza incondicional a Estados Unidos, así como una reforma constitucional que permita que el ex presidente Álvaro Uribe pueda ser reelegido. El desenlace del proceso de paz, impulsado por los partidarios de Santos pero opuesto a ultranza por los de Uribe,  consolidará a una de las corrientes y definirá el futuro de Colombia.
El narcotráfico en el país también se beneficia del caos de la guerra. Una paz con las FARC les ahorcaría tarde o temprano, ante todo porque mucho del tráfico lo controlan la guerrilla y múltiples grupos paramilitares, herencia de la guerra que se libró en las últimas dos décadas. Sin las FARC perderían además de su razón de existir -la contrainsurgencia-, el control sobre sus pequeños feudos de guerra y drogas.
Muchos colombianos también dudan, y con toda razón, de las intenciones de las FARC. Entre los muchos temas que no se han planteado está el desarme. ¿Cómo se gestiona la desmovilización de 8.000 combatientes curtidos y de sus líderes? ¿Está lista Colombia para que se reincorporen a la vida civil, o más espinoso aún, a las Fuerzas Armadas? Hay muchos en el país que no conciben nada más que en la rendición incondicional, y eso no es posible en ninguna paz.
Hasta la historia es un escollo. Los colombianos no aceptarán la arrogancia de la guerrilla esta vez, pero las FARC no se olvidan del exterminio de sus dirigentes tras un proceso de paz fallido en los 80.
La paz es fruto de la guerra
Para entender por qué la paz es probable hay que aceptar lo que los hombres de armas saben, pero es más difícil de entender para los civiles. La paz solo se puede firmar entre vencedores y vencidos.
Retrocedamos nuevamente a la última negociación. Unas FARC prepotentes humillaron en directo al Estado colombiano y a sus fuerzas militares y decepcionaron a 45 millones de colombianos. Entonces contaban al menos con 15.000 combatientes y controlaban un tercio de Colombia. Estaban bien financiadas, entrenadas y armadas y gozaban de suficiente apoyo popular como para todavía aspirar a derrocar al Gobierno.
Al final, la pregunta era la misma: ¿Por qué impusieron las FARC la diplomacia de la silla vacía?
Todos adujeron problemas de seguridad: Marulanda, un hombre que parecía más un abuelo que uno de los genios militares del siglo pasado; el segundo al mando de las FARC, Jorge Briceño alias el Mono Jojoy, otro estratega sin par que casi logra rodear Bogotá para empezar una última ofensiva para tomar el poder y el tercero al mando, Raúl Reyes, el jocoso hombrecito responsable de la diplomacia. Ahora todos están muertos, Marulanda por causas naturales y el resto abatidos por una reconstituida fuerza pública colombiana.
La verdad es otra. Las FARC no tenían intención de negociar la paz, sino de consolidar sus ganancias militares para preparar la victoria. Así no se puede negociar. El último proceso de paz fracasó porque Pastrana pretendía negociar en condiciones de paridad. La guerra se intensificó y se hablaba de un golpe de Estado que EE UU no quiso apoyar.
El Gobierno de Pastrana dio por terminada la negociación y en cambio aseguró una ayuda militar de más de 7.000 millones de EE UU. En 2002 el populista Uribe asumió la presidencia y durante ocho años se concentró en cumplir su promesa de profesionalizar a las Fuerzas Armadas del país para recuperar la iniciativa para diezmar a las FARC y arrodillarlas.
Se institucionalizó la alianza con las Autodefensas Unidas de Colombia, una fuerza paramilitar financiada por una alianza entre terratenientes, narcotraficantes y políticos colombianos que arrasaron con la población en zonas controladas por la guerrilla, copiando la estrategia del terror de la guerra civil de Guatemala.
Miles de nuevas tumbas y millones de desplazados después, las FARC perdieron a sus principales líderes militares e ideológicos, además del control sobre sus frentes que se fueron degradando hasta convertirse en minicarteles más preocupados de proteger su negocio de las drogas que de luchar por algún fin político.
Pero el plomo por si solo es insuficiente para acabar una guerra. Faltaba una visión y valentía política, la cual llegó en 2010 con el brillante planteamiento estratégico del presidente Juan Manuel Santos.
El golpe de gracia para forzar la paz
Las Fuerzas Armadas de Colombia, con el apoyo crucial de EEUU, lograron lo más difícil: obligar a las FARC a replegarse militarmente y concentrarse en sobrevivir, en vez de atacar. Pero como Mao Zedong bien explicó, una guerrilla nunca está vencida mientras pueda soñar con la victoria.
Santos, un líder pragmático y además artífice de lucha contra las FARC como ministro de Defensa de Uribe, entendió bien que la paz solo era posible negándole todo apoyo a la lucha armada en Colombia. Para ello, y desde el primer día de su mandato, se esforzó por restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela y Ecuador, además del resto de países de Sudamérica.
Venezuela y Ecuador, de hecho, han sufrido históricamente los estragos de la guerra colombiana. Tanto las guerrillas, como los narcotraficantes y los paramilitares utilizaban el territorio de los vecinos para oxigenarse. Pero Uribe escogió confrontarse a los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa, aunque, es cierto, que como mínimo el líder venezolano fue ambiguo en su apoyo ideológico a las FARC. Santos reencauzó las relaciones con sus vecinos para mutuo beneficio, sobre todo económico. Pero tras dos años vemos el fruto más importante del giro diplomático. Chávez, más que cualquier otro, es un artífice clave en este nuevo proceso de paz.
Personas conocedoras de las embrionarias negociaciones coincidieron en resaltar el papel de Chávez, no por motivaciones altruistas, sino como parte de una estrategia para afianzar al bolivarianismo y su legado. El presidente venezolano coqueteó con usar a las FARC como fuerza disuasoria frente a una amenaza militar percibida de EE UU y Uribe. Pero de hecho las FARC han sido más un escollo para él al posicionarse como una competencia desleal que desprestigia a la izquierda latinoamericana al insistir en la lucha armada. Chávez ha presionado al grupo para dejar las armas, constituirse en un partido político bolivariano, para así, más fácilmente, unificar y expandir el movimiento.
Las FARC están militarmente vencidas y además ideológicamente aisladas de la izquierda latinoamericana. Negocian la paz con sinceridad, y no con la prepotencia de iguales, sino como un movimiento desprestigiados y agotado. Saben que mientras más alarguen su lucha armada, su capacidad de negociación disminuye. La paz es probable porque el tiempo corre en contra del grupo y a favor del Estado colombiano.
Habrá más sangre sin duda. Anticipo terrorismo y contracorrientes políticas con el fin de frustrar las negociaciones. Nunca ha estado Colombia tan cerca de la paz. Está en juego la consolidación de un renacimiento económico colombiano y del embrionario proceso de integración sudamericana. Pero ante todo está en juego el futuro de millones de colombianos que merecemos la paz y que debemos armarnos de paciencia, valor y responsabilidad para ponerle fin a tanto dolor.

