lunes, 23 de enero de 2012

El programa nuclear de Teherán no se ve alterado por las sanciones

A pesar de que aún no está claro el impacto que las sanciones sobre la economía iraní, el régimen nunca ha cedido en su decisión de desarrollar la tecnología atómica

Irán siempre ha defendido que un embargo de la UE a su petróleo haría más daño a los compradores europeos que a sus arcas. Sus responsables contaban con la insaciable sed de energía de las emergentes economías de China e India. No obstante, y a la vista de las presiones que éstas están recibiendo para que limiten sus importaciones de crudo iraní, la medida va a afectar sin duda a su economía. Pero no está claro que vaya a ser suficiente para que renuncie a su programa nuclear.

Los 600.000 barriles de petróleo que, según la Agencia Internacional de la Energía, la UE compró a Irán cada día en 2011 suponen una cuarta parte del total de las exportaciones de ese país. Y el crudo es la fuente del 80% de sus ingresos de divisas. Muchos analistas consideran que sólo ese dinero ha permitido la supervivencia del régimen ante la ruinosa gestión de su economía. Sin embargo, en los últimos años se han ido suprimiendo los subsidios y a pesar del descontento social, el sistema teocrático que instaló la revolución de 1979 sigue contando con el apoyo de una parte de la población.

“La República Islámica hará uso de todos los medios necesarios para defender sus intereses soberanos contra las amenazas”, declaró el domingo Alaeddin Boruyerdí, el jefe del comité de seguridad nacional del Paralmento iraní. El influyente diputado reiteró el mensaje oficial de que “Estados Unidos y Occidente deberían aceptar las realidades de Irán y darse cuenta de que es un país poderoso”.

Esas realidades son hoy que Irán ya ha alcanzado la capacidad nuclear y que no va a renunciar a ella. “El derecho legítimo de Irán a la tecnología nuclear, incluido el enriquecimiento ha sido una línea roja para todas las administraciones antes y después de la revolución, y continuará en el futuro”, ha explicado a este diario Hosein Musavián, un antiguo negociador nuclear.

Tal es el mensaje que transmiten todos los portavoces iraníes, tanto del Gobierno como de la oposición. Ni siquiera fuera del régimen han surgido voces de peso en contra del programa nuclear. Tal vez haya críticas a la gestión de la crisis o de las relaciones con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), pero no de lo fundamental: el derecho de Irán a desarrollar un programa nuclear, enriquecimiento de uranio incluido, de acuerdo con lo establecido en el Tratado de No Proliferación, del que es signatario.

Existe un consenso nacional a ese respecto y el común de los iraníes percibe los esfuerzos extranjeros por frenar su programa como una forma de discriminación. El régimen iraní, sobre todo desde la llegada a la presidencia de Mahmud Ahmadineyad en 2005, ha tenido un gran éxito en equiparar el esfuerzo nuclear con el desarrollo científico y el avance global del país. Con una historia llena de desencuentros con Occidente, que las autoridades se ocupan de que permanezca fresca en la memoria de todos los iraníes, el clima es de una desconfianza total.

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