jueves, 18 de agosto de 2011

¿Qué está pasando en Siria?

http://www.udea.edu.co/portal/page/portal/bActualidad/Principal_UdeA/noticias2/AA2A13BDC26A25B6E04018C8341F74F6

Hasan Turk
Docente
Relaciones İnternacionales.
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
http://hsnturco.blogspot.com
hasturco@gmail.com

Cuando apareció por primera vez la respuesta dura del régimen sirio, especialmente atacando con tanques a su población, algunos países condenaron los hechos, pero quisieron tomar medidas pacificas para resolver los problemas. A finales del pasado mes de julio, el presidente Asad anunció que iba a pasar al sistema multipartidista, ese anunció aumentó la esperanza que las cosas se podía mejorar en el país. Pero desde hace una semana, la respuesta del Estado sirio hacia su población se endureció y esto hizo acabar toda la esperanza. Hizo saber a la comunidad internacional que Asad no va a dar.

¿Por qué el régimen sirio hace todo tipo de masacres con el fin de permanecer en el poder y la comunidad internacional mantiene el silencio?

En primer lugar, el régimen de Damasco es un régimen sectario, y en los regímenes sectarios no pueden hacer reformas. Cualquier cambio traería el fin del régimen y su propia destrucción.

En segundo lugar, incluyendo al presidente Asad, no existe alguien con capacidad para hacer reformas. Si el presidente intenta hacer reformas para no recibir las críticas de la comunidad internacional, las sectas destruirían su régimen. En general, origen de los conflictos del Oriente Medio esta las luchas entre tribus para poder llegar al poder. Además en regímenes hereditarias, los lideres tienen mucho miedo al asesinato por parte de sus propios familiares, no hay que olvidar que el hermano de Asad se murió en un accidente aéreo.

Los poderes que están detrás del régimen
Detrás del régimen sirio existen poderes extranjeros y estos poderes son fuertes, incluso más fuertes que los regímenes y poderes que existían en Egipto y Tunes.

El modelo sirio fue construido hace cuarenta años durante la Guerra Fría y el gran arquitecto de ese modelo es Rusia. Las relaciones entre Siria y Rusia siguen de la misma forma e intensidad como eran durante la Guerra Fría. Por ejemplo, en el 2005 el gobierno ruso perdonó el 70 % de la deuda de Siria. Rusia aun tiene base militar en la ciudad costera Tartus y además el sistema de defensa de Siria es de la tecnología soviética. No solo tienen buenas relaciones en asuntos de defensa sino también en asuntos económicos. El régimen sirio permitió una inversión de tres mil millones de dólares en hidrocarburo en los últimos dos años. Aunque en muchos países las relaciones diseñadas durante la Guerra Fría se acabaron, pero entre dos países aun siguen vigentes.

El otro poder importante detrás de Siria es Irán. El régimen iraní quiere controlar o disminuir el poder de los países suníes como Turquía y Arabia Saudí y también de los países occidentales en la región. Otro asunto muy importante y menos analizado son las sectas. El sunismo y chiismo son factores predominantes en las relaciones del Oriente Medio. Irán no quiere dejar en manos del poder suni a países como Bahréin, Siria, Líbano, Irak donde la una buena parte de la población son chiitas.

Otro país que le preocupa el fin del Asad, es Israel. Aunque están en permanente conflicto, pero el fin de ese régimen preocupa más al Estado judío. Si Asad cae, puede reemplazarlo otros poderes no específicamente islamistas sino, poderes democráticos, porque si llega democracia a los países como Egipto, Siria, Tunes, va haber más países que criticaran los actos y hechos del Estado israelí. Además no hay que olvidar el interés de China, hasta ahora China y Rusia se opusieron a cualquier condena o intervención a Siria, por eso; aunque parece como un conflicto interno lo de Siria pero puede traer consecuencias más graves a la región y se puede convertir en una guerra regional.

martes, 16 de agosto de 2011

La pugna por el cierre de la antigua Escuela de las Américas


Militares

El WHINSEC asegura que los valores que promueve son democráticos.

En 1946, Estados Unidos puso en marcha una escuela para entrenar a militares latinoamericanos. Hace años que sectores críticos denuncian que la institución forma a muchos de los violadores de derechos humanos del sur del continente. Aprovechando la crisis económica, han lanzado una campaña en el Congreso para pedir su cierre.

Un total de 69 congresistas (2 republicanos y 67 demócratas) firmaron una carta que enviarán este martes al presidente Barack Obama para solicitar el cierre del Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (WHINSEC, por sus siglas en inglés), como se rebautizó en 2001 a la Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés).

Argumentan que "resultará en unos ahorros anuales de aproximadamente US$18 millones, o US$90 millones en cinco años y US$180 millones en diez".

Pero, pese a que la iniciativa usa la argumentación económica como empuje circunstancial para obtener adeptos, la organización SOA Watch –impulsora de la misiva- lleva años haciendo campaña para su cierre por motivos bien distintos.