12 CATÁSTROFES QUE DEBE EVITAR EL NUEVO PRESIDENTE



07 de noviembre de 2012

Hemos oído hablar mucho a los candidatos sobre lo que quieren hacer cuando juren su cargo, pero el futuro lo determinará lo que no haga Barack Obama.

EE UU
AFP/Gettyimages

Cuanto más sé sobre el liderazgo político, más me doy cuenta de que algunos de los logros más importantes conseguidos por los mejores presidentes de Estados Unidos no ocuparon los titulares ni tampoco suelen aparecer en los libros de historia. Son las cosas que esos líderes no hicieron, los rumbos que no emprendieron, las guerras que no libraron, los desastres que evitaron.
Hace poco, Evan Thomas nos recordaba uno de los mejores ejemplos de ese tipo en Ike’s Bluff, su nueva y excelente biografía de Dwight Eisenhower. Eisenhower, ridiculizado por John F. Kennedy, que dijo que había sido un presidente aburrido y burócrata, supo resistirse de forma magistral a las presiones de su propio partido para entablar un peligroso enfrentamiento con la URSS. Evitó una guerra cataclísmica supervisando un proceso que acabó convenciendo a las autoridades de Washington de que había un camino mejor para contener a los soviéticos, mediante una combinación de fuerza y paciencia, y dejar que la debilidad de su propio sistema fuera erosionándolo con el tiempo.
Otros presidentes han sabido también eludir ciertas situaciones. Por mencionar otro ejemplo, hay que reconocer que George H. W. Bush supo garantizar, cuando cayó el imperio soviético -el objetivo para el que Eisenhower había trabajado mucho tiempo antes-, que las transiciones en Europa del Este fueran pacíficas. En una situación en la que podría haberse producido el caos, Bush tendió la mano a otros líderes mundiales e hizo posible un traspaso ordenado de poder. Asimismo declaró la guerra a Irak después de que Sadam Husein invadiera Kuwait pero tomó la sabia decisión de no continuar hasta Bagdad, con lo que evitó una conflagración tan complicada como la que más tarde consumaría la presidencia de su hijo. 
Tanto Eisenhower como Bush pagaron el precio de sus éxitos. La imagen del primero se quedó durante décadas fijada en la caricatura que había hecho Kennedy, y solo ahora está empezando a obtener el reconocimiento debido como uno de los mejores presidentes del siglo pasado. Bush no logró un segundo mandato, entre otras cosas, porque sus logros eran demasiado sutiles para que los votantes los tuvieran en cuenta durante la campaña de 1992.
A veces tenemos una visión distorsionada de lo que es el auténtico liderazgo, cuando nos olvidamos de lo que han hecho unos presidentes con visión de futuro, contención y habilidad para trabajar entre bastidores. Es un hecho que volví a ver con claridad la semana pasada, cuando el presidente Obama y el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, visitaron las zonas destrozadas por el huracán Sandy. Les calificaron de líderes por su reacción pública ante una crisis cuando, en realidad, el verdadero liderazgo habría consistido en evitar la crisis antes de que ocurriera, o al menos reducir sus repercusiones, cosa que habría sido posible si Obama, Christie y otras autoridades se hubieran tomado más en serio las advertencias sobre las consecuencias del cambio climático, el mal tiempo y el deterioro de las infraestructuras. Solo con que hubieran tenido la prudencia de tomar las medidas que muchos urbanistas de todo el mundo toman en las zonas amenazadas por tormentas tan serias (independientemente de sus opiniones sobre por qué hoy son más frecuentes esas tormentas), la devastación causada por Sandy habría sido menor.
Con el huracán fresco en nuestro recuerdo y  con la victoria de Obama, merece la pena mirar hacia adelante y pensar qué otras catástrofes evitables podrían servir para juzgar al próximo Gobierno mejor que todas las noticias que los informativos de televisión nos puedan presentar cada noche. He aquí una docena:

