El Ejército egipcio se compromete a "traspasar pacíficamente el poder" a una autoridad civil
Los militares lanzan un mensaje de tranquilidad a Israel al comprometerse a cumplir los tratados internacionales.- Las autoridades investigan a los colaboradores más estrechos del expresidente, que tienen prohibido abandonar el país.- La plaza de la Liberación va recuperando la normalidad al tiempo que crecen los rumores sobre el futuro del ya expresidente
La Plaza de la Liberación, epicentro de las protestas durante 18 días, recupera esta mañana la normalidad gracias al trabajo organizado de cientos de voluntarios- AP
Egipto vive su primer día sin Hosni Mubarak tras 18 días de protestas que han acabado con el régimen. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas egipcias, al que el ex presidente Hosni Mubarak cedió ayer todos sus poderes , se ha comprometido mediante un comunicado, a "traspasar pacíficamente el poder, en el marco de un sistema democrático libre, a una autoridad civil".
El último día de Sadat. El presidente egipcio, Anwar Sadat, y el vicepresidente Hosni Mubarak, durante un desfile militar el 6 de octubre de 1981, minutos antes de que soldados, afines a los Hermanos Musulmanes, abrieran fuego contra la tribuna, matando a Sadat y hiriendo a Mubarak, que asumió el poder.- AP
Esté órgano también garantiza que cumplirá con "todos los acuerdos y tratados regionales e internacionales". En su comunicado, el cuarto que dan a conocer en las últimas 48 horas, los militares instan al actual ejecutivo y a los gobernadores del país a "llevar a cabo sus funciones hasta la formación de un nuevo gobierno". El Gobierno israelí, de mano de su primer ministro Benjamin Netanyahu, ya ha contestado a esta declaración de intenciones del Ejército egipcio y ha calificado de "noticia positiva" su compromiso de mantener los acuerdos de paz. "El tratado de paz entre Israel y Egipcio ha sido y es una gran contribución de ambos países", ha asegurado Netanyahu. Por su parte, el ministro de Finanzas israelí, Yuval Steinitz, ha asegurado en una entrevista entelevisiva que "la paz es el único interés para Israel, y también para Egipto. Estamos muy felices por el anuncio".
La nota del Ejército egipcio sienta las bases, en seis puntos, de las próximas actuaciones del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que "aspira al traspaso pacífico del poder, en el marco de un sistema democrático libre, a una autoridad civil elegida para gobernar el país y construir un estado democrático y libre", reza el cuarto punto del comunicado leído por el portavoz. Asimismo, reafirma el "compromiso de la República Arabe de Egipto con todos los acuerdos y tratados regionales e internacionales". Los militares también han señalado que los ministros permanecerán en el Gobierno en tanto no se nombre un nuevo Ejecutivo. Además, el Ejército ha hecho un llamamiento a la policía para que se mantengan fieles al lema de "servir al ciudadano".
Las autoridades han abierto una investigación contra los miembros más cercanos al expresidente Mubarak, que tienen además prohibido abandonar el país. Anas el Fekky, ministro de Información, está bajo arresto domiciliario y están bajo vigilancia el exprimer ministro Ahmed Nazif y exministro de Interior, Habib al-Adli.
Vuelta a la normalidad
La plaza de la Liberación, epicentro de las protestas, recupera poco a poco la normalidad, los militares han empezado a desmontar las barricadas y la gente se organiza para limpiar el lugar. El campamento y las tiendas de la zona central permanecerán en la plaza de manera simbólica. Existe una sensación de misión cumplida entre los egipcios, que sin embargo no descartan volver a las protestas si el nuevo Gobierno no cumple con sus promesas democráticas, como han expresado hoy los jóvenes activistas del movimiento del 25 de enero. En el Parlamento, otro de los lugares donde se ha acumulado la tensión en los últimos días, las barricadas ya han desaparecido. Los propios manifestantes junto al Ejército se han encargado de retirarlas esta mañana. El tráfico en toda la ciudad recupera el bullicio y el ruido habituales y el inicio del toque de queda se ha retrasado hasta las doce de la noche.
Marc Franco, embajador de la Unión Europea en El Cairo, se ha paseado esta mañana entre la gente que aún permanecía en la Plaza de Liberación. Era la primera vez que lo hacía, después de los 18 días que ha durado la revuelta: "Los jóvenes egipcios ya han conseguido el primer reto, conseguir que Hosni Mubarak dimitiera. Ahora les toca formar Gobierno y hacer reformas económicas", ha declarado el diplomático, que portaba una bandera en el bolsillo de la camisa.
