viernes, 13 de julio de 2012

Clinton levanta la bandera de la democracia en Asia



El miércoles, Clinton se convirtió en la primera representante de la diplomacia estadounidense en visitar Laos desde 1955



La secretaria de Estado norteamericana brinda con su homólogo vietnamita. / BRENDAN SMIALOWSKI (AP)

Mientras Barack Obama y Mitt Romney se desangran en Virginia o Colorado en una dura batalla electoral, Hillary Clinton labra en Asia su leyenda como la más relevante secretaria de Estado de Estados Unidos desde Henry Kissinger. Clinton ha definido aspectos esenciales de la política exterior norteamericana, como la vinculación del progreso económico con la democracia, y de paso ha levantado su imagen hasta niveles inalcanzables para el resto de la clase política de este país.
Si Kissinger pasó la historia como el hombre que inició el diálogo con China, Clinton ha llevado las relaciones con ese país, hoy el mayor rival de EE UU en el mundo, a una nueva dimensión, la de la competencia política, y ha señalado a todo el continente un nuevo horizonte de libertad y derechos ciudadanos. Al mismo tiempo, ha presentado, en una gira que continúa hoy en Camboya y concluirá este fin de semana en Oriente Próximo, el mejor rostro de la diplomacia norteamericana actual, con prioridades en materia de igualdad para la mujeres y transparencia gubernamental.
En un discurso en Mongolia, sin mencionar por su nombre a China, sostuvo que el avance en la satisfacción de las necesidades materiales de la población no es suficiente para crear sociedades justas y vigorosas. “Hay que desterrar el mito de que la democracia es un valor de Occidente. Este es el momento preciso para hablar de democracia en Asia, en la medida en que muchos países de esta región se enfrentan a la duda sobre qué modelo de gobierno es el que mejor se adapta a sus sociedades y sus circunstancias”, dijo. “El camino que elijan decidirá la vida de miles de millones de personas y el futuro de esta región”.
“Los países que quieren abrirse a los negocios pero permanecer cerrados a la libertad de expresión”, añadió, “descubrirán el alto precio que pagan por ello. Eso mata la innovación y desalienta a los emprendedores, ambas cosas vitales para un crecimiento sostenible”.
"Ninguna nación puede conseguir la paz, la estabilidad y el crecimiento económico si la mitad de la población es marginada"
Hillary Clinton, secretaria de Estado de EE UU
Su visita a Mongolia era el reconocimiento a un país que está construyendo lo que la secretaria de Estado llamó “una valiente democracia” en un territorio rodeado por Rusia y China. Igualmente, quiso con su presencia en Vietnam estimular el tránsito de esa nación hacia un sistema de plenos derechos. “Sé que algunos argumentan que las economías en desarrollo”, manifestó Clinton en Hanoi, “tienen que poner el crecimiento económico por delante y ocuparse después de las reformas políticas y de la democracia. “Eso es una visión de muy corto plazo”. “Por lo tanto”, señaló, “quiero también expresar ahora las preocupaciones por los derechos humanos, incluidas las constantes detenciones de activistas, abogados y blogueros por la simple expresión pacífica de opiniones e ideas”.
Dirigiéndose, en Tokio, a una conferencia internacional de donantes para Afganistán, Clinton subrayó la exigencia de igualdad de derechos para todos los ciudadanos, independientemente de su sexo. “EE UU cree firmemente”, explicó, “que ninguna nación puede conseguir la paz, la estabilidad y el crecimiento económico si la mitad de la población es marginada”. En alusión directa a Afganistán, donde se han apreciado muy pocas mejoras sobre la situación de la mujer desde que existe un Gobierno apoyado por EE UU y la OTAN, la secretaria de Estado advirtió que “todo progreso tiene que incluir la lucha contra la corrupción, por el buen gobierno y por la igualdad de oportunidades para todos los afganos, especialmente para la mujeres”.
Un significado especial tuvo la escala de la secretaria de Estado en Laos, un país que cuenta con el triste récord de haber sido el más bombardeado per cápita en toda la historia: más de dos millones de toneladas de bombas arrojaron los norteamericanos sobre él en la guerra supuestamente secreta que se libró entre 1964 y 1973, en el marco del conflicto de Vietnam. En aquellos años, Washington actuaba bajo la llamada “teoría del dominó”, que pretendía frenar el contagio comunista de un país a otro en el sureste asiático. El miércoles, Clinton fue la primera responsable de la diplomacia estadounidense que aterrizaba allí desde John Foster Dulles en 1955, y lo hizo con la oferta de “construir unas relaciones que abarquen desde el trágico legado del pasado hasta encontrar un camino para ser socios en el futuro”. Probablemente, no hay un lugar más adecuado que Laos, donde las bombas lanzadas hace 40 años siguen hoy causando muertos, para representar el regreso de EE UU a Asia.
Clinton ha sido el mejor estandarte de ese retorno. El mismo día de su visita a Laos, la Casa Blanca anunciaba el miércoles en Washington la eliminación de algunas sanciones a Myammar después de que el régimen de ese país hiciera significativas concesiones en libertades políticas y derechos humanos, un paso al que Clinton contribuyó decisivamente con una visita en diciembre pasado –la primera en 50 años de un secretario de Estado- en la que se reunió con la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi. La foto de ambas fue una gloriosa representación del peso de la mujer en la política contemporánea.
El prestigio acumulado durante sus años al servicio de Obama le da hoy a Clinton autoridad para hablar más alto que ningún miembro de esta Administración, como demostró muy recientemente al denunciar sin tapujos la complicidad de Rusia con el régimen de Siria. Esa autoridad se han transformado en respaldo y reconocimiento en su propio país. Una encuesta de The Washington Post recogía hace dos meses un 65% de apoyo a la labor de Clinton entre los norteamericanos –Obama tiene un 47% de aprobación-. Ella ha insistido varias veces en que abandonará su puesto, y probablemente la política, tras las próximas elecciones. Pero será difícil para el Partido Demócrata encontrar en noviembre de 2016, cuando Clinton tendrá 69 años recién cumplidos, un mejor candidato.

América Latina, más armada que nunca


armamento en Venezuela
Uno de los países con mayor incremento en la importación de armas es Venezuela.
Durante casi todo julio, los 193 miembros de Naciones Unidas negociarán lo que esperan que sea el primer tratado para asegurar que el comercio mundial de armas no se desvíe para contribuir a los conflictos armados y a la violencia.
En estas negociaciones, América Latina tiene un interés particular.
Por un lado, hay una tendencia creciente hacia la militarización, según denuncian algunos al referirse a los casos de Venezuela y Brasil.
Por otro, la región sufre los problemas derivados de un negocio que se calcula que mueve hasta US$70.000 millones al año.
Algunos analistas señalan que las ventas de armas mal reguladas fomentan los conflictos armados y la corrupción.
"Tenemos más armas en circulación que la mayoría de regiones y tenemos las más altas tasas de homicidios por armas de fuego", le dice a BBC Mundo Mélanie Régimbal, la directora del centro de Naciones Unidas para la paz, el desarme y el desarrollo en América Latina y el Caribe (Unlirec).
No obstante, los países de América Latina están lejos de los mayores importadores y exportadores de armas del mundo (ver recuadro).

