sábado, 14 de mayo de 2011

El futuro de al-Qaeda después de Bin Laden


Bin Laden en la TV

Con la muerte de Bin Laden, al-Qaeda quedó sin un líder carismático y convocante.

Bajo el liderazgo de Osama bin Laden, al-Qaeda ("la base", en árabe) fue uno de los grupos extremistas más notorios que el mundo haya conocido. Pero tras su muerte ¿cuánta capacidad operativa tiene la agrupación para reinventarse y realizar ataques como los del 11-S?

Según algunos medios saudíes, Bin Laden pidió en su testamento que su muerte fuera vengada. El temor ante las posibles represalias hizo elevar el nivel de alerta en numerosos países. La pregunta es: ¿es capaz la red de realizar un ataque de dimensiones espectaculares?

Con la desaparición de su líder, coinciden los analistas, el grupo se las verá más difíciles para organizarse, reclutar militantes y recaudar fondos para la yihad. Algo que ya venía sucediendo.

Como le explica a BBC Mundo Jason Burke, periodista del periódico británico The Observer y experto en la red islámica, "tanto al-Qaeda central como sus afiliados han sufrido un gran desgaste en los últimos años".

Con él coincide Fernando Reinares, investigador principal de terrorismo internacional del Real Instituto Elcano de Madrid: "Osama bin Laden muere en un momento en el que, según todos los indicios, al-Qaeda parece tener objetivamente degradadas sus capacidades operativas".

Menos gente, menos dinero, menos apoyo

Según le señaló Reinares a BBC Mundo, el núcleo central de al-Qaeda en este momento no dispondría de más de mil militantes propios. Al-Qaeda en la Península Arábiga no tiene más que "unos centenares" de miembros y lo mismo puede decirse de al-Qaeda en el Magreb Islámico.

Atentados de julio de 2005

Los ataques de 2005 en Londres fueron los últimos atentados grandes de al-Qaeda en Occidente.

Además, "ha visto muy aminoradas sus infraestructuras terroristas desde que se reubicó en las zonas tribales al noroeste de Pakistán y ha ido progresivamente perdiendo apoyo popular en los países con sociedades mayoritariamente musulmanas, aunque continúe siendo entre sustancial y notable en algunos de ellos".

Otro punto sensible es que con la muerte de Bin Laden se cortará el flujo de donaciones de sus contactos personales que, como explica Jason Burke, es una de las principales fuentes de financiamiento de al-Qaeda.

Otras fuentes de dinero son los crímenes como robos de tarjetas de crédito, secuestros de occidentales (especialmente a cargo del subgrupo al-Qaeda en el Magreb) y la microfinanciación a través de contribuciones de los pobladores, "generalmente fruto de la extorsión", apunta Reinares.

Como recuerda Burke, aunque ha habido varios intentos fallidos lo cierto es que desde los ataques de 2005 en Londres, al-Qaeda no ha logrado perpetrar con éxito un gran atentado. "No tienen capacidad. Si pudieran, lo habrían hecho".

No convencional

Revista "Inspire"

Con su revista "Inspire" y otras herramientas de internet en inglés, al-Qaeda busca ampliar su espectro de militantes.

De todos modos, al-Qaeda dista de estar indefensa: sus diferentes ramas cuentan con armas cortas y misiles de tierra y aire que podrían derribar aeronaves (como el fallido intento contra un avión israelí en Kenia en 2002). También tienen campos de entrenamiento en Pakistán, Yemen, Somalia y el norte de África, donde además de destrezas militares se les impregna con la ideología sistematizada por Bin Laden.

Pero como recuerda Burke, el punto fuerte de la red no son las armas ni los explosivos, y, como subraya, el ataque más espectacular que han realizado (el 11-S) no fue ni con las unas ni con los otros. "La importancia de al-Qaeda no reside en los explosivos: cualquiera puede conseguirlos".

Precisamente, "la capacidad convencional militar de al-Qaeda es prácticamente inexistente. Es una organización no convencional, una organización terrorista, no tienen un gran arsenal ni acopio de explosivos. Se trata más de la ideología".

"Lo importante es tener gente que lo haga, reclutar voluntarios, establecer los blancos de los ataques evitando la vigilancia y sistemas de seguridad de los gobiernos occidentales. Esa es la fuerza de al-Qaeda".

Y justamente en ese último elemento reside, según Reinares, la incapacidad del grupo para perpetrar un atentado espectacular. Los sistemas de vigilancia se han reforzado notablemente y la red extremista no ha logrado sortear los sistemas de seguridad.

Tampoco ha puesto en práctica tecnologías como armas biológicas o nucleares.

Ramas

Pero como explica Reinares, uno de los legados de Bin Laden fue "que el terrorismo tiene una multiplicidad de focos" y las múltiples ramas de al-Qaeda han hecho a su estructura operativa mucho más compleja, aunque no necesariamente más peligrosa.

