Obama y Cameron ensalzan la alianza entre EE UU y Reino Unido ante el ascenso de los países emergentes
Barack Obama y David Cameron han establecido como "máxima prioridad" en Afganistán la búsqueda de un acuerdo político que permita poner fin a esa larga guerra y retirar cuanto antes las tropas. Ambos gobernantes, que reafirmaron la necesidad de que sus dos naciones sigan a la cabeza del liderazgo internacional pese a la irrupción de nuevos poderes emergentes, advirtieron también que los ataques de la OTAN sobre Libia continuarán "con paciencia y persistencia" hasta acabar con Muamar Gadafi.
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El presidente norteamericano y el primer ministro británico, en su papel de aliados especiales y "esenciales", sentaron las bases de su colaboración en los diferentes escenarios mundiales de crisis, en vísperas de la reunión del G-8 y ante el riesgo de que otros países, como China, India o Brasil, puedan desafiar su autoridad como principales protagonistas del orden internacional.
Un vínculo de décadas
La discusión abordó los problemas en los que Estados Unidos y el Reino Unido están más directamente implicados, como Afganistán y Libia, y otros en los que pueden ejercer una gran influencia, como el conflicto palestino-israelí, la crisis económica y el deterioro del medio ambiente. En conjunto, esta visita ha servido para demostrar que, lejos de dar un paso al costado, ambos países quieren resucitar con fuerza un vínculo que se remonta a muchas décadas atrás y que se deterioró por el sello que le imprimieron George Bush y Tony Blair.
"Es un error pensar que otras naciones representan el futuro y que la hora de nuestro liderazgo ha pasado", dijo Obama ante una sesión conjunta de las dos cámaras del Parlamento. "El momento para nuestro liderazgo es ahora; fueron EE UU, el Reino Unido y nuestros aliados democráticos los que diseñaron un mundo en el que nuevas naciones pudieran emerger y, aunque ahora otros asuman responsabilidades y liderazgo global, nuestra alianza seguirá siendo indispensable para conseguir un siglo más pacífico, más próspero y más justo".
Esa alianza es especialmente decisiva en Afganistán, donde EE UU y Reino Unido cargan con el mayor peso militar dentro de la OTAN. Los dos dirigentes coincidieron en que la muerte de Osama Bin Laden y la última ofensiva de las tropas aliadas han puesto a los talibanes a la defensiva y pueden romper el vínculo que une a los insurgentes con Al Qaeda. Es el momento, por tanto, de una nueva estrategia enfocada más en lo político que en lo militar.
Una transición para los afganos
"Estamos listos para una transición dirigida por los afganos. Durante esa transición, buscaremos la paz con aquellos que rompan con Al Qaeda y respeten la Constitución afgana", declaró Obama. "Este es el momento de acelerar nuestros esfuerzos para un compromiso político. Estamos de acuerdo en darle a eso la máxima prioridad en los próximos meses", añadió Cameron en una conferencia de prensa conjunta.
La coincidencia no fue tan completa en relación con Libia. Cameron, respaldado por otros gobernantes europeos, ha tratado de convencer a Obama de que su país, que dirigió los primeros días de la contienda, participe con más medios militares también en esta fase. El presidente norteamericano, que siempre ha pensado que esta era una responsabilidad fundamentalmente europea, respondió que se mantendrá en la retaguardia, respaldando solo con medios logísticos y de inteligencia. Ambos coincidieron, no obstante, en los objetivos políticos de la misión, sacar del poder a Gadafi, y en la necesidad de "incrementar la presión militar" para conseguirlo, según las palabras de Cameron.
Obama y Cameron establecieron también una posición común respecto a Oriente Próximo y el norte de África: favorecer la negociación entre árabes e israelíes sobre la base de las fronteras de 1967 y respaldar los movimientos de protesta surgidos en varios países árabes. "Estamos de acuerdo en apoyar a los que trabajan por la libertad. Este es el mensaje que (hoy) llevaremos al G-8 para conseguir un programa de impulso económico y político para los países que apuesten por las reformas", señaló el primer ministro británico.
Tanto Cameron como Obama parecen haber reforzado su autoridad de cara a esa cita, en parte ayudados por este encuentro previo. Para el presidente norteamericano el momento culminante del viaje fue su discurso ante los parlamentarios en el Westminster Hall, un edificio que ha sido testigo de las mayores glorias de este país durante 900 años y en el que antes habían hablado solo el Papa y Nelson Mandela. "No se si eso es un honor o un chiste", bromeó Obama.
Personalmente era, en realidad, una odisea. Como él mismo recordó, es remarcable que el nieto de un cocinero de las tropas imperiales británicas en Kenia recibiera ahora una estruendosa ovación en el templo de la democracia británica. Aprovechó la ocasión para definir en sus propios términos el significado de la relación británico-norteamericana. No es una alianza entre naciones: "No creemos simplemente en los derechos de las naciones sino en los derechos de los ciudadanos. No somos británicos o norteamericanos por pertenecer a un grupo sino por compartir unos valores". Debe de ser una alianza humilde: "No podemos dictar lo que otros tienen que hacer". Pero tiene que ser una alianza decidida: "Nuestra acción es esencial para la causa de la dignidad humana. Tenemos que actuar con confianza en nuestros ideales y fe permanente en el carácter de nuestro pueblo". Para estos dos países es sencillo actuar contra el enemigo común porque, como dijo Cameron: "Nosotros no tenemos que explicarnos entre nosotros qué es terrorismo".
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