1. La guerra con Irán... y una carrera de armamento nuclear en Oriente Medio
Es posible que la guerra más fácil de evitar sea la que todos vemos venir. Pero, en el caso del conflicto con Irán, no será tan sencillo. En primer lugar, para detener el desarrollo de armas iraníes será necesario que las potencias capaces de desbaratar el programa nuclear presenten una amenaza más creíble que la actual de que van a llevar a cabo una acción militar. Además, mientras que existen razones sensatas para pensar que la adquisición de armas nucleares por parte de Teherán no solo es inevitable sino que puede no ser un desastre dada nuestra capacidad disuasoria, el mayor peligro no procede de la república islámica, sino de un mundo en el que sus rivales del otro lado del Golfo Pérsico, como Arabia Saudí y otros, así como otras potencias emergentes, emprendan una carrera nuclear. Esa situación multiplicaría la probabilidad de que se utilizasen dichas armas y absorbería unos recursos escasos en unas economías con dificultades que harían bien en dedicarlos a otras cosas. Para evitar todas estas trampas, será prioritario mostrar mano dura con Irán y volver a comprometerse con un nuevo régimen de no proliferación que sea más eficaz.

2. Una conflagración regional en Oriente Medio
Esta región no era tan peligrosa como hasta ahora desde los tiempos más oscuros de la guerra fría. La inestabilidad actual desde Túnez hasta Pakistán hace que exista una auténtica posibilidad de que las crisis se extiendan con rapidez y se unan unas con otras. Siria, que está sirviendo ya de terreno en el que se está librando un conflicto entre Irán y varios Estados del Golfo, es un ejemplo. Pero imaginemos las consecuencias de una caída del régimen en Jordania o, algo todavía más probable, los futuros ajustes de cuentas en un Irak fragmentado. El nuevo Gobierno de EE UU tendrá la tentación de permanecer al margen, y no hay duda de que debe sumarse más que nunca a soluciones encabezadas por los actores regionales. Sin embargo, igual que en el caso de Teherán, será necesario un uso mucho más eficaz de los mecanismos mundiales, tanto formales como informales, para mantener la tapadera sobre la olla en esta zona.

3. La escalada de la intervención de Estados Unidos en un  continente africano lleno de tensiones
África es el nuevo Oriente Medio. Es un continente rico en recursos, inestable y, precisamente por eso, en el punto de mira de rebeldes, extremistas y las grandes potencias. Guerras civiles, corrupción, una inestabilidad histórica, extremistas islámicos, crisis humanitarias, una presencia militar más activa de Estados Unidos y Europa y muchas más cosas en juego para China y otras potencias emergentes han creado una situación volátil que podría escalar poco a poco hasta convertirse en la siguiente ciénaga mundial. ¿Caerá Obama, reelegido presidente, en la trampa de la escalada gradual que desembocó en la guerra de Vietnam?

4. El próximo 11-S
Entre las personas que más mérito tienen y a las que menos se les ha reconocido están los responsables, en todos los niveles de la cadena de mando, que en estos años han impedido nuevos atentados terroristas. Desde el 11-S, han protegido Estados Unidos y a los estadounidenses en todo el mundo de manera admirable. Pero ahora Obama tendrá que hacer eso y algo más; cuando hablo de evitar otro 11-S, no me refiero solo a desbaratar tramas terroristas. Me refiero a evitar acontecimientos que arrastren a EE UU a la orgía de histeria política, gasto público y violación de nuestros valores más queridos que caracterizó la guerra contra el terror. No basta con neutralizar a los terroristas. Debemos asegurarnos de recuperar la perspectiva necesaria para responder a las amenazas de forma proporcional y con métodos que no dañen nuestro prestigio en el mundo ni nuestra capacidad de liderar (las oleadas de ataques con aviones no tripulados, las incursiones informáticas y las operaciones especiales no cumplen más que la primera mitad de esta recomendación).