"La Escuela de las Américas tiene una historia sangrienta de abusos de derechos humanos, atrocidades y golpes de estado militares en América Latina, incluso después de haber sido rebautizada", asegura el portavoz de la organización, Hendrik Voss, en conversación con BBC Mundo.

"La misión del WHINSEC es controlar los ejércitos de América Latina y a través de ellos a la gente y los recursos"

Hendrik Voss, portavoz SOA Watch

Según SOA Watch "la misión del WHINSEC es controlar los ejércitos de América Latina y a través de ellos a la gente y los recursos", dice el portavoz.

Y añade que "el objetivo de la escuela es entrenar soldados de otras naciones para hacer el trabajo sucio del Pentágono, así que las fuerzas armadas latinoamericanas lucharían en sus guerras por ellos".

"Ninguna relación"

Sin embargo, el WHINSEC define su misión en su página web de una forma muy distinta: "educar y entrenar a militares, policías y personal civil en el contexto de los principios democráticos establecidos en la Carta de la Organización de los Estados Americanos".

El instituto también quiere "fomentar el conocimiento mutuo, la transparencia y la cooperación entre las naciones participantes, y promover los valores democráticos, el respeto de los derechos humanos, el conocimiento y la comprensión de las costumbres y tradiciones de EE.UU.".

A propósito, el encargado de la Oficina de Asuntos Públicos del WHINSEC, Lee A. Rials, dijo a BBC Mundo que la acusación de SOA Watch no tiene ninguna base porque no se ha podido comprobar que exista una relación directa con lo que los militares aprendieron allí y su comportamiento posterior.

"La acusación es absurda. Supongamos que un joven de 23 años viene aquí a hacer un curso de ingeniería y luego cuando tiene 40 lleva a cabo un golpe de Estado. ¿Es posible comprobar que lo hizo gracias a los conocimientos que obtuvo estando aquí?", se pregunta Rials.

"La acusación es absurda"

Lee A. Rials, encargado de la Oficina de Asuntos Públicos del WHINSEC

Además, dice, los militares que cita SOA Watch estudiaron antes de 2001, bajo la administración de la Escuela de las Américas (SOA) que era "muy distinta a la actual" y el presidente Obama "no puede revocar una ley a través de una orden ejecutiva. Por esa razón, la carta no tiene ninguna validez".

¿Represión militar?

De cualquier forma, SOA Watch asegura que en los últimos años varios países como Bolivia, Uruguay, Venezuela y Argentina han dejado de enviar alumnos al instituto.

"El Ejército de Estados Unidos sigue respaldando la represión militar en países como Honduras o Colombia con millones cada año, mientras programas nacionales esenciales como la salud o la educación sufren recortes. La gente se pregunta por qué", dice Voss.

Según un acuerdo aprobado por el Congreso y firmado por Obama, el Pentágono tendrá que reducir su presupuesto en US$350.000 millones durante la próxima década para contribuir a la disminución del déficit de gasto público.

Voss se muestra optimista de que la coyuntura y la falta de una oposición concreta al cierre de la institución ayuden a clausurarla para siempre.

LOS HERMANOS MUSULMANES AGUARDAN SU MOMENTO



“Hermanos musulmanes versus Al Qaeda”. Al navegar por la página web, en su versión en inglés, de la organización islamista más importante de Egipto, el internauta puede pinchar sobre una opción de menú con ese título. Toda una ciberdeclaración de principios para distanciarse de los grupos islamistas radicales que defienden el uso de la violencia, proscrita por la hermandad en los 70.

En algunos de los artículos e informaciones publicadas en la web se translucen muchos de los dilemas y retos que han estado presentes, y lo siguen estando, en el seno del grupo desde que fuera creado por el pensador egipcio Hanan al Banna hace 83 años. Desmarcarse de la violencia, el fantasma de la división interna, colaborar o no con el poder… Todas estas inquietudes son analizadas y contextualizadas por el arabista español Javier Martín en el ensayo Hermanos Musulmanes, obra abalada por sus 10 años de trabajo como periodista en la delegación de la Agencia Efe en El Cairo.

hermanos musulmanes

MARCO LONGARI/AFP/Getty Images

Ilegales, tolerados y perseguidos. La Hermandad ha navegado desde su nacimiento por un limbo legal. Esta obra camina por su tumultuosa historia: desde los primeros pasos de la organización, su evolución y escisiones, alternando periodos de clandestinidad y otros de mayor tolerancia, hasta los Hermanos musulmanes 2.0, presentes en Internet y redes sociales, que apoyaron la revuelta que expulsó a Hosni Mubarak y que más temprano que tarde podría gobernar Egipto.

Los Hermanos musulmanes descubre al lector cómo el grupo ha sabido llenar el vacío dejado por el Estado egipcio en materia de sanidad o educación durante décadas. Su presencia en las universidades le ha permitido filtrase en las asociaciones de profesionales liberales y sus programas de ayuda social le han reportado popularidad entre la población. Eso sí, siempre abanderando la idea del islam como única solución a la corrupción política, social y moral del país. Una receta exitosa que ha servido de inspiración para otros grupos de similar ideología en la región como Hezbolá en Líbano y Hamás en Palestina.

