martes, 20 de noviembre de 2012

LAS COORDENADAS DE LA NUEVA DIPLOMACIA EGIPCIA



20 de noviembre de 2012

Una política exterior más independiente a la par que moderada busca restaurar la influencia del país árabe.

El presidente egipcio, Mohamed Mursi, no tolerará imposiciones extranjeras. En el discurso político se utiliza la palabra Karama, dignidad en árabe. Se rechaza la docilidad y sumisión tradicionalmente atribuidas a los egipcios.
En palabras de su presidente, el país árabe es un Estado civil, democrático, constitucional y moderno. Mursi sostiene que las relaciones internacionales son abiertas y su base el equilibrio y la independencia. Mantendrá un papel menos explícitamente proestadounidense, distanciándose de décadas de seguidismo de las políticas de Washington. Al mismo tiempo tranquiliza a sus aliados tradicionales.
    
    
AFP/Getty Images
    
El presidente egipcio, Mohamed Mursi, durante una reunión de la Asamblea de Naciones Unidas, septiembre de 2012.
El destino de su primer viaje oficial al extranjero fue Riad. Egipto y Arabia Saudí comparten intereses y fuertes vínculos religiosos y emocionales. Con 1,7 millones de egipcios trabajando en Arabia Saudí y 700.000 residentes saudíes en Egipto, la teocracia saudí trata de invertiren los salafistas. Pero los Hermanos Musulmanes son más pragmáticos, exitosos empresarios que buscan oportunidades de negocio. Mursi ha desarrollado normas claras y transparentes para esta relación estratégica: coordinación en cuestiones de seguridad del Golfo tras el impacto de la Primavera Árabe.
Sin embargo, su gestión no se ha reflejado en una mejora de las rigurosas condiciones de trabajo de los ciudadanos de su país en el reino saudí. Y las reiteradas acusaciones de activistas de derechos humanos muestran que sigue el maltrato a los presos egipcios.
Con Libia y Túnez, El Cairo ha acordado reforzar la cooperación económica, cultural y en materia de seguridad. La oferta turística puede presentarse como espacio unificado en un solo paquete. Se corregirán defectos estructurales, consolidando los recursos naturales y la fuerza combinada de sus poblaciones. Incluso discrepancias en cuanto a concentración de riqueza, distribución de población y grado de desarrollo económico se convierten en estímulos para afianzar la estabilidad regional. El pacto de solidaridad estaría abierto a otros países árabes y una integración funcional podría convertir al bloque en destino atractivo para la inversión exterior. Particularmente, de los ricos Estados del Golfo, cuyo mercado y población relativamente pequeños no absorben grandes proyectos de desarrollo. La UE con su larga experiencia en integración regional será fuente de apoyo conceptual y logístico para el proyecto.
Otra tendencia es el renovado interés por reubicarse en África. Mursi participó en la pasada cumbre de la Unión Africana en Adis Abeba reclamando para su país un papel de liderazgo. Es esencial devolver a Egipto al seno de los países de la Cuenca del Nilo compuesta por once Estados africanos. Su debilitamiento y la superpoblación amenazan el suministro de agua y la capacidad para regar los cultivos. Según el Instituto Nacional de Planificación, Egipto necesitará casi un 50% más de agua del Nilo en 2050 para satisfacer las necesidades de industria, agricultura y vivienda.
Significativamente su primer viaje fuera de Oriente Medio fue a China. Para reforzar los lazos económicos, el presidente egipcio fue acompañado de siete ministros y una delegación de más de 80 empresarios. Busca diversificar las inversiones que recibe su país, cuya economía se encuentra lastrada por el déficit presupuestario y la carencia de divisas debida al descenso del turismo.