"La amenaza en sí misma no es mayor"

Fernando Reinares, investigador

"La amenaza en sí misma no es mayor", analiza Reinares. El grupo principal, al-Qaeda central, con epicentro en las montañas del noroeste de Pakistán y el que más ataques realiza, cuenta con múltiples ramas asociadas en mayor o menor medida.

Como señaló en una conferencia la semana pasada Daniel Benjamin, asesor contra el terrorismo del Departamento de Estado de EE.UU., si bien el núcleo de al-Qaeda se ha debilitado operacionalmente, los grupos afiliados se han hecho más fuertes. En consecuencia, la amenaza de al-Qaeda se ha diversificado geográfica y étnicamente.

La facción más importante es al-Qaeda en la Península Arábiga, con base en Yemen. Según Benjamin, el grupo es a la vez tecnológicamente innovador y está dispuesto a poner en práctica nuevas tácticas rápidamente.

Le sigue al-Qaeda en el Magreb Islámico, famoso por su capacidad para recaudar fondos a través de secuestro de occidentales. El grupo retiene actualmente a cuatro franceses.

En tercer lugar figuran los movimientos del este de África, con el somalí al-Shaabab a la cabeza. Algunos de sus militantes son estadounidenses y europeos descendientes de la diáspora somalí, lo que preocupa particularmente a las autoridades occidentales.

Les siguen varios grupos más, como el talibán paquistaní y la rama Lashkar-e-Taiba en el sur de Asia.

Pero sin un líder carismático que aúne todas las facciones, muchos dudan de la capacidad de al-Qaeda de realizar un ataque grande en el corto plazo mientras persisten las preguntas sobre quién sucederá a Bin Laden al frente del movimiento.

Entre el éxito y el desastre: 9 operaciones de fuerzas especiales


BBC Mundo les presenta algunos casos similares, ocurridos en las últimas cinco décadas, en que las fuerzas especiales de los gobiernos han decidido caminar por el filo de la navaja entre el objetivo militar, siempre amenazado por el desastre, y la violación del derecho.

clicCaptura de Eichmann - Buenos Aires, mayo de 1961

clicOperación Trueno - Uganda, julio de 1976

clicOperación Garra de Águila (Eagle Claw)- Irán, abril de 1980

clicOperación Nimrod - Londres, mayo de 1980

clicAsesinato de Abu Jihad - Túnez, abril de 1988

clicLa batalla de Mogadicio - Somalia, octubre de 1993

clicOperación Chavin de Huantar - Perú, abril 1997

clicSitio del teatro de Moscú - octubre, 2002

clicOperación Jaque - Colombia, julio 2008

Captura de Eichmann - Buenos Aires, mayo de 1961

Adolf Eichmann

Eichmann había formado una famiia en Buenos Aires y se hacía llamar Ricardo Klement.

El 11 de mayo de 1961, un grupo de agentes del Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, raptaba al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, quien había conseguido escapar de los juicios de Nüremberg y, bajo el nombre de Ricardo Klement, se había instalado en Buenos Aires como empleado de Mercedes Benz.

Tras largos meses de vigilancia, el comando israelí, utilizando un automóvil con placas falsas, esperó a que Eichmann bajara de su autobús, como todos los días, para reducirlo fácilmente.

En los próximos días, el comando saldría de Buenos Aires disfrazado de personal de la línea aérea Bristol Britannia, con un Eichamann fuertemente sedado, quien también vestía el uniforme de la línea aérea.

Argentina reclamó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por "la violación de los derechos soberanos de la República Argentina".

Israel, inicialmente desmintió que la operación hubiera sido autorizada por el gobierno y la achacó a individuos particulares.

El Consejo de Seguridad emitió la resolución 138, que le exigía a Israel "efectuar las reparaciones apropiadas".

Un par de meses después, Israel y Argentina daban por superado el incidente con una declaración conjunta.

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Operación Trueno - Uganda, julio de 1976

Un centenar de comandos de elite israelíes volaron sin ser detectados más de 4.000 kilómetros hacia el aeropuerto de Entebe, en las afueras de la capital ugandesa, Kampala, para rescatar a 105 personas que permanecían como rehenes tras el secuestro de un avión de la aerolínea Air France cuyos pasajeros no judíos ya habían sido liberados.

Los comandos llegaron por la noche y tomaron por asalto el terminal aéreo.

Lograron llevar a salvo a casi todos los rehenes y mataron a los secuestradores, quienes eran miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina. El grupo también estaba conformado por dos revolucionarios alemanes.

Tres rehenes fueron asesinados, así como un soldado israelí: el comandante Yonatan Netanyahu, hermano del futuro primer ministro Benjamin Netanyahu.

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Operación Garra de Águila (Eagle Claw)- Irán, abril de 1980

El plan consistía en que las fuerzas especiales de Estados Unidos rescatarían a 52 rehenes que permanecían en la embajada de EE.UU. en Teherán, lo cual se lograría con el aterrizaje de aeronaves y helicópteros en dos ubicaciones remotas del desierto.