Sin embargo, generan recelos, dentro y fuera de Egipto, y ellos lo saben. Por eso su cautela a la hora de hablar de su modelo de Estado. El miedo de laicos, de mujeres que temen ver limitadas sus libertades y de Occidente se encarna en una palabra: sharia. El grupo islamista insiste en su ideología moderada y su defensa de los derechos humanos dentro de un modelo religioso. Con un estilo directo y conciso, evitando hacer juicios de valor, Javier Martín formula una pregunta presente en la mente de muchos: “¿Cómo un cuerpo jurídico creado hace 13 siglos, para una sociedad de hace 13 siglos, puede regir sin conflictos los designios de los países árabes musulmanes contemporáneos?”. Este dilema podría convertirse en un gran desafío para unos Hermanos Musulmanes en el poder, ya no en el lado de las fuerzas opositoras frente un Gobierno corrupto y detestado, sino en el lado de la responsabilidad de gobernar para todos.

Lobos con piel de cordero para algunos o una corriente política que podría evolucionar a hacia el modelo del partido turco Justicia y Desarrollo para otros. Conocer los orígenes y evolución de esta organización, que marca tendencia en el mundo árabe-musulmán, es esencial a la hora de entender el pasado y el presente de Egipto, y quizá ayude a vislumbrar un poco el incierto escenario postrevoluciones de la región.

Antes de finales de año está previsto que Egipto celebre elecciones generales, y Estados Unidos, aceptando el peso político de la organización en el país árabe, anunció recientemente “contactos limitados” con la Hermandad. ¿Ganarán los Hermanos Musulmanes los comicios? ¿Está el grupo realmente preparado para asumir el poder? Estos son algunos de los interrogantes que deja en el aire este libro. Sin embargo, Javier Martín lo tiene claro: la clase media que ha hecho la revolución y los movimientos de islam moderado están destinados a jugar un papel fundamental en el rediseño del mundo árabe.

¿LA ÚLTIMA BATALLA DE BASHAR AL ASSAD?



Ahora que vuelve a haber más sangre en las calles de Siria, ¿puede presionar Washington lo suficiente para derrocar, por fin, al tirano de Damasco?


Al Assad
LOUAI BESHARA/AFP//Getty Images

Mientras las fuerzas antidisturbios de Bashar al Assad atacan ciudades y pueblos de toda Siria y dejan un número de muertos -centenares- que ha alimentado más aún las llamas de la rebelión, la Administración de Barack Obama está intensificando las medidas para debilitar de manera definitiva el régimen del dictador sirio.

Los detractores de la política del presidente estadounidense, sobre todo los de la derecha, llevan mucho tiempo acusándole de ser demasiado blando con Al Assad. Ahora, Estados Unidos está ya inequívocamente decidido a acabar con él, después de haber perdido la escasa fe que podía tener en la voluntad de reforma del líder sirio. “No tiene legitimidad”, dice un alto funcionario de Washington. “Hemos dejado muy claro que no vemos a Al Assad en el futuro de Siria”.

Para ello, el Gobierno estadounidense está trabajando en estrecha colaboración con sus aliados europeos y Turquía, intentando aumentar la presión sobre un régimen que los analistas, incluidos los del propio Ejecutivo, consideran cada vez más condenado. “Todos los factores que mantienen al régimen en el poder están diluyéndose”, dice el funcionario, que señala el rápido derrumbe de la economía y el empeoramiento de lacohesión dentro del régimen. “Al Assad está presente en todas las decisiones, sin duda, pero cada vez hay más luchas internas”.

Hasta ahora, la revuelta se ha producido sobre todo fuera de la sede del poder: empezó en pequeñas ciudades rurales como Daraa y se ha ido extendiendo a núcleos más grandes como Hama y Homs. Pero, a medida que las manifestaciones se aproximan a los bastiones del régimen, Aleppo y Damasco, el Departamento de Estado estadounidense ve indicios de que varios partidarios de Al Assad, entre los cuales hay cristianos, algunos alauíes y unos cuantos empresarios suníes, están distanciándose poco a poco del poder porque empiezan a considerar que el presidente es un lastre; una opinión que la embajada de EE UU en Damasco trata de cultivar en la trastienda.

Ahora bien, Siria es, en palabras de la asesora de la Casa Blanca Samantha Power, un problema endemoniado, un Estado brutal con una frágil composición de facciones étnicas que se extiende por encima de las divisiones más peligrosas de la región, desde el enfrentamiento entre suníes y chiíes hasta el conflicto árabe-israelí. A diferencia de Libia, Siria es importante en la geopolítica regional, y nadie se hace ilusiones de que Al Assad vaya a caer con facilidad. “Va a ser sangriento, como un descarrilamiento a cámara lenta”, advierte Andrew Tabler, especialista en Siria en el Institute for Near East Policy en Washington.