Tendencias

Los mayores compradores y vendedores del mundo

protestas en Perú
Los cinco mayores proveedores de armas en 2007-2011:
  • Estados Unidos
  • Rusia
  • Alemania
  • Francia
  • Reino Unido
Los cinco mayores receptores de armas en 2007-2011:
  • India
  • Corea del Sur
  • Pakistán
  • China
  • Singapur
Fuente: Sipri (marzo de 2012)
Brasil apenas se asoma como el exportador número 20 entre 2007 y 2011, según el instituto Stockholm International Peace Research Institute (Sipri), que sigue de cerca el tema.
En el renglón de los compradores Venezuela y Chile ocupan las posiciones 15 y 18.
En total, América recibió el 11% de las importaciones, muy lejos de Asia y Oceanía (44%), que lidera el listado y sólo por encima de África (9%).
Pese a ello, muchos analistas destacan que en la región, y especialmente en Sudamérica, hay una tendencia a adquirir más de lo que se solía hacer.
El volumen de las importaciones a los países sudamericanos creció 77% en el periodo 2007-2011 en comparación con el periodo 2002 y 2006 (en contraste, siempre según datos del Sipri, el aumento en África Subsahariana fue de 20%, en Asia y Oceanía del 24% y en el norte de África 273%.

Brasil y Venezuela

Venezuela y Brasil son los ejemplos más notorios de esta tendencia a armarse en la región.
El primero pasó de ser el importador número 46 del mundo a la posición número 15 (lo que según Sipri es un aumento en sus importaciones del 555%), gracias en parte a acuerdos con Rusia.
Brasil, por un lado, es el principal exportador de la región, con aviones como los Super Tucano, producidos por Embraer para labores de contrainsurgencia.
Pero por otro, firmó un acuerdo con Francia para convertirse en una de las siete naciones capaces de diseñar y operar submarinos nucleares.
El acuerdo, de US$14.000 millones en equipamiento militar, fue considerado el mayor gasto de este tipo en más de medio siglo para el gigante sudamericano.
La situación económica explica esta tendencia, según uno de los expertos consultados por BBC Mundo.
"Ha sido una década relativamente dulce en términos financieros para Latinoamérica, lo que ha permitido que los gobiernos puedan darse el lujo de gastar en armamento", dice Diego Fleitas, director de la Asociación para Políticas Públicas, una organización argentina que analiza las políticas de control de armas en la región.

Legal e ilegal

El tratado: lo que quiere la región

protesta en Guatemala
César Marín, de la sección venezolana de Amnistía Internacional y quien se encuentra en Nueva York para discutir el tratado, le explicó a BBC Mundo la posición de los países latinoamericanos.
  • "Hay un grupo de países que se hacen llamar los amigos del tratado, liderado por México y en el que se encuentran naciones como Uruguay, Perú, Guatemala y Colombia. Busca un tratado robusto y efectivo, con reglas de derechos humanos y que incluya todo tipo de armas convencionales y transacciones".
  • "Hay un segundo grupo de países que están a favor del tratado, pero que no son muy activos. Acá vincularía la gran mayoría de países de América Central y del Sur."
  • "Finalmente hay países que tienen bastantes reservas. El caso más notorio es el de Cuba, pero habría que considerar el caso de Brasil y Venezuela. Tienen dudas de apoyar un tratado fuerte porque implicaría consecuencias a sus planes de desarrollo y de defensa".
Estas transacciones, sin embargo, no explican por sí solas por qué América Latina sufre particularmente los efectos derivados del comercio de armas.
Estos casos son transferencias legales, mientras buena parte de la violencia se alimenta de las transferencias ilegales.
Pero las dos están intrínsecamente ligadas, como le explica a BBC Mundo el mexicano Héctor Guerra, uno de los coordinadores de la Red de Acción Internacional sobre las Armas Pequeñas (IANSA, por sus siglas en inglés).
"Hay un problema muy serio, y es cuando las transferencias lícitas caen en manos equivocadas", dice.
De ahí que muchos consideren clave regular las transferencias lícitas como una manera de enfrentar los problemas del tráfico ilícito, como se discute actualmente en Nueva York.
En este caso, los países de América Latina apoyan un eventual tratado, aunque algunos países tienen sus reservas (ver recuadro).
"La violencia armada, el crimen y la seguridad son los temas más importantes que tienen en la agenda los estados de la región", concluye Régimbal, de Naciones Unidas.
"Entonces es clave buscar soluciones que ayuden a estandarizar los procesos. Los Estados ven con buenos ojos el tratado como una herramienta para solucionar todos estos problemas que afronta la región".

jueves, 12 de julio de 2012

Londres 2012: los países de A. Latina que nunca han ganado una medalla olímpica



Medallas de Londres 2012
¿Se reducirá en Londres la lista de los países latinoamericanos sin medallas olímpicas?
Probablemente no encabezarán el medallero pero hay cinco países en América Latina que sueñan con conseguir una gran hazaña en Londres 2012: hacerse con el primer metal olímpico de su historia.
Para la mayoría de los deportistas de esos países que el próximo 27 de julio marchen tras su bandera en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, el hecho de estar ahí será todo un logro.

BBC Mundo preguntó a los comités olímpicos de estos países por qué creen que sus deportistas nunca se han subido al podio en unas Olimpiadas y cuáles son sus mayores esperanzas en Londres.
Y aunque las delegaciones de Bolivia, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua serán de esas que pasan rápido por su escaso número de componentes, les recomendamos que no las pierda de vista porque alguno de ellos podría dar el campanazo y conseguir la primera medalla para su país.

Problemas

No es casual que en la lista de países sin medallas olímpicas estén algunos de los más pobres de la región. Todos los comités alegan que las carencias económicas les impiden apoyar a sus deportistas como se merecen.
"Nuestro país es muy pobre y (el deporte) tiene una asignación presupuestaria muy baja", explica el presidente del Comité Olímpico Hondureño (COH), Salvador Jiménez, al señalar que la falta de presupuesto impide que haya masificación deportiva y que surjan talentos.

"Te apoyan cuando tienes resultados"

La boliviana Claudia Balderrama es la única atleta de su país clasificada por méritos propios para los Olímpicos y será la abanderada de la tricolor en Londres.
A sus 28 años, irá a sus primeros Juegos tras conseguir una marca B en 20 kilómetros marcha en los Panamericanos de Guadalajara. Y aunque llegar a conseguir la primera medalla para su país parece casi imposible, para ella participar es todo un logro.
Hace tres años esta marchista comenzó a prepararse para este reto mientras trabajaba en un supermercado. "No tenía para mis gastos, compraba tenis a medio uso, comía lo que había y no podía descansar porque tenía que ir a trabajar muy temprano", recuerda Balderrama en conversación con BBC Mundo.
Pero su suerte cambió cuando en 2010 conoció al entrenador mexicano Raúl González que preparaba al equipo de marcha mexicano en el altiplano boliviano.
"Me dijo que podía lograr mucho pero que, como no me apoyaban, no iba a lograr casi nada. Me invitó a ir a México porque no comía bien, entrenaba muy duro y no rendía...", explica.
En tierras mexicanas, Balderrama se dedicó plenamente a su preparación y participó por primera vez en un mundial en el que además estrenó sus primeras deportivas que fueron regalo del atleta mexicano Cristian Berdeja.
La boliviana cree que si ha conseguido llegar a Londres es gracias a González, además de las ayudas que ha recibido del Comité Olímpico, de su país y de patrocinadores en los últimos meses.
"Cuando volví a Bolivia empezaron a apoyarme. Te apoyan cuando tienes resultados, no te apoyan para llegar a tener resultados y eso es muy triste", lamenta la atleta.
"Creo que hay mucho talento y que aprovechando la altura podrían salir buenos marchistas y fondistas", concluye.
"Aquí la mayoría de los atletas son amateurporque el deporte es un hobby al que no están dedicados a tiempo completo", dice por su parte Moisés Ávalos del Comité Olímpico Nicaragüense que apunta que los únicos que tienen dedicación plena son los beisbolistas, un deporte que ya no es Olímpico.
Bolivia tiene "otras muchas necesidades y el deporte ha quedado fuera de ellas", indica en ese sentido Juan José Paz, director de Comunicación del Comité Olímpico Boliviano (COB), quien reconoce que las políticas de implementación deportiva en el país son "un poco deficientes".
En eso mismo incide Sergio Arnoldo Camargo, presidente del Comité Olímpico guatemalteco (COG) al señalar que "cuando se forma parte de un país en vías de desarrollo, se piensa que sólo el estudio y la actividad laboral son parte importante para alcanzar un estado de bienestar adecuado" y se deja de lado el deporte.
Otro de los aspectos en los que coinciden los representantes de los comités olímpicos consultados por BBC Mundo es que el fútbol se lleva buena parte de los fondos destinados a deportes y de los patrocinadores locales.
Por todos esos factores, al ser preguntados por las esperanzas de medalla en Londres, la mayoría de las delegaciones que no se han estrenado en el medallero lo ven como algo casi inalcanzable.
De hecho, pocos atletas de estos países han conseguido asegurarse plaza en Londres de forma directa y muchos de los que van lo hacen por el principio de universalidad o por tarjetas de invitación (wild cards) de las federaciones internacionales.