Avión utilizado en la operación Garra de Águila

A la noche siguiente habría un equipo de rescate que sería trasladado a la embajada para liberar a los rehenes y llevarlos a un estadio cercano, desde donde los helicópteros los recogerían y se los llevarían del país.

Los problemas técnicos con los helicópteros, agravados por una tormenta de arena, provocaron que la operación fuera abortada en una fase temprana.

Pero en el proceso de reabastecimiento de combustible, un helicóptero se estrelló contra un avión de transporte y explotó, provocando la muerte de ocho soldados. Hubo entonces una evacuación apresurada.

La debacle no hizo nada por el prestigio de los militares estadounidenses y pudo haber contribuido a la derrota electoral del presidente Jimmy Carter unos meses más tarde.

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Operación Nimrod - Londres, mayo de 1980

Esta fue la primera operación de fuerzas especiales que se mostró en directo por televisión. El 30 de abril, un grupo de separatistas árabes iraníes asaltó la embajada de Irán en Londres, y tomó a 26 personas como rehenes.

Operación Nimrod

Cinco rehenes fueron liberados en los días siguientes pero en el sexto día del asedio, los secuestradores mataron a un diplomático y arrojaron su cuerpo a la calle.

Esta fue la señal para que el Servicio Especial Aéreo (SAS, por sus siglas en inglés) lanzara un asalto.

Cinco equipos de cuatro hombres irrumpieron en el edificio desde distintas direcciones, utilizando granadas para desorientar a los secuestradores.

Cinco de un total de seis extremistas fueron asesinados y 19 de los 20 rehenes restantes fueron rescatados, mientras que un rehén murió a mano de los secuestradores durante el asalto del SAS.

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Asesinato de Abu Jihad - Túnez, abril de 1988

Khalil al Wazir, o Abu Jihad, un aliado clave del líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, había planificado numerosos ataques contra civiles israelíes, pero cuando en 1988 acometió el rapto de un bus que viajaba hacia las instalaciones nucleares secretas de Dimona, en el desierto de Negev, Israel decidió que había que actuar.

En mayo, treinta comandos israelíes desembarcaron en una playa tunecina antes de contactarse con agentes del Mossad que ya estaban en el país.

Un equipo de comandos ultimó al chofer de Abu Jihad frente a su casa, mientras otro echó la puerta abajo y acribilló a Abhu Jihad con 70 balazos.

La operación, presuntamente ordenada por el ministro de Defensa Yizahak Rabin y coordinada por el futuro primer ministro Ehud Barak, fue condenada por Estados Unidos como un acto de asesinato político.

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La batalla de Mogadicio - Somalia, octubre de 1993

Helicópteros Black Hawks.

Estados Unidos perdió dos Black Hawks en la empresa.

Un amplio contingente de fuerzas especiales de Estados Unidos- incluyendo Rangers, Seals y miembros del Delta Force del ejército - partieron el 3 de octubre de su complejo en las afueras de Mogadicio, la capital de Somalia, con el objetivo de capturar a los lugartenientes de un señor de la guerra llamado Mohammed Farah Aideed.

Estos lograron su objetivo pero a un costo enorme.

Primero, uno de los helicópteros Black Hawk fue derribado. Entonces, mientras un equipo de asalto esperaba las órdenes de salir, otro helicóptero se vino al suelo.

En el sitio del primer helicóptero se libró un combate que duró horas, hasta que llegó ayuda en la forma de la fuerza internacional de auxilio.

Dos francotiradores de Delta Force se ofrecieron como voluntarios para defender el sitio del segundo helicóptero siniestrado, pero, tras fiera batalla, fueron derrotados por un grupo de milicianos.

Dieciocho militares estadounidenses, tres italianos y un malayo resultaron muertos.

Los cuerpos de varias víctimas estadounidenses fueron arrastrados por las calles de Mogadicio.

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Operación Chavin de Huantar - Perú, abril 1997

El sitio de la residencia del embajador de Japón, en Lima, duró 126 días.

Unos 70 invitados a una fiesta ofrecida por el embajador japonés en Perú fueron mantenidos como rehenes durante 126 días en la residencia del embajador por parte de 14 miembros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA, un grupo marxista que pretendía la construcción de un Estado socialista.

La madre y el hermano menor del presidente de la época, Alberto Fujimori, se encontraban entre los rehenes, al igual que quien lo sucedería eventualmente en el cargo, Alejandro Toledo.

Las fuerzas de seguridad peruana introdujeron, de manera subrepticia, en la residencia, aparatos para escuchar, con los que estudiaron la rutina de los aprehensores.

También cavaron un túnel que daba al jardín posterior.

El 22 de abril, un nutrido grupo de comandos atacó el edificio, utilizando escaleras y explosivos, con lo que sorprendieron a algunos de los extremistas durante uno de sus regulares partidos de fútbol de media tarde.

Todos los rehenes, con excepción de uno, fueron rescatados.

