jueves, 29 de marzo de 2012

Los BRICS estudian abrir un banco mundial alternativo



Representantes de los BRICS se reúnen este jueves en Nueva Delhi, donde estudiarán la posibilidad de conformar nuevas instituciones económicas.
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, también conocidos como BRICS, se reúnen esta semana, y en los primeros lugares de la agenda está una iniciativa para lanzar una institución financiera global alternativa.
La propuesta de una especie de “Banco Mundial para países en desarrollo” es una de las principales que serán discutidas en la cuarta cumbre de los BRICS, que se celebrará el próximo jueves en Nueva Delhi, India.
El grupo de países en desarrollo, que engloba a casi la mitad de los habitantes del mundo, estudia además tomar medidas para hacer que sus diferentes mercados financieros tengan un mayor nivel de conexión.
Ambas iniciativas permitirían a los países canalizar recursos para invertir en mejoras de infraestructuras, y podrían ser usadas a largo plazo como vehículo para realizar préstamos en épocas de crisis. Según representantes de los distintos países, el organismo podría prestar dinero no solo a sus miembros, sino a otros países en vías de desarrollo.

Casi la mitad de la población mundial

El grupo formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica constituye casi una cuarta parte de la economía mundial, con unos US$13,5 trillones.
En el presente contexto de crisis económica, y con las potencias occidentales cada más cerradas a las importaciones y las ayudas, las economías emergentes vuelven a poner sobre la mesa una serie de propuestas que no son nuevas.

Video: quiénes son los BRICs

Estos países han abogado desde hace tiempo por la apertura de una instituciones cuyas decisiones son tomadas por los países que han dominado la economía mundial durante las últimas décadas.
Pero ahora, cuando la economía de los países emergentes crece y la de los países desarrollados libra una dura batalla contra el desempleo y contra los coletazos de la crisis de 2008, las posibilidades de una alternativa parecen más cercanas que nunca.
El anuncio de Obama de seguir con la tradición de nombrar a un estadounidense como director del Banco Mundial puede haber ayudado a que el proyecto fuese revitalizado.
Según los expertos, a pesar de que la idea refleja una estrategia y un pensamiento a largo plazo, hay muchas dificultades que habría que tener en cuenta.
Y una de las más importantes es que las diferencias entre los distintos miembros del grupo son extremadamente grandes. La política monetaria, por ejemplo, sería una de ellas.
A diferencia de los países europeos y Estados Unidos, que conforman el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los BRICS son gobernados por distintos sistemas políticos, desde los regímenes de Rusia o China a las democracias de Sudáfrica, India y Brasil, y rara vez forman un bloque unido frente a los asuntos globales.
Pero analistas afirman que hay sin embargo muchas cosas en común, como la erradicación de la pobreza, el intento de asegurarse los recursos alimentarios y energéticos, el desarrollo de infraestructuras y la inversión en nuevas tecnologías.

Puntos en común

Además, todos los países BRICS han expresado sus deseos de crear un sistema de salud asequible, y tienen una postura similar en cuanto al cambio climático.
Sudáfrica ha sido el último en unirse al grupo de economías emergentes.
Fernando Pimentel, ministro de Comercio de Brasil, le dijo a la agencia Reuters que los países firmarían un acuerdo durante la cumbre para estudiar la posibilidad del banco conjunto y Sudhir Vyas, representante del ministerio de Exterior indio, señaló que se debería determinar cómo se quiere estructurar y capitalizar el banco.
Añadió que un proyecto de estas características requeriría tiempo, y que "no todos los días se planea la apertura de un banco".
Pimentel aseguró además que la propuesta del proyecto no implicaría abandonar las instituciones financieras actuales, sino que es un intento de responder a las necesidades económicas que implican los nuevos tiempos.
Según el brasileño, el Banco Mundial y otras instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo tienen "funciones específicas que realizan muy bien, como proveer financiación a países con rentas bajas, pero se necesita ir más allá".
Representantes del gobierno indio aseguraron que los BRICS representan una oportunidad, especialmente ahora que surgen nuevos polos de poder en el mundo.
El camino seguido por las potencias occidentales, marcado por la industrialización y décadas de colonialismo, parece mostrarse parcialmente agotado, y los nuevos actores económicos buscan nuevas formas de controlar unas economías en plena expansión.

martes, 27 de marzo de 2012

Los 6 puntos del plan de Kofi Annan para Siria



Kofi Annan y Bashar al Asad
Kofi Annan viajó a Damasco este mes para dialogar con el presidente Bashar al Asad.
A un año del comienzo de la violencia política en Siria, el gobierno de Bashar al Asad se comprometió a aceptar el plan de paz de seis puntos propuesto por el enviado de las Naciones Unidas y la Liga Árabe, Kofi Annan, dijo un portavoz de ambas organizaciones.
Annan -que se encuentra en Pekín tratando de convencer al gobierno de que respalde su plan- lo consideró "un primer paso importante que podría poner fin a la violencia y el derramamiento de sangre".
Pero la clave será cómo implementarlo, agregó.
No sería la primera vez que el régimen sirio acepta un plan árabe y luego no lo cumple: en noviembre pasado, la falta de compromiso con el freno a la violencia y la liberación de los prisioneros obligó a la Liga Árabe a imponer duras sanciones contra Damasco.

Entre el optimismo y el esceptisismo

La oposición ha celebrado la noticia de manera oficial, pero en privado, según un corresponsal de la BBC en la región, la ven con escepticismo y creen muy difícil que Damasco cumpla con el compromiso.
Según la ONU, desde hace un año han muerto más de 8.000 personas a causa de los ataques del gobierno de Al Asad.
No está claro por qué al Asad optó por aceptar el plan ahora, pero -como apunta la corresponsal de la BBC en Ginebra, Imogen Foulkes- puede deberse a que uno de sus principales aliados, Rusia, ya ha apoyado el plan de Annan, y hay indicios de que China está a punto de hacer lo mismo.
El plan de Kofi Annan pide un cese el fuego supervisado por la ONU, el retiro de militares de las calles y una "pausa humanitaria" de dos horas todos los días, entre otras exigencias.
Sin embargo, no impone ningún plazo para Al Asad, ni lo insta a que deje el poder.