Esperanzas

Entre las delegaciones más pequeñas están las de Nicaragua, con unos siete atletas –solo uno, el boxeador Osmar Bravo, clasificado de forma directa- y la boliviana, que tendrá una delegación de cinco atletas, de los cuales sólo la marchista Claudia Balderrama logró clasificar por marca.
La delegación salvadoreña puede sumar hasta 18 miembros y entre sus esperanzas de éxito están la ciclista Evelyn García, la remera Camila Vargas y Melisa Carvallo, de tiro con pistola. Las tres mujeres se han entrenado en el extranjero.
Guatemala estará representada en Londres por un máximo de 20 deportistas en las categorías de atletismo, ciclismo, tiro, pentatlón, vela, levantamiento de pesas, taekwondo, bádminton y judo, la mayoría de ellos clasificados de forma directa.
Las esperanzas guatemaltecas están en Jamy Franco que fue oro panamericano en los 20 kilómetros marcha en Guadalajara.
Gracias a la clasificación de la selección de fútbol, la delegación hondureña será la más numerosa de las que nunca han conseguido medalla y llevará a un máximo de 25 deportistas a Londres.
Además del fútbol, los hondureños tienen la vista puesta en el luchador Brandon Escobar, nacido en Nueva York pero hijo de hondureños.
Camila Vargas
La remera Camila Vargas, que se entrena en Sevilla, es una de las esperanzas del equipo olímpico salvadoreño.
De cualquier forma, los representantes de estos países coinciden en la necesidad de implementar "políticas duraderas en el tiempo que se dediquen a incentivar al deportista" y al deporte base como indica Juan José Paz, del COB.
Y algunas delegaciones ya se han puesto manos a la obra en ese sentido.
Como la guatemalteca y la salvadoreña que están creando programas similares al de Ayuda al Deporte Olímpico (ADO) de España con una organización "integrada por empresas patrocinadoras del sector público y privado y que a través de esos patrocinios obtienen incentivos fiscales", según explica el presidente del COG.
En el caso de Guatemala, la Fundación Amigos del Deporte (FADO) que se puso en marcha a finales de la década pasada y está integrada por 12 empresas del sector privado, ya tuvo algunos resultados en los Panamericanos de México donde la delegación olímpica de ese país quedó en la decimoprimera posición entre 40 naciones participantes.
También en Honduras se ha creado un proyecto de búsqueda y selección de talentos deportivos y ya hay 73 atletas de entre 13 y 20 años en régimen de concentración total "que están empezando a dar sus resultados en categorías inferiores", explica el presidente del COH.
"Hemos entendido que el poco presupuesto que tenemos debemos enfocarlo en deportes de combate donde hay alguna posibilidad más real de poder alcanzar mejores posiciones y no así de velocidad y fuerza que es mucho más difícil", señala.
Por eso y aunque no pierden de vista Londres, estos países esperan comenzar a cosechar éxitos en futuras Olimpiadas, como las de Río de Janeiro de 2016.

miércoles, 11 de julio de 2012

LA LISTA: 'BOOM' TURÍSTICO





Cuatro países que están experimentando un sorprendente incremento del turismo y un quinto destino que podría revolucionar el concepto de vacaciones para siempre.

MUNDO MAYA
   
   
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El turismo apocalíptico probablemente atraiga a muchos viajeros este año a México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras, donde floreció la civilización maya allá por el 2.000 a. c. La región mesoamericana espera un importante flujo de visitantes interesados por la famosa profecía maya del fin del mundo, pronosticada para finales de diciembre de 2012. Dentro del programa Mundo Maya, una alianza entre los cinco países para promocionar el turismo en la zona, México espera la llegada de unos 52 millones de turistas tanto extranjeros como domésticos y unos 14.000 millones dólares (unos 12.000 millones de euros) de beneficio, por lo que parece que se trata de una oportunidad única para dar un nuevo impulso al sector turístico, que se ha visto ensombrecido por noticias relacionadas con la violencia y  el narcotráfico. Sin embargo, los planes no se están organizando a gusto de todos. Las minorías indígenas mexicanas ya se han mostrado críticas con el programa, del que se siente excluidos, ya que temen verse invadidas por hordas de visitantes mientras que el dinero termina en los bolsillos de las grandes empresas. No sería raro que estas poblaciones no se beneficiaran finalmente de este boom, si tenemos en cuenta que sufren de discriminación, pobreza y falta de representación política en sus respectivos países.

SRI LANKA
 
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2,5 millones de turistas y 2.750 millones de dólares de ingresos procedentes del turismo para 2016. Este objetivo marcado por el Gobierno de Colombo es ambicioso, si pensamos que el país estuvo sumido en un sangriento conflicto étnico durante 30 años entre los Tigres Tamiles y las fuerzas gubernamentales, que vencieron a la guerrilla en 2009. Desde el final de la guerra, que destruyó infraestructuras y generó un declive en el sector turístico, la isla ha experimentando un gran incremento de visitantes: el turismo creció alrededor del 30%, con 850.000 visitas, en 2011 y se prevéque este año la cifra ronde el millón, según fuentes oficiales. Aunque la mayoría de los viajeros proceden de Reino Unido y Alemania, Sri Lanka tiene en el punto de mira a otros mercados como India, China y Rusia. El Imperio del Centro ya se ha convertido en el mayor inversor en el país, financiando puertos, carreteras y un nuevo aeropuerto para desarrollar la industria turística. Sin lugar a dudas, Sri Lanka muestra unos datos deslumbrantes, pero también otros más oscuros: miles de personas desaparecidas, más de 300.000 víctimas de abusos por ambos bandos durante el conflicto y alegaciones de crímenes de guerra por parte de las tropas srilankesas, unos 40.000 civiles asesinados en los últimos meses de la guerra, según la ONU. El turismo puede ayudar a desarrollar e impulsar la economía de la isla, pero la justicia, el respeto por los derechos humanos y la reconciliación siguen siendo asignaturas pendientes para apuntalar la paz.