Los lugares en los que más se ha dejado sentir la furia de Al Assad son Hama, donde su padre mató a miles de personas en los 80, y Deir al Zor, una ciudad en la zona oriental, junto al río Éufrates, que está ya fuera del control del Gobierno. La cifra de muertos sigue ascendiendo y las páginas de los activistas en Facebook muestran docenas de vídeos espantosos en los que se ven los cuerpos de los fallecidos en los ataques, la gran mayoría de ellos en Hama, donde las tropas del Estado han empleado a fondo la artillería. Se dice que algunos fueron aplastados por carros de combate.

“Están haciendo lo único que saben, que es matar»”, dice Shakeeb al Jabri, un activista de la oposición que se encuentra en Beirut.

La comunidad internacional no ha permanecido callada. Obama ha reaccionado rápidamente y con indignación ha calificado los ataques de “horripilantes” y ha prometido aumentar las presiones sobre el régimen de Al Assad y trabajar para lograr una transición democrática. El ministro británico de Exteriores, William Hague, ha pedido que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución para “condenar esta violencia, exigir la liberación de los presos políticos y reclamar que se satisfagan las reivindicaciones legítimas”. Incluso Rusia ha hablado, por fin, contra su aliado: “El uso de la fuerza contra la población civil de Siria y los organismos del Estado es inadmisible y debe cesar” (no han hecho falta más que unos 2.000 sirios muertos para que los rusos se decidieran a intervenir).

Como el propio Hague reconoció, parece poco probable que haya una resolución del Consejo de Seguridad: Pekín y Moscú se han resistido a todos los intentos de emprender medidas de importancia contra Al Assad y mencionan siempre el precedente de Libia. Estados Unidos ha presionado -de forma agresiva, insiste el Gobierno- para que haya una resolución de condena de la represión, pero topa con la oposición, no sólo de China y Rusia, que tienen poder de veto, sino de varios miembros temporales del Consejo: Brasil, India, Líbano y Sudáfrica. Cualquier intento de llevar a los responsables sirios ante el Tribunal Penal Internacional se encontraría con los mismos obstáculos, porque tendría que ser el Consejo de Seguridad el que los remitiera.

Pero la situación política puede cambiar si, como muchos prevén, el baño de sangre sigue aumentando durante el mes sagrado del Ramadán y el mundo se enfrenta a la perspectiva de cientos o incluso miles de cadáveres más en las calles. “No me cabe duda de que la dinámica de la situación sobre el terreno avergonzará a quienes se oponen a las medidas”, asegura Salman Shaikh, director del Brookings Center de Doha. Shaikh es partidario de que se presione en el Consejo de Seguridad para acusar formalmente a varios dirigentes sirios -que deberían ser cada vez más numerosos- de la matanza. “No sé de qué otra forma vamos a conseguir que esta gente lo comprenda”, explica.

Al Assad podría no caer y convertirse en un paria internacional como Sadam Husein o la junta militar birmana

Shaikh defiende asimismo la creación de un “grupo de contacto” informal de los países interesados -como en el caso de Libia-, con un núcleo compuesto quizá por Estados Unidos, Francia, Qatar y Turquía. Pero los turcos, que son fundamentales porque comparten frontera con Siria y han acogido a miles de refugiados y varias reuniones de la oposición, no acaban aún de decidirse. La declaración que ha hecho el ministro de Exteriores turco exigía al Gobierno sirio que “ponga fin a las operaciones y recurra a los métodos políticos, el diálogo y las iniciativas pacíficas para llegar a una solución”, unas opciones que el movimiento de protesta abandonó de forma explícita hace varias semanas.

La posición de la Unión Europea parece igual de precavida, como corresponde a una institución que actúa por consenso. “La única forma de salir de esta crisis es un diálogo nacional auténticamente integrador, que incluya a la oposición”, ha dicho la responsable de la política exterior de la UE, Catherine Ashton. La Unión ha anunciado nuevas sanciones, la congelación de activos y la prohibición de viajar a cinco nuevos responsables sirios, pero otras medidas más duras que, según Tabler, podrían hacer verdadero daño al régimen -centradas en los ingresos del gas y el petróleo que mantienen a flote al Gobierno sirio-, no están en absoluto sobre la mesa de discusión. Estados Unidos ya está aplicando penas unilaterales contra el Ejecutivo sirio y sus principales figuras, pero se podrían hacer más cosas para cortar sus fuentes de ingresos, dice Tabler.

Los sirios no tienen grandes esperanzas. “No esperamos gran cosa de la comunidad internacional”, dice Jabri, y casi todos ellos miran con suspicacia la intervención externa en su lucha. La oposición, muy dividida –y, en muchos casos, escasamente conectada con los manifestantes callejeros–, está concentrando sus esfuerzos en lograr un consenso y demostrar al pueblo que es una alternativa viable a Al Assad, una tarea que resulta muy difícil porque hasta hace poco, como dice Jabri, “dos sirios no podían juntarse a hablar de política sin acabar en la cárcel”. Están previstas nuevas reuniones tanto dentro de Siria como en el extranjero, tal vez en Egipto y Arabia Saudí.

