lunes, 13 de junio de 2011

Erdogan refuerza su poder pero tendrá que pactar la Constitución


El primer ministro turco consigue su tercer triunfo consecutivo


Recep Tayyip Erdogan (Rize, 1957) se convirtió anoche en el segundo primer ministro turco en revalidar en las urnas un tercer mandato consecutivo. El otro, Adnan Menderes, fue ahorcado en 1961 tras un golpe de Estado militar cuando estaba a punto de conseguir la cuarta victoria en las urnas. A Erdogan no le ocurrirá lo mismo. Primero, porque no podrá presentarse a un cuarto mandato: lo prohíben los estatutos de su triunfante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Y segundo, porque los militares turcos han ido dejando de marcar el paso a los gobernantes civiles desde que los islamistas moderados del AKP llegaron al poder, en 2002, y emprendieron el camino de las reformas que lleva hacia Europa.


Erdogan se ha negado a sí mismo un triunfo histórico, con un inapelable 50% de los sufragios (con el 99% de los sufragios escrutados), al colocar demasiado alto el listón de sus expectativas: acaparar al menos 330 de los 550 escaños del Parlamento para poder imponer unilateralmente la nueva Constitución que necesita Turquía a fin de convertirse en una nueva potencia global y democrática. Con 326 diputados, se ha quedado a las puertas de su objetivo, que le permitiría redactar en solitario el texto constitucional para someterlo directamente a referéndum. Y todavía más lejos de los 367 escaños con los que habría aprobado la Constitución por goleada en la propia Cámara sin recurrir a una consulta popular.

Con 326 diputados, el AKP se queda a las puertas de su objetivo

El líder islamista ofrece un pacto de consenso a la oposición

Las elecciones de ayer han sido un juego en el que todos ganan. A pesar de que el fatuo sueño de Erdogan de intentar dictar las reglas de juego se ha desvanecido, su tercer triunfo electoral consecutivo es incontestable, digno de líderes históricos como Margaret Thatcher en Reino Unido o Helmut Kohl en Alemania. Un plebiscito imponente a las reformas políticas y económicas que han abierto nuevos espacios de libertad y bienestar para los 74 millones de turcos.

Gana el AKP y gana también el Partido Republicano del Pueblo (CHP), de Kemal Kiliçdaroglu, el Ghandi turco, que logra para el centro-izquierda un 26% de los votos, frente al magro 20% que obtuvo su predecesor, Deniz Baykal, en los comicios de 2007. Kiliçdaroglu podrá imponerse ahora frente a la vieja guardia nacionalista de su partido y afianzarse en su giro de alternativa laica y socialdemócrata al conservadurismo islámico de Erdogan. "Agradezco la fortaleza que nos han dado los votantes", aseguro emocionado anoche en la sede de su partido.

Gana incluso el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), a pesar de haber perdido algunos miles de sufragios y haber caído hasta el 13%. La extrema derecha temía quedar fuera de la Cámara si no superaba la barrera del 10% de los votos nacionales tras la oleada de escándalos sexuales que ha salpicado a sus dirigentes.

Y ganan -y de forma notable- los nacionalistas kurdos del Partido de la Paz y la Democracia (BDP), que al presentarse como independientes en sus feudos del sureste de Anatolia han sorteado el escollo del 10% para sumar 35 diputados, 15 más que hace cuatro años. Erdogan y los grupos parlamentarios tendrán que escuchar su voz para pactar la nueva Constitución viable.

Pero sobre todo gana la democracia turca, que ha negado el poder omnímodo a un líder excepcional como Erdogan para obligarle a buscar el consenso que exige el mayor contrato social de una nación. Le ha concedido, eso sí, una poderosa mayoría para gobernar sin ataduras y proseguir la senda del crecimiento y las reformas.

Sin la sonrisa burlona de la hace cuatro años. Circunspecto como un imán majestuoso, Erdogan predicó anoche ante miles de partidarios desde el balcón de la sede del AKP en Ankara la buena nueva de que había entendido el mensaje del pueblo. "Los electores nos han dicho que debemos negociar la nueva Constitución. La haremos por consenso, con la participación de la oposición, de los partidos que no están en el Parlamento y de las organizaciones de la sociedad civil", clamó ante un público enfervorecido. "La única condición que impondremos es que los derechos del ciudadano sean siempre lo primero, la época de las bandas golpistas ha quedado atrás".

Erdogan ha defendido en la campaña un modelo presidencialista, como el de Francia o Estados Unidos, en el que él mismo se postularía como candidato a jefe del Estado hasta el horizonte de 2023, centenario de la fundación de la Turquía moderna. Pero la oposición laica del CHP exige mantener el actual modelo parlamentario para poder ejercer mayor control sobre el Gobierno.

El reelecto primer ministro tendrá que enfrentarse a las viejas asignaturas pendientes de Turquía. Como precisa en su último informe Hugh Pope, director de los análisis para Turquía del International Crisis Group, la reactivación del proceso de negociaciones para la adhesión a la Unión Europea, que arrancaron en 2005 pero siguen encalladas a causa del veto de Chipre, y la solución del conflicto kurdo son las tareas más urgentes que aguardan al nuevo Gabinete.

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