5. Una guerra comercial con China
Con la desaceleración de las economías de Estados Unidos y China y la devaluación artificial de sus respectivas monedas, es fácil imaginar situaciones que desemboquen en conflicto, a medida que se intensifiquen las acusaciones y predominen los impulsos populistas. Sobre todo, dado que Pekín, con sus subsidios y otras prácticas injustas, no ha empezado todavía a respetar las reglas comerciales internacionales que aceptó hace más de 10 años. Pero un enfrentamiento podría irse de las manos enseguida, poner en peligro a la nueva dirección china, deteriorar las relaciones y terminar en una auténtica guerra comercial. Eso no solo sería perjudicial para las dos economías más grandes (y muy interdependientes) del mundo, sino que sería devastador desde el punto de vista diplomático, porque muchos de los principales problemas necesitan una cooperación a dos bandas que se ha visto poco hasta ahora. 

6. Una catástrofe fiscal en Estados Unidos
El precipicio fiscal no es más que el primero de los numerosos e inmensos obstáculos para poner en orden el edificio financiero estadounidense. Si no se resuelven, se crearía una situación que empeoraría aún más la calificación crediticia del país, reduciría nuestra capacidad de invertir en nuestro futuro e incluso de protegernos y quizá también conduciría a la bancarrota. Ni la economía mundial ni la estadounidense pueden soportar más políticas suicidas ni más cegueras como las que ha exhibido Washington en la última década. Las subidas de impuestos y los recortes en programas muy valorados por los dos principales partidos políticos son completamente fundamentales para iniciar un camino de recuperación en este terreno crucial.

7. Un estancamiento a la japonesa en EE UU
La austeridad no basta por sí sola. Estados Unidos se encuentra en un momento de grandes oportunidades. De todas las economías desarrolladas del mundo, es la que está mostrando más capacidad de resistencia. Tiene la perspectiva de una posible época de bonanza vinculada a los nuevos recursos energéticos, y puede pedir los préstamos necesarios para invertir en la mejora de las infraestructuras con un coste muy bajo (siempre que se haga con prudencia). Puede conseguir que su sistema educativo forme con más eficacia a los trabajadores del futuro. Pero para eso hace falta algo más que discursos y gestos moderados. Debemos hacer que el crecimiento sea una prioridad y, al mismo tiempo, emplear métodos -como eliminar los obstáculos reguladores, pasar del gasto en defensa al gasto en inversiones o asumir inversiones extranjeras- que eviten una crisis prolongada como la que mantiene a Japón atado de pies y manos desde los 90. 

8. Conmociones económicas procedentes de la eurozona
Aunque durante los últimos meses Europa ha hecho ciertos progresos en la tarea de calmar el malestar de los mercados, es probable que las medidas de austeridad produzcan una enorme resistencia política en los próximos años. Además, las repercusiones mundiales de otras crisis internacionales, como una guerra en Irán o una escalada en el conflicto de Oriente Medio, podrían empeorar todavía más la mala situación europea y añadir unas pésimas consecuencias económicas a cualquier desgracia geopolítica. Estos reveses políticos podrían reanimar los debates sobre la ruptura de la UE y volver a introducir la incertidumbre en los mercados (que lo sería). EE UU tendrá que hallar la forma de mantener un diálogo activo, pero quizá será cada vez más difícil, a medida que losremedios prometidos en 2012 se conviertan en los retrocesos de 2013 y más adelante.

9.  El impacto del calentamiento global
Tal vez sea demasiado tarde. Quizá no podamos deshacer los cambios en nuestro medio ambiente que están haciendo que sean más frecuentes las tormentas extremas, se derritan los casquetes polares y experimentemos temperaturas cada vez más altas. De ser así, debemos tomar una decisión: reaccionar o tomar la iniciativa. En la actualidad, nos limitamos a reaccionar, a responder ante las catástrofes. Pero podríamos reforzar nuestros muros marinos, mejorar nuestras redes eléctricas, reconstruir puertos, puentes y carreteras. Desde luego, eso no debería reemplazar los esfuerzos para controlar las emisiones de carbono y tenemos que asumir el hecho de que el paso del carbón al gas ayudará a estimular la revolución energética del mercado interior estadounidense y crear empleo y crecimiento. Pero lo fundamental es que a los grandes líderes se les juzgará en función de cuánto consigan disminuir sus sucesores las escenas trágicas después de una crisis.

10. La próxima crisis de los mercados financieros
La mala noticia es que los mercados mundiales están todavía más llenos de peligros hoy que en 2008. Hay más bancos que son demasiado grandes para quebrar. Hay océanos cada vez más amplios, complejos y opacos de derivados. Todavía no existe una normativa  mundial. Todavía hay grandes mercados que contienen enormes burbujas, desde el mercado inmobiliario chino hasta el precio del oro en todo el mundo. En pocas palabras, aún existe la posibilidad de que se produzca una crisis tan masiva que, a su lado, la que abrió la puerta a la era de Obama no quede más que como un mero preludio. Ha llegado el momento de ponerse mucho más serios a la hora de vigilar y hacer respetar la ley, así como de  invertir en las herramientas y las personas necesarias para identificar y evitar futuros trastornos.

