El veto de Estados Unidos, el primero durante el mandato de Barack Obama, fue imprescindible para derrotar una resolución que califica de "ilegal" la política de asentamientos y que obtuvo el respaldo de los otros 14 miembros del Consejo de Seguridad. El texto rechazado exigía también a Israel el cese inmediato de esas construcciones.
La Administración norteamericana se opone también oficialmente a los asentamientos pero ha considerado, según declaró ayer su embajadora en la ONU, Susan Rice, que la aprobación de una resolución de esta naturaleza hubiera sido contraproducente para el proceso de paz palestino-israelí, actualmente bloqueado.
Esta votación llega en un momento de gran agitación e incertidumbre en el mundo árabe y podría tener consecuencias políticas mucho más allá de la formalidad de su tramitación en el Consejo de Seguridad. La diplomacia norteamericana, consciente de su trascendencia, había intentado durante días y hasta el último momento convencer a los palestinos de que renunciaran a la presentación de este texto. Incluso había ofrecido la semana pasada un documento alternativo en el que, con un lenguaje más moderado, se criticaban los asentamientos. Pero todos esos esfuerzos han resultado inútiles, y Estados Unidos ha tenido que dar un nuevo paso que lo aleja de la voluntad de los árabes.
Llegado el momento de la hora de la verdad, situado entre la espada y la pared, puesto a levantar su mano a favor de Israel o de los árabes, Estados Unidos, una vez más, se ha colocado del lado de Israel, su eterno, incondicional e insustituible aliado. Washington no quería llegar a este punto, se resistía a quedar en evidencia en un momento histórico en el que trata de corregir décadas de desencuentro con el pueblo árabe. Pero cuando el implacable reloj de la política ha marcado la hora, se ha pronunciado a favor de Israel, contradiciendo incluso las tesis que el propio Obama ha sostenido públicamente desde el comienzo de su mandato.
Obama ha defendido siempre la congelación de los asentamientos. Lo ha hecho hasta el punto de ganarse la antipatía del Gobierno de Benjamin Netanyahu, que no cree en la amistad del presidente norteamericano. Pero de eso a respaldar la afrenta pública que supone una condena en el Consejo de Seguridad media un trecho que ni Obama ni ningún presidente norteamericano está todavía en condiciones de recorrer.
Este veto puede resucitar el antiamericanismo entre la población árabe, envenenar las relaciones entre Obama y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y recortar más aún el margen de actuación de Estados Unidos en las negociaciones de paz. Constituye, desde cualquier lado que se mire, un verdadero desastre diplomático.
"Los norteamericanos han demostrado claramente a los palestinos, a la opinión pública árabe y a la opinión pública del mundo entero que están con Israel hasta el punto de la destrucción", declaró a la cadena CNN la veterana negociadora y parlamentaria palestina Hanan Ashrawi.
EE UU veta por primera vez la condena a Israel por la construcción de asentamientos
Obama arriesga su prestigio en el mundo árabe en un momento de gran convulsió
En un momento extraordinariamente delicado en Oriente Próximo, Estados Unidos tuvo que poner ayer en juego su prestigio en el mundo árabe para proteger a Israel y vetar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una resolución de condena al gobierno israelí por la construcción de asentamientos judíos en territorio palestino.
En esta oportunidad, el respaldo a Israel resulta particularmente importante debido al nuevo equilibrio que se vislumbra en Oriente Próximo. En unos meses más, por ejemplo, Estados Unidos e Israel van a tener que tratar con un nuevo Gobierno en Egipto que probablemente actuará en función, no de los intereses personales de un gobernante, sino del estado de ánimo de sus ciudadanos. En esas circunstancias, si el apoyo norteamericano a Israel era hasta hoy rutinario, a partir de ahora será muy costoso.
No va a ser fácil para Obama modificar esa política, entre otras razones porque nadie lo pone fácil. No lo pone fácil Netanyahu, con su radicalismo. No lo pone fácil Abbas, más preocupado por sostenerse él en el poder. Y no lo pone fácil la opinión pública norteamericana. La semana pasada, en cuento se supo que la Administración estaba negociando en la ONU un texto alternativo de crítica a Israel, varios columnistas y medios de comunicación se precipitaron a denunciar la debilidad de la política de la Casa Blanca.
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