El Ejército egipcio suspende la Constitución y se da seis meses de plazo para transferir el poder
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas transferirá el poder a manos civiles tras las elecciones de septiembre.- Las dos cámaras del Parlamento han sido disueltas
La transición egipcia avanza y queda claro que lo hará tutelada muy de cerca, al menos en los próximos seis meses, por el Ejército. Ese es el plazo que los militares se han dado para transferir el poder a manos civiles. Hasta entonces, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas sancionará leyes y dirigirá el país, cuya representación exterior correrá a cargo del jefe militar (y ministro de Defensa de Mubarak desde 1991 hasta hace dos días), el general Mohamed Husein Tantaui. En su último comunicado, los generales han anunciado la suspensión de la Constitución y la disolución de las dos cámaras del Parlamento, una de las grandes reivindicaciones de los manifestantes que propiciaron la caída del régimen de Hosni Mubarak. Nada se dice de la otra gran demanda, el levantamiento del estado de emergencia en que vive el país desde la llegada al poder del ex dictador en 1981. Los militares han dejado claro durante los 18 días de protestas (y el día y medio de celebraciones que han seguido) que esa medida no se aplicará hasta que la plaza de la Liberación de El Cairo se vacíe de manifestantes. Y eso es precisamente lo que un pequeño núcleo se resistía a hacer esta mañana, bajo la exigencia de mayores garantías y plazos para culminar una auténtica transición a la democracia.
La incógnita ahora es si les bastará el nuevo comunicado militar, en el que se ha informado también de la futura creación de una comisión de enmienda constitucional cuyas conclusiones serán votadas en referéndum. La suspensión de la actual Carta Magna, que blindaba por completo el poder del ex dictador, es fundamental para reformarla y dar cabida al pluralismo político. También deja Egipto en manos de una dictadura militar en la que todo depende de la voluntad del Ejército para conducir al país a una democracia. En lo inmediato, como ya se comunicó ayer, el Ejecutivo legado por Mubarak se mantendrá para despachar los asuntos ordinarios. La idea es que, cuando sea posible, se forme un nuevo Gobierno que la mayoría de egipcios pueda entender como representativo para favorecer la transición. En septiembre, a las elecciones presidenciales que ya había previstas se sumarán unas legislativas.
El anuncio de los militares ha coincidido con una rueda del primer ministro del Gobierno -uno de los legados del rais- quien simbólicamente se ha enterado a la vez que el resto del país de las nuevas medidas. Mientras recibía las notas que le comunicaban la nueva situación, y que leía a los periodistas, Ahmed Shafiq ha insistido en que su mayor preocupación es "la seguridad" y que su prioridad es "volver a la normalidad". También ha dicho que cree que Hosni Mubarak, el dictador caído el viernes tras casi 30 años de mandato, se encuentra en Sharm el Seij (este del país), como han apuntado medios de todo el mundo en los últimos días.
Pequeños altercados en la plaza
Mientras, en la plaza de la Liberación, donde se concentraron las protestas contra Mubarak durante 18 días, algunos grupos de manifestantes se resistían esta mañana a salir. "No voy salir de la plaza. Será sobre mi cadáver. Confío en el Ejército pero no en aquellos que controlan a los militares entre bastidores", ha señalado en declaraciones recogidas por Reuters Mohamed Salah, un manifestante que se ha negado a desmontar su tienda en la plaza. Los últimos protagonistas de las protestas exigían mayores garantías para la transición. Su negativa ha provocado momentos de tensión, con empujones y pequeñas escaramuzas, cuando las fuerzas del orden han intentado desalojarlos. "No queremos que ningún manifestante se siente en la plaza después de hoy", ha asegurado el jefe de la policía militar.
Por la tarde, solo quedaban dos de las tiendas que, días atrás, ocupaban el centro de la plaza. Una de ellas sirve para reclutar a voluntarios de limpieza que ayuden a asear otros barrios de El Cairo. El tráfico ha quedado restablecido y los coches tratan de avanzar, en el típico caos cairota, entre numerosos paseantes. Centenares de personas se acercan a recordar lo que ha pasado. Un pino donde la gente cuelga sus mensajes y una pancarta donde se escriben los nombres de los fallecidos -sus mártires- certifican que la plaza de la Liberación es un emblema de la revolución egipcia. Solo un pequeño núcleo de personas, en una de las esquinas, parece mantener la reivindicación.
Y es que en la mayor parte de la plaza de la Liberación, y de Egipto, las protestas son agua pasada. La mayoría del pueblo ha depositado un voto de confianza en el Ejército, que ayer, con todo el poder en sus manos tras la caída de Mubarak, pareció tomarse una pausa. Se limitó a mantener en su puesto al último Gobierno de Mubarak y a tranquilizar a Estados Unidos e Israel diciendo que respetaría la paz de Camp David. Tanto el cambio como la estabilidad eran discutibles. Constituían una simple convención, dependiente por completo de la dirección que adoptaran los acontecimientos.
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