A su regreso, pasó unas horas en Teherán para participar en la Cumbre de Países No Alineados. Su visita sirvió para descongelar las relaciones bilaterales, rotas desde 1979. El encuentro entre el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, y Mursi se vio ensombrecido por las duras críticas del egipcio al régimen sirio, estrecho aliado de Teherán. Para Musi, el apoyo a la revolución en Siria es un deber moral, así como una necesidad política y estratégica. Su plan de paz para Siria da protagonismo a las cuatro potencias regionales: Irán, Turquía, Arabia Saudí y Egipto para encontrar una salida política al conflicto. Egipto, la Liga Árabe, el Consejo de Cooperación del Golfo y Francia reconocen ya a la Coalición Nacional  –unificada– de la oposición recientemente constituida. La coalición, que aspira a la formación de un Gobierno de transición, fijará su cuartel general en El Cairo, sede de la diplomacia árabe.
Mursi ha emplazado a EE UU a rescribir su política hacia los países árabes. Ante todo debe reconocer el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. El Cairo quiere un Estado palestino con Jerusalén Este (Al Quds) como su capital. A este derecho palestino Mursi condiciona, además, sus compromisos adoptados en los acuerdos de Camp David. Tras los atentados terroristas de agosto en el Sinaí –aprovechados por el presidente egipcio para su audaz contragolpe civil– El Cairo reforzó su presencia militar en la zona. Israel informó que no permitirá que se realicen cambios al tratado que contempla el Sinaí como zona desmilitarizada.
Según Mursi, Estados Unidos tiene  una “responsabilidad especial” para con los palestinos en virtud de los acuerdos de 1978. Camp David nunca fue un tratado de paz ordinario; más bien una anomalía política firmada bajo inmensas presiones y sostenida por constantes sobornos. Desde su firma, El Cairo ha sido el segundo beneficiario de la ayuda de Washington después de Israel, recibiendo un promedio de más de 2.000 millones de dólares (unos 1.560 millones de euros) al año en asistencia bilateral, la mayor parte en materia de defensa.
El presidente Sadat actuó “en representación” del pueblo egipcio, pero el convenio nunca fue ratificado por un parlamento democráticamente elegido. EE UU e Israel han percibido a las naciones árabes a través de sus líderes. El Gobierno israelí tendrá que abandonar su tradición de alianzasverticales con los mandatarios, que solo funcionan con regímenes autoritarios. Con la democratización se impone la horizontalidad y el acercamiento a la opinión pública árabe para una paz duradera.
En el actual conflicto que enfrenta al Gobierno israelí y Hamás desde el pasado 14 de noviembre en Gaza, la diplomacia egipcia multiplica sus esfuerzos de mediación para que se firme un alto el fuego. A diferencia de la ofensiva de hace cuatro años, ahora el Gobierno de El Cairo con los Hermanos Musulmanes se mueve en una delgada línea roja.
Se ha reabierto la frontera con la Franja a través del cruce de Rafah para la ayuda humanitaria. La visita del activo primer ministro egipcio, Hisham Qandil,  la más importante efectuada a Gaza en los cinco años y medio que lleva controlada por Hamás, es una muestra de solidaridad. Qandil denunció el ataque indiscriminado israelí y anunció nuevas “visitas egipcias oficiales y no oficiales” a la Franja.
Es responsabilidad de Washington reparar las relaciones con el mundo árabe y revitalizar los lazos con Egipto. Mursi insta a Barack Obama a actuar “contundente y rápidamente” para reafirmar su respaldo a los gobiernos emergidos de la Primavera Árabe. Advierte que Estados Unidos no debe juzgar los valores del mundo árabe que difieren de los occidentales.
      
La diplomacia egipcia multiplica sus esfuerzos de mediación para que se firme un alto el fuego en Gaza
      
Mursi desestimó críticas de la Casa Blanca acusándole de no actuar para evitar el asalto a la Embajada estadounidense en El Cairo tras la distribución del vídeo denigrando al islam. El líder egipcio argumenta que el personal diplomático nunca se encontró en peligro. No hay soluciones a corto plazo para estos incidentes. Es importante el común rechazo a la violencia en un proceso largo de comprensión mutua entre Gobiernos, líderes religiosos y una sociedad civil cada vez más vigorosa.
La relación bilateral con EE UU se ha enfriado considerablemente. El Congreso examina la suspensión de asistencia económica a países en los cuales hayan sido atacadas sedes diplomáticas de Estados Unidos.