Un rehén, dos comandos y todos los militantes del MRTA resultaron muertos.

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Sitio del teatro de Moscú - octubre, 2002

Sitio del teatro de Moscú.

El sitio del teatro de moscú cobró la vida de unas 170 personas.

Extremistas armados tomaron como rehenes a las 800 personas que asistían a un teatro de Moscú, exigiendo el retiro de las fuerza rusas de Chechenia.

Con explosivos atados a sus cuerpos, amenazaron con empezar a matar rehenes después de una semana. Durante el tercer día del sitio, las fuerzas especiales rusas comenzaron a bombear gas anestésico, probablemente a través del sistema de aire acondicionado, y asaltaron el teatro media hora más tarde.

Unos 40 secuestradores murieron junto a 129 rehenes, casi todos ellos por efecto del gas.

El entonces presidente de Rusia, Vladimir Putin, elogió el valor de las fuerzas especiales y pidió perdón por no haber salvado a más rehenes.

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Operación Jaque - Colombia, julio 2008

Ingrid Betancourt

La ex candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, fue rescatada en el operativo-

Se dice que los soldados colombianos tomaron clases de actuación para prepararse para su papel en el operativo de rescate de la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, de tres contratista militares estadounidenses y once miembros de los servicios de seguridad colombianos.

Algunos fingieron ser miembros del grupo rebelde que mantenía a los rehenes -las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC- mientras que otros se hacían pasar por miembros de organizaciones no gubernamentales o periodistas de televisión.

El comandante de las FARC a cargo de los rehenes cayó en la trampa y autorizó al grupo de rehenes a ser llevados en helicóptero a, supuestamente, reunirse con el líder de las FARC, Alfonso Cano.

El propio comandante y otro rebelde más, abordaron el helicóptero. Ambos fueron desarmados y esposados inmediatamente.

EE.UU. y Pakistán: arrestos por apoyo financiero al Talibán


Ikram Khan

Ikram Khan entra a la mezquita de Flagler, en Miami, luego del arresto de su padre y dos de sus hermanos.

Las autoridades de Estados Unidos acusaron este sábado a seis personas por haber suministrado apoyo financiero y ayuda material al Talibán paquistaní.

El fiscal estadounidense para el distrito sur de Florida y agentes del FBI dieron a conocer los cuatro cargos levantados contra tres ciudadanos estadounidenses y otros tres individuos que viven en Pakistán.

Los tres ciudadanos de Florida son Hafiz Khan, de 76 años, y sus hijos Irfan Khan de 37 años e Izhar Khan de 24.

Hafiz Khan es el imán de la mezquita de Flagler en Miami, mientras que Izhar Khan es el imán de la mezquita Jamaat al-Mumineen cerca de Margate, en el condado de Broward.

Los otros acusados -en Pakistán- son Ali Rehman, Alam Zeb y Amina Khan.

Amina Khan es hija de Hafiz Khan y madre de Alam Zeb.

"No permitiremos que este país sea utilizado como base para la financiación y el reclutamiento de terroristas"

John Gillies, agente especial del FBI en Miami

Los seis están acusados de proveer apoyo material para asesinar, herir y secuestrar a personas en el extranjero y de proporcionar apoyo al Talibán paquistaní.

En el documento también puede leerse que, al enterarse de que siete soldados estadounidenses habían muerto en Afganistán, Hafiz Khan dijo -en una conversación grabada- que esperaba que "Dios matara a 50.000 más".

Apoyo al Talibán

Cada uno de los cuatro cargos conlleva una posible pena de cárcel de 15 años.

Se espera Hafiz e Izhar Khan acudan a la corte en Miami este lunes. También se prevé que Irfan Khan esté allí, luego de haber sido detenido en Los Ángeles.

El agente especial del FBI en Miami, John Gillies, aseguró este sábado que "los terroristas perdieron otra fuente de financiamiento para actuar en contra personas inocentes y los intereses de EE.UU.".

"No permitiremos que este país sea utilizado como base para la financiación y el reclutamiento de terroristas", señaló Gillies.

Mientras tanto, el abogado estadounidense Wilfredo Ferrer dijo que "a pesar de ser un imán, Hafiz Khan no era un hombre de paz.

Ataque en Pakistán

Según el Talibán paquistaní, el ataque que dejó 80 muertos en Shabqadar el viernes, fue para "vengar la muerte de Osama bin Laden".

"Apoyó a terroristas en nuevos actos de asesinato, secuestro y mutilación", agregó.

Tensión

La noticia llega en medio de gran tensión entre Pakistán y EE.UU., luego de la operación en la que fue abatido el líder de al-Qaeda, Osama Bin Laden.

A propósito, parlamentarios paquistaníes exhortaron este sábado a revisar la relación entre ambos países.

El Parlamento calificó el ataque en el que Bin Laden resultó muerto como una "acción unilateral que constituye una violación de la soberanía de Pakistán".