11. Malestar social como el de los 60
Parece poco probable. La verdad es que parece tener más probabilidades una crisis social, ya sea en Oriente Medio, China o una Europa cada vez más nacionalista y xenófoba, pero los dirigentes estadounidenses deben centrarse en lo que está a su alcance. Y, si las desigualdades siguen creciendo en Estados Unidos; si nuestra clase más baja, con sus enormes tasas de abandono escolar, sigue quedándose más atrás; si la austeridad fiscal nos obliga a reducir los programas sociales y unas bases impositivas cada vez menores eliminan la capacidad de las ciudades de abordar sus problemas (o pagar sus pensiones), es posible que EE UU viva una agitación similar a la de los años 60... o peor. Corremos un gran riesgo si consideramos que lo que está sucediendo en este país no es más que una desaceleración cíclica. Cualquier sociedad que separa cada vez más a los ricos de los pobres está rota. Y debemos hacer frente a ese problema igual que en los 60, decidimos afrontar con la máxima urgencia las divisiones raciales que nos acosaban.

12. Una era de guerra permanente
Se oye con frecuencia decir que la guerra informática es “un conflicto de guante blanco”. Y eso tiene su aspecto positivo y su aspecto negativo. Es una guerra sigilosa y que no cuesta tantas vidas humanas como los conflictos armados tradicionales. Pero eso hace que sea más tentadora. Un mundo en el que los países cometen constantes ataques e injerencias desde la distancia puede acabar siendo mucho más peligroso a la larga. Los ataques cibernéticos causarán daños que exigirán represalias. La confianza y la estabilidad sufrirán. Y las sociedades también, no solo por los ataques contra las infraestructuras o los mercados, sino también por las restricciones a las que acabarán sometidas las libertades civiles para disminuir el peligro de futuras intromisiones. El nuevo Gobierno debe tener la precaución de no considerar ese tipo de ataques -ni otros instrumentos de guerra de huella limitada, como los aviones no tripulados o las operaciones especiales- como una herramienta de poco riesgo de la que pueda abusar. En caso contrario, estaremos creando más peligros de los que eliminaremos.

ESPERANDO LA PRIMAVERA JORDANA



08 de noviembre de 2012

La monarquía hachemita trata de contener una creciente contestación social con la convocatoria de nuevas elecciones a comienzos de 2013. Sin embargo, los islamistas se encuentran en plena efervescencia liderando una oposición al régimen cada vez más amplia. La corrupción, la falta de representatividad en las instituciones y el deterioro económico representan los principales males del país árabe.

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El rey jordano, Abdulá II, habla con el ministrode Defensa saudí, principe Khaled bin Sultan, durante una demostración de fuerzas armadas especiales en Amán, mayo de 2012.


“Próxima parada: Plaza Tahrir”. Escueto y simbólico, el mensaje coreado por un militante de la Hermandad Musulmana en una reciente marcha contra el régimen de Amán ayuda a comprender el punto de inflexión que podría haberse producido ya en la vida política jordana. Hasta ahora, la monarquía hachemita presumía de haber capeado el temporal de la Primavera Árabe con actitud reformista y dialogante, lo que la hacía distinta de las autocracias de la región. Las protestas inspiradas en el terremoto contestatario iniciado a comienzos de 2011 también alcanzaron tierras jordanas, pero –como ocurrió en otra monarquía, la alauita de Marruecos – nunca fueron mayoritarias. La autoridad de Abdalá II tampoco fue puesta en entredicho de forma seria.
Pero la paciencia podría estar agotándose para muchos jordanos de uno y otro origen y estrato social. El deterioro de la situación económica y las incumplidas promesas de reformas políticas y económicas están provocando honda mella en los jordanos. Los islamistas –espoleados por su éxito regional– representan, además del sector político mejor organizado, la avanzadilla del enfrentamiento abierto con la monarquía. El rey –que sigue gozando de una imagen de moderación, modernidad y apertura– ha anunciado elecciones parlamentarias anticipadas para comienzos del año próximo, con la promesa de que será la legislatura de la democracia. ¿Puede, empero, producirse aún un estallido revolucionario?
A pesar de que las manifestaciones han sido intermitentes y pacíficas en el reino desde el inicio de las revueltas árabes, la protesta de inicios del pasado octubre constituyó un aviso serio. Una marcha de 15.000 personas comandada por la rama jordana de los Hermanos Musulmanes –el Frente de Acción Islámica– se echaba a una plaza situada junto a la mezquita Al Husseini de Amán el 5 de octubre para anunciar el boicot a la cita electoral anunciada horas antes por el rey. A pesar de los planes reformistas del monarca, poco ha cambiado desde el inicio del período revolucionario que sacude la región. Al monarca, que gobierna de forma autoritaria, se le agota el manido recurso del cambio de primer ministro. Como ocurre –nuevo paralelismo con otra monarquía reacia al cambio, la marroquí – la realeza jordana ha acostumbrado desviar la atención de sus fracasos acusando a la clase política y burocrática de los males. En total, los cuatro reyes de la dinastía hachemita han cambiado unas 70 veces de primer ministro desde el establecimiento de la Jordania contemporánea en 1921. El rey Abdalá II ha hecho lo propio en 11 ocasiones desde que ascendiera al trono en 1999. Y con el nuevo líder que saldrá del próximo Parlamento serán seis los primeros ministros nombrados desde 2011.