Aunque ni las presiones internacionales ni la oposición sean muy de fiar, lo que parece innegable es que el mandatario está en una situación muy complicada. Un informe hecho público recientemente por International Crisis Group, en el que revisaba la errática estrategia del presidente sirio para contener las protestas –medidas de represión seguidas de reformas hechas a medias y vagas promesas, continuadas por nuevas medidas de represión–, llega a la conclusión de que, “en su intento de sobrevivir a toda costa, el régimen sirio parece estar cavándose su propia tumba”. Se ha demostrado que la violencia es una estrategia que le perjudica, porque cada muerte enfurece a los demás sirios, desata nuevas manifestaciones y convence a más indecisos de que el diálogo es una empresa inútil.

La estrategia de Obama respecto a Siria es el centro de atención por el momento, tras la brutalidad mostrada por el régimen en Hama y con ocasión de la presencia del embajador Robert Ford en Washington para someterse a la confirmación en el Congreso. Ford, a quien Obama envió a Damasco mediante un nombramiento de urgencia, aprovechando las vacaciones de las Cámaras, porque no había logrado que aprobaran su designación en un primer intento, tendrá que enfrentarse a los senadores republicanos del Comité de Relaciones Exteriores, deseosos de criticar lo que consideran la timidez del Gobierno sirio. Algunos de ellos han exigido que se revoque el nombramiento.

La Casa Blanca alega que la presencia de Ford en Damasco es fundamental porque le permite reunirse con miembros destacados de la oposición, advertir a los aliados del régimen de que no deben apoyar a Al Assad e incluso identificar a posibles dirigentes para la transición. Es posible que la reciente y dramática visita de Ford a la asediada Hama, donde los manifestantes le recibieron con rosas y ramas de olivo, sirva para que en Capitol Hill le den cierto margen de maniobra.

La sesión de confirmación del embajador llega “no semanas, sino días” antes de que el Departamento del Tesoro de EE UU haga públicos los nombres de más dirigentes sirios que van a sufrir sanciones, según predice un funcionario de Washington que no participa directamente en los preparativos, pero lo más probable es que eso no le evite un buen rapapolvos en el Congreso. En la sesión de la semana pasada con el secretario de Estado Adjunto Jeffrey Feltman, el congresista demócrata Gary Ackerman se dejó llevar y llegó a pedir que Obama exigiera “la salida inmediata” de Al Assad.

“La historia recordará, no sólo que ignoramos al pueblo de Siria cuando más nos necesitaba, sino, peor aún, que no tuvimos en cuenta nuestros propios intereses nacionales, que van claramente unidos a la desaparición del régimen de Al Assad”, dijo Ackerman.

Pero son pocos los analistas que piensan que las palabras puedan hacer mucha mella en un Ejecutivo tan afianzado como el sirio, y a algunos, como Michael Hanna, de Century Foundation, les preocupa que Al Assad pueda mantenerse, renqueante y como sea, mucho más tiempo del que se prevé. Tampoco las sanciones multilaterales, suponiendo que el Consejo de Seguridad consiguiera aprobarlas, tendrían un efecto inmediato. “Salvo que se produzcan deserciones en masa entre los responsables de los servicios de seguridad, es poco probable que las presiones externas vayan a cambiar las decisiones del núcleo duro del régimen”, dice Hanna. El presidente sirio podría no caer, advierte, y sí convertirse en un paria internacional como Sadam Husein o la junta militar birmana.

Washington ha tomado su decisión, aunque nadie sabe cuándo se irá Al Assad. “Está de salida”, dice el alto funcionario, que subraya: “Lo importante no somos nosotros, sino los sirios. Ellos son los que dicen que quieren a otra persona, y ellos tienen que poder escoger el gobierno que deseen”.

¿Y Al Assad? “Pertenece al pasado”.

EL LIDERAZGO POLÍTICO EN LATINOAMÉRICA




En América Latina la democracia se ha ido consolidando pero aún presenta notorias debilidades.


Hugo Chavez
AIZAR RALDES/AFP/Getty Images

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Cinco jóvenes líderes latinoamericanos se dieron cita el pasado 5 de junio en las instalaciones de Foreign Policy en español (Madrid) en el marco del proyecto de investigación “Liderazgo, Renovación Política y Prácticas Democráticas en América Latina”, que se desarrolla en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires gracias al financiamiento de Foundation Open Society Institute de Washington.

El objetivo del taller fue promover un debate entre la dirigencia joven para que aporte su mirada sobre la clase política latinoamericana y su impacto en la calidad democrática de los gobiernos. En América Latina la democracia se ha ido consolidando pero aún presenta notorias debilidades. Al iniciarse el período de las transiciones, la preocupación se concentraba en la crisis de la deuda externa, en dar una solución a las violaciones de los derechos humanos y estabilizar los períodos presidenciales sin golpes militares. En la década de los 90 se enfatizaron las reformas económicas y del Estado descuidándose muchas veces las formas democráticas. En este período se agudizaron las denominadas crisis de representación y de partidos políticos. Estos problemas mostraron que la circulación es escasa, el debate ideológico está considerablemente estancado y la élite política tiene un apego creciente por formas poco democráticas como el clientelismo y el populismo. Partiendo de estas premisas, el taller fue una propuesta para deliberar sobre el rol que los dirigentes políticos cumplen en la construcción del estado democrático. Recientemente, la región ha tenido una amplia diversidad de líderes que, sin duda, impactan en la calidad de la democracia por lo tanto una de las preguntas centrales fue analizar cuáles son las condiciones políticas que dan lugar a la aparición de presidentes tan diversos en las Américas.