En la resolución puede leerse: "El pueblo de Pakistán no tolerará tales acciones. Otras medidas unilaterales podrían tener graves consecuencias para la paz y la seguridad en la región y el mundo".

Por su parte, el senador estadounidense, John Kerry -quien está a punto de visitar Pakistán- insistió en que Estados Unidos quiere "construir, no por romper" las relaciones con Pakistán.

Sin embargo, resaltó que había "serias interrogantes que necesitan ser respondidas"

viernes, 13 de mayo de 2011

DEPENDE: DICTADORES


Puede que los autócratas árabes estén tambaleándose, pero no todos los tiranos del mundo están temblando dentro de sus botas de acero.

“Las dictaduras giran completamente en torno al dictador”

Raramente, si es que es así alguna vez. En los primeros meses tras el comienzo de las revoluciones árabes, las televisiones del mundo se llenaron de imágenes, que se hicieron instantáneamente icónicas, de un viejo orden que se derrumbaba: la villa en la costa del clan Ben AlÍ en llamas en Túnez, los afectados discursos de Hosni Mubarak previos a su dimisión en Egipto, las inconexas y desafiantes diatribas de Muammar el Gadafi desde una casa bombardeada en Libia. Eran un recordatorio de que uno de los arquetipos políticos más duraderos del siglo XX, el dictador despiadado, había persistido hasta el XXI.

¿Pero cómo de persistentes son? La ONG estadounidense Freedom House enumeró este año a 47 países como “no libres” —y gobernados por toda una variedad de dictadores autoritarios. Sus números desde luego han caído desde el siglo pasado, que nos dejó una buena lista: Stalin, Hitler, Pol Pot, Pinochet, Jomeini, y un sinfín más que son ahora sinónimo de gobierno sanguinario y represivo. Pero invocar a estos tiranos, aunque resulta una forma útil de abreviar en la política internacional, desgraciadamente refuerza un mito preocupante: que las dictaduras en realidad sólo tienen que ver con los tiranos.

La imagen de un único líder omnipotente cómodamente instalado en un Kremlin envuelto por el misterio o un palacio presidencial estridentemente decorado arraigó durante la Guerra Fría. Pero las dictaduras no funcionan por sí solas. Desempeñar las tareas básicas que se esperan incluso de un gobierno despótico —establecer el orden, recaudar los impuestos, controlar las fronteras y supervisar la economía— requiere la cooperación de un amplio espectro de otros actores: empresarios, burócratas, líderes de sindicatos y partidos políticos y, por supuesto, especialistas en coerción como el ejército y las fuerzas de seguridad. Y mantenerlos a todos felices y trabajando juntos no es más fácil para un dictador de lo que lo es para un demócrata.

Las diferentes dictaduras tienen herramientas diferentes para hacer que las cosas marchen. Los regímenes comunistas del siglo XX confiaban en la pertenencia masiva a los partidos políticos para mantener la disciplina, al igual que hicieron algunas autocracias no comunistas. El sistema autoritario que rigió México durante 70 años —lo que el novelista peruano Mario Vargas Llosa llamó una vez “la dictadura perfecta”— fue orquestado por el nacionalista Partido Revolucionario Institucional, una gigantesca organización cuya influencia se extendía desde el complejo presidencial de Los Pinos a los puestos locales de Gobierno en cada minúsculo pueblecito. El recientemente dimitido Hosni Mubarak de Egipto estuvo apuntalado de forma similar durante tres décadas por su Partido Democrático Nacional.

Luego está la opción de la junta: una dictadura dirigida por el ejército. Estas tienen ventajas —disciplina y orden, y la capacidad para reprimir a la oposición, entre ellas—pero también inconvenientes, siendo el más notable el poseer una pequeña base de apoyo natural que no se extiende mucho más allá de las clases con uniforme. Los generales que gobernaron Brasil desde 1964 a 1985 resolvieron este problema ofreciendo acceso controlado a un Parlamento en el que las élites económicas y otros poderosos grupos de interés podían expresar sus demandas y participar en la gobernanza. Sin embargo, esto demostró ser un difícil ejercicio de equilibrio para un Ejército al que le resultó difícil manejar las elecciones y la presión de una opinión pública cada vez más insatisfecha con su gestión de la economía y los derechos humanos, y los generales finalmente se dirigieron de vuelta a sus barracones.

En su versión más extrema, algunos gobiernos autoritarios sí se acercan a los regímenes centrados en un dictador presentes en la imaginación popular. Mobutu Sese Seko, que gobernó Zaire (ahora la República Democrática del Congo) durante más de 30 años, y la dinastía Duvalier en Haití son ejemplos clásicos. Aquí el orden se mantenía en gran medida recurriendo al clientelismo mediante redes personales o de otro tipo: clanes, grupos étnicos, etcétera. Pero paradójicamente, estas son las dictaduras más inestables. Mantener a un gobierno que funcione de manera fluida es difícil en ausencia de una amplia base organizacional o institucional, y todo el sistema asciende y cae siguiendo el destino de un solo hombre.