¿Reformas reales?
Hasta ahora los cambios emprendidos por el rey pueden calificarse de cosméticos. El régimen aprobó el pasado verano una nueva ley electoral que permitirá aumentar la representación de candidatos procedentes de listas nacionales y de partidos en el Parlamento, incrementando los diputados electos según este sistema desde los 17 actuales a los 27 –en una asamblea que tendrá 140 escaños. El resto seguirán siendo elegidos conforme al tradicional sistema basado en distritos –en los que se escogen varios candidatos– y resumido en la consigna “un hombre, un voto”. Mecanismo que favorece la representación de las zonas afectas al régimen. Además, la norma permitirá a los miembros del Ejército –un apoyo inquebrantable del monarca–, la inteligencia y las fuerzas de seguridad votar por vez primera. “Esta ley no es perfecta. Lo entendemos. Pero no hay alternativa que genere mayor consenso. Lo que es esencial es que seguimos avanzando”, aseguraba el rey.
La nueva norma impedirá presentarse a partidos cuyo programa “se base en la religión”, lo que debe interpretarse como un intento indisimulado de poner cerco al ascenso islamista. Según el rey, la Hermandad no tiene más que el apoyo del 12% de los jordanos. Pero los éxitos cosechados en los comicios celebrados en Túnez o Egipto y el previsible papel preponderante que sus correligionarios jugarán en la Siria post-Assad han supuesto un revulsivo indudable para los islamistas. Y preocupan en la corte.
No parece, empero, que el régimen haya tomado buena nota de las renovadas aspiraciones de libertad y transparencia. El pasado septiembre el monarca refrendaba una ley –salida de un Parlamento dominado por miembros afectos– restrictiva de las libertades de prensa y de imprenta. Según la nueva normativa, que está llamada a perseguir la creciente crítica en la Red, cada nueva “publicación electrónica” necesitará una licencia expedida por el Gobierno. Jordania podría dejar de presumir de sus amplios márgenes de libertad de expresión relativos.
Abdalá II seguirá teniendo la potestad de gobernar por decreto, disolver el Parlamento y nombrar al Gobierno. Sus amplios poderes permanecerán intactos. Sin embargo, la oposición al régimen se ensancha; no sólo están los islamistas, sino también una crecientemente descontenta población de origen palestino –granero de los anteriores–, que se siente tradicionalmente excluida del sistema. Amán sufre además el malestar de las poblaciones procedentes del oriente del río Jordán  –tradicionalmente pilar fundamental del régimen–, quienes se consideran genuinos moradores de la tierra por habitarlas antes de la llegada de los primeros palestinos en 1948; sufren especialmente el colapso del sector agrícola y de las acusadas reducciones del gasto público. Recientemente, varias influyentes tribus de Transjordania exigían la puesta en práctica de leyes anticorrupción y un aumento de competencias para el Parlamento. Asimismo, la juventud no oculta su desafección.
Demandan reformas. En resumen, reducir la jurisdicción de la Corte de Seguridad del Estado –y la eventual abolición de la misma–; establecer un senado democrático; la supresión de los cuerpos no electivos, como los servicios de seguridad; reforzar el papel del Parlamento y la competencia de nombrar al primer ministro;  y combatir la corrupción y las violaciones de derechos humanos. Lo advierte International Crisis Group: “La gradual desafección del núcleo duro de los apoyos de la monarquía junto a los esfuerzos de la oposición por unirse superando las divisiones existentes podrían abrir un nuevo capítulo en la Primavera Árabe”.