TURQUÍA
   
   
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“Turquía es sin duda la estrella en ascenso del turismo”, en palabras del secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Taleb Rifai. De hecho, el país ha logrado colorase por delante de Reino Unido en el top 10 de destinos turísticos del mundo,posicionándose en sexta posición, con 29 millones de visitantes en 2011. ¿A qué se debe este éxito? No solo la increíble panorámica del Bósforo seduce a los turistas, sino también una triple combinación de primavera árabe, turismo halal y culebrones. La inestabilidad política en países como Túnez, Egipto o Siria desde que estallaran las revueltas populares ha hecho que muchos turistas saudíes y de otros Estados del Golfo decidan pasar sus vacaciones en Turquía, destino que les ofrece una cultura similar y servicios que se adaptan perfectamente a sus necesidades. De hecho, el turismo estilo islámico -hoteles sin alcohol, con comida halal y piscinas separadas para hombres y mujeres- ha experimentado un auge en el país en los últimos años. A todo esto se une el gran éxito de las telenovelas turcas en el mundo árabe, queha generado un flujo de turistas deseosos de seguir los pasos de sus actores favoritos. Todo ello podría calificarse de puro poder blando de Turquía hacia los países árabes, hacia donde ha redirigido su política exterior en los últimos tiempos.

MYANMAR
 
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¿Es ético pasar las vacaciones en Birmania? Hasta hace poco esta pregunta pasaba por la mente de muchos a la hora de plantearse visitar este país, sujeto a sanciones internacionales y bajo el férreo control de dictadura militar. El temor a engordar de manera indirecta un régimen sin ningún tipo de respeto por los derechos humanos preocupaba a los turistas más concienciados. Sin embargo, la liberación de la opositora Aung San Suu Kyi -quien ha dado ya luz verde a la llegada del turismo-, la reciente celebración de elecciones y otros pasos aperturistas del Gobierno, han propiciado un boom turístico en 2011, y se prevé que las cifras aumentes este año: lostour operadores estiman  la llegada de entre 640.000 y un millón de visitantes extranjeros en 2012. La belleza natural y el rico patrimonio cultural son dos de las principales atracciones de Myanmar, pero lo que también está seduciendo a los viajeros es la curiosidad que despierta un país que ha permanecido durante más de tres década aislado, cerrado al mundo, pero que hoy vive un momento de transición política histórico y que podría convertirse en el futuro en un nuevo tigre asiático.

TURISMO ESPACIAL 
   
   
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El futuro ya está aquí. El turismo espacial podría convertirse en una industria millonaria en una década, según algunos expertos. Las compañías del sector hablan de que en algo más de un año podrían comenzar los primeros vuelos comerciales al espacio. Empresas líderes como la estadounidense Virgin Galacticya tiene depósitos de cerca de 500 personas que pagaran 200.000 dólares para vuelos a finales de 2013, entre la lista de clientes se encuentran celebrities como Angelina Jolie, Brad Pitt y Paris Hilton. Aunque no se puede hablar de boom del negocio todavía, ya que los precios son desorbitados, algunos expertos afirman que el sector aéreo siguió un patrón parecido, solo ricos y famosos se lo podrían permitir al principio, pero sedemocratizó con el paso del tiempo. A pesar de que las compañías del sector apuestan porque se convertirá en un gran negocio, aún tendrán que hacer frente a desafíos financieros, requiere una enorme inversión de capital; de seguridad, es un viaje no exento de importantes riesgos para los pasajeros; y, por supuesto, un abaratamiento de precios. ¿Será posible en un futuro no muy lejano unos vuelos espaciales low cost?

EL ASCENSO DE INDIA




¿Está la mayor democracia del mundo preparada para saltar a primer plano, o será el eterno actor secundario en el escenario global?

“India será la próxima gran potencia mundial”
   
   
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No tan deprisa. La espectacular apertura de la rígida economía india, las mejoras sustanciales en las relaciones entre Estados Unidos e India y el crecimiento económico rápido y sostenido durante más de un decenio han llevado a la mayoría de los analistas y responsables políticos a la conclusión de que el país asiático será una de las grandes potencias globales del siglo XXI. En 2010, durante una visita a India, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo: “India no es solo una potencia en ascenso; India ya ha ascendido”.
No cabe duda de que ha habido motivos para tanto optimismo. Hasta la reciente crisis global, la economía india era la segunda en crecer más deprisa, con un ritmo del 9,8% en octubre de 2009. La pobreza descendió 5 puntos porcentuales entre 2004 y 2009, según un Sondeo nacional indio de amplia aceptación. Las empresas del país se han globalizado. En 2006, el magnate indio del acero Lakshmi Mittal adquirió la firma francesa Arcelor y creó así la mayor compañía minera y de acero del mundo. En 2008, el conglomerado indio Tata compró las legendarias marcas británicas Jaguar y Land Rover a Ford. Y, a pesar de que ahora se cierne cierta incertidumbre sobre el clima inversor en el país, las empresas más importantes del mundo siguen apostando por él. A finales de junio, Coca Cola, que había abandonado India a principios de los 70, decidió invertir 5.000 millones de dólares (unos 4.000 millones de euros) de aquí a 2020. Y la empresa sueca Ikea ha anunciado que va a invertir casi 2.000 millones de dólares en los próximos años.
En política exterior, India ha demostrado que tiene cada vez más aspiraciones  -y aptitudes- globales. Es el quinto mayor participante en la reconstrucción de Afganistán tras la desolación de la guerra, y su ámbito de actuación va mucho más allá de los países vecinos. En la cumbre reciente del G-20 en Los Cabos, México, el primer ministro, Manmohan Singh, prometió 20.000 millones de dólares para una dotación destinada a reforzar la capacidad de préstamo del FMI.
Por desgracia, la fascinación por el creciente peso económico de India y sus aperturas en política exterior pasa por alto sus limitaciones institucionales, las numerosas peculiaridades de su cultura política y los importantes retos económicos y sociales que tiene por delante. Por mencionar un ejemplo, al menos el 30% de la producción agraria india se estropea porque no existe una cadena de suministro de segura. Los inversores extranjeros podrían aliviar, quizá incluso resolver, ese problema. Pero, gracias a la intransigencia de un pequeño número de partidos políticos y grupos de intereses, India se niega a abrir sus mercados a los extranjeros. Hasta que el país no sea capaz de resolver problemas de base como este, su grandeza seguirá siendo puramente retórica, sin hechos que la respalden.

