Ola de cambio en el mundo árabe
El Ejército se retira y los manifestantes vuelven a la plaza de la Perla de Manama
El Gobierno de Bahréin accedió esta mañana a que los militares abandonaran este punto emblemático de las protestas para facilitar el comienzo de las negociaciones con la oposición
La oposición puso ayer dos condiciones para aceptar la oferta de diálogo lanzada por el rey, Hamad bin Isa al Jalifa: la dimisión de todo el Gobierno y la retirada del Ejército de la plaza de la Perla de Manama. El Gobierno accedió esta mañana a la primera, como gesto para que se puedan entablar las primeras conversaciones que busquen una solución a las protestas y la posterior represión militar que han dejado varios muertos y decenas de heridos.
Ayer por la tarde, el monarca había encargado al príncipe heredero, Salman Bin Hamad al Jalifa, que iniciara un diálogo político "con todas las partes". A tal fin le habría transferido "todos los poderes para satisfacer las esperanzas y aspiraciones" de los ciudadanos "de todos los sectores" y resolver así la actual crisis. Poco después, el principal bloque de la oposición chií de Bahréin rechazó la propuesta condicionado el diálogo a que las autoridades aceptaran "el concepto de monarquía constitucional" y sacaran a las tropas de las calles. "Entonces podremos llegar a un Gobierno provisional con nuevas figuras que podría no integrar a los actuales ministros de Interior o Defensa", precisó.
Los esfuerzos para contener la violencia en Bahréin se han intesificado en las últimas horas. Esta madrugada, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama , ha hablado por teléfono con el rey de Bahréin quien le ha trasladado la necesidad de frenar la violencia empleada por las fuerzas del orden contra las manifesaciones opositoras. Durante la conversación, Obama condenó la violencia y señaló que la estabilidad de Bahréin depende del respeto que se demuestre por los derechos de la población. Estados Unidos viene expresando en los últimos días su preocupación por los acontecimientos en el emirato, que acoge una importante base militar norteamericana y es fronterizo con Arabia Saudí, principal exportador de petróleo del mundo.
Dura represión
Bahréin empleó ayer a los militares para intentar ahogar en sangre las manifestaciones a favor de las reformas democráticas. El Ejército abrió fuego contra la multitud cuando volvía de celebrar el funeral por las víctimas en la jornada de protesta de la víspera y trataba de ocupar la plaza de la Perla, en el centro de Manama. Al menos una persona murió y más de un centenar resultaron heridas, desbordando la capacidad del hospital Salmaniyah de la capital.
La dura respuesta del régimen está transformando a los reformistas en revolucionarios . Durante el funeral de tres de los muertos el día anterior, volvieron a oírse los gritos de "muerte a los Al Jalifa", en referencia a la familia real. Cuando algunos de los participantes quisieron dirigirse a la plaza de la Perla, de donde fueron desalojados a sangre y fuego el día anterior, las fuerzas de seguridad (en concreto el Ejército, según la mayoría de las fuentes) abrieron fuego para impedírselo. El príncipe heredero, Salman bin Hamad al Jalifa, pidió a los ciudadanos que vuelvan a sus casas y prometió dialogar con la oposición una vez que se restablezca la calma. El rey le concedió ayer plenos poderes para llegar a un acuerdo.
"Muerte a Al Jalifa. Abajo el Gobierno", repetía la multitud que volvió a congregarse anoche en el hospital Salmaniyah, a donde trasladaban a los heridos en el choque con las fuerzas de seguridad. Fuentes hospitalarias dijeron que estaban desbordados, aunque resultaba difícil obtener una cifra de víctimas. Según un responsable médico citado por Reuters, 66 personas habían sido hospitalizadas y cuatro se encontraban en estado crítico. Ayer se registró al menos un muerto, que se suma a los siete identificados desde que comenzó la revuelta. Los heridos superan los 100.
Por la mañana, decenas de miles de personas acudieron a la isla de Sitra, una de las 30 que forman este pequeño archipiélago, de donde eran originarios los tres fallecidos. Los asistentes agitaban banderas negras y rojas, símbolo del martirio, y repetían los eslóganes antigubernamentales. La policía se mantuvo alejada. Casi a la misma hora, miles de partidarios del Gobierno se congregaron en la avenida costera para expresar su apoyo al rey. A última hora de la tarde, muchos de ellos todavía recorrían las calles de Manama y de la vecina isla de Muharraq agitando banderas de Bahréin. Los sucesos de los últimos días han abierto una peligrosa brecha entre la población de este pequeño pero estratégico país.
"Bahréin atraviesa hoy un estado de división que es inaceptable", declaró el príncipe Salman durante una entrevista en la televisión estatal. "No hago ninguna diferencia entre un bahreiní y otro; todos son nuestros hijos", aseguró el heredero, que insistió en que "Bahréin nunca ha sido un Estado policial", pidió una y otra vez que vuelva la calma y ofreció diálogo con la oposición "desde esta misma noche si es posible".
Tanto la mayoría chií como la oposición liberal suní llevan tiempo quejándose de que bajo la pátina de democracia que dan las elecciones, el rey Hamad sigue gobernando como un monarca absoluto. De hecho, la familia real copa todos los puestos de decisión, entre ellos 11 de las 23 carteras ministeriales, y designa a los miembros de la Cámara Alta, que actúa de freno del Parlamento electo.
De hecho, muchos de los asistentes al sermón del viernes del jeque Isa Qasem se mostraron decepcionados al ver que no hacía un llamamiento expreso a que continúen las manifestaciones. Qasem, el más respetado clérigo chií de Bahréin, calificó de "matanza" la actuación policial del jueves en la plaza de la Perla y dijo que las autoridades habían cerrado la puerta al diálogo.
"La matanza tenía como objetivo matar y herir, no dispersar una manifestación", declaró el religioso, que sigue la línea quietista del chiísmo. Pero la denuncia se quedó corta para los miles de fieles que habían acudido a escucharle esperando que condonara un reforzamiento de las protestas. "El pueblo quiere la caída del régimen", le interrumpieron repitiendo el eslogan acuñado durante las revueltas populares de Túnez y Egipto .
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