“El poder de las masas puede derrocar a los autócratas”

No por sí solo. En 1989, el poder del pueblo barrió Europa del Este. Las huelgas masivas en Polonia llevaron a los dirigentes comunistas del país a la mesa de negociación para pactar su salida del poder. Después de que cientos de miles de personas se concentraran en la Plaza Wenceslas de Praga, uno de los regímenes comunistas más brutales de Europa del Este se derrumbó y entregó el poder en Checoslovaquia a un variopinto grupo de dramaturgos, curas, académicos y amigos de Frank Zappa. En Alemania Oriental, enormes multitudes simplemente se marcharon del bastión más occidental del comunismo para buscar asilo, y después la reunificación, en el Oeste. Y el poder del pueblo, como descubrió con gran consternación Ferdinand Marcos en Filipinas en 1986, no se limitaba al comunismo o a Europa del Este.

Pero hubo mucho más en el colapso del comunismo en Europa Oriental y los regímenes autocráticos de otros lugares que la impresionante autoridad moral de las multitudes. Como los chinos mostraron en la Plaza de Tiananmen en 1989, capitular ante los activistas a favor de la democracia en las calles no es ni mucho menos la única opción. Ha habido muchos otros sitios en los que el poder de la gente ha fracasado estrepitosamente al enfrentarse a una respuesta militar bien organizada. En Hungría, el levantamiento popular de 1956 fue brutalmente aplastado por los tanques del Ejército Rojo. La Revolución del Azafrán de Birmania en 2007 produjo poco más que condenas a cadena perpetua para los monjes budistas disidentes del país; la Revolución Verde de Irán en 2009 cayó ante las porras de los basij dos años más tarde.

¿Qué distingue a los éxitos del poder popular de sus fracasos? El tamaño, por supuesto, importa, pero los autócratas tienden a caer ante las multitudes sólo cuando primero han perdido el apoyo de aliados clave, en el país o en el extranjero. La decisión del Ejército egipcio de abandonar a Mubarak y proteger a los que protestaban concentrados en la Plaza Tahrir de El Cairo, por ejemplo, fue crucial para la caída del presidente el pasado febrero.

¿Cómo pueden los manifestantes persuadir a los incondicionales del régimen para que abandonen el barco? En Europa del Este, el radical cambio geopolítico organizado por el líder soviético Mijaíl Gorbachov y sus aliados obviamente ayudó —pero no se puede realmente volver a derribar el Telón de Acero de nuevo. Los regímenes con ejércitos profesionales separados de las autoridades civiles podrían ser más vulnerables a las deserciones; es menos probable que los regímenes basados en partidos políticos muy ideologizados vean a sus miembros romper filas. La amenaza creíble de acabar en el tribunal de crímenes de guerra de La Haya o de que congelen tus cuentas en un banco suizo puede también hacer maravillas. Pero desgraciadamente para los opositores, la predicción de las reacciones autoritarias a los levantamientos está lejos de ser una ciencia exacta —lo que no es mucho consuelo cuando te está abriendo la cabeza un antidisturbios.

AFP/Gettyimages

“Cuanto más brutal es el dictador, más difícil es derrocarle”

Desgraciadamente, es verdad. Reflexionando sobre la Revolución Francesa, Alexis de Tocqueville observó que “el momento más peligroso para un mal gobierno es cuando empieza a hacer reformas”. Lo que era correcto en el siglo XVIII es, lamentablemente, todavía cierto en el XXI. Probablemente, no es una coincidencia que la lista de gobiernos autoritarios eliminados por las protestas en las calles en los últimos años está en gran medida ocupada por dirigentes cuyos regímenes permitían al menos un mínimo de oposición política. Tiranos como Slobodan Milosevic, de Serbia, Eduard Shevardnadze, de Georgia, Kurmanbek Bakiyev, de Kirguizistán y Hosni Mubarak, de Egipto, pueden haber sido horribles en muchos aspectos, pero sus regímenes eran indudablemente más permisivos que los de muchos que siguen aferrados al poder hasta el día de hoy.

Si esto es verdad, ¿por qué hay dictadores que permiten siquiera que exista la oposición? ¿Y por qué simplemente no se aplica una reacción “estilo Tiananmen” ante el primer signo de protesta? Porque gobernar una dictadura verdaderamente atroz es mucho más duro de lo que solía ser.
Las interconexiones de la civilización del siglo XXI hacen difícil controlar la información y mucho más difícil y costoso aislar a un país del mundo exterior de lo que lo era en el siglo XX. La muerte del comunismo, mientras tanto, ha privado a los déspotas tanto de la derecha como de la izquierda de una tapadera para sus prácticas antidemocráticas. En la década pasada, los dirigentes de países como Uzbekistán y Yemen han utilizado el nuevo temor de Occidente al islam militante —y las necesidades logísticas del Estados Unidos posterior a las guerras del 11-S— con fines similares, pero son muchos menos que los tiranos ideológicos que se repartían continentes enteros bajo los pretextos de la Guerra Fría hace una generación.