“Su crecimiento es inevitable”
No. Cuando India empezó a liberalizar su economía tras la crisis financiera de 1991, muchos analistas llegaron a la conclusión de que el país estaba en la rampa hacia el crecimiento. El volumen del mercado, su abundancia de talento emprendedor y su sistema legal parecían anunciar grandes éxitos económicos.
Pero estas valoraciones tan optimistas no tenían en cuenta unos problemas fundamentales. Muchos políticos indios seguían unidos a un modelo anacrónico de crecimiento impulsado por los Estados. Poderosos grupos con intereses en el orden económico existente –desde agricultores dotados de cuantiosos subsidios hasta sindicatos industriales muy arraigados– se oponían a las reformas. Y el ascenso de la política de coalición, con todas sus incertidumbres, hacía muy difícil una acción de gobierno coherente. Al final, estos factores se han unido y han creado una tormenta perfecta.
En el último trimestre, la economía india no creció más que el 5,3%, su peor comportamiento en casi una década. En abril, el crecimiento industrial fue de solo el 0,1%. Muchos responsables políticos indios atribuyen esta caída a la crisis fiscal europea y la desaceleración económica mundial. Pero los verdaderos problemas de la economía de India son autóctonos.
Los políticos indios, de todas las ideologías, han apoyado un gasto insostenible en un esfuerzo para aplacar a la población, cada vez más politizada y dispuesta a la movilización. En muchas partes de India, los agricultores pagan poco o nada por la electricidad, pero las autoridades se niegan a cuestionar sus subsidios. Y, con tal de  evitar el malestar estudiantil, han permitido que las universidades estén al borde del precipicio, porque las matrículas no sirven para cubrir ni una fracción de los costes de funcionamiento. El resultado de esta furia por complacer a todo el mundo es un déficit fiscal de alrededor del 6% del PIB.
Las autoridades tampoco han reformado el gigantesco sector público del país. Por ejemplo, Air India, de propiedad estatal, necesita inyecciones de dinero constantes, pero el Gobierno se niega a privatizar la compañía para no enojar a los sindicatos. Por otra parte, los empresarios tienen las manos atadas por regímenes legales que se han quedado anticuados y un proceso normativo idiosincrásico. Unas leyes de adquisición de tierras obsoletas han impedido que se pusieran en marcha numerosos proyectos industriales, y varios giros políticos caprichosos han impedido dificultado las cosas para campos en expansión como el de las telecomunicaciones.
Además, algunos analistas dicen ahora que la falta de marcos legales y normativos transparentes ha facilitado nuevos panoramas de corrupción. La ausencia de un régimen legal definido permitió una subasta ad hoc del espectro 2G de telefonía móvil en 2008.  La subasta fraudulenta pudo costar al Tesoro hasta 40.000 millones de dólares, según un observatorio independiente del Gobierno. Y está surgiendo un nuevo escándalo consistente en que, al parecer, en 2004, se vendieron vetas de carbón de propiedad estatal a precios muy por debajo de los de mercado. Como es natural, la combinación del fantasma de la incertidumbre legal y la corrupción rampante ha enfriado las inversiones extranjeras. Y todo eso hace que el futuro de India no esté nada asegurado.

“India puede ayudar a contener a China”
 
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No parece. Las autoridades de Estados Unidos han confiado en que, debido a sus históricas disputas con Pekín, Nueva Delhi se uniera a Washington para formar un contrapeso. Pero, aunque India tiene contenciosos importantes con China, mira con gran escepticismo el “giro estratégico” de Estados Unidos hacia Asia y la posibilidad de desempeñar un papel en una estrategia estadounidense de contención. Muchos dirigentes indios temen que si unieran sus fuerzas a las de EE UU no harían más que provocar la ira de China, y su obsesión por la independencia estratégica, que tiene raíces profundas en la cultura política del no alineamiento, refuerza el rechazo a hacer causa común con Washington.
Sin embargo, fue la resistencia de India a alinearse con Occidente la que la dejó prácticamente indefensa cuando China atacó en 1962. Varios años antes había estallado una disputa fronteriza porque China reclamaba un territorio que India consideraba suyo. Pese a ello, el primer ministro Jawaharlal Nehru había reducido el gasto de defensa porque creía que desviaba fondos muy necesarios para el desarrollo económico y se contradecía con su firme compromiso de no alineamiento. Cuando el curtido Ejército Popular de Liberación atacó, las fuerzas indias estaban muy poco preparadas. Se envió a toda prisa al frente a soldados sin la ropa, las armas ni la formación adecuadas, y muchos murieron de congelación y enfermedades relacionadas con las grandes alturas incluso antes de tener una oportunidad de luchar. La disputa fronteriza nunca se ha resuelto. Es más, durante los últimos años, China ha ampliado sus reivindicaciones territoriales hasta incluir todo el Estado nororiental de Arunachal Pradesh.
Las diferencias entre China e India también se extienden a otros ámbitos. Pekín se niega categóricamente a aceptar la legitimidad del programa de armas nucleares de India (que se puso en marcha como respuesta al de China) e intentó echar por tierra el acuerdo nuclear civil de 2008 entre India y Estados Unidos. Además, aparte de su alianza histórica con Pakistán, China está desarrollando relaciones con otros países más pequeños del sur de Asia y alentando de forma sutil el sentimiento antiindio en ellos. Por ejemplo, como Nueva Delhi no ha conseguido resolver varios desacuerdos históricos con Bangladesh,  el Imperio del Centro se apresurado a intervenir para mejorar las infraestructuras de dicho país.
En el mundo, China e India han empezado a competir por contratos prolongados de petróleo y gas natural, y da la impresión de que Nueva Delhi está perdiendo. Hace unos años, el Gobierno angoleño rescindió un acuerdo con India para desarrollar unos yacimientos marinos de crudo cuando China le ofreció una línea de crédito de 200 millones de dólares. En los últimos tiempos, Pekín hizo una dura advertencia al brazo exterior de la compañía india Oil and Natural Gas Corporation para que no iniciaran prospecciones de hidrocarburos ante las costas de Vietnam. No parece que estas tensiones vayan a relajarse a corto plazo, sobre todo porque India sigue dependiendo enormemente de los recursos energéticos extranjeros.
A pesar de estos conflictos, las autoridades indias se resisten a estrechar las relaciones con Washington. Además de que les preocupe perder su libertad de actuación, los responsables indios temen que la política estadounidense cambie con cada elección. EE UU  puede estar hoy en pleno giro hacia Asia, pero, si cambia de opinión en el futuro y trata de complacer a Pekín, dejará a India tirada y sujeta a las intimidaciones chinas. De modo que, por ahora, India se guarda las espaldas.

“Las tensiones con Pakistán se han relajado”
La verdad es que no. En los últimos meses, ha habido un tímido deshielo en las relaciones entre los dos países, pero permanecen muy distanciados en la cuestión fundamental que empaña su relación desde la independencia: el estatus en disputa del Estado de Jammur y Cachemira. Esa rivalidad se intensificará cuando Estados Unidos y la Fuerza Internacional de Ayuda para la Seguridad de la OTAN se retiren de Afganistán. La obsesión del aparato militar paquistaní con la “profundidad estratégica” contra India no se ha calmado, ni tampoco su compromiso de instaurar un régimen complaciente en Afganistán a partir de 2014. Y es de suponer que las autoridades indias, que han hecho grandes inversiones económicas, estratégicas y diplomáticas en Afganistán, no querrán ceder terreno, por temor a que surja un régimen neotalibán.
Por consiguiente, lo más probable es que las relaciones se enfríen en un futuro próximo. Y la vuelta a las crisis periódicas que salpicaron los 80 y 90 será un costoso motivo de distracción. La movilización militar de India contra Pakistán tras el atentado terrorista de diciembre de 2001 en el Parlamento indio costó al país alrededor de 1.000 millones de dólares. Mientras las tensiones no se relajen, Nueva Delhi tendrá que permanecer vigilante en su frontera occidental, aumentar su gasto militar y centrar sus energías diplomáticas en mantener la paz. Permanecerá ligada a su vecino y seguirá sin hacer realidad sus aspiraciones de traspasar la política regional.

