EE.UU. y la Unión Europea (UE) consiguieron que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pronunciara con contundencia y aprobara por unanimidad la imposición de sanciones al gobierno de Muamar Gadafi por la violencia contra los manifestantes antigubernamentales. La UE aprobó también por unanimidad medidas extraordinarias y no se descarta declarar una zona de exclusión aérea sobre Libia. Washington contempla todas las opciones, incluso la militar.
Los movimientos sociales y los cambios políticos que desde comienzos de febrero estremecen a Medio Oriente y el Norte de África han tenido una respuesta de Occidente diferenciada en cada uno de los casos, como apuntan analistas consultados por BBC Mundo, lo que lleva a algunos a preguntarse si se está usando un doble rasero en la región.
Las sanciones de la Unión Europea contra Libia, por ejemplo, incluyen un embargo de armas, la congelación de bienes y la prohibición de viajes contra el coronel Muamar Gadafi y 25 de sus familiares, lo que supone un paso más allá de las medidas acordadas en Naciones Unidas (ONU). Incluso EE.UU. contempla todas las opciones, sin descartar la militar.
Con respecto al caso de Egipto, observadores coinciden en señalar que la comunidad internacional, y particularmente Occidente, adoptó pocas medidas concretas ante el reclamo popular de que el presidente Hosni Mubarak abandonara el poder, lo mismo que pasó con Túnez.
El mundo occidental concibe al mundo árabe como un lugar del que sacar beneficios y hacer negocios, y los productos que interesan son fundamentalmente los energéticos. Todo esto hace que la doble vara de medir se produzca de una manera más manifiesta
Pedro Martínez Montávez, Profesor Emérito de la Universidad Autónoma de Madrid
En el caso de Túnez -donde se iniciaron las actuales turbulencias- "hubo claramente una respuesta francesa, que se diferenció claramente de la respuesta británica, o de la respuesta alemana", manifestó a BBC Mundo Pedro Martínez Montávez, arabista y Profesor Emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, España.
Para él, el tratamiento de cada una de las crisis "es diferente porque ni el mundo árabe es una sola cosa ni Occidente en última instancia tampoco". Lo que está muy claro "es que la Unión Europea no tiene una política exterior definida".
Con esa apreciación coincide Ignacio Álvarez Osorio, autor de varios libros sobre Medio Oriente, para quien "la respuesta de Occidente ha dejado mucho que desear" con respecto a las actuales crisis en el mundo islámico.
"La Unión Europea ha reaccionado tarde y mal y ha quedado en evidencia que no existe una política exterior y de defensa común".
"A remolque"
Álvarez Osorio va más allá y opina que en estas crisis "siempre la Unión Europea ha ido a remolque de Estados Unidos".
El bloque comunitario "no ha tenido una capacidad de adaptación a los cambios que han estado aconteciendo en el terreno y ha dado la impresión de un doble discurso: de que en teoría apoya los cambios democráticos, la defensa de los derechos humanos, pero que en la práctica le convenía más respaldar a los regímenes autoritarios que contenían el Islam radical".
Según el especialista, como consecuencia de ese supuesto "doble discurso" probablemente "a la Unión Europea le quede mucho camino por recorrer para recuperar la confianza que los países árabes habían depositado en ella, sobre todo la confianza de las poblaciones árabes que se han sentido un poco solas en estas revueltas populares".
En palabras de Álvez Osorio, refiriéndose a Egipto, los europeos "tardaron varias semanas en decir algo tan obvio como lo que decían la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, y el presidente de ese país, Barack Obama, que querían una transición ordenada y sin derramamiento de sangre".
Washington, manifiesta, "ha tomado posición más rápidamente a pesar de que se estaba jugando mucho, pero ha tenido mayor capacidad de adaptación a los cambios sin tener que renunciar a su posición geoestratégica, porque de alguna manera Estados Unidos está reforzando su posición en buena parte de los países árabes".
Incluso, Washington está "entablando interlocución con esos nuevos actores emergentes que aparecen en Túnez, en Egipto y probablemente ahora en Libia; es decir, los partidos islamistas, los movimientos juveniles y las coaliciones que se están formando para reemplazar a esos regímenes autoritarios que dirigieron el mundo árabe en estas últimas tres décadas".
País por país
Según Martínez Montávez, la clave para entender la actuación de Occidente está en las coordenadas políticas, que hay que analizar país por país.
"En el contexto de la política árabe, no solamente Mubarak sino también Egipto han supuesto siempre bastante más de lo que han supuesto Gadafi y Libia, aunque habría que admitir también que a lo largo de los últimos años, el liderazgo interárabe de Egipto ha ido debilitándose, y ha surgido una línea emergente y de protagonismo en la política exterior y regional que es la que representa en conjunto toda la zona del Golfo".
La Unión Europea ha ido a remolque de Estados Unidos; no ha tenido una capacidad de adaptación a los cambios que han estado aconteciendo en el terreno y ha dado la impresión de un doble discurso
Ignacio Álvarez Osorio, arabista
Libia, entretanto, "en el contexto interárabe siempre ha significado bastante poco, entre otras cosas porque la política libia se ha caracterizado por la incoherencia y los bandazos tanto ideológicos como de decisiones. Gadafi ha sido un político imprevisible, y la dimensión africana ha estado muy por encima de la dimensión árabe", dice el profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid.
De ahí, como expresa Álvez Osorio, "que la reacción de la comunidad internacional haya sido mucho más rápida, más directa y mucho más tajante con la imposición de sanciones internacionales y la congelación de los fondos de la familia Gadafi tanto en Europa como en Estados Unidos".
En cuanto a Bahréin, Álvarez Osorio señala que las protestas han tenido un cariz particular "habida cuenta de que la que está dirigiendo la revuelta es la población chiíta que representa el 75% de los ciudadanos y que de alguna manera se encuentra en una situación de inferioridad de condiciones con respecto a la población sunita, que lleva las riendas del reino".
Para Estados Unidos, "Bahréin es un actor central porque es la sede de la Quinta Flota que patrulla en Golfo Pérsico, de donde se extrae buena parte de los recursos energéticos que se consumen en el mundo. Y además podría provocar un efecto contagio al haber minorías chiítas en el entorno, en los Emiratos Árabes Unidos y en Arabia Saudita, donde hay algunas movilizaciones".
"Zona anclada"
Un aspecto que a Martínez Montávez le parece "esencial" es que, "tanto desde Europa Occidental como desde Estados Unidos, se concibe y se ve al mundo árabe como un parapeto, como un muro de contención para preservar la tranquilidad y la seguridad de Occidente, como una zona de equilibrio y una 'zona anclada', como se dice en lenguaje político, para garantizar la defensa de Occidente".
Una defensa "frente a amenazas más o menos hipotéticas como movimientos radicales islamistas o los peligros que eventualmente podrían llegar en un futuro relativamente próximo desde un Oriente todavía más alejado".
En su opinión, "el mundo occidental concibe al mundo árabe como un lugar del que sacar beneficios y hacer negocios, y los productos que interesan son fundamentalmente los energéticos".
"Todo esto hace que la doble vara de medir se produzca de una manera más manifiesta", concluye Martínez Montávez.
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