Fuerte deterioro económico
La economía –Jordania cuenta con limitados recursos naturales– atraviesa una situación delicada. El paro real podría alcanzar entre el 25% y el 30%. El estado de la balanza fiscal –el déficit exterior por cuenta corriente alcanzará el 14% del PIB– no mejorará y el país seguirá dependiendo de un flujo de financiación externa incierto. Jordania ha sido el primer país de la Primavera Árabe que demanda asistencia al FMI, que concedió en agosto un acuerdo crediticio por valor de 2.000 millones de dólares (unos 1.500 millones de euros). Según Economist Intelligence Unit, el crecimiento del PIB jordano no superará el 2,7% este año. El 80% del presupuesto irá destinado a los salarios de los empleados públicos.
¿Ha aprendido la lección de la Primavera Árabe Abdalá II? ¿Será la próxima revolución? Una previsible revuelta –Jordania cuenta con una situación geoestratégica clave– agravaría aún más la situación en una región que aguarda las consecuencias de la prolongación del conflicto civil sirio. Sin duda, la vecina guerra –Jordania acoge casi 250.000 refugiados sirios– ha menguado los ánimos de la población de tomar la calle. El país es aliado de EE UU, que destinará a Amán un total de 477 millones de dólares este año. Y recibe también el apoyo político y financiero de la Liga Árabe y de las petromonarquías –que cursaron el año pasado la invitación al reino para integrarlo en el Consejo de Cooperación del Golfo–, como demuestran los 1.400 millones de dólares donados por Arabia Saudí en 2011. Pero el crédito de un monarca que cuenta aún con el apoyo de una gran parte de los jordanos podría estar agotándose. Lo asegura el experto de la Universidad de Exeter Larbi Sadiki: “Un liderazgo que falle a su ciudadanía está condenado a perder en algún momento el poder. Los presidentes monárquicos han sido desalojados en varios países árabes. Los reyes propiamente dichos se han salvado de momento, lo cual es ya algo excepcional”.

Cinco claves para entender el ascenso de China



Funcionarios del gobierno chino en una fiesta de gala
Resumir en unas pocas palabras un país milenario con casi 1.400 millones de habitantes, una lengua nacional y otros 292 idiomas en uso puede parecer una aventura temeraria.
El brillante escritor chino Yu Hua lo intentó en su libro "Shige cihui li de Zhongguo" ("China en diez palabras").
De cara al cambio de guardia del Partido Comunista China, BBC Mundo se basará en cinco conceptos de Yu Hua para describir esta sociedad.
Una sociedad que pasó de décadas de guerra civil e invasión extranjera a uno de los experimentos más radicales de revolución comunista, seguido de una restauración capitalista, siempre bajo la dirección de un partido que sigue reivindicado a Mao Tse Tung como padre de la patria.

1. Linxiu/lindao: líder

Con la muerte de Mao en 1976 y de Deng Xiao Ping en 1995, China pasó del liderazgo unipersonal al colectivo.
En la China de Mao Tse Tung, Linxiu, sólo era el Gran Timonel.
Según recuerda el autor de "China en 10 palabras", en los desfiles monumentales del día nacional en la plaza de Tiananmen, sólo una persona saludaba con la mano a la multitud: Mao.
Los dirigentes que se hallaban a su lado simplemente sonreían o hablaban. Durante la Revolución Cultural (1966-1976) pudieron hacer un movimiento similar al saludo que hacía Mao, pero en la mano tenían el Libro Rojo, prueba de su fidelidad al pensamiento del Gran Timonel.
Con la muerte de Mao en 1976 y de Deng Xiao Ping en 1995, China pasó del liderazgo unipersonal al colectivo de los nueve miembros del Comité Central.
En las conferencias de prensa –dice Yu Hua– los nueve líderes saludan al mismo tiempo.
Al mismo tiempo, en el seno de una sociedad que décadas atrás consideraba sacrílego cualquier cuestionamiento de la autoridad de Mao, han aparecido líderes por doquier. Hay líderes de la juventud, de la niñez, futuros líderes, líderes de la innovación, de la inmobiliaria y la empresa, entre otros.
¿Alentadora y desatendida señal democratizadora china o inevitable decadencia caricaturesca del culto a la personalidad?

2. Geming: revolución

Pocos términos son más clave y polémicos que el de revolución.
El concepto fue el pilar de infinitos debates desde la toma de poder comunista en 1949 hasta la trágica epopeya de la Revolución Cultural que pareció llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
En nombre de la revolución, por ejemplo, durante el Gran Salto Adelante lanzado en 1958 para "sobrepasar al Reino Unido, alcanzar a Estados Unidos", China se abocó a una carrera frenética para fundir acero.
En nombre de la revolución, el país se concentró en una carrera frenética para fundir acero.
La campaña fue un éxito –se produjo el doble de acero que en 1957– pero al menos una tercera parte no servía para nada por negligencia técnica en la producción.
Según Yu Hua, lejos de desaparecer con el giro pro capitalista de Deng Xiao Ping, este tipo de proyectos colosales es el corazón del espectacular desarrollo de las últimas dos décadas.
Grandes carreteras que parecen apuntar a un futuro eterno tienen apenas tráfico. Yu Hua nombra dos en el norte del país. Este cronista vio una en la única provincia despoblada que tiene China, Xinjian: por la anchísima superpista de una zona rural no circulaba ningún coche.
En los 500 kilómetros de costa entre Hebei y Tianjin en el norte del país hay cuatro grandes puertos, todos poco utilizados. A pesar de esto, los municipios compiten por invertir en su expansión.
El fantasma de la debacle siempre acecha a estos proyectos faraónicos con una inversión basada en préstamos incobrables, pero las autoridades los reivindican con el mismo fervor con que, durante el Gran Salto Adelante, hablaban de una producción récord de arroz (la hambruna posterior se cobró la vida de millones de personas).