La ola de cambio en el mundo árabe que empezó en Túnez se extiende ahora a Argelia, donde la manifestación de esta mañana, coartada por la presencia masiva de policías y que se preveía masiva, se ha saldado con decenas de heridos y detenidos tras los choques con la policía.
El país ha empezado a caminar hacia un futuro lleno de esperanzas. No puede esperar un camino fácil, pero el primer paso ha constituido un momento casi aéreo de orgullo y euforia. La algarabía se extendió durante todo el día de ayer como una fuerza imparable capaz de arrasar un régimen. Las voces se alzan con la convicción, esta vez, de haber puesto un pie en la Historia.
Los egipcios han demostrado en 18 jornadas extraordinarias que la unión entre las nuevas redes sociales y las viejas manifestaciones puede derribar cualquier muro. La libertad se ha abierto ante ellos dulce, enorme, casi inabarcable. Fueron pacientes, constantes y pacíficos ante los últimos zarpazos de la tiranía, y han triunfado: Hosni Mubarak,dictador durante 30 años, ha dimitido y huyó hacia su mansión de Sharm el Sheij, en el mar Rojo. Con el colofón de que Suiza congeló pocas horas después buena parte de su fortuna, estimada en varios miles demillones de euros.
"Mabruk, Mabruk!", felicitaba un soldado al borde de las lágrimas a un anciano con galabeya (túnica) y turbante que se abrazaba a él. A su alrededor todo era rojo, blanco y negro. Los colores de la bandera ondean por cualquier rincón, asoman por las ventanillas de los coches o decoran los rostros.
Desvanecimientos, ataques de nervios y torceduras han tomado el relevo a las heridas de bala y las pedradas. Egipto entero canta y baila. Los clásicos sirven para cualquier ocasión: "Nuestra canción habla del pueblo, de los pobres que no tienen nada pero lo pueden todo y luchan por su libertad, porque son fuertes y tienen convicciones y dignidad", gritaba Samer Maher mientras sus amigos bailaban con los brazos alzados chasqueando los dedos al compás de una canción de Said Darwish.
"Es el mejor día de mi vida". "Es lo que siempre quise para mis hijos"."Tengo 27 años y nunca pensé que podría elegir al próximo presidente.En unas elecciones libres, en democracia.... Este es solo el primerpaso, mañana estaremos otra vez en Tahrir". Todo el mundo tiene unahistoria que contar esta noche en la plaza Tahrir.
En los tanques, los soldados tratan de contenerse mientras de todas partes surgen espontáneos que les besan o cubren con banderas. En la entrada de un puesto de zumos un hombre insistía en invitar a un jugo de caña a dos militares de escaso mostacho a los que sacaba varias cabezas.
El Ejército ha asumido temporalmente el poder, con la promesa de una "transición pacífica" hacia "una sociedad democrática". El papel de los militares en la victoria que los egipcios celebran ha sido considerado fundamental por un pueblo que puso en ellos sus esperanzas, pero temió por un momento haberse confiado demasiado. Durante los primeros minutos los jóvenes soldados no se atrevieron a unirse a la celebración, pero el pueblo empujaba fuerte y no fueron capaces de mantener la serenidad mucho tiempo. Sin perder el control de la situación, manteniendo las identificaciones y los cacheos, los militares terminaron uniéndose a la fiesta.
Nueva etapa en Oriente
La caída del rais, celebrada por Estados Unidos y Europa, abre también una nueva etapa en Oriente Próximo. Mientras Israel y Arabia Saudí han expresado su inquietud por el cambio, los islamistas de Gaza, Irán y Líbano lo ven como una oportunidad. Tras las revoluciones de Túnez y Egipto, millones de ciudadanos árabes y norteafricanos han constatado que pueden elegir su propio destino.
Los grandes momentos históricos, y el de ayer lo fue sin duda, se resumen en pocas palabras. Como la breve declaración de Omar Suleimán, el vicepresidente que intentó heredar un régimen y fue engullido por los acontecimientos [Aquí puedes ver el vídeo]: "En las difíciles circunstancias que atraviesa el país, el presidente Hosni Mubarak ha decidido abandonar su cargo. Ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que dirija los asuntos del Estado". Eso fue todo. Segundos después, como si 80 millones de egipcios hubieran estado escuchando el mensaje televisado, el país entero estalló en júbilo.