El argentino Lucas Sebastián Duran (Unión Cívica Radical), la colombiana Jessica Pamela Obando (Partido Liberal Colombiano), la ecuatoriana Adriana Egas (Unión Demócrata Cristiana), el uruguayo Damian Payotti (Frente Amplio) y el venezolano Juan Pablo López (Movimiento “Voluntad Popular”) debatieron durante más de dos horas sobre los liderazgos políticos, el rol de los jóvenes militantes, su capacidad de innovación y su percepción sobre los mecanismos necesarios para modificar las deficiencias de las democracias en la región.

Los participantes son militantes políticos de partidos tradicionales o nuevos. De sus exposiciones en el taller se desprende que, aún cuando las estructuras más tradicionales cierran sus puertas a los jóvenes, éstos forman agrupaciones que les permiten canalizar su participación pública para, gradualmente, renovar la política en la región. Casi todos coincidieron en que existen importantes dificultades en los partidos latinoamericanos para abrirse a los jóvenes y darles un lugar significativo en los procesos de toma de decisión. Asimismo, coincidieron en la necesidad de fortalecer los grupos políticos y promover la formación de los dirigentes como medida central para fortalecer el juego democrático.

El caudillismo y el clientelismo fueron algunas de las prácticas políticas más criticadas. Se enfatizó la necesidad de generar distintas formas de hacer política para evitar que cuando los jóvenes se integran a la esfera pública, terminen actuando como los viejos caudillos. Sin embargo, ellos mismos expresaron que tienden a mantener las estrategias políticas tradicionales y no impulsan la innovación. En realidad, más allá de estructurar un diagnóstico claro y preciso sobre las falencias de los partidos, los participantes expresaron dudas importantes sobre los instrumentos más eficaces para cambiar la situación y armar espacios para la innovación política. Por ejemplo, respecto del rol de las nuevas tecnologías, los jóvenes expusieron que es un tema pendiente en sus movimientos el poder interpretar su mejor utilidad.

El liderazgo personalista fue ampliamente criticado, especialmente por el joven venezolano, que enfatizó la necesidad de contraponer liderazgos colectivos a los unipersonales, puntualizando que “un líder político debe ser, primero, líder social”. De forma similar la mayoría de los expositores criticaron los personalismos y los excesivos presidencialismos de la región.

En cuanto a la relación entre la política y los medios de comunicación varios de los participantes fueron muy críticos y expresaron la necesidad de limitarlos con el fin de preservar la democracia. Otros, sin embargo, los veían como víctimas de los gobiernos y como canales de comunicación necesarios para hacer llegar los mensajes a los ciudadanos y fomentar la participación política. Así, mientras el expositor argentino sostuvo que los medios son capaces de echar presidentes, el joven uruguayo afirmó que los éstos deberían democratizarse con el fin de abrir espacios a radios comunitarias, de las provincias o regiones rurales y otras iniciativas surgidas desde la sociedad civil.

Algunas preguntas quedaron abiertas como, por ejemplo, ¿cuál es el valor utilitario de la democracia? La expositora ecuatoriana afirmó que es necesario re-enseñar a los ciudadanos el valor de la democracia. De acuerdo a su argumento, para una generación que vivió en dictadura, el valor de la democracia es evidente. Por el contrario, para las nuevas generaciones que han vivido en regímenes republicanos, puede ser relevante producir una reflexión inducida acerca del valor de la democracia.

Otra de las preguntas abiertas fue: ¿Cómo impulsar el cambio cultural y lograr que, por ejemplo, el clientelismo sea penalizado por la sociedad? La relación entre los liderazgos caudillistas y clientelistas con la pobreza y la desigualdad fue analizada pero quedó, como pregunta sin respuesta, cómo combatir los dos problemas de manera simultánea. Este es un tema recurrente que lleva a afirmar que debido a la desigualdad del ingreso en la región, el caudillismo y el populismo permanecen como las formas políticas más estables.

El taller fue un ejercicio de reflexión muy importante que posibilitó no solamente escuchar las ideas de los jóvenes sino también analizar los países desde una perspectiva comparada.

DEPENDE: PARTIDOS ISLAMISTAS EN EL NUEVO MUNDO ÁRABE




De la ilegalidad a la legalización y a la competición por los votos, los partidos islamistas pueden ser una fuerza importante, pero no la única, en las nuevas realidades políticas que se abren en un mundo árabe en profunda transformación.


islamistas

Manifestantes salafista en un mitin en la plaza Tahrir de El Cairo, protestan junto con el resto de egipcios por la frágil transición del páis.

