miércoles, 1 de mayo de 2013

El circo permanente de Pyongyang



Día 01/05/2013 - 01.51h

A pesar de la propaganda antiamericana que impregna algunos de sus números, las acrobacias norcoreanas son de las mejores del mundo

Se sube el telón y aparece en la pantalla el despegue delcohete Unha 3, con el que Corea del Norte puso en órbita su primer satélite espacial en diciembre pero que, según teme Estados Unidos, podría ser un misil de largo alcance. Al ritmo de una marcha militar, interpretada en directo por una orquesta que ocupa una grada del anfiteatro, una docena de mujeres soldado desfila sobre el escenario antes de que la presentadora anuncie que la función está a punto de empezar. «Nos encontramos en un momento especial en el que debemos apoyar con más ahínco que nunca a nuestro mariscal Kim Jong-un», proclama, con el habitual tono afectado de los discursos norcoreanos, refiriéndose a la reciente escalada bélica con el Sur.
Aunque más bien parezca un mitin político,así es el circo Potonggang de Pyongyang, uno de los mejores del mundo pese a la inevitable propaganda que impregna algunos números.
Recurriendo a la burla facilona, el payaso es aquí un soldado estadounidense, ataviado con uniforme de «marine» y peluca rubia, que sale de un bar de Seúldando tumbos borracho como una cuba, maldiciendo y amenazando con destruir toda Corea. Por la cogorza que lleva encima, ve doble y cree que un surcoreano que se encuentra por la calle tiene cuatro piernas. Tan particular anatomía le hace tanta gracia que pretende llevárselo a casa a modo de «souvenir», pero el surcoreano se escabulle con habilidad gracias a sus cuatro extremidades. Entre las risas del público, que aplaude a rabiar cada trompazo y caída del militar americano, acaba pateándole el trasero con sus cuatro piernas y dándole a la audiencia, plagada de niños, un edificante consejo: «Así tenemos que matar a todos los yanquis para reunificar Corea».

Sincronización y habilidad

Al margen de esta actuación y de las imágenes propagandísticas que acompañan su espectacular número de funambulismo, el circo norcoreano goza de fama internacional gracias a los numerosos premios cosechados en festivales como el de Montecarlo, el más prestigioso del mundo. Raro es el año que sus acróbatas, equilibristas y trapecistas no se llevan alguno de los «Clown» que se conceden en la capital del Principado de Mónaco, ya sea de oro, plata o bronce.
El motivo es bien sencillo: la perfecta sincronización y habilidad de sus artistas no sería posible sin la disciplina castrense que impone el autoritario régimen de Corea del Norte, donde hasta sus ciudadanos desfilan al paso militar cuando visitan los cuerpos embalsamados de Kim Il-sung y Kim Jong-il, abuelo y padre, respectivamente, de su actual dictador, el joven Kim Jong-un.
Desde pequeños, los jóvenes con más talento del país son formados en elPalacio de los Niños de Mangyongdae, que en sus cientos de aulas entrenan a miles de alumnos en las más diversas disciplinas artísticas a base de repetir una y otra vez los mismos ejercicios hasta la extenuación. Al igual que el circo de Potonggang, dicho palacio es uno de los iconos de la monumental arquitectura de estilo soviético que, en los años 80, proliferó en Pyongyang con sus sobrias fachadas de color gris y murales revolucionarios. Anclados en el pasado y aislados del mundo, los norcoreanos tienen al menos su circo para evadirse un rato de su asfixiante realidad, liberar su imaginación con las arriesgadas piruetas de los acróbatas y reírse con las payasadas de un soldado americano.

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