El resultado es que en más y más lugares, los dirigentes se ven obligados a justificar sus prácticas añadiendo un toque de “democracia”. Vladímir Putin decidió retirarse del poder —aunque no demasiado lejos— en 2008 en lugar de romper la prohibición constitucional de Rusia de un tercer mandato presidencial consecutivo, e incluso el Partido Comunista Chino permite algunas elecciones competitivas a nivel de ciudades y los pueblos. Existen excepciones a esta tendencia, por supuesto: Turkmenistán, Corea del Norte y Birmania son algunos de los nombres que acuden a la mente. Pero estos regímenes cada vez se perciben más como reliquias del fallecido, y no llorado siglo XX, que como precursores de lo que está por llegar.

“Los cultos a la personalidad son una locura”

Más astutos que locos. ¿Creen realmente los coreanos del norte que Kim Jong Il puede cambiar el clima basándose en su estado de ánimo? ¿Piensan los libios que el Libro Verde de Gadafi es una brillante obra de filosofía política? ¿De verdad piensan los Turkmenos que el Ruhnama, el texto religioso obra de su fallecido dictador postsoviético —y supuesto líder espiritual— Saparmurat Niyazov, es una escritura sagrada en pie de igualdad con el Corán y la Biblia?

Probablemente no, pero para los propósitos del dictador, no tienen que hacerlo. Como el politólogo Xavier Márquez ha señalado, los cultos a la personalidad son tan estratégicos como narcisistas. Parte del problema al que se enfrentan los aspirantes a oponentes de los dictadores es descifrar quién más se opone al líder; obligar al pueblo a abrazar públicamente mitos absurdos lo hace aún más difícil. La construcción oficial de mitos es además un medio de hacer respetar la disciplina dentro del régimen. Stalin —el progenitor del moderno culto a la personalidad del dictador— entendió bien que la mitologización de sí mismo sería demasiado difícil de digerir para algunos de sus antiguos camaradas; Lenin, después de todo, había advertido específicamente contra ello. Pero aquellos que podrían haber puesto objeciones fueron rápidamente despachados. Para los apparatchiks que quedaron, someterse al culto era humillante —y la humillación es un arma poderosa para controlar a potenciales rivales.

Pero el culto a la personalidad, como la mayoría de las tecnologías autoritarias, tiene sus desventajas. Cuanto mayor sea el culto, mayor es el desafío de la sucesión. Los herederos al trono realmente solo tienen dos opciones: desmantelar el culto o instaurar uno mejor. Lo primero es arriesgado; en la Unión Soviética, el famoso discurso secreto de 1956 de Nikita Khrushchev —la crítica póstuma de Stalin que nos dio el término “culto a la personalidad”—era, después de todo, secreto, juzgado demasiado explosivo para el público soviético. Hoy en día la familia Kim que gobierna Corea del Norte ilustra los riesgos de la alternativa: ahora que los periódicos oficiales ya han informado de que el actual Querido Líder, Kim Jong Il, ha dominado la teletransportación, ¿qué es lo que se supone que podría hacer su hijo y recientemente designado heredero, Kim Jong Un, a continuación?

"Algunas veces hace falta un dictador para hacer el trabajo”

En realidad no es así. Los últimos dos años no han hecho mucho por publicitar las capacidades del modelo de gobierno democrático occidental para tomar medidas ambiciosas y dolorosas pero necesarias. Frustrados por todo tipo de cosas, desde su fracaso para cuadrar presupuestos hasta una aparente incapacidad para afrontar los desafíos del cambio climático, más de unos cuantos occidentales han vuelto su mirada melancólica hacia la severa forma de gobierno del Partido Comunista en China. “La autocracia de partido único desde luego tiene sus inconvenientes”, escribió Thomas Friedman del New York Times en una columna en 2009. “Pero cuando está dirigido por un grupo de personas razonablemente ilustradas, como lo está hoy China, puede también tener grandes ventajas”. Este marzo, Martin Wolf escribió en el Financial Times que “China ha logrado la grandeza”.

Esta romantización del autoritarismo no es nueva; el cruento régimen de Augusto Pinochet en el Chile de los 70 fue una vez aplaudido por muchos en Washington como un desagradable pero necesario instrumento de reforma económica. La añoranza de una mano firme, sin embargo, tiene raíces en varias falacias. En primer lugar, combina los fallos de una forma de democracia —en el caso de Friedman, la paralizada versión estadounidense— con toda una categoría de gobierno. En segundo lugar, asume que los dictadores son más capaces que los demócratas de emprender reformas impopulares pero esenciales. Pero las decisiones impopulares no se vuelven populares porque las tome un autócrata —recordemos sin ir más lejos al fallecido responsable de las finanzas de Corea del Norte Pak Nam Gi, que acabó frente a un pelotón de fusilamiento tras la violenta reacción de la opinión pública contra la reforma monetaria confiscatoria que el régimen de Kim promovió en 2009. De hecho, las figuras autoritarias, careciendo de la legitimidad de la elección popular, pueden tener incluso más miedo de echarlo todo por tierra que los demócratas. En la Rusia de Putin, por ejemplo, los líderes son incapaces de ajustar los enormes gastos militares que mantienen calmados a grupos de apoyo clave, pero incluso sus propios ministros reconocen que resultan insostenibles.