Los seis puntos de la propuesta:

  1. El gobierno se compromete a trabajar con Annan en un proceso inclusivo liderado por Siria para hacer frente a las legítimas aspiraciones y preocupaciones del pueblo sirio, y, con este fin, se compromete a nombrar a un interlocutor autorizado.
  2. Damasco se compromete a detener la lucha y lograr con urgencia un cese de la violencia armada en todas sus formas y por todas las partes involucradas para proteger a los civiles y estabilizar el país. El proceso sería supervisado por Naciones Unidas.
    Con este fin, el Gobierno de Siria debe cesar inmediatamente el movimiento de sus tropas y poner fin al uso de armas pesadas en los centros de población, y comenzar retirada de las concentraciones militares en los alrededores en los centros urbanos
  3. Se debe asegurar la provisión oportuna de asistencia humanitaria a todas las zonas afectadas por los combates, y con este fin, como medidas inmediatas, aceptar y poner en práctica un programa diario de dos horas de "pausa humanitaria".
  4. Intensificar el ritmo y la escala de la liberación de personas detenidas arbitrariamente, especialmente las personas vulnerables, y aquellos detenidos involucradas en actividades políticas pacíficas. Además el plan insta a dar "sin demora" una lista de todos los lugares en los que dichas personas están siendo detenidas.
  5. Garantizar la libertad de circulación para los periodistas en todo el país e implementar una política de visados que no los discrimine.
  6. Respetar la libertad de asociación y el derecho a manifestarse pacíficamente.
Kofi Annan ya ganó en 2001 un Premio Nobel de la Paz. Y, como apunta el corresponsal en Medio Oriente de la BBC Jim Muir, si es capaz de lograr una solución pacífica al baño de sangre sirio, sin duda se merecerá otro.

EE.UU. construye su "mayor centro de espionaje" en el desierto de Utah



Cámara de vigilancia.
¿Se parece cada vez más nuestro mundo al de la pesadilla orwelliana en el que todas nuestras comunicaciones son vigiladas?
La inquietante pregunta que suscitó la célebre novela "1984" ha resurgido en Estados Unidos tras la publicación hace dos semanas de un clicartículo de uno de los mayores expertos en espionaje del país, James Bamford, sobre la construcción del "centro de espías más grande del país" en un paraje desértico del estado de Utah (oeste).
El centro, de 90.000 metros cuadrados (cinco veces el Capitolio de Washington D.C.) y protegido por fuertes medidas de seguridad, debería comenzar a funcionar en septiembre de 2013, según el artículo de Bamford, publicado en el número de abril de la revista Wired.
"Circulando por sus servidores y enrutadores y almacenadas en bases de datos casi sin fondo estarán todo tipo de comunicaciones", escribió Bamford, "entre ellas los contenidos completos de correos privados, llamadas de celular y búsquedas de Google, así como todo tipo de huellas de datos personales: tickets de estacionamiento, itinerarios de viaje, compras de libros y otra 'basura de bolsillo' digital".
Bamford cita a un exalto cargo de inteligencia estadounidense, William Binney, quien juntando sus dedos índice y pulgar le dice: "Estamos solo a esta distancia del Estado carcelero y totalitario".

Prácticas invasivas

Afirmaciones como esa han generado inquietud. Muchos en Estados Unidos han conocido de la construcción del centro de Utah gracias al artículo de Bamford, a quien se le reconoce un gran acceso a las fuentes de inteligencia del gobierno.
Algunos expertos en inteligencia y ciberseguridad creen que el artículo de Bamford peca de alarmista.
Pero quienes han dado credibilidad al autor sostienen que la agencia responsable del proyecto, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA en inglés), es criticada por lo que algunos consideran prácticas invasivas.
"La NSA ha violado la ley durante muchos años y ha vigilado sin ningún control las comunicaciones de los estadounidenses, incluso de aquellos que no tienen ninguna conexión con el terrorismo", asegura a BBC Mundo el portavoz de la Unión de libertades civiles de Estados Unidos (ACLU, por sus siglas en inglés), Zackary Katznelson.
Tratando de acallar las críticas, el jefe del NSA, el general Keith Alexander, compareció hace una semana en el Congreso para asegurar que su agencia no espía a ningún estadounidense sin una orden judicial.
Interrogado por los legisladores, Alexander respondió que la NSA no intercepta por rutina las conversaciones telefónicas o la correspondencia electrónica de los estadounidenses.
Pero no aportó más información sobre el centro de datos de Utah.

Ciberataques

Un centro gigantesco

  • El centro de datos de Utah se encuentra dentro de un campo de entrenamiento de la Guardia Nacional, una especie de milicia, conocido como Camp Williams.
  • La construcción se lleva a cabo bajo fuertes medidas de seguridad y debería concluir en septiembre de 2013.
  • Su área es de unos 90.000 metros cuadrados (cinco veces el Capitolio de Washington D.C.). La mayor parte del centro se destinará a oficinas y soporte técnico. Los servidores ocuparán 2.300 metros cuadrados.
  • Su costo es de US$2.000 millones.
Se conoce su costo, US$2.000 millones, y que forma parte de la Iniciativa Integral para la Ciberseguridad Nacional, un plan puesto en marcha en 2008 durante la presidencia de George W. Bush para contrarrestar las crecientes amenazas de ciberataques y en particular aquellos que podrían ir dirigidos a la red eléctrica del país o al mercado financiero.
No se sabe cuántos "espías" trabajarán en el centro, ni cuáles serán sus funciones.
"El hermetismo que rodea a este proyecto y a la NSA no nos permite saber qué se hará exactamente en ese centro", le dice a BBC Mundo Matt Blaze, un experto en ciberseguridad de la Universidad de Pensilvania.
Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, las agencias de inteligencia de EE.UU. fueron cuestionadas por no haber detectado la amenaza y la administración de Bush (2001-2009) llevó a cabo una profunda reforma de estas.
Ahora, muchas críticas se centran en las posibles invasiones a la privacidad de los ciudadanos. Pese a las objeciones, algunos políticos republicanos han propuesto recientemente ampliar aún más los poderes de la NSA.
"El miedo al terrorismo se ha extendido tanto que a veces el imperio de la ley queda abandonado", censura el portavoz de ACLU.
"Desde la era Bush nadie confía en lo que hace la NSA", comparte James Andrew Lewis, analista del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington. No obstante, Lewis cree que el artículo de Bamford es exagerado y que el autor buscaba llamar la atención.

