viernes, 13 de enero de 2012

Obama da un ultimátum a los ayatolás

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Ante el alarmante incremento de la tensión con Irán, la Marina de Estados Unidos ha preparado distintas opciones militares para mantener abierto el estrecho de Ormuz. La Administración norteamericana ha advertido directamente al máximo líder iraní, ayatolá Alí Jamenei, según ha podido saber el diario The New York Times, que no dudaría en recurrir a la guerra para impedir el cierre de ese punto esencial para el tránsito internacional del petróleo.

El Gobierno de Barack Obama, según el periódico, ha establecido una vía directa de comunicación con Jamenei para hacerle saber que el cierre del estrecho de Ormuz significaría “cruzar una línea roja”, ante lo que EE UU no se quedaría de brazos cruzados. El jefe de las fuerzas armadas norteamericanas, general Martin Dempsey, ha advertido que, ante una contingencia como esa, “se tomarían acciones”.


El presidente de Estados Unidos, Barack Obama. / Haraz N. Ghanbari (AP)
Aunque no se conocen los detalles de esas acciones, expertos militares y antiguos responsables de estos asuntos han asegurado que el Pentágono ha estudiado varias alternativas para el uso de sus fuerzas navales en el mar Arábigo y está convencido de su capacidad para destruir la armada iraní y garantizar la navegación en el estrecho. Actualmente viajan hacia esas aguas dos portaviones norteamericanos con sus correspondientes flotas de apoyo.

El riesgo de un enfrentamiento militar con Irán ha crecido como consecuencia de la presión sobre ese país para que permita la inspección internacional de su programa nuclear, del que la Organización Internacional para la Energía Atómica sospecha que tiene como fin la construcción de una bomba atómica.

EE UU y sus aliados en Europa han tratado de frenar hasta ahora ese programa por medios diplomáticos y políticos. Una serie de sanciones económicas se han ido aplicando desde hace varios años y pueden ampliarse en las próximas semanas a la industria petrolera, vital para la supervivencia de Irán. Pero las muertes en atentados de varios científicos iraníes —el último de ellos, asesinado este miércoles por un coche bomba— han llevado a pensar que EE UU e Israel están conduciendo, al mismo tiempo, una guerra encubierta contra el programa nuclear iraní.

Aunque la Administración lo ha negado oficialmente, la convicción en Teherán de que esos atentados han sido cometidos por los servicios secretos israelíes ha obligado a EE UU a tomar toda clase de precauciones ante el riesgo de una acción de venganza por parte del régimen islámico. El jueves, Obama habló con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y salió públicamente a recordar el compromiso norteamericano con la seguridad de Israel.

La posibilidad de un ataque de Irán contra Israel es uno de los peligros para el que se preparan los responsables en Washington. El otro es el cierre del estrecho de Ormuz, una opción con la que ya ha amenazado en el pasado el Gobierno iraní. The New York Times cita al jefe de Operaciones Navales de la Armada estadounidense, almirante Jonathan Greenert, quien reconoce: “El caso del estrecho de Ormuz y las cosas que están pasando en el mar Arábigo son los temas que me quitan el sueño en estos momentos”.

El general Dempsey ha reconocido que Irán cuenta con recursos militares para bloquear el estrecho, especialmente con el uso de las fuerzas navales de su Guardia Revolucionaria, el cuerpo de élite del Ejército iraní. EE UU dispone de medios suficientes en la región como para reabrirlo inmediatamente, pero eso exigiría una compleja operación militar en una zona con muchas dificultades.

El estrecho de Ormuz tiene apenas 55 kilómetros de anchura en su punto más estrecho, lo que haría arriesgadas las maniobras de una gran flota. Una operación así, implicaría, según los expertos, el uso de un fuerte poder de fuego para hundir las naves iraníes y, seguramente, obligaría también a bombardear distintas posiciones —radares y artillería antiaérea— en territorio iraní. Sería una acción militar de gran envergadura y, por tanto, de imprevisibles consecuencias políticas.

El mensaje que Washington ha hecho llegar al ayatolá Jameneí tiene por objeto dejar claro a las más altas instancias del régimen que, pese a la complejidad de ese escenario, EE UU estaría dispuesto a asumir los riesgos, y que, en última instancia, las consecuencias podría ser mucho más graves para Irán.

No se conoce exactamente la vía establecida por EE UU para hacer llegar ese mensaje. Oficialmente, el Gobierno suizo actúa de intermediario en las comunicaciones ordinarias entre Washington y Teherán, puesto que no tienen relaciones diplomáticas. Pero, según The New York Times, ese no ha sido el camino escogido en esta ocasión.

Esta comunicación pone en evidencia la gravedad del momento que se vive con Irán. Israel ha advertido que no consentirá que Irán llegue a construir la bomba atómica, porque eso pondría en peligro su supervivencia como nación. Obama lleva tiempo tratando de calmar la ansiedad israelí en ese sentido y de disuadir a Netanyahu de cualquier acción unilateral, pero, en definitiva, comparte la preocupación de Israel y no va a permitir tampoco que el régimen islámico llegue a poseer un arsenal nuclear. Obama reconoce el derecho iraní al uso de la energía nuclear para fines pacíficos, pero tolerarle la construcción de una bomba atómica significaría, probablemente, su derrota segura en las elecciones de noviembre.

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