martes, 22 de noviembre de 2011

¿Ha cambiado algo en Egipto?


Manifestantes celebran en El Cairo en febrero pasado.

La euforia de febrero duró poco entre los manifestantes de Plaza Tahrir.

Miles de egipcios se encuentran reunidas en la simbólica plaza Tahriri, en El Cairo, para protestar en contra de la junta militar que detenta el poder desde la caída de Hosni Mubarak.

El periodista Stephen Sackur, quien conoció bien a Egipto durante los años de Mubarak, regresó al país para ver si algo ha cambiado en los últimos meses.


La oscuridad otoñal envuelve El Cairo. Estoy esperando frente a altas puertas de hierro mientras un guardia armado examina mis papeles.

Un movimiento de cabeza hosco me hace pasar a una instalación atestada. Soldados de uniforme se amontonan cerca de sus vehículos blindados.

Éste es el ministerio de Información de Egipto. Es mi primera visita a la casa de propaganda de El Cairo en 20 años.

Tengo la impresión de que poco ha cambiado.

La última vez que estuve aquí me metí en líos.

Había hecho un documental de televisión que despertó las iras del ministro de Información de la época, Safwat Sharif.

"Usted está perjudicando a este país", me había gritado Sharif entonces. "La próxima vez que se le pase la mano, no lo dejaremos entrar a Egipto."

Hosni Mubarak

Aunque Mubarak se encuentre en prisión, el pilar de su gobeirno, los militares, continúa en el poder.

Hoy en día, Safwat Sharif tiene problemas más urgentes que atender.

Está en la cárcel, enfrentando un juicio por corrupción y conspiración junto a su amo político de treinta años, Hosni Mubarak.

Pero que nadie se llame a engaño por las impactantes imágenes de ex hombres fuertes que languidecen tras los barrotes de su celda, en piyamas.

La revolución del pasado invierno consiguió que rodaran algunas cabezas, pero no destruyó al antiguo régimen.

Por los últimos nueve meses, Egipto ha estado dirigido por un consejo militar, una junta, encabezada por el hombre que sirvió lealmente a Mubarak, durante 20 años, como ministro de Defensa y comandante en jefe del ejército.

Coptos transportan ataúd

El 9 de octubre, unos veinticinco manifestantes de la minoría copta perdieron la vida.

En febrero pasado, el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi, le prometió a los egipcios que el ejército estaría de su lado.

Sus palabras, en ese momento, trajeron la confianza. Sus acciones, desde entonces, han estado más bien lejos de confirmarlas.

"La verdadera revolución está por venir", declara Tarek Shalaby, un veterano de las protestas de la Plaza Tahrir.

Hace seis meses, fue arrestado, apremiado físicamente y sentenciado a seis meses de prisión por un tribunal militar, sentencia que fue suspendida.

Ahora, cada vez que escribe su blog o que marcha, corre el riesgo de unir su destino al de otros miles de activistas con largas condenas de cárcel.

¿Por qué perdió el ejército la confianza de la generación de Tahrir?

En busca de respuesta, me dirijo a uno de mis viejos amigos en El Cairo, Mohamed Gohar, un sabio veterano de casi cuatro décadas en los medios de comunicación, un empresario de televisión con la piel muy dura.

"Si hubieras estado conmigo el 9 de octubre, entenderías", dice.

Lo que me cuenta es tan vívido que me deja estupefacto.

Un grupo de manifestantes, en su mayoría coptos, se reunieron en la calle bajo su oficina, esa noche, para protestar por una serie de ataques de tipo sectario.

Francotiradores abrieron fuego sobre la multitud, luego, vehículos del ejército embistieron contra la multitud, aplastando y triturando cuerpos.

Me cuenta que los muertos y heridos fueron transportados a la escalera de su piso, que escondió a 17 desesperados hombres y mujeres en un baño trasero, mientras las tropas registraban el edificio en busca de cristianos.

"¿Viste "La lista de Schindler"? Sentía que la estaba reviviendo. Me sentía avergonzado de ver que los soldados estaban haciéndole esto a mi pueblo", dice.

"¿Por qué lo hacen?", le pregunto.

OSama Heikal, ministro de Información egipcio

El ministro de Información de Egipto, Osama Heikal, se comporta como un veterano en el puesto, pese a no tener más de unos meses en él.

"Para enviar un mensaje: sin ellos, Egipto sería un caos. Los generales han manejado este país durante 60 años, ¿tú crees que lo van a soltar ahora?

El próximo fin de semana, los egipcios votan en elecciones parlamentarias.

Los votantes enfrentarán un sopa alfabética de partidos políticos que va desde islámicos estrictos hasta seculares a ultranza, pero, cuando se cuenten los votos, el poder real seguirá en manos de la junta.

Ya hasta se habla de una nueva constitución que garantice poderes especiales a las fuerzas armadas.

Y un misterioso, pero aparentemente bien financiado movimiento político, está exhortando al mariscal de campo Tantawi a presentarse a la presidencia en 2013.

"Ya no"

Todo esto me lleva de vuelta al ministerio de Información.

Tras la revolución, Tantawi decretó el cierre de esta odiada fuente de censura y engaño oficial. Cinco meses más tarde, los generales cambiaron de idea.

Y héme aquí, estrechándole la mano al nuevo ministro de Información de Egipto, un pulcro experiodista llamado Osama Heikal.

Con sólo meses en el puesto, demuestra la habilidad jabonosa del veterano.

La matanza de más de decenas de coptos fue lamentable, concede, pero el ejército está investigando.

El estado de emergencia terminará apenas se restablezca la estabilidad.

Mientras me encamino hacia la salida, un miembro de su personal se me acerca. Sospecho que se me viene encima una andanada por las preguntas impertinentes que le hice a su jefe.

En vez de eso, me palmotea la espalda.

"Magnifica entrevista," dice. "Este fulano es un mentiroso. Todavía se piensan que pueden decir lo que quieran y que la gente les cree.

"Pero no, ya no."

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