Océano de información

"El hermetismo que rodea a este proyecto y a la NSA no nos permite saber qué se hará exactamente en ese centro"
Matt Blaze, experto en seguridad de la Universidad de Pensilvania.
La ley estadounidenses pone a las agencias de inteligencia ciertos límites respecto al acceso a información privada de los ciudadanos del país, como la necesidad de una orden judicial, pero no se sabe si esas restricciones son respetadas, según los expertos.
Las limitaciones respecto a ciudadanos extranjeros son, sin embargo, mucho menores.
En teoría, explica Blaze, el principal interés de los espías reside en las comunicaciones militares y diplomáticas extranjeras, que suelen estar codificadas y la mayor parte del trabajo, agrega, no consiste tanto en extraer el contenido de aquellas (leer e-mails y escuchar conversaciones), sino en analizar el tráfico (quién se comunica con quién).
Lewis cree que el centro podría mejorar la eficacia de la inteligencia estadounidense: "Su gran tamaño permitirá almacenar y analizar el creciente volumen de información que circula por las redes".
El tráfico de internet se cuadruplicará entre 2010 y 2015, según un estudio de la empresa de tecnología Cisco. En 2011, 2.000 de las 7.000 millones de personas del mundo eran usuarios de internet, mientras que en 2015 esa cifra ascenderá a 2.700, según la firma de investigación IDC.
Estados Unidos no es el único país que está destinando cada vez más recursos a vigilar internet y otras redes. Los expertos señalan que ningún servicio de inteligencia de una gran potencia puede permitirse ignorar el océano de información que circula por todo el mundo.
En opinión de Blaze, en adelante se construirán más centros de datos gigantescos centro como el del desierto de Utah.

¿Era Merah confidente de los servicios secretos?


con razon los medios de comunicacion se dedicaron mucho al asunto. el objetivo de occidente era otra vez satanizar a los musulmanes

El director de la DCRI desmiente que el terrorista de Toulouse tuviera contacto con un agente, como sugiere un exjefe de inteligencia




Las dudas sobre la verdadera relación entre Mohamed Merah y los servicios secretos franceses son uno de los grandes nudos a resolver tras la tragedia de Toulouse y Montauban. El jefe de la Dirección Central de los Servicios Secretos (DCRI), Bernard Squarcini, ha afirmado que el yihadista de Toulouse no era “ni un confidente de la DCRI ni de otros servicios franceses o extranjeros”. Squarcini intenta salir así al paso de los comentarios de Yves Bonnet, un ex jefe de los servicios secretos, que en una entrevista al diario de Toulouse La Dépêche du Midi afirma este martes que el terrorista “era conocido por la DCRI no especialmente por ser un islamista, sino porque tenía un interlocutor en Inteligencia. Y tener un interlocutor no es para nada una cosa inocente, no es una cosa insignificante”.
Bonnet añade que no sabe “hasta qué punto llegaba la colaboración entre Merah y los servicios”, pero afirma que es “legítimo interrogarse” sobre ello y anima a los medios a preguntar al agente que estaba encargado de vigilar y controlar los movimientos de Merah.
El terrorista confeso viajó no solo a Afganistán y a Pakistán, sino también a Israel, un país blindado que no parece el más indicado para que un joven árabe con conexiones en la Yihad entre como turista
La controversia, a la que no parece ajeno el malestar de algunos exjefes de Inteligencia perjudicados por la fusión de los dos mayores organismos de información decidida por Nicolas Sarkozy, pone el acento en el hecho de que en los últimos dos años Merah hizo un periplo realmente singular para un joven de las barriadas miserables de Toulouse. El terrorista confeso viajó no solo a Afganistán y a Pakistán, sino también a Israel, un país blindado que no parece el más indicado para que un joven árabe con conexiones en la Yihad entre como turista, además de a Jordania, Siria e Irak.
Al regreso de sus viajes a Afganistán en 2010, donde fue detenido por fuerzas estadounidenses en Kandahar, y a Pakistán, en noviembre de 2011, Merah fue interrogado por una agente de la DCRI en Toulouse. El Gobierno y la policía han afirmado reiteradamente que, tras aquella entrevista, fue “imposible determinar que Merah había pasado a la acción”, y afirman en su descargo que se presentó a la cita con una llave USB llena de fotografías que demostraban que había viajado como turista.
Squarcini dijo el viernes a Le Monde que Merah fue convocado en noviembre de 2011 porque la DCRI quería “oír sus explicaciones”, y definió la reunión como una “entrevista administrativa sin citación porque no había una investigación judicial en marcha”. Tras aquella reunión, la DCRI inscribió a Merah en el fichero de “personas que deben ser controladas en caso de desplazamientos”.
La misma agente de la DCRI que interrogó a Merah en noviembre participó en la negociación con el terrorista durante el asedio policial a su apartamento. Según ha declarado Squarcini, “la entrevista fluyó bien. No sin cinismo, Merah le dijo a esta policía: 'De todas formas, te debía haber llamado para decirte que tenía unos informaciones que darte, aunque en realidad iba a matarte”.
Mientras tanto, Nicolas Sarkozy ha recibido este martes en el Elíseo a las fuerzas de seguridad que resolvieron el caso de Merah, y ha afirmado: “Los terroristas se aprovechan de nuestro formalismo administrativo”, “nuestro deber es ser más eficaces”. A continuación, ha prometido una “aceleración de las expulsiones de los extremistas presentes en el territorio nacional”, y ha anunciado que “todas las personas que pronuncien palabras difamatorias sobre Francia no serán autorizadas a entrar en el país”, en referencia al clérigo suní Yusef Al Qaradawi, al que ayer prohibió la entrada.
El jefe del Estado ha llamado además a los servicios de inteligencia de la DCRI “a verificar de forma exhaustiva la situación en nuestro territorio de toda persona señalada como un posible riesgo potencial para la seguridad nacional”.