“India será un buen ciudadano global”
Tal vez. Algunos estudiosos afirman que los Estados tienen más probabilidades de aceptar normas internacionales de comportamiento a medida que se vuelven más poderosos e intervienen más en los asuntos mundiales. Pero las pruebas son ambiguas, y es probable que India marche a su propio ritmo. En algunos ámbitos tendrá un papel útil; en otros seguirá tan recalcitrante como siempre.
Por ejemplo, será razonablemente abierta en las cuestiones de la no proliferación ahora que es, a efectos prácticos, una potencia con armas nucleares. Si China y Pakistán están dispuestos a aceptar límites a la producción de plutonio y uranio muy enriquecido, es posible que Nueva Delhi apoye un Tratado para la reducción del material fisible. En cambio, sería ingenuo contar con India en los debates sobre el cambio climático global. Las autoridades indias alegan, con cierta razón, que el mundo industrial avanzado es responsable de la mayor parte del cambio climático antropogénico. Y al mismo tiempo, aseguran que el país no puede permitirse el lujo de supeditar el crecimiento económico a la reducción del carbono. Como dijo en 2009 el entonces ministro de Medio Ambiente, Jairam Ramesh: “En Estados Unidos y el mundo desarrollado, las emisiones se deben al modo de vida. En [India], las emisiones se deben al desarrollo”. Además, la democracia más grande del mundo asegura que sus emisiones per cápita seguirán siendo muy inferiores a las de los países industrializados avanzados durante varias décadas todavía. Puede que sea un argumento endeble, pero en India tiene mucha fuerza política.
Tampoco va a ceder India mucho terreno en las negociaciones mundiales de comercio mientras no se tengan en cuenta sus preocupaciones sobre los subsidios agrarios en los países industriales avanzados y los sectores de servicios. Dado su tamaño, tiene mucho peso en este ámbito, y sus negociadores pueden ser inflexibles. Aunque India alcance la posición internacional que desea, es posible que no siempre actúe en concordancia con las potencias occidentales.

“India tendrá una sólida capacidad de proyección de poder”
   
   
AFP/Getty Images
No. No cabe duda de que India está llevando a cabo una drástica expansión de su capacidad naval y aérea. Y, al contrario de lo que se suele pensar, estos planes de expansión no suponen una carga económica importante porque, según cálculos recientes del Banco Mundial, el gasto militar indio representa menos del 3% de su PIB. Incluso aunque tenga menor crecimiento económico durante los próximos años, debería ser capaz de dotarse de un armamento más que suficiente.
El problema reside más bien en su proceso de adquisición de armas, engorroso, lento y, hasta hace poco, plagado de corrupción. Lo irónico es que el intento de mejorar esa situación ha generado complejos procedimientos legales y burocráticos que retrasan aún más lo que ya era de una lentitud  insoportable. Por ejemplo, la decisión de sustituir los viejos aviones de combate por un nuevo aparato multifunción ha ocupado la mayor parte del último decenio, pese a que ya se ha escogido el nuevo avión. La extraordinaria complejidad y lentitud del proceso no es buen augurio sobre la capacidad de India de adquirir y desplegar con rapidez la capacidad militar que le va a hacer falta si aspira a proyectar poder en toda la región.
Tampoco han prosperado los esfuerzos autóctonos de adquirir esa capacidad militar. Por ejemplo, en 1990, ante el hecho cada vez más evidente de que su flota de MiG-21 estaba obsoleta, India empezó a trabajar para construir un avión ligero de combate, después de muchas deliberaciones. El primer prototipo voló en 2001, pero se tardaron 10 años más en dar los primeros pasos para construir un solo escuadrón para las Fuerzas Aéreas Indias. Además, el motor del aparato es estadounidense, sus sistemas de radar se construyeron con ayuda israelí y parte de su munición es de origen ruso. Si India desea verdaderamente ser una potencia militar regional, tendrá que intensificar sus esfuerzos o simplificar radicalmente su proceso de adquisiciones militares en el extranjero.

“Las tensiones entre hindúes y musulmanes son historia”
Por desgracia, no. Tras la derrota del Partido Bharatiya Janata (BJP) en 2004, muchos intelectuales laicos indios se alegraron. Creían sinceramente que la oscura sombra del nacionalismo étnico estaba retrocediendo y que el país iba a poder renovar sus tradiciones cívicas y pluralistas. Pero ese optimismo, aunque comprensible, fue prematuro.
La derecha hindú, que estuvo en alza en los 90, se encuentra hoy sin rumbo y sin líderes. Pero todavía tiene que abandonar su ideología supremacista, su número de afiliados no ha disminuido y algunos miembros del BJP, el partido del sectarismo hindú, creen que Narendra Modi, un personaje muy polémico, conocido por sus sentimientos antimusulmanes, podría ser primer ministro. Los electores indios quizá le consideren demasiado controvertido, pero el mero hecho de que su partido le considere un posible candidato al máximo cargo electo del país indica que su peligrosa ideología está viva y coleando.
Más aún, hay pequeños grupos de musulmanes que también están cada vez más radicalizados, por la intransigencia de la derecha hindú y por los cantos de sirena del islamismo de Oriente Medio. Varios de esos radicales están vinculados a organizaciones islamistas internacionales y paquistaníes, y a algunos incluso se les ha relacionado con actos violentos cometidos en suelo indio. Por desgracia, aparte de hacer sonar la alarma sobre los peligros de estos grupos internos, las autoridades indias no han tomado medidas concretas para impedir su ascenso. A su vez, esa falta de acción ante este peligro tan real alimenta la acusación del MJP de que los partidos laicos en India se muestran complacientes con el extremismo de las minorías.
Por supuesto, las consecuencias a largo plazo de este tipo de conflicto étnico y religioso podrían ser terribles. Los brotes continuos y persistentes de violencia entre hindúes y musulmanes enfriarán todavía más las inversiones extranjeras, absorberán las energías de los responsables políticos indios y perjudicarán la imagen de India como Estado laico y democrático.
Indudablemente, la India de hoy está muy lejos de ese país sumido en la pobreza, militarmente débil, socialmente facturado y diplomáticamente aislado de la Guerra Fría. No obstante, a no ser que su Gobierno pueda solucionar problemas que van desde la corrupción al estancamiento burocrático, pasando por la disfunción política, su esperanza de ser una potencia global del siglo XXII será solo un deseo no una realidad.  

EL ASCENSO DE INDIA




¿Está la mayor democracia del mundo preparada para saltar a primer plano, o será el eterno actor secundario en el escenario global?

“India será la próxima gran potencia mundial”
   
   
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No tan deprisa. La espectacular apertura de la rígida economía india, las mejoras sustanciales en las relaciones entre Estados Unidos e India y el crecimiento económico rápido y sostenido durante más de un decenio han llevado a la mayoría de los analistas y responsables políticos a la conclusión de que el país asiático será una de las grandes potencias globales del siglo XXI. En 2010, durante una visita a India, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo: “India no es solo una potencia en ascenso; India ya ha ascendido”.
No cabe duda de que ha habido motivos para tanto optimismo. Hasta la reciente crisis global, la economía india era la segunda en crecer más deprisa, con un ritmo del 9,8% en octubre de 2009. La pobreza descendió 5 puntos porcentuales entre 2004 y 2009, según un Sondeo nacional indio de amplia aceptación. Las empresas del país se han globalizado. En 2006, el magnate indio del acero Lakshmi Mittal adquirió la firma francesa Arcelor y creó así la mayor compañía minera y de acero del mundo. En 2008, el conglomerado indio Tata compró las legendarias marcas británicas Jaguar y Land Rover a Ford. Y, a pesar de que ahora se cierne cierta incertidumbre sobre el clima inversor en el país, las empresas más importantes del mundo siguen apostando por él. A finales de junio, Coca Cola, que había abandonado India a principios de los 70, decidió invertir 5.000 millones de dólares (unos 4.000 millones de euros) de aquí a 2020. Y la empresa sueca Ikea ha anunciado que va a invertir casi 2.000 millones de dólares en los próximos años.
En política exterior, India ha demostrado que tiene cada vez más aspiraciones  -y aptitudes- globales. Es el quinto mayor participante en la reconstrucción de Afganistán tras la desolación de la guerra, y su ámbito de actuación va mucho más allá de los países vecinos. En la cumbre reciente del G-20 en Los Cabos, México, el primer ministro, Manmohan Singh, prometió 20.000 millones de dólares para una dotación destinada a reforzar la capacidad de préstamo del FMI.
Por desgracia, la fascinación por el creciente peso económico de India y sus aperturas en política exterior pasa por alto sus limitaciones institucionales, las numerosas peculiaridades de su cultura política y los importantes retos económicos y sociales que tiene por delante. Por mencionar un ejemplo, al menos el 30% de la producción agraria india se estropea porque no existe una cadena de suministro de segura. Los inversores extranjeros podrían aliviar, quizá incluso resolver, ese problema. Pero, gracias a la intransigencia de un pequeño número de partidos políticos y grupos de intereses, India se niega a abrir sus mercados a los extranjeros. Hasta que el país no sea capaz de resolver problemas de base como este, su grandeza seguirá siendo puramente retórica, sin hechos que la respalden.