A pesar de las protestas en la plaza Tahrir, se mantiene todavía  el  respaldo a la gestión de Mursi. Su problema más acuciante es el económico, con más de 35.000 millones de dólares de deuda. Gran parte a causa del ilegítimo y corrupto régimen anterior. Obligar –sin ayudas– al pueblo egipcio a pagar esta deuda es un castigo excesivo. El apoyo internacional para un alivio de estos compromisos (ya insostenibles) viene del FMI (respaldado por EE UU), el Banco Mundial y la UE. Los gobiernos amigos de Qatar y Arabia Saudí ya acudieron en auxilio de las arcas egipcias.
Los Hermanos Musulmanes se inspiran en el exitoso modelo económico liberal turco. Otra lección a aprender de Turquía será que el laicismo no significa antiislam, sino un sistema en que el Estado respeta todas las creencias. Esto es decisivo en un país con una importantísima comunidad cristiana copta que representa entre el 12% y el 14% de la población.
Los fondos de emergencia negociados por Egipto (con  diferentes países y organismos) incluyen un préstamo de Turquía fomentando las relaciones bilaterales en todos los sectores. No obstante, el orgullo nacionalista del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, y sus aspiraciones de liderar la región con su modelo turco pueden chocar con el excesivo protagonismo de Mursi.
En el conflicto sirio los esfuerzos de apaciguamiento de El Cairo excluyen el envío de un contingente panárabe de disuasión. Las Fuerzas Armadas de Egipto son las mayores del mundo árabe; y las de Turquía las mayores de la OTAN después de EE UU. Ambas realizan maniobras conjuntas de forma anual, pero Ankara no contará con el apoyo militar de El Cairo en caso de una guerra abierta con Siria.
En cuanto a Europa, la visita de Mursi el pasado mes a Bruselas, la Comisión ofreció una asistencia macrofinanciera una vez materializado el acuerdo de Egipto con el FMI. También está considerando una ayuda al presupuesto para respaldar el plan de recuperación económica del país. Se iniciará pronto la negociación de un área de libre comercio.
Una delegación europea con representantes de más de 100 empresas (una cuarta parte españolas) participaron el pasado día 13 en la Cumbre UE-Egipto para los negocios y el turismo. Los principales problemas identificados por los empresarios europeos fueron el retraso en los pagos, las trabas burocráticas, la falta de transparencia y la necesidad de seguridad jurídica. Otro obstáculo clave para la atracción de capital es la estabilidad política.
La Unión Europea es, junto a Estados Unidos y China, el principal mercado para Egipto, de donde importa principalmente productos de minería y carburantes, químicos y productos agrícolas. Además, es la primera fuente de inversión extranjera, ya que aporta cerca del 80% de los recursos que llegan al país por esta vía.
La política exterior europea no se limitará al papel económico. Dos ejemplos. Por un lado, se ha lanzado un ambicioso programa de ayuda –en especial a las organizaciones civiles– para garantizar una participación activa de la mujer en la toma de decisiones, mejorar su poder económico y promover el conocimiento de sus derechos. Se trata de asegurar e impulsar el papel clave de la mujer en la Primavera Árabe. Por otro, la UE ha puesto de relieve elementos positivos incluso en la reciente oleada de ataques a embajadas occidentales. Mientras las dictaduras reaccionaron de manera populista en casos similares en el pasado, los gobiernos democráticos actuales condenaron a quienes ejercieron la violencia afirmando que esa vía no es admisible.
La tarea de Europa es, en definitiva, establecer una nueva dimensión euroárabe. Conviene recordar lo señalado por el enviado especial de la UE para el Sur del Mediterráneo, Bernardino León: la presión diplomática para garantizar el respeto a las libertades fundamentales y los derechos humanos es válida, pero la pasada política de acercamiento a las dictaduras fue equivocada.
Mursi es el primer presidente egipcio con legitimidad democrática. Hasta ahora se ha mostrado prudente y relativamente eficaz. Sus mayores retos están en el ámbito interno. Su política exterior es a la vez independiente y moderada. Con ella devuelve a Egipto un papel central y mayor capacidad de influencia.

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