PETRÓLEO A 200 DÓLARES



16 de marzo de 2012

Una conversación exclusiva con Nouriel Roubini e Ian Bremmer sobre las repercusiones de una guerra con Irán en el precio del crudo y la alianza entre China y Rusia.

Con la opinión extendida de que se avecina una guerra con Irán y con el reciente regreso de Putin al poder en Rusia, el caos geopolítico está a la vuelta de la esquina. Foreign Policy ha vuelto a recurrir a Nouriel Roubini –siempre dispuesto a impartir algo de pesimismo– e Ian Bremmer para que nos expliquen estas bombas de relojería. Y no se han callado nada.
FPHablemos un poco de lo que atemoriza a los mercados. Lo que preocupa a todo el mundo –y lo que, desde luego, ya se está notando en el mercado del crudo— es la preocupación por un posible ataque de Israel contra Irán. ¿Cómo de inminente lo ven?
    
    Nick Price/AFP/Getty Images
NR: No soy el experto geopolítico, así que dejaré que Ian y otros calculen la probabilidad de un ataque contra Irán este mismo año, antes o después de las elecciones estadounidenses, o de un ataque de Israel por su cuenta. No sé si será del 20%, el 30% o el 50%, creo que esa opinión cambiará con el tiempo. Pero es probable que el segundo trimestre de 2012 sea el periodo en el que se haga un último intento de labor diplomática. En caso de que fracase, quizá entonces EE UU e Israel digan: “Si no cedéis, podemos acabar atacándoos”.  De modo que hay que medir cómo van a afectar esos hechos a los mercados.
Pero, incluso aunque no se produzca un ataque material, hay una guerra verbal entre Estados Unidos, Israel e Irán, y esta guerra verbal se ha intensificado. Hay también una guerra encubierta, porque Israel y EE UU, supuestamente, han matado a varios científicos y han recurrido al sabotaje utilizando armas informáticas, y ahora Teherán está reaccionando, ha tratado de matar a varios diplomáticos israelíes en diversas partes del mundo y, si las sanciones se endurecen, podría empezar a emitir otras amenazas. El petróleo Brent, que antes costaba 90 dólares el barril, está ya entre 120 y 125 dólares. Y, si la guerra verbal y la guerra encubierta continúan su escalada, existe una posibilidad de que, aun sin llegar al enfrentamiento militar, los precios del crudo suban tanto que la situación tenga repercusiones sustanciales en la economía.
Yo no subestimaría las consecuencias de que la gasolina, hoy, cueste ya más de 1,05 dólares el litro en varios Estados norteamericanos y puede alcanzar ese precio en otros muchos. Desde el punto de vista psicológico, cuando el precio supera 1 dólar el litro, hace mella en la confianza de los consumidores. Además, en verano, los precios tienen a aumentar 20 o 30 centavos más. Cuanto más suben, más posibilidades hay de que tengan consecuencias negativas en la confianza de los consumidores, las rentas disponibles y la economía. Y no ocurre solo en Estados Unidos, porque el precio del crudo en Europa y muchos otros países es muy alto.  Por tanto, prefiero que sean otros los que valoren el riesgo de conflicto, pero puedo decir con seguridad que los precios del petróleo van a subir aún más, más que a bajar. Lo único que me preocupa más que la eurozona es el petróleo.
FP: Ian, ¿qué probabilidades tiene Obama de ganar las elecciones a tenor de los altos precios del petróleo y la posibilidad de otra guerra en Oriente Medio?
IB: En primer lugar, si nos fijamos en las valoraciones, ya sean las de Intrade o las de cualquier otro sitio, en estos momentos, la gente piensa que Obama será reelegido, y eso es teniendo en cuenta el petróleo, el gas, Irán. No digo que sean unos cálculos muy avanzados, pero los mercados expresan todo esto en su conjunto. Desde luego, creo que el peligro en Europa ha disminuido drásticamente su capacidad de causar verdaderos problemas a Obama de aquí a noviembre. En cambio, el peligro que representan Irán y el crudo ha aumentado; no lo ha sustituido, pero sí ha aumentado. No es un problema tan grande como era Europa, en mi opinión, pero es serio.
FP: ¿De verdad? Daba la impresión de que a los estadounidenses no les importaba en absoluto.
IB: La Casa Blanca estaba muy preocupada por la posibilidad de que Europa estallase. Pero creo que el petróleo, sin ninguna duda, tiene más importancia política; es un elemento con el que los republicanos pueden atacar.
Veamos qué ocurre si Irán sigue adelante. Lo primero es que, igual que no se puede confiar en las informaciones sobre la eurozona que proceden de Londres porque son tendenciosas e increíblemente negativas, tampoco se puede confiar en las informaciones sobre Irán en Estados Unidos; no nos enseñan más que una cara de la moneda. Una cara que, de manera abrumadora, es la israelí, y suele exagerar la probabilidad de una catástrofe inminente. “No podemos vivir con una bomba iraní”, dicen, a pesar de que vivimos con bombas en Pakistán y Corea del Norte, así que, en algún momento, acabaremos chocando.
No me importa qué porcentaje se le atribuya, y estoy hablando de geopolítica, ¿de acuerdo? Lo que quiero decir es: al leer la prensa, parece que es inevitable que Estados Unidos e Irán lleguen al enfrentamiento. Y eso, desde luego, no es verdad.
Es cierto que, en el segundo trimestre, veremos un esfuerzo para endurecer unas sanciones que ya están aprobadas pero aún hay que poner en práctica, así como un auténtico esfuerzo de negociación. Pero también hemos visto en Irán unas elecciones parlamentarias recientes que no fueron precedidas de manifestaciones. Hemos visto a Jamenei decir cosas positivas sobre el Gobierno de Obama y Estados Unidos, un hecho casi sin precedentes. Así que parece claro que van a permitir unos cuantos meses de negociaciones, y eso significa que en estos momentos, a corto plazo, a la geopolítica de Irán se le está dando más importancia de la debida.