3. Chaju: disparidad/diferencia

Ideológicamente poco se discutió con tanto fervor durante la Revolución Cultural como el tema de la disparidad-diferencia (el término chino chaju" abarca ambas acepciones).
"En la China actual se discute contínuamente sobre la desigualdad social, con la diferencia que la disparidad ahora es enorme"
En una sociedad bastante nivelada se buscaban las diferenciaciones más barrocas para proclamar la necesidad de cambio y revolución.
Yu Hua observa que algo similar ocurre en la China actual. Se discute continuamente sobre la desigualdad social, pero la diferencia ahora es que la disparidad es enorme.
En los 30 años de la Gaige Kaifang (política de puertas abiertas–liberalización) de Deng Xiao Ping, el PIB creció cien veces y la desigualdad entre el campo y la ciudad encontró sus máximos porcentajes históricos.
En el Día del Niño, la televisión china entrevistó a pequeños de distintas regiones y extracción social para saber qué regalo les gustaría recibir. Un chico de Beijing dijo que quería un avión Boeing. Una niña de una zona pobre del noreste, pidió un par de zapatillas.

4. Caogen: las bases

El término caogen denota a los grupos más excluidos de China.
De estas bases sociales surgió uno de las carreras políticas más meteóricas de la Revolución Cultural.
Al comienzo de la revolución, Wang Hongwen era un guardia de seguridad de una fábrica textil de Shanghái.
En noviembre de 1966 fundó junto a otros obreros una de las más famosas organizaciones militantes de una época saturada de agrupaciones políticas.
La Organización de Trabajadores Revolucionarios de Shanghái fue el trampolín que lo llevó siete años más tarde, en el X Congreso del Partido Comunista, a aparecer flanqueando, junto a Zhou Enlai, al mismo Gran Timonel, Mao Tse Tung.
"La gente no teme la fama, los cerdos no temen la gordura.En China significa que la fama invita a la caída de la misma manera que la gordura de un cerdo invita al matadero"
Wang Hongwen leyó en el Congreso el "Informe de la Revisión de la Constitución del Partido", un documento de extraordinaria importancia para alguien de 38 años que no había protagonizado las batallas épicas de la Revolución.
Pero nada dura. Cuando Mao murió tres años más tarde, Wang Hongwen fue arrestado como parte de la Banda de los Cuatro y condenado a cadena perpetua por la "organización de una contrarrevolución".
Cuando murió a los 57 años de cáncer, sólo su esposa y su hermano asistieron a la cremación.
Según Yu Hua, la China pro capitalista está llena de estas historias de éxitos meteóricos seguidos de vertiginosa caída en desgracia.
El caso de Huang Guanyu es tan emblemático como el de Wang Hongwen.
Huang Guanyu salió de un barrio pobre de un villorio en Guangdong y se convirtió en el hombre más rico de China con una fortuna de 43 mil millones de yuanes (US$7.000 millones).
En noviembre de 2008 fue arrestado por fraude financiero. En 2010 la Corte lo sentenció a 14 años de prisión por soborno, operaciones ilegales y uso de información privilegiada.
Según el dicho chino, "la gente le teme tanto a la fama como los cerdos a la gordura"
En Occidente este dicho sería entendido como una ironía: la gente no teme la fama, los cerdos no temen la gordura.
En China significa que la fama invita a la caída de la misma manera que la gordura de un cerdo invita al matadero.

5. Shanzhai: copia/imitación

Una de las quejas eternas de Estados Unidos es la falta de respeto de China por la propiedad intelectual.
Este uso de la copia-imitación se ha convertido en una transgresión irónica y anarquizante.
Tienda de Apple falsa en China
Esta falsa tienda de Apple en China es una muestra de la gigantesca industria del plagio.
La ironía se detecta en el nombre chino de los celulares que lejos de ocultar el plagio busca revelarlo en toda su dimensión. El Nokia chino se llama Nokir, el Samsung es Samsing, el Sony Ericson es Suny Ericcsun.
La gigantesca industria del plagio china desborda los límites tradicionales de lo electrónico. A las cámaras digitales, MP3, consolas de juegos, y relojes se le han agregado medicamentos, detergentes, marcas de leche y de noodles: la producción entera está marcada por esta estafa socialmente legitimada.
El fenómeno va más allá de la economía. En un país en el que el flujo informativo está férreamente censurado, los noticieros que se copian de los oficiales son colgados en internet funcionan como una crítica encubierta a la censura.
Cuando el mismo Hu Yua confrontó a un periodista que había publicado una entrevista con él, a pesar de que nunca se habían visto, el periodista le contestó muy suelto de cuerpo que era una "entrevista copia".
"Esta es nuestra realidad", comenta Hu Yua, "siempre y cuando uno pueda justificar una acción ilegal como una copia, queda legitimado ante el tribunal de la opinión pública".