“Su crecimiento es inevitable”
No. Cuando India empezó a liberalizar su economía tras la crisis financiera de 1991, muchos analistas llegaron a la conclusión de que el país estaba en la rampa hacia el crecimiento. El volumen del mercado, su abundancia de talento emprendedor y su sistema legal parecían anunciar grandes éxitos económicos.
Pero estas valoraciones tan optimistas no tenían en cuenta unos problemas fundamentales. Muchos políticos indios seguían unidos a un modelo anacrónico de crecimiento impulsado por los Estados. Poderosos grupos con intereses en el orden económico existente –desde agricultores dotados de cuantiosos subsidios hasta sindicatos industriales muy arraigados– se oponían a las reformas. Y el ascenso de la política de coalición, con todas sus incertidumbres, hacía muy difícil una acción de gobierno coherente. Al final, estos factores se han unido y han creado una tormenta perfecta.
En el último trimestre, la economía india no creció más que el 5,3%, su peor comportamiento en casi una década. En abril, el crecimiento industrial fue de solo el 0,1%. Muchos responsables políticos indios atribuyen esta caída a la crisis fiscal europea y la desaceleración económica mundial. Pero los verdaderos problemas de la economía de India son autóctonos.
Los políticos indios, de todas las ideologías, han apoyado un gasto insostenible en un esfuerzo para aplacar a la población, cada vez más politizada y dispuesta a la movilización. En muchas partes de India, los agricultores pagan poco o nada por la electricidad, pero las autoridades se niegan a cuestionar sus subsidios. Y, con tal de  evitar el malestar estudiantil, han permitido que las universidades estén al borde del precipicio, porque las matrículas no sirven para cubrir ni una fracción de los costes de funcionamiento. El resultado de esta furia por complacer a todo el mundo es un déficit fiscal de alrededor del 6% del PIB.
Las autoridades tampoco han reformado el gigantesco sector público del país. Por ejemplo, Air India, de propiedad estatal, necesita inyecciones de dinero constantes, pero el Gobierno se niega a privatizar la compañía para no enojar a los sindicatos. Por otra parte, los empresarios tienen las manos atadas por regímenes legales que se han quedado anticuados y un proceso normativo idiosincrásico. Unas leyes de adquisición de tierras obsoletas han impedido que se pusieran en marcha numerosos proyectos industriales, y varios giros políticos caprichosos han impedido dificultado las cosas para campos en expansión como el de las telecomunicaciones.
Además, algunos analistas dicen ahora que la falta de marcos legales y normativos transparentes ha facilitado nuevos panoramas de corrupción. La ausencia de un régimen legal definido permitió una subasta ad hoc del espectro 2G de telefonía móvil en 2008.  La subasta fraudulenta pudo costar al Tesoro hasta 40.000 millones de dólares, según un observatorio independiente del Gobierno. Y está surgiendo un nuevo escándalo consistente en que, al parecer, en 2004, se vendieron vetas de carbón de propiedad estatal a precios muy por debajo de los de mercado. Como es natural, la combinación del fantasma de la incertidumbre legal y la corrupción rampante ha enfriado las inversiones extranjeras. Y todo eso hace que el futuro de India no esté nada asegurado.

“India puede ayudar a contener a China”
 
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No parece. Las autoridades de Estados Unidos han confiado en que, debido a sus históricas disputas con Pekín, Nueva Delhi se uniera a Washington para formar un contrapeso. Pero, aunque India tiene contenciosos importantes con China, mira con gran escepticismo el “giro estratégico” de Estados Unidos hacia Asia y la posibilidad de desempeñar un papel en una estrategia estadounidense de contención. Muchos dirigentes indios temen que si unieran sus fuerzas a las de EE UU no harían más que provocar la ira de China, y su obsesión por la independencia estratégica, que tiene raíces profundas en la cultura política del no alineamiento, refuerza el rechazo a hacer causa común con Washington.
Sin embargo, fue la resistencia de India a alinearse con Occidente la que la dejó prácticamente indefensa cuando China atacó en 1962. Varios años antes había estallado una disputa fronteriza porque China reclamaba un territorio que India consideraba suyo. Pese a ello, el primer ministro Jawaharlal Nehru había reducido el gasto de defensa porque creía que desviaba fondos muy necesarios para el desarrollo económico y se contradecía con su firme compromiso de no alineamiento. Cuando el curtido Ejército Popular de Liberación atacó, las fuerzas indias estaban muy poco preparadas. Se envió a toda prisa al frente a soldados sin la ropa, las armas ni la formación adecuadas, y muchos murieron de congelación y enfermedades relacionadas con las grandes alturas incluso antes de tener una oportunidad de luchar. La disputa fronteriza nunca se ha resuelto. Es más, durante los últimos años, China ha ampliado sus reivindicaciones territoriales hasta incluir todo el Estado nororiental de Arunachal Pradesh.
Las diferencias entre China e India también se extienden a otros ámbitos. Pekín se niega categóricamente a aceptar la legitimidad del programa de armas nucleares de India (que se puso en marcha como respuesta al de China) e intentó echar por tierra el acuerdo nuclear civil de 2008 entre India y Estados Unidos. Además, aparte de su alianza histórica con Pakistán, China está desarrollando relaciones con otros países más pequeños del sur de Asia y alentando de forma sutil el sentimiento antiindio en ellos. Por ejemplo, como Nueva Delhi no ha conseguido resolver varios desacuerdos históricos con Bangladesh,  el Imperio del Centro se apresurado a intervenir para mejorar las infraestructuras de dicho país.
En el mundo, China e India han empezado a competir por contratos prolongados de petróleo y gas natural, y da la impresión de que Nueva Delhi está perdiendo. Hace unos años, el Gobierno angoleño rescindió un acuerdo con India para desarrollar unos yacimientos marinos de crudo cuando China le ofreció una línea de crédito de 200 millones de dólares. En los últimos tiempos, Pekín hizo una dura advertencia al brazo exterior de la compañía india Oil and Natural Gas Corporation para que no iniciaran prospecciones de hidrocarburos ante las costas de Vietnam. No parece que estas tensiones vayan a relajarse a corto plazo, sobre todo porque India sigue dependiendo enormemente de los recursos energéticos extranjeros.
A pesar de estos conflictos, las autoridades indias se resisten a estrechar las relaciones con Washington. Además de que les preocupe perder su libertad de actuación, los responsables indios temen que la política estadounidense cambie con cada elección. EE UU  puede estar hoy en pleno giro hacia Asia, pero, si cambia de opinión en el futuro y trata de complacer a Pekín, dejará a India tirada y sujeta a las intimidaciones chinas. De modo que, por ahora, India se guarda las espaldas.