A más largo plazo, el Gobierno de Obama no quiere llevar a cabo un ataque militar contra Irán –y desde luego hará todo lo posible para evitarlos– antes de las elecciones. Los israelíes tampoco quieren emprender ningún ataque. Hace poco se hizo una encuesta que acaba de publicarse enHaaretz: el 58% de los israelíes se opone a los ataques unilaterales contra Irán. Netanyahu debe tenerlo en cuenta, por muy popular que sea. Y recordemos que el primer ministro israelí no ha tomado ninguna decisión de atacar. Lo que sabe bien es que lo que más le conviene es fingir que va a hacerlo. Entonces, Estados Unidos se ve obligado a tranquilizarlo y él acaba en mejor situación para exigir concesiones a cambio de no atacar, porque es una cosa horrible para Israel, etcétera.
Creo que el peligro es que hay una espiral de represalias que puede acabar arrastrando a Estados Unidos, da más importancia geopolítica al petróleo y aumenta las probabilidades de conflicto militar. Pero, en mi opinión, las posibilidades de que los israelíes ataquen de forma unilateral y destruyan el programa nuclear iraní –que sería una campaña amplia, larga y peligrosa— son relativamente escasas, y muy poco probables antes de las elecciones estadounidenses.
FPNouriel, ¿qué es lo peor que puede pasar si Israel acaba atacando Irán?
NR: Lo peor que puede pasar es un conflicto prolongado. Si tiene repercusiones en el abastecimiento de gas y petróleo del Golfo, y la producción y las exportaciones iraníes, durante un tiempo,  se quedan en nada, el crudo podría subir hasta los 170, 180, 200 dólares el barril.
Entonces, la cuestión será cuánto tiempo mantiene ese nivel. Como es natural, en Washington se están discutiendo las posibles reacciones. El volumen de petróleo de la reserva estratégica es limitado, pero ¿para qué está, si no es para usarlo en una ocasión así?
La realidad es que, si pensamos en las tres últimas grandes recesiones globales, todas se debieron a una conmoción geopolítica en Oriente Medio que provocó una subida de los precios del petróleo. La guerra de Yom Kippur War en 1973 produjo la recesión mundial de 1974-1979; la revolución iraní de 1979, la subida de los precios del crudo y la recesión de 1980-1982; y en 1990, la invasión iraquí de Kuwait supuso una subida temporal de los precios que, entre otros factores, contribuyó a la recesión en Estados Unidos y todo el mundo.
Es decir, si el conflicto es serio y prolongado y la subida de los precios del crudo es importante, creo que estaremos hablando de una recesión no solo en Estados Unidos sino en todo el planeta. Y en esta ocasión, estaremos saliendo de una crisis financiera mundial que incluye un inmenso volumen de deuda pública y privada en muchas economías avanzadas, algo que no había en 1973, 1979 ni 1990. La economía mundial podría no absorber un shock petrolífero prolongado en un momento en el que ya está sufriendo un doloroso proceso de desapalancamiento y una enorme fragilidad en los balances generales tanto de los gobiernos como del sector privado.
FP: Ian, acaba de volver de China, que sigue comprando petróleo iraní y se ha mostrado intransigente en el Consejo de Seguridad (junto con Rusia) ante las condenas de la represión en Siria. Y ahora, cuando el país parece estar preparándose para el ascenso de Xi Jinping a la jefatura del Estado, rebaja la perspectiva de crecimiento de su PIB a alrededor del 7,5%. ¿Es una protección política o económica?
IB: En la actualidad, el 62% del PIB chino lo constituyen empresas de propiedad estatal. Es una cifra superior a la de antes. El consumo en China está aumentando, pero no tan rápido como las inversiones del Estado. El informe que publicó el Banco Mundial a finales de febrero era excelente: era exhaustivo y mostraba exactamente lo que deben hacer los chinos. Y el Gobierno de Pekín lo auspició también en parte, lo cual es muy positivo. Pero no dice nada nuevo. Necesitan reequilibrar seriamente, necesitan transparencia en su economía, necesitan alejarse de las inversiones públicas en sectores de trabajo intensivo y necesitan alejarse de empresas estatales ineficientes. No veo ninguna voluntad política de hacerlo por parte de las máximas autoridades chinas, y no veo que vaya a cambiar con Xi Jinping y sus colegas cuando accedan al poder dentro de unos meses. Y, en mi opinión, ese es el verdadero problema.
Hace unos meses, Nouriel y yo escribimos un artículo en The Wall Street Journal en el que llegábamos a la conclusión de que, a largo plazo, el mayor problema que se está dejando para después es China. Y ahora que acabo de volver allí, estoy todavía más convencido. China es un coche muy, muy rápido; tiene un motor muy potente y lleva varios años circulando por una autopista muy larga y muy recta. Lo malo es que viene una curva en la carretera y el coche chino ni tiene dirección ni creo que vaya a tenerla. Eso debería preocuparnos mucho.
Además, las relaciones entre Estados Unidos y China están deteriorándose sin parar. Como decía usted, han vetado la resolución del Consejo de Seguridad sobre Siria; no se abstuvieron, sino que la vetaron. Y eso, una semana antes de que Xi Jinping visitara EE UU. Les da igual.
Estados Unidos no es el sector de población que les interesa. No les importa impresionarnos o no. No buscan ofendernos innecesariamente, pero la verdad es que les da igual lo que opinemos. Lo hemos visto con las últimas leyes aprobadas en el Senado, que intentan presionar a los chinos en relación con su divisa. La respuesta de Pekín fue de absoluta indiferencia.
Sin embargo, tienen enormes problemas internos que no están abordando de forma estructural ni sistemática, y eso, a la larga, les perjudicará y creará mucha más volatilidad en torno a las trayectorias económicas y políticas.
FP: Nouriel, hablando de gente que asciende al poder, ¿qué opina de la elección de Vladímir Putin? ¿Cree que tiene alguna intención de reformar la economía, o se limita a disfrutar de los elevados precios del petróleo? ¿Y cómo de largo es su control?
      