El tono desafiante que Mubarak y el propio Suleimán habían utilizado la víspera, la inmensa decepción y rabia que habían provocado en la multitud, han quedado lejos en un instante. Probablemente ambos sabían, cuando aparecieron en televisión el jueves por la noche, que el poder se les escurría de las manos. Mubarak habló esa noche con un amigo personal, el ministro israelí Benjamín Ben-Eliezer, y le confesó que había llegado el final de su era. "Solo aspiraba a marcharse con dignidad", comentó Ben-Eliezer. Ni eso consiguió. En el último momento, solo pudo huir en helicóptero de un palacio rodeado por manifestantes. Con el colofón habitual en estos casos: la congelación de su fortuna, estimada en muchos miles de millones de euros, por parte de los bancos suizos.
Presión del Ejército
Aún no se conoce bien el desarrollo de los momentos finales. Parece claro, en cualquier caso, que los mandos militares hicieron saber a Mubarak, en algún momento del jueves, que su resistencia ya era inútil. Los generales, sin embargo, no han querido empujar hasta la calle al que había sido su héroe y seguía siendo un amigo y un jefe respetado. Eso explicaría los confusos comunicados del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el incomprensible discurso de Mubarak, mezcla de arrogancia, sentimentalismo y minucias constitucionales, y la confusión que dominó la jornada. "Hubo un pulso oculto entre el Ejército y el dúo Mubarak-Suleimán", explicó a la edición digital de Al Ahram el general Safwat el-Zayat, exdirigente de los servicios secretos egipcios.
Ante Egipto se abren enormes esperanzas. También grandes incógnitas. El nuevo máximo dirigente, el general Mohamed Tantaui, se dirigió anoche a la nación para decir que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas estudiaba la situación y sus próximas medidas, para homenajear a los jóvenes "mártires" de la revuelta y para rendir tributo a Hosni Mubarak por "sus sacrificios en tiempos de paz y de guerra". De Tantaui se esperaba una tutela temporal en la transición hacia la democracia. Eso era lo que había prometido en un anterior comunicado: conducir pacíficamente a los egipcios a una sociedad democrática. El Ejército ya había prometido levantar el estado de excepción cuando la gente desmontara el campamento de la plaza de la Liberación.
Sus primeras órdenes, no confirmadas oficialmente, han consistido en la destitución del Gobierno y en la disolución del Parlamento. En cualquier otra situación, esas decisiones serían interpretadas como el inicio de una dictadura de los espadones. En Egipto han puesto fin a un sistema tiránico, cruel y corrupto hasta la médula. El hecho de que el general Tantaui no mencionara siquiera a Suleimán se he interpretado como una ruptura seca con el poder caído. No ha habido el menor intento de simular alguna continuidad constitucional con el pasado.
Nueva generación de políticos
Conviene recordar, en cualquier caso, que Tantaui es amigo de Mubarak y le ha sido fiel hasta el final. Y que los generales de mayor rango, Tantaui y el resto de los miembros del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, han sido parte esencial de la dictadura y se beneficiaron de la corrupción. El Ejército se negó a disparar contra la multitud en los momentos más críticos de la revuelta y eso, además de acrecentar su prestigio entre la población, permitió que la caída del régimen no conllevara un baño de sangre. No existe indicio alguno, sin embargo, de que los generales sean fervientes demócratas, ni de que estén dispuestos a renunciar a su poder y privilegios. Cabe suponer más bien lo contrario. La evolución de Egipto hacia un sistema de libertad y justicia no ha hecho más que empezar.
La mayor potencia del mundo árabe dispone, al menos, de una nueva generación de políticos. No son los ancianos Mohamed el Baradei o Amr Musa, que desde el inicio de la revuelta se postularon como posibles futuros presidentes de un Egipto democrático, sino los 20 o 30 jóvenes profesionales que organizaron a través de Facebook y el correo electrónico una revolución inspirada en la de Túnez, pero de volumen y consecuencias mucho mayores. El líder de ese grupo, Wael Ghoneim, ejecutivo comercial de Google en la región, casado con una estadounidense e ideológicamente liberal, representa mejor que nadie tanto el rostro como el impulso de una generación egipcia que desea libertad política, económica, social y religiosa, en un sistema capaz de integrar con igual comodidad a los Hermanos Musulmanes, a los profesionales laicos y al Egipto profundo, rural y analfabeto.
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