“Las tensiones con Pakistán se han relajado”
La verdad es que no. En los últimos meses, ha habido un tímido deshielo en las relaciones entre los dos países, pero permanecen muy distanciados en la cuestión fundamental que empaña su relación desde la independencia: el estatus en disputa del Estado de Jammur y Cachemira. Esa rivalidad se intensificará cuando Estados Unidos y la Fuerza Internacional de Ayuda para la Seguridad de la OTAN se retiren de Afganistán. La obsesión del aparato militar paquistaní con la “profundidad estratégica” contra India no se ha calmado, ni tampoco su compromiso de instaurar un régimen complaciente en Afganistán a partir de 2014. Y es de suponer que las autoridades indias, que han hecho grandes inversiones económicas, estratégicas y diplomáticas en Afganistán, no querrán ceder terreno, por temor a que surja un régimen neotalibán.
Por consiguiente, lo más probable es que las relaciones se enfríen en un futuro próximo. Y la vuelta a las crisis periódicas que salpicaron los 80 y 90 será un costoso motivo de distracción. La movilización militar de India contra Pakistán tras el atentado terrorista de diciembre de 2001 en el Parlamento indio costó al país alrededor de 1.000 millones de dólares. Mientras las tensiones no se relajen, Nueva Delhi tendrá que permanecer vigilante en su frontera occidental, aumentar su gasto militar y centrar sus energías diplomáticas en mantener la paz. Permanecerá ligada a su vecino y seguirá sin hacer realidad sus aspiraciones de traspasar la política regional.

“India será un buen ciudadano global”
Tal vez. Algunos estudiosos afirman que los Estados tienen más probabilidades de aceptar normas internacionales de comportamiento a medida que se vuelven más poderosos e intervienen más en los asuntos mundiales. Pero las pruebas son ambiguas, y es probable que India marche a su propio ritmo. En algunos ámbitos tendrá un papel útil; en otros seguirá tan recalcitrante como siempre.
Por ejemplo, será razonablemente abierta en las cuestiones de la no proliferación ahora que es, a efectos prácticos, una potencia con armas nucleares. Si China y Pakistán están dispuestos a aceptar límites a la producción de plutonio y uranio muy enriquecido, es posible que Nueva Delhi apoye un Tratado para la reducción del material fisible. En cambio, sería ingenuo contar con India en los debates sobre el cambio climático global. Las autoridades indias alegan, con cierta razón, que el mundo industrial avanzado es responsable de la mayor parte del cambio climático antropogénico. Y al mismo tiempo, aseguran que el país no puede permitirse el lujo de supeditar el crecimiento económico a la reducción del carbono. Como dijo en 2009 el entonces ministro de Medio Ambiente, Jairam Ramesh: “En Estados Unidos y el mundo desarrollado, las emisiones se deben al modo de vida. En [India], las emisiones se deben al desarrollo”. Además, la democracia más grande del mundo asegura que sus emisiones per cápita seguirán siendo muy inferiores a las de los países industrializados avanzados durante varias décadas todavía. Puede que sea un argumento endeble, pero en India tiene mucha fuerza política.
Tampoco va a ceder India mucho terreno en las negociaciones mundiales de comercio mientras no se tengan en cuenta sus preocupaciones sobre los subsidios agrarios en los países industriales avanzados y los sectores de servicios. Dado su tamaño, tiene mucho peso en este ámbito, y sus negociadores pueden ser inflexibles. Aunque India alcance la posición internacional que desea, es posible que no siempre actúe en concordancia con las potencias occidentales.

“India tendrá una sólida capacidad de proyección de poder”
   
   
AFP/Getty Images
No. No cabe duda de que India está llevando a cabo una drástica expansión de su capacidad naval y aérea. Y, al contrario de lo que se suele pensar, estos planes de expansión no suponen una carga económica importante porque, según cálculos recientes del Banco Mundial, el gasto militar indio representa menos del 3% de su PIB. Incluso aunque tenga menor crecimiento económico durante los próximos años, debería ser capaz de dotarse de un armamento más que suficiente.
El problema reside más bien en su proceso de adquisición de armas, engorroso, lento y, hasta hace poco, plagado de corrupción. Lo irónico es que el intento de mejorar esa situación ha generado complejos procedimientos legales y burocráticos que retrasan aún más lo que ya era de una lentitud  insoportable. Por ejemplo, la decisión de sustituir los viejos aviones de combate por un nuevo aparato multifunción ha ocupado la mayor parte del último decenio, pese a que ya se ha escogido el nuevo avión. La extraordinaria complejidad y lentitud del proceso no es buen augurio sobre la capacidad de India de adquirir y desplegar con rapidez la capacidad militar que le va a hacer falta si aspira a proyectar poder en toda la región.
Tampoco han prosperado los esfuerzos autóctonos de adquirir esa capacidad militar. Por ejemplo, en 1990, ante el hecho cada vez más evidente de que su flota de MiG-21 estaba obsoleta, India empezó a trabajar para construir un avión ligero de combate, después de muchas deliberaciones. El primer prototipo voló en 2001, pero se tardaron 10 años más en dar los primeros pasos para construir un solo escuadrón para las Fuerzas Aéreas Indias. Además, el motor del aparato es estadounidense, sus sistemas de radar se construyeron con ayuda israelí y parte de su munición es de origen ruso. Si India desea verdaderamente ser una potencia militar regional, tendrá que intensificar sus esfuerzos o simplificar radicalmente su proceso de adquisiciones militares en el extranjero.

“Las tensiones entre hindúes y musulmanes son historia”
Por desgracia, no. Tras la derrota del Partido Bharatiya Janata (BJP) en 2004, muchos intelectuales laicos indios se alegraron. Creían sinceramente que la oscura sombra del nacionalismo étnico estaba retrocediendo y que el país iba a poder renovar sus tradiciones cívicas y pluralistas. Pero ese optimismo, aunque comprensible, fue prematuro.
La derecha hindú, que estuvo en alza en los 90, se encuentra hoy sin rumbo y sin líderes. Pero todavía tiene que abandonar su ideología supremacista, su número de afiliados no ha disminuido y algunos miembros del BJP, el partido del sectarismo hindú, creen que Narendra Modi, un personaje muy polémico, conocido por sus sentimientos antimusulmanes, podría ser primer ministro. Los electores indios quizá le consideren demasiado controvertido, pero el mero hecho de que su partido le considere un posible candidato al máximo cargo electo del país indica que su peligrosa ideología está viva y coleando.
Más aún, hay pequeños grupos de musulmanes que también están cada vez más radicalizados, por la intransigencia de la derecha hindú y por los cantos de sirena del islamismo de Oriente Medio. Varios de esos radicales están vinculados a organizaciones islamistas internacionales y paquistaníes, y a algunos incluso se les ha relacionado con actos violentos cometidos en suelo indio. Por desgracia, aparte de hacer sonar la alarma sobre los peligros de estos grupos internos, las autoridades indias no han tomado medidas concretas para impedir su ascenso. A su vez, esa falta de acción ante este peligro tan real alimenta la acusación del MJP de que los partidos laicos en India se muestran complacientes con el extremismo de las minorías.
Por supuesto, las consecuencias a largo plazo de este tipo de conflicto étnico y religioso podrían ser terribles. Los brotes continuos y persistentes de violencia entre hindúes y musulmanes enfriarán todavía más las inversiones extranjeras, absorberán las energías de los responsables políticos indios y perjudicarán la imagen de India como Estado laico y democrático.
Indudablemente, la India de hoy está muy lejos de ese país sumido en la pobreza, militarmente débil, socialmente facturado y diplomáticamente aislado de la Guerra Fría. No obstante, a no ser que su Gobierno pueda solucionar problemas que van desde la corrupción al estancamiento burocrático, pasando por la disfunción política, su esperanza de ser una potencia global del siglo XXII será solo un deseo no una realidad.