Rusia no es tan importante como China, ni muchísimo menos. Podríamos expulsar a Rusia de los BRIC
      
NR: Entre 1998 y 2008, Rusia creció un 8% anual. Entonces se produjo la crisis financiera mundial y hubo una contracción, pero, desde entonces, su comportamiento económico ha estado entre el 3,5 y el 4%, incluso con la subida de los precios del crudo de 30 dólares el barril en 2009 a muy por encima de 100 dólares hoy. El problema con Rusia es que, si no se hacen reformas estructurales, reduciendo el papel del Gobierno en la economía y las empresas estatales y desarrollando más el sector privado, si no se hacen diversas reformas estructurales orientadas hacia el mercado, su índice de crecimiento puede no estar muy por encima del 4%. Y, en una economía que tiene un enorme volumen de extracción de rentas por la excesiva dependencia del petróleo, la energía y las materias primas, mientras esos precios sean altos, los incentivos para hacer reformas serán limitados. Existe un movimiento, sobre todo en Moscú y entre las clases medias, que trata de resistir contra él. Pero Putin ha ganado las elecciones. Veremos hasta qué punto es por el voto de la mayoría o por fraude electoral. Quizá esté algo más debilitado que hace un año, y quizá se deslice un poco más hacia el centro y ofrezca unas cuantas más reformas, pero, en mi opinión, las reformas en Rusia van a producirse a una velocidad mediocre e insuficiente para lo que sería deseable. Serán superficiales, no de fondo.
FP: Ian, ¿ha sido un fracaso la política de “empezar de cero”?
IB: Bueno, se acabó. Ya la política de Bush después del 11-S fue también una especie de empezar de cero. Y fracasó. ¿Quién perdió Rusia? Clinton. También fracasó. Hemos pasado ya tres ciclos completos de altibajos con Rusia. Históricamente, muchos de los puntos bajos han sido responsabilidad de Estados Unidos. Esta vez, la culpa es de Rusia, porque Putin no es alguien con quien la administración estadounidense vaya a poder trabajar bien, y tampoco él está bien predispuesto hacia Estados Unidos. En China se ven ligeros cambios graduales en la política exterior y la actitud hacia el resto del mundo porque gobiernan por consenso. En Rusia, no. La política exterior la dirige una sola persona, con muy pocos elementos que contrarresten su poder.
Y Putin sufre presiones internas que hacen que esté todavía menos dispuesto a llevarse bien con los estadounidenses. Casi todos los colaboradores que ha situado a su alrededor tienen una inclinación muy nacionalista. Todas las señales que llegan de Moscú sugieren que la relación entre EE UU y Rusia va a deteriorarse enormemente, y lo verdaderamente importante es: si las relaciones entre ambos se deterioran de forma radical y las relaciones entre Estados Unidos y China se deterioran de forma radical, y dado que Putin ha dicho cosas muy positivas sobre China en los últimos tiempos, ¿vamos a ver un auténtico acercamiento de esos dos países?
Existen muchos obstáculos para que sea así –problemas demográficos, problemas de discriminación de los chinos por parte de los rusos–, pero, desde la perspectiva de la energía, es muy interesante. Desde la perspectiva del armamento, es muy interesante y muy preocupante para Estados Unidos. Creo que debemos estar muy atentos a lo que suceda.
FP: ¿Cree que va a haber más tensiones o, en realidad, Rusia ya no es tan importante?
IB: No es tan importante como China, ni muchísimo menos. Quiero decir que, si, en toda esta conversación, usted no hubiera mencionado Rusia ni una sola vez, no habría pasado nada. Pero sí tiene cierta importancia, sobre todo para los europeos, más que para Estados Unidos. Tanto Nouriel como yo creemos que Rusia no debería ser un BRIC. Los BRIC son países que van a ser dominantes, y, en Rusia, el PIB está disminuyendo, hay una tremenda fuga de capitales, una administración civil que no funciona, corrupción generalizada y terribles problemas demográficos. Podríamos expulsar a Rusia de los BRIC.
NR: A propósito de Rusia, Ian, tienes razón al decir que Rusia y China quizá estén acercándose, pero, en mi opinión, China es la mayor amenaza estratégica para Rusia. Tenemos una extensión de tierra en Siberia que es tan grande como EE UU, con apenas 15 millones de habitantes, y tenemos a millones de chinos que están atravesando la frontera de Mongolia, comprando tierras y empezando a producir. Como sabes,  la posesión es lo que cuenta. De modo que, desde el punto de vista estratégico, en algún momento, Moscú se va a dar cuenta de que los únicos que pueden impedir que pierda Siberia son Estados Unidos y Europa. Así que no entiendo su lógica. Les conviene mucho más ser amigos de EE UU y Europa que de China.
IB: Entiendo lo que dices. Creo que, desde el punto de vista estratégico, es muy cierto lo que dices, pero Pekín tiene mucho dinero y necesita energía, mientras que Rusia tiene muchos recursos energéticos y Putin quiere poder exhibir unas cuantas victorias rápidas. Ambos están del mismo lado que Siria e Irán, y me imagino que Hu Jintao no decidió vetar la resolución del Consejo de Seguridad, en vez de abstenerse, hasta que recibió una llamada personal de Putin antes de la votación. Los dos países tienen cada vez más problemas con Estados Unidos por razones muy diversas: por la primavera árabe, las opiniones generales sobre la democracia, los derechos humanos, etcétera. Desde un punto  de vista puramente pragmático, si esos dos países no tuvieran presiones internas –si solo estuviéramos moviendo unas piezas en un tablero de ajedrez–, veo muchos motivos por los que los rusos querrían entablar una relación a largo plazo con Estados Unidos. Pero me parece que están pasando muchas otras cosas en Rusia en estos momentos.

TEHERÁN Y RIAD: GUERRA ENTRE BAMBALINAS




Anclados en una rivalidad barnizada de conflicto religioso pero de hondas raíces económicas y políticas, el estallido de los diversos procesos de cambio en el mundo árabe ha sacudido por igual a Irán y Arabia Saudí, dos Estados antagónicos que desde hace más de tres décadas luchan entre sí en pos de un mismo fin: erigirse en la potencia regional de una de las zonas más ricas e inestables del planeta.