KHALED DESOUKI/AFP/Gettyimages

¡Que vienen los islamistas!

Sí y no. El temor a la llegada al poder de los islamistas ha sido utilizado por los regímenes autoritarios árabes como instrumento para perpetuarse en el poder con el apoyo de los gobiernos occidentales. Alegaban que los barbudos radicales instalarían regímenes islámicos hostiles a Occidente. En unos contextos autoritarios donde la oposición política efectiva era prácticamente inexistente, los partidos islamistas –prohibidos o tolerados parcialmente– fueron durante mucho tiempo la principal alternativa de la que disponía la población para mostrar su oposición al régimen.

Sin embargo, no es lo mismo ser la principal oposición a la dictadura que entrar a formar parte de un sistema democrático en el que hay que competir por los votos con otros partidos. En este nuevo contexto ya no se trata de denunciar a un régimen corrupto, sino que las fuerzas políticas tienen que proponer programas que ofrezcan resultados más atractivos que los de los otros competidores. Y es aquí donde los resultados de los partidos islamistas quizás no lleguen a ser tan buenos como algunos creen. De hecho, varias estimaciones en el caso de Egipto y Túnez les dan un máximo que se sitúa en torno a un tercio de los votos, porcentaje que no es suficiente para hacerse con el poder, pero que sí puede ser suficiente para colocar a estos partidos como fuerza política relevante en un nuevo contexto democrático.

¿Hay que temerlos?

No. Claramente no por el hecho de que sean islamistas, pero sí hay que temer a cualquier totalitarismo, del tipo que sea, y a la ausencia de reglas de juego democráticas acordadas y respetadas por todos. Los regímenes cleptocráticos árabes han sido –y varios siguen siendo– auténticas incubadoras de un malestar que se traduce con frecuencia en fundamentalismo religioso, y aún así han recibido –y algunos siguen recibiendo– un apoyo acrítico de los gobiernos occidentales.

Es importante no confundir islamistas o Hermanos Musulmanes con los musulmanes en general. Por ejemplo, con frecuencia se cita que los simpatizantes de los Hermanos Musulmanes en Egipto representarían en torno al 20% de la población. Esto quiere decir que, aunque en estos países la gran mayoría sea musulmana, no por ello todos van a votar a partidos islamistas. Dicho de otra forma, muchas musulmanas con velo y musulmanes con barba nunca votarían a los islamistas. De hecho, la media de votos recibidos por los partidos islamistas en todas las elecciones (más o menos libres) en las que han participado en los distintos países durante los últimos cuarenta años se sitúa en torno al 15%.

Si ganan, impondrán regímenes teocráticos como el de Irán

Muy improbable. Los movimientos islamistas no fueron quienes instigaron las revueltas y empezaron las revoluciones que ya derrocaron a los dictadores Hosni Mubarak en Egipto y Zine el Abidine Ben Alí en Túnez. Si bien al principio se mostraron dudosos, se unieron luego a las manifestaciones y demandas populares de democracia, justicia y libertad. Además, conocedores de que se encuentran en el punto de mira, desde los Hermanos Musulmanes egipcios a los miembros del Partido Ennahda en Túnez o los seguidores del Partido Justicia y Desarrollo en Marruecos, se han apresurado en mostrar su apoyo a las normas democráticas y su deseo de participar plenamente en ese tipo de sistema político.

Ni en las revoluciones tunecina y egipcia ni en ninguna de las revueltas que se están produciendo en la región se ha pedido un sistema teocrático ni se ha mencionado a Irán como modelo a seguir. Más bien al contrario, el régimen de Teherán es el antimodelo para muchos árabes. Por una parte, estas sociedades están cansadas de vivir bajo gobiernos autoritarios del tipo que sea y, por otra, han visto en lo que ha derivado el Irán revolucionario tras más de tres décadas de mandato islamista.

El islam es su única razón de ser

No es del todo cierto. Sin duda, el islam, sus preceptos y enseñanzas constituyen una parte fundamental del discurso de los islamistas. Pero también es cierto que movimientos como los Hermanos Musulmanes han abogado desde su creación en 1928 por las reformas políticas y la justicia social. Además, es necesario distinguir entre movimiento y partido. Ha sido precisamente la labor asistencial llevada a cabo por los movimientos lo que permitió a los islamistas ganarse el favor de sectores de la población en el pasado. Los Hermanos Musulmanes son en sí un grupo religioso en el que pueden distinguirse varias facetas, siendo la caritativa una de las más conocidas.

Los Hermanos Musulmanes en Egipto, así como Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza han puesto en marcha redes de servicios sociales, incluyendo hospitales, escuelas o bancos, para ayudar a amplios sectores sociales, sobre todo a los desfavorecidos. Es decir, en ausencia de un Estado que respondiese a las necesidades de la población, estos movimientos islamistas han llegado donde la Administración estaba ausente. Ahora bien, si éste funciona, como es de suponer en un sistema democrático eficaz, el atractivo que estos grupos pudieran despertar en la población no sería el mismo que durante las dictaduras.