Además, sugerir que los dictadores pueden imponer mejores políticas a su pueblo asume que es probable que el tirano sepa cuáles son esas políticas. La idea de que hay soluciones tecnocráticas para la mayoría de los problemas económicos, sociales y medioambientales podría resultar reconfortante, pero es normalmente errónea. Estas preguntas raramente tienen respuestas estrictamente técnicas y apolíticas, y sólo en democracia pueden hacerse públicas y ser contestadas de un modo que, si no completamente justo, es al menos ampliamente aceptable.

“Las revoluciones digitales son malas noticias para los autócratas”

No necesariamente. Las nuevas tecnologías —desde el fax a Internet o Facebook—han sido invariablemente anunciadas como fuerzas para derribar regímenes dictatoriales. Y, por supuesto, si los móviles y Twitter no aportaran nada positivo los activistas a favor de la democracia no los usarían. Pero la verdadera prueba de fuego de la tecnología es su capacidad para desplazar el equilibrio de poder entre los dictadores y quienes tratan de derribarles —para hacer las revoluciones más frecuentes, más rápidas o más exitosas. Y aunque es demasiado pronto para saberlo con seguridad, el arco de las revoluciones de 2011 no parece hasta ahora tan diferente de los levantamientos escasamente tecnológicos de 1989, o, ya puestos, de 1848.

Lo que marca la diferencia es lo rápido que los gobiernos autoritarios puedan resolver cómo contrarrestar una nueva innovación, o usarla ellos mismos. Algunas veces esto sucede muy pronto: las barricadas inventadas en París que hicieron posible las revoluciones de 1848 fueron brevemente útiles, pero los ejércitos pronto entendieron cómo usar cañones contra ellas. De igual modo, los gobiernos autoritarios ya están aprendiendo cómo usar los móviles y Facebook para identificar y seguir el rastro a sus oponentes. En Irán, por ejemplo, los mensajes de Facebook, los tweets y los e-mails fueron utilizados como pruebas contra los manifestantes tras la fallida Revolución Verde.

Casualmente, algunas de las innovaciones que más han perdurado han sido las menos tecnológicas. Las protestas masivas, las peticiones y las huelgas generales, que ahora son tácticas omnipresentes, fueron en sus inicios ideas tan innovadoras como Twitter, y han seguido desempeñando un papel crucial en la difusión de la democracia y los derechos civiles por todo el mundo. Es un práctico recordatorio de que no todas las nuevas herramientas que acaban resultando importantes vienen en una caja o a través de una conexión Wi-Fi.

"Las dictaduras tienen los días contados”

No durante el tiempo que nos queda por vivir. Las recientes agitaciones en Oriente Medio, aunque inspiradoras, se han producido ante un telón de fondo nada prometedor. Freedom House informó de que en 2010, por quinto año consecutivo, los países que han mejorado en materia de derechos políticos y humanos fueron superados por aquellos en los que estos están empeorando —la racha más larga desde que la organización comenzó a recopilar datos en 1972. Dos décadas después del colapso de la Unión Soviética, puede que la democracia sea sólida en los antiguos países comunistas de Europa Central, América Latina e incluso los Balcanes, pero la mayoría de los ex Estados soviéticos siguen siendo bastante autoritarios. Y aunque unos pocos países árabes se hayan liberado recientemente de sus tiranos, todavía están en buena medida en transición. Ser pobre o corrupto, como lo son Egipto y Túnez, no elimina el ser democrático —pensemos en India— pero hace más difícil construir un sistema democrático estable.

No obstante, las revoluciones árabes han ofrecido una chispa de esperanza que ha preocupado a líderes autoritarios en lugares tan lejanos como Moscú y Pekín. La cuestión es qué deberían hacer las democracias liberales del mundo, o no hacer, para seguir impulsando las cosas. Observemos la larga historia de los éxitos y los fracasos en la promoción de la democracia de Estados Unidos, y la inevitable lección, incluso dejando a un lado las recientes aventuras en Irak y Afganistán, es que menos normalmente es más. Proporcionar ayuda —como hizo EE UU con la oposición en lugares como Serbia, Ucrania y Georgia— o simplemente dar buen ejemplo son mejores medios de derribar a un dictador que llevar a cabo el derribo de verdad.

Pero en cualquiera de los casos, es importante recordar que tener poderosos amigos occidentales no lo es todo. Después de todo, la lección de Túnez y Egipto es que los tiranos caen a pesar de, no a causa de, la ayuda estadounidense.