Dueños de las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, los regímenes teocráticos de Riad y Teherán entraron en abierta confrontación en 1979, fecha en la que el ayatolá Rujolá Jomeini, al frente de una casta clerical radicalizada y con el respaldo económico de la acomodada alta burguesía bazarí, se apropió de alzamiento popular contra la tiranía del último Sha de Persia, Mohamad Reza Pahleví, y la trocó en una revolución religiosa que dio paso a la primera República Islámica chií de la historia. La caída del considerado guardián de los intereses occidentales en Oriente Medio supuso un reto y una oportunidad para la anquilosada monarquía saudí suní. El desafío: atemperar y controlar su propio radicalismo religioso. La ocasión: devenir en el único aliado estratégico musulmán indispensable para Washington. Treinta y tres años después, ambos objetivos parecen cumplidos, aunque descansan sobre un endeble andamiaje.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York y los errores de la Casa Blanca en la región -en particular su posición ante el conflicto palestino, la invasión de Irak y la intrusión en Afganistán- unidos a la eclosión de la red terrorista internacional Al Qaeda (nacida en gran parte de las entrañas del wahabismo saudí) han transformado la naturaleza de esta relación, surgida en principio como un vínculo clientelista. “Si hay algo que Arabia Saudí odia y quiere evitar a toda costa es una situación marcada por la inseguridad, la inestabilidad y la incertidumbre. Esto es lo que Riad observa en la transformación de Oriente Medio. Entiende que el despertar árabe no favorece a sus intereses, sino que amenaza sus objetivos en política exterior”, explicaba meses atrás Christopher Boucek, investigador de la fundación Carnegie Endowment for International Peace. “Las revueltas han elevado también la tensión con Estados Unidos, ya que Riad siente que Washington no ha respondido de forma efectiva a las protestas”, agregaba en uno de sus análisis postremos.

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Clérigos iraníes se manifiestan contra el rey Abdulá enfrente de la embajada saudí en Teherán para apoyar las protestas de chiíes en Bahréin, marzo de 2011

En la otra esquina del cuadrilátero, el régimen de los ayatolás percibe la caída de los viejos dictadores árabes como el amanecer de una quimera soñada. Desde que resonara el primer grito de ira en las calles, ha aplaudido las protestas en Túnez, Egipto, Bahrein y Yemen, que ha definido como “un despertar islámico” y de las que ha tratado de apoderarse al argumentar que son un eco de la algarada que tres décadas atrás acabó con la brutal autocracia laica de los Pahlaví. Casi aislada por Occidente, con graves disidencias en su cúpula -donde se comienza a discutir el modelo de estado- y bajo una enorme presión internacional a causa de las sospechas bélicas que se desprenden de su controvertido programa nuclear civil, la República Islámica fantasea con la posibilidad de volver a pescar en aguas revueltas. “Irán suele sacar provecho del caos y la atmósfera de inestabilidad. La guerra de Irak en 2003, la israelí en el Líbano en 2006, y la israelí en Gaza en 2009 aumentaron su influencia al crear más terreno abonado para su ideología”, subraya Karin Sadjadpour, analista persa de la misma fundación. El experto argumenta, además, que la cleptocracia iraní se siente más cómoda con los vacíos de poder, ya que le permiten comprar lealtades entre los diversos grupos políticos. “A corto plazo, Irán está intentado hacer lo que hizo en Irak tras la invasión estadounidense... Pero a medio y largo plazo, cuanta más democracia haya en Oriente Medio, más meridiano quedará el hecho de que es un salmón que nada contra corriente”, augura.
La metamorfosis en la que se ha sumido la región ha sorprendido, además, a ambos países inmersos en un complejo momento de agitación interna, sacudidos por sendas crisis económicas y zarandeados por las reivindicaciones de una sociedad cada vez más joven, desligada de una clase dirigente que percibe ajena, y que reclama un cambio que no debe ser necesariamente un giro hacia los principios de Occidente.
Con 27 millones de habitantes, el 60% de los cuales es menor de 25 años, y una tasa de paro descontrolada, la gerontocracia saudí afronta graves problemas estructurales. La miseria -en un país conocido por la opulencia de sus dirigentes- se ha infiltrado en las grandes ciudades, donde arraigan fenómenos hasta la fecha marginales como el chabolismo, la violencia y la drogodependencia. Las expectativas económicas y de ascensión social han crecido en paralelo a la incapacidad de la monarquía de cumplir con los anhelos de una sociedad más y mejor educada, que ha descubierto en Internet y en los canales de televisión por satélite un mundo muy diferente al que le presentaban los clérigos. “El problema se conoce bien, pero la solución todavía no se ha definido. Tenemos los recursos, pero aún debemos actuar en cuestiones como la educación, la salud, el empleo y la justicia”, reconocía días atrás el príncipe Abdulaziz bin Sattan a la revista británica The Economist. Consciente de las amenazas, la Casa Al Saud ha aplicado medicina preventiva. Escasas semanas después de que las protestas estremecieran Túnez y Egipto, el rey Abdulá anunció la puesta en marcha de un plan para la creación de más de tres millones de trabajos en tres años y la construcción de 400.000 viviendas, uno de los mayores déficit del reino. Un lenitivo económico difícil de aplicar, que llegó acompañado, no obstante, de una dura campaña de represión policial contra las manifestaciones convocadas por chiíes e intelectuales.
Pero no solo la frágil situación económica ha colocado en una situación incómoda a la anquilosada monarquía, obligada a lidiar con el precario equilibrio de complacer al mismo tiempo a la retrógrada e inmovilista casta religiosa y a su joven y dinámica sociedad. La acción invasiva de la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio (policía moral), la restricción de los derechos de las mujeres y las demandas de reforma política -principalmente de la atosigada minoría chií- han añadido leña al fuego. El cese fulminante del jefe de esta milicia dedicada a imponer el wahabismo más estricto solo ha servido para aplacar ciertos ánimos, pero aún son muchas las voces que insisten en su desaparición definitiva, entre ellas algunas tan acreditadas como la de la princesa Basma bint Saud, sobrina del monarca. “El problema está en aquellos que deben ejecutar las órdenes, pero tanto la familia Real como los jóvenes comparten la misma visión sobre la necesidad de reforma pese a la diferencia generacional”, asegura. Menores perspectivas de éxito a medio y corto plazo parecen tener las exigencias de que el régimen se transforme en una monarquía constitucional y que las mujeres y los chiíes vean elevado su estatus. “La cuestión va más allá de un simple conflicto por algo tan sencillo como conducir. Es una cuestión de derechos, de libertad para elegir”, agrega la princesa. En la misma línea se expresan los clérigos chiíes y aquellos que exigen mayor libertad de expresión en un reino caracterizado por el hermetismo.
En Irán, la polémica reelección en 2009 del presidente Mahmud Ahmadineyad, teñida de sangre y tildada de fraudulenta por la aplastada oposición aperturista, ha sacado a la luz las abismales divergencias que separan a la ecléctica cúpula persa. Persuadido de que la discutida victoria le confería legitimidad, el mandatario ha tratado de imponer una reforma de corte populista y nacionalista que ha topado con la oposición del líder supremo, ayatolá Alí Jameneí y la casta militar y religiosa ultraconservadora que le secunda. Su decisión de suprimir los subsidios estatales y sustituirlos por ayudas directas y en efectivo a la población, calculadas según la renta, le ha granjeado la gratitud de las clases más desfavorecidas, pero al mismo tiempo ha empobrecido a las clases medias y ha ensanchado la brecha entre ricos y pobres.
      