Por otra parte, los islamistas no constituyen un bloque monolítico y sin fracturas. Al contrario, las divisiones en el seno de estos movimientos son cada vez más frecuentes a causa del elemento generacional. Frente al inmovilismo o conservadurismo que puedan defender los sectores de más edad, los miembros más jóvenes de estos movimientos muestran una tendencia más aperturista y modernizadora que, en ocasiones, los lleva a formar sus propios partidos (como es el caso del partido egipcio al-Wasat al-Yadid, o Nuevo Centro, formado en 1996 por una parte de los Hermanos Musulmanes). Esto es, mientras que en las costumbres y en la forma de vida siguen primando el islam y las estructuras más conservadoras, aceptan los procedimientos democráticos en el ámbito político. En este sentido, y en función de la experiencia que acumulen, podrían equipararse a los partidos democristianos europeos que participan en el proceso democrático a la vez que defienden formas de vida conservadoras acordes con los valores cristianos.

¿Sólo estos partidos pueden dar respuesta a las demandas sociales?

En absoluto. Las sociedades árabes están pidiendo un nuevo clima de libertad, dignidad y justicia del que no han gozado en el pasado, así como oportunidades y resultados tangibles (trabajo, prosperidad, avances sociales, fin de la corrupción). Los nuevos gobiernos que surjan tras las elecciones tendrán que hacer frente a los problemas reales que sufren estos países, entre ellos el déficit alimentario, muy extendido en la región (particularmente agudo en Egipto, país que es el mayor importador de trigo del mundo y que se encuentra entre los Estados africanos más afectados por el déficit alimentario). La religión no alimenta cuando los estómagos están vacíos y, por ende, el islam por sí solo no puede producir los resultados necesarios.

Los partidos islamistas no pueden ignorar la dependencia del exterior que tienen sus países y que se manifiesta en forma de ayuda externa, inversión extranjera e ingresos por el turismo (en Egipto las actividades económicas relacionadas con el turismo suponen más del 15% del PIB, mientras que en Túnez rondan el 17% del PIB). Por tanto, en el hipotético caso de que los islamistas llegaran a gobernar, sus agendas no podrían ser radicales pues las economías nacionales dependen del exterior para obtener financiación… y para alimentar a millones de estómagos.

Son anti-occidentales por naturaleza

No todos ni siempre. Todo lo desconocido genera recelo y desconfianza. Durante años, los autócratas árabes agitaron el espantajo de los islamistas para generar miedo en las sociedades occidentales. Lo anterior, sumado a las acciones de los sectores más extremistas que actúan en nombre del islam (criminales como Al Qaeda o exaltados durante momentos de crisis como la de las caricaturas de Mahoma), han generado una percepción de los islamistas como si todos fueran radicales, violentos y hostiles a Occidente. La realidad es mucho más variada. No hay que olvidar que numerosos dirigentes islamistas han vivido o se han formado en países occidentales, cuyas lenguas y culturas conocen. Con frecuencia, las posturas más críticas con estos Estados están ligadas a las políticas exteriores de éstos en Oriente Medio y en otras zonas del mundo islámico (operaciones militares, apoyo a regímenes opresores, posiciones en el conflicto israelo-palestino, etc.).

Están forzando un discurso moderado

Hay que comprobarlo. Últimamente, se está especulando con que los partidos islamistas están usando un discurso moderado para poder así conseguir más influencia en sus países y ganarse la confianza del exterior. La única forma de comprobar la veracidad de ese discurso es conociendo a esos partidos y el modelo de gobierno que proponen (por ejemplo, el papel que tendría la sharía, o ley islámica, dentro del sistema jurídico; su proyecto económico y las bases de la relación entre Estado y sociedad). En esta nueva etapa es necesario que, desde las sociedades democráticas, se abran las puertas al diálogo con todos los nuevos actores comprometidos con las normas de la alternancia política y el respeto de la diversidad, sin excepción. Sólo mediante el conocimiento mutuo y la búsqueda de intereses compartidos se podrá disipar la desconfianza y establecer nuevas relaciones más equitativas y respetuosas con la voluntad de las poblaciones.

No se puede volver a cometer el error de dejar a los partidos islamistas de lado por temor a lo que pueda pasar. Esta estrategia ya se utilizó en el pasado (con el FIS en Argelia en las elecciones de 1991- 1992 y con Hamas en 2006) y no funcionó, puesto que a la larga las consecuencias resultaron ser mucho más negativas que positivas. Por tanto, para que haya una democratización real es necesario incluir a todos los actores que se comprometan a participar en el juego democrático. Además, una opción que podría barajarse internacionalmente sería la creación de plataformas que facilitasen ese conocimiento mutuo tan necesario, o incluso la incorporación de las nuevas fuerzas políticas de los países árabes en transición –sean islamistas o no– en estructuras transnacionales ya existentes como la Internacional Demócrata de Centro o la Internacional Socialista, entre otras.