La familia Real saudí se ha esmerado en quebrar ese eje, apoyado en la comunidad suní libanesa y la financiación de movimientos islamistas, moderados y salafies, en el interior de Siria
      
La confrontación entre la máxima autoridad del Estado -cuyo poder es omnímodo- y el jefe del Gobierno alcanzó su cenit en mayo de 2011, fecha en la que Ahmadineyad forzó la dimisión del ministro de Inteligencia, Haydar Moslehi, único clérigo en el gabinete. Desautorizado de inmediato por el propio líder, el mandatario se ausentó durante dos semanas de la vida pública y administrativa en un reto sin precedentes a la máxima autoridad del Estado. En los meses siguientes, los sectores más conservadores del régimen, emprendieron una campaña de desprestigio hacia Ahmadineyad y su círculo más cercano, con denuncias de “desviacionismo” y escándalos de corrupción que han desencadenado una interpelación parlamentaria, la primera de un presidente iraní desde la fundación de la República Islámica.
Además, el líder supremo ha lanzado una advertencia al insinuar que “en un futuro lejano” el sistema presidencialista de elección popular podría ser sustituido por otro en el que el jefe del Ejecutivo sea un primer ministro designado a través del Parlamento. Un golpe para las aspiraciones de Ahmadineyad y de su entorno de retener el poder más allá de 2013, al que se ha sumado el resultado de los últimos comicios legislativos, en los que los diversos sectores conservadores, conocidos como “principalistas” y afines en general a Jamení, han copado la mayoría de los escaños.
En medio de esta atmósfera de incertidumbre y ansiedad interna, ambos regímenes han abierto un nuevo capítulo de la pugna que mantienen desde los 80 por influir en la región. Un conflicto que habitualmente se proyecta como una disputa entre los dos brazos del islam que representan, pero que tiene una dimensión política y económica que va más allá del mero conflicto religioso. “Existe desde siempre el temor de que no se puede confiar en los iraníes y que Arabia Saudí trabaja para vigilar el desarrollo iraní. Pero mucho de lo que Arabia Saudí hace es para consumo interno. Esto explica en parte la islamización de su agenda exterior y su defensa del sunismo -todo ello ayuda a fortalecer el apoyo interno al Gobierno”, concluía en su análisis Boucek.
En la misma línea argumental, también aclararía, en gran parte, la injerencia de Riad en los asuntos internos de países como Bahrein, reino vecino al que hace un año envió sus tropas para defender a la monarquía suní frente a las protestas de la mayoría chií. Anfitrión, asimismo, de una pequeña pero importante comunidad de seguidores de Alí, la familia Real teme un proceso de contagio en una región de imprescindible valor estratégico: la mayor parte del petróleo que alberga y extrae se haya concentrado en las regiones del noreste del país, donde los chiíes son mayoritarios. “Garantizar el orden y la seguridad en torno a los recursos estratégicos más importantes de la región -en particular el petróleo- es otra de las razones para que los estados del Pérsico intervinieran militarmente. Además, Bahrein es en la actualidad uno de los principales centros financieros islámicos. Ambas razones hacen más sencillo comprender los intereses de Arabia Saudí”, asevera el analista Richard Rousseau, profesor de la universidad de Bakú.
Más intrincada es la situación en Siria, uno de los escenarios fundamentales de la lucha entre saudíes y persas. En 1987, el régimen entonces dirigido por Hafez al Asad, padre del actual mandatario sirio, firmó una alianza estratégica con Irán, cuyo principal objetivo era hacer frente a un enemigo común: el Irak de Sadam Husein. El acuerdo supuso un contundente revés para las aspiraciones regionalistas de Riad y una victoria crucial para el entonces aislado régimen de los ayatolás, que logró con ello una puerta de entrada en el mundo árabe. Además, le permitió abonar la semilla plantada en el seno de la comunidad chií libanesa -cuyo fruto fue la consolidación de Hezbolá- e inmiscuirse en el conflicto palestino -a través de la financiación del movimiento de resistencia Hamás-, que hasta el triunfo de la revolución islámica, era casi ajeno a los persas.
Desde entonces, la familia Real saudí se ha esmerado en quebrar ese eje, apoyado en la comunidad suní libanesa y la financiación de movimientos islamistas, moderados y salafies, en el interior de Siria. “Riad entiende que la caída del régimen de Bachar al Asad es la clave de un partido en el que solo puede haber un ganador. Por eso insiste en alentar una ofensiva que la comunidad internacional no termina de ver clara debido a la cantidad de incertidumbres que encierra”, explica una fuente diplomática en la zona. “Quizá el premio sea arrinconar a Irán, pero el riesgo de que Siria se convierta en un país inestable similar al Irak posterior a la invasión angloestadounidense, o en un Estado controlado por grupos islamistas, radicales o moderados, en una zona donde el islamismo político crece gracias a la primavera árabe, es un riesgo que